¿Es posible un cambio de mentalidad?

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(Meses después, debido a dificultades con la transcripción, compartimos con los lectores de este blog las palabras del profesor Manuel Calviño, en el espacio Dialogar, dialogar, de la AHS, Pabellón Cuba, 29 de mayo de 2013. Estas conservan aun notable vigencia)

Manuel Calviño

Voy a comenzar legitimando que tengo un problema profesional-personal, – perdonen la pompa – “epistemológico”, muy serio para afrontar estos asuntos del cambio de mentalidad. Dentro de mis tradiciones de formación de pensamiento -no la única, ni tampoco, honestamente, de las que más venero- el psicoanálisis sin duda tiene un lugar que reconozco. Reactivando la “letra del inconsciente”, recuerdo que en alguna ocasión, Sigmund Freud, padre de la revuelta epistemológica, dijo que había tres profesiones imposibles: una era la educación, la otra la política y la tercera era el psicoanálisis. Freud lo sustentaba con una argumentación muy sencilla: las tres se proponen cosas que no se logran solamente desde lo propositivo (sea desde un dispositivo técnico, profesional o desde un sujeto, profesional, intencionado, cumpliendo el rol de lograrlo), sino que sencillamente suceden. Son una “emergencia” diría yo de la interacción de diferentes procesos. Es un problema personal, porque de esas tres yo me dedico a dos –la psicología y la educación… y vivo inmerso en un país donde la discursiva no solo dominante, prácticamente total, de los últimos 50 años ha sido una discursiva política, aunque no nos dediquemos a la política “directamente”. Por lo tanto tengo dos problemas y medio.

Me cuesta trabajo en mi propia praxis profesional específica. Yo hago dos cosas que son bien distintas y, en cierta medida, casi contradictorias: una dar clases, y dar clases con fines no solo instrumentales, sino y sobre todo educativos… Y “lo educativo” tiene una doble inscripción. De una parte aquello que se descubre en la utopía martiana de “formar hombres para la vida” (y mujeres, diríamos hoy)… una utopía que intento materializar a diario, que llevo inscrita en mis propósitos y anhelos como profesor universitario… utopía que me insta y que me duele, que me convoca y me provoca, que me hace intentar ser cada día “un tilín mejor”.

De otro lado “lo educativo” como lo educacional, lo que se enmarca – o más bien es “enmarcado” -, como un conjunto de prácticas concretas, como realización de prácticas educativas definidas, en contextos específicos, y sujetas a normativas, metas, filosofías educativas y políticas de la educación, que son dictaminadas esencialmente por un aparato burocrático, institucional, con todas las ventajas y desventajas, las propensiones y las deformidades que esto supone.

No tengo nada en contra de la burocracia administrativa que escribe en papeles como se debe educar. Más bien lo tengo todo. Y conste que no hablo de personas. Hablo de dinámicas institucionales que terminan absorbiendo, subsumiendo, a las personas hasta convertirlas en cómplices de ellas, de esas dinámicas. Obviamente, son cosas que suceden bajo los efectos de los “modelos piramidales”, de la filosofía del control y la regulación, cosas que suceden al no comprender que cuando se separa la decisión del lugar del problema, que cuando la única opción es la estandarización igualitarista, las instituciones, más temprano que tarde, se convierten en “bunkers” de las ideas obsoletas y arcaicas, sustituyen la realidad por el documento, la creatividad por la disciplina (la falsa disciplina). Y esto es acabar con la Educación, si nos concentramos en lo que nos ocupa.

Entonces aquí, “más acá”, de la alegoría martiana, educar es preparar determinado tipo de hombre, de una determinada manera, para una determinada realidad… pudiera agregar, con una determinada mentalidad… (y ya saben, todo lo que se salga de esto es, en la versión soft un error que hay que enmendar, y en la hard, contrarrevolución).

La función de la educación, esa de preparar hombres para la vida, si asume la pluralidad de la vida, ha de ser, tendría que ser plural y plurivergente (claro que la palabra no existe, pero creo que para muchos oídos suena menos comprometedora que “divergente”.. pueden hacer la sustitución), pero se hace (se le hace) convergente, cuando hablamos de preparar a un tipo de ciudadano, de profesional, un “modelo” de sujeto social unívoco – aunque discrepo con muchas de sus tesis, podríamos decir “unidimensional” en el decir marcusiano… y esto, por cierto es empedrar el camino al formalismo o a la desidia, al oportunismo o al antagonismo.

A nivel de mi práctica psicoterapéutica, de orientación psicológica, lo que me pasa es otra cosa: yo no construyo la felicidad de las personas que vienen a verme, yo participo con él, con ella, con ellos, en un proceso en el que va/n descubriendo su felicidad, sus modos de ser feliz, son ellos quienes deciden y hacen lo que asumen como suyo. Yo apenas los ayudo a que lo encuentren, a que despejen los obstáculos (mentales, obvio) que no le permiten ver con claridad, les trasmito quizás una experiencia, les ayudo a dialogar consigo mismo, con su entorno, con su vida. Son ellos quienes cambian su mentalidad. Yo no se las cambio como dije antes, aunque quisiera, no podría… Ahora recuerdo, asociando con la Educación, que Aristóteles (disculpen si confundo la paternidad de la idea) decía: “El enseñar no existe. Solo existe el aprender”. Bueno, en mi praxis profesional es claro que “el cambiar la mentalidad no existe. Lo que existe son mentalidades que cambian”.

Pero además esa “emergencia”, esa producción del sujeto, no se valida en una discursiva solo individual – no es que sea feliz del modo en que él quiera serlo -. Se valida, es solo realizable, como parte de una discursiva social. Nadie es feliz tratando de ser feliz solo a su modo. Solo se puede ser feliz cuando mi felicidad no entorpece la felicidad del otro. No hay bienestar en el que se construye al costo del malestar de otros… Lo que quiero decir es que no se trata de una mentalidad “egocentrada”, sino de una mentalidad “ego-compartida”, incluyente, en la que se encuentra el sujeto en su dimensión individual, y en sus dimensiones sociales.

Les cuento una anécdota, que ya me costó que alguien me tildara de homofóbico…De lo que me podía haber acusado aquel (o aquella… no sé quién fue), es de haber estado sujeto a mis veinte años, a ciertos cánones, o discursos hegemónicos de época y de espacios socioculturales – no soy tan categórico como Silvio: “Nadie se salva del pie forzado”, pero si digo que pocos se salvan (esos son los excepcionales, los imprescindibles… no es mi caso), y la mayoría somos impactados de uno u otro modo. Les cuento…

Nacido y criado en Cayo Hueso (donde los hombres no toman sopa…así se decía), comprometido militantemente con los procesos de época (posiblemente una militancia, en la época, acrítica, ingenua, ciega… lo que quiere decir una cuasimilitancia), convencido de que, y cito casi textualmente “las desviaciones homosexuales son una patología social” (pueden encontrarlo en la Declaración del Primer Congreso Nacional de educación y cultura.. está publicada en una Revista Casa de las Américas, debe ser del año 1971), mi primer “paciente” – aún siendo estudiante, y lamentablemente sin supervisión – fue un homosexual. Solicitó la consulta porque se sentía mal, estaba asténico, quería ser feliz, sentirse feliz, pero no lo lograba. “Claro – pensé yo – ¿cómo va a lograrlo con “el problema” que tiene?

Entonces, inmediatamente establecí mi tarea terapéutica: “Yo lo voy a ayudar a hacerse hombre. Él quiere ser feliz, pues yo lo voy a ayudar a ser un hombre feliz”. ¿Cómo hacerlo? ¿cómo cambiar su mentalidad? En la época se hablaba, fuera de Cuba por cierto, de métodos que yo evaluaba definitivamente como perversos (desensibilización sistemática basada en el uso de corrientes eléctricas asociadas a estímulos homoeróticos, sustancias químicas, en fin un verdadero genocidio). Ni pasaron por mi cabeza cosas de ese tipo.Pero estaba claro que yo quería cambiar su mentalidad… sobre todo inculcarle, educarle, instaurarle, una nueva mentalidad. Mentalidad definida por mí: La mentalidad de hombre feliz.  Cada vez que él llegaba a la consulta yo le decía: “Pase hombre, ¿cómo está?, ¿cómo le va, hombre?” Probablemente convencido de las leyes asociativas, del carácter prominente de los discursos inconscientes sobre las identidades (cosas que yo conocía, aunque no entendía muy bien), yo pensaba: si le digo hombre, muchas veces se lo va a creer…. (De niño, mi padre me hacía un chiste de un hombre que se creía canario. Lo internan en un Hospital psiquiátrico, y el psiquiatra lo que hacía era repetirle constantemente “Ud. no es un canario. Ud. es un hombre – será que aquella reminiscencia infantil me afloró con el primer paciente… una de las primeras cosas que debemos saber manejar los terapeutas es la contratransferencia– Bueno, el caso es que al fin el médico logró su cometido, y cada vez que preguntaba al paciente “¿Ud. sabe que cosa es Ud.?, aquél respondía: “Yo se que soy un hombre”… Tanto fue que decidió darle de alta. Lo acompañó hasta la puerta del Hospital, y allí lo despidió… apenas había dado unos pasos el galeno, cuando regreso el paciente corriendo y visiblemente preocupado, asustado. “Que pasa, Ud. está bien – dijo el psiquiatra. O es que acaso no sabe que Ud. es un hombre”- “No doctor, no se preocupe – dijo el paciente. Yo se que soy un hombre!… lo que me pregunto es si el gato que está en la esquina lo sabe!”)

Vuelvo al mío. Un buen día el hombre llega a la consulta y me dice: “Ay, doctor, antes de que comience ¿le puedo decir una cosa?” Y yo le dije: “Sí hombre como no, dígame!”Y entonces me dijo: “Es que, doctor, yo creo que usted no está comprendiendo.Yo soy homosexual, y no quiero dejar de serlo, y con mi sexualidad soy feliz, me encanta.Yo lo que quiero es seguir siendo homosexual y feliz, y viviendo aquí, en este país, en mi país… donde hay muchos que se empeñan en no dejarme ser feliz, solo por ser lo que yo quiero ser, sin molestar a nadie”.

Aquello era un reto fundamental para mí, que me demandaba un cambio paradigmático, un cambio de mentalidad. Es probablemente de los cambios paradigmáticos que me más me impactaron en los inicios de mi camino para abrirme una comprensión real de lo que es ser psicólogo, de lo que es ser terapeuta… de lo que es ser maestro, de lo que es ser ciudadano, de lo que es ser padre, ser humano, de todo lo que soy. Es un cambio paradigmático impresionante, porque resulta ser que yo aprendo que mi función como terapeuta, no es que el otro logre lo que yo creo que es la felicidad, sino que el otro logre construir su proyecto de felicidad, su modelo de felicidad. Un proyecto que lo incluya como sujeto individual y como sujeto colectivo; porque no puede ser tampoco la felicidad de uno al costo de la felicidad de otros. Todo proceso humano de realización tiene que ser ineluctablemente una realización grupal, social.

Entonces miren que problema más complicado, digo para mí: yo soy un educador, un profesor,convocado a buscar la producción de un sujeto profesional, modelado sobre todo desde la discursiva política, pensada a mi juicio con mucha unilateralidad y dejando poco espacio a la pluralidad. Una educación que aún se erige sobre lo que creemos los que educamos que es lo mejor, que es lo que necesita el país, lo que debe ser. Con poco espacio para la alternatividad, para poder pensarnos en nuestras deficiencias, en nuestras distancias con aquellos a los que pretendemos educar… dígase, cambiar la mentalidad… Dicho sea de paso, eso es lo que favorece que hasta justifiquemos los desvaríos, porque son – recordando la hermosa canción de Polito Ibañez – “en nombre del amor” (del deber, del país, de la revolución). Y es esto, no hay duda que necesitamos un cambio de mentalidad, nosotros, los educadores, los dirigentes de la Educación, los políticos.

A nivel de mis prácticas profesionales específicas como psicólogo,orientado, psicoterapeuta, estoy empeñado en favorecer la emergencia de un estilo personal de crecimiento, de vida, de relaciones entre las personas, entre nosotros, que este mas presidido por el bienestar, que acerca cada vez más a ese individuo a lo que pudiera ser su felicidad, a la felicidad de todos.

Entonces mi experiencia profesional, de cambiar la mentalidad, y ahora siendo más exacto, de que las mentalidades cambien en aras del bienestar y la felicidad, se sustenta en la permeabilidad, el diálogo, el intercambio, el levantamiento de obstáculos, la indagación, la escucha… sí, claro que sí, el aprendizaje, pero aprendizaje conjunto – y así andamos por el camino del cambio, del cambio de comportamientos, del cambio de mentalidad.

Ni crean que estoy devaluando la función del educador, ni la del psicólogo… ni la del político, para tener a las supuestas “veleidades” freudianas… Muy por el contrario. La estoy realzando. Realzándola(s) en su dimensión constructiva, realista. Encuadrando, en el sentido psicológico, su real dimensión, su operatividad. Porque si nos vamos a tomar bien en serio el asunto de la necesidad (imperiosa, demandante) de cambiar la mentalidad, tenemos que dimensionar con claridad lo posible, lo probable y hasta lo imposible hoy, en aras de posibilitarlo mañana.

Entonces, no cambiaremos la mentalidad por decreto, no la cambiaremos para cumplir la tarea, no podremos cambiarla desde esas representaciones. Pero si podemos, necesitamos, debemos, favorecer su cambio. Y favorecerlo de una manera permeable, constructiva, plural, participativa, aprendiendo unos de otros, escuchándonos todos, rompiendo los escudos de resistencia, superando las paranoias, leyendo juntos la realidad que tenemos, la que se nos puede avecinar, la que quisiéramos tener. La intencionalidad no está en el cambio. La intencionalidad es anterior al cambio de mentalidad. Entonces tenemos que reconstruir juntos la intencionalidad para ir desactivando las viejas mentalidades, e ir co-construyendo las nuevas mentalidades… por favor, no obviemos de ninguna manera la “s”. Podemos hablar de la singularidad del cambio de mentalidad de cada cual, en cada quien. Pero, no nos equivoquemos en algo esencial: hablamos de la emergencia de nuevaS mentalidadeS

¿Cuánto en la  interpretación de la propuesta de “cambiar la mentalidad” hay más de lo mismo – como diría un terapeuta polaco, Watzlawick- y cuanto puede haberde luces hacia alternativas distintas? ¿Cuánto ha de construirse en continuidad, y cuanto supone una ruptura?

Porque sin duda alguna yo sigo pensando que muchas de las ideas con las cuales yo crecí como profesional, como persona, como ciudadano, son ideas legítimas, son ideas que sustentan el modo en el que nosotros vamos a reconstruir, a enfrentar, a instituir colectivamente las cosas.Entonces Fernando decía algo que es muy importante: ¿de verdad nos creemos que la gente va a cambiar la mentalidad porque los convenzamos de que una nueva mentalidad es mejor y vamos a avanzar más si cambiamos la mentalidad?

Yo no lo he logrado hacer tan fácilmente trabajando de conjunto con mis pacientes. Más aún podemos hasta decir con Luz y Caballero, con Varela, con los grandes educadores, aquello de predicar con el ejemplo. Pero tampoco es suficiente. Recuerdo una de las experiencias más amargas a pesar de constituyentes también de muchas alegrías. Recuerdo cuando Amaury hizo el programa Con dos que se quieran, e invitó apersonas destacadas del mundo de la intelectualidad cultural, artística, visibles, porque hay sin duda muchos más… Bueno, los programas salían publicados en Cubadebate, cosa que me pareció excelente, entre otras cosas porque daba forma a la posible ruptura de la unilateralidad de la televisión toda vez que al final se abrían los espacios de opinión, y los que entraban en contacto con la página (los que podían… también el asunto de internet necesita un cambio de mentalidad, y no solo de posibilidades tecnológicas) expresaban aciertos y desaciertos, gustos y disgustos, es decir, el programa se extendía con los “participantes on line”. Y hubo una persona, que escribió, de manera respetuosa, analítica, que le llamaba la atención que prácticamente todos los que habían pasado por allí – educadores de primera línea en el sentido esencial de la palabra, cultivadores excelsos de la cubanía, del alma cubana –tenían sus hijos fuera de Cuba.

Personalmente, aun cuando Eusebio, en su momento, había hecho una contundente reflexión sobre el tema, me golpeó fuerte. Me descoloca la idea de que efectivamente mi hijo, a quien yo he educado y le he dado ejemplos… en fin. Es su decisión personal, contó y cuenta con mi apoyo, pero ¿cómo puede ser? Y, meditando con un corazón lacerado, sobre todo que conste por la distancia, no por la decisión en sí misma, me respondo, intentando ser consecuente con lo que sé, promulgo, y defiendo: los seres humanos no somos reflejos especulares de las influencias – de ninguna de las influencias- que recibimos, en todo caso somos más bien refractores de esas influencias – nos impactan, pero no nos determinan –  y por lo tanto nosotros podemos hacer lo que entendamos (o incluso sin entender).Y la conducta definitiva, el comportamiento definitivo, no es la resultante de una ecuación lineal, no es una aritmética de“tengo una sociedad perfecta, por lo tanto tendré el hombre nuevo”.  A un hombre nuevo, una mujer nueva sí. Pero no perfectos. Son dos cosas distintas. Y cuando me remonto, sin esfuerzo porque me aflora auténticamente, a mis tradiciones de pensamiento marxista que no son sencillamente tradiciones, son referentes activos de mi modo de pensar y de ver las cosas, de mi mentalidad, escucho la voz de Marx saliendo de la Contribución Crítica a la Economía Política, claro hablando a mi manera, es decir traspuesto y traducido a mi voz, que me advierte que después incluso que cambiamos este modelo económico y pongamos otro, hay algo de lo que la economía y la política no pueden ni prescindir, ni definir matemáticamente: la subjetividad. No lo duden, los cambios en la subjetividad hasta donde sabemos y creemos los laicos y los ateos, ni vienen de una decisión divina de ningún tipo, ni celestial ni terrenal, ni se producen directamente de los cambios en los discursos, los conceptos, las categorías, ni mucho menos haciendo vibrar deseos y aspiraciones. Los cambios en la subjetividad vienen de la producción de cambios objetivos y reales en la vida de la gente.No solo porque la gente no vive como piensa, sino que piensa como vive, sino también porque una vez que la gente empieza a construir la vida como la piensa (como la quiere, como se la representa, como la desea, como se la imagina) – porque la antológica frase marxista, se detiene justo en el punto en el que la subjetividad comienza a ser para el sujeto, su punto de partida – allí son una vez más los contextos reales – existentes en forma de condiciones, de relaciones de producción, de vida, de poder – los que dictaminan límites y alcances.

Por eso cambiar esencialmente la subjetividad, solo es posible cambiando las condiciones reales de vida, las relaciones reales de vida. No de manera absoluta; sí de forma esencial.

La mentalidad “vieja” (la obsolescente) no solo existe como fenómeno subjetivo, como “lo ideal”, no solo existe en la intersubjetividad colectiva. Ella existe de forma objetiva. Porque toda mentalidad se objetiviza, se “catectiza”, se vuelve objetiva no solo ontológicamente, no solo como subjetividad experienciada por el otro. Se vuelve objetiva en sus productos, en sus productos culturales, institucionales. La mentalidad vieja existe en normas, regulaciones, leyes, existe como modelos de funcionamiento, como burocracia. Se ha legitimado en los años de existencia y en sus formas concretas de existencia. La ha legitimado el poder (en todas su extensión, en su conceptualización más genérica, mas Foucault)

No hay que escudriñar especialmente algunas de las cosas que están sucediendo, para darse cuente. Ya estamos produciendo muchos cambios en el modelo económicos… bueno, algunos, yo digo que hoy estamos en una condición rara, todavía estamos medio atrapados en un “casi todo se puede, pero casi nada es posible”. Entonces, veo que luego de la lucha contra la burocracia, como maldita ave anti-fenix, la burocracia emerge, se reconstruye, no es inadecuado decir que tenemos tanta o más burocracia que hace cuatro años. ¿por qué? Es que si pensamos que vamos a hacer cosas distintas con los mismos marcos institucionales, con los mismos modos de pensar, con las mismas lógicas, entonces al final tendremos más de lo mismo.

Y aquí nos tropezamos con, al menos dos problema más: el primero que hay que producir realmente esos cambios, los cambios en esa dimensión que es “instituida-instituyente”, en ese realidad en la emerge (emergió) la mentalidad que queremos transformar, y es expresión de ella, es su forma real de existencia; el segundo es que, aun con esos cambios, aún produciendo esos cambios, no tenemos la llave inequívoca para decir que la subjetividad producida va a ser ésta o aquella.

Malas noticias, o quizás mejor dicho, buenas noticias: no hay ecuación. Y digo “buenas”, porque el día que exista, que alguien (un individuo, un grupo, un gobierno) la tenga, estaremos en la antesala de un nuevo fascismo, de un totalitarismo inimaginable. No existe la ecuación. Lo que sí existe es la generación de posibilidades, de condiciones que favorezcan.No es gestionar, no es producir, es favorecer. Mi tarea es favorecer la posibilidad de que la gente sea feliz. Yo no puedo hacer a la gente feliz. Siempre recuerdo el pasaje de “Del Amor y otros demonios”, lo comento con frecuencia a mis estudiantes de Psicología, cuando el Marqués de Casalduero, conociendo la terrible situación de su hija mordida por un perro rabioso, y a sugerencia de Abrenuncio, se propone hacerlo todo para que su hija fuera feliz. Y dice, el texto de García Márquez (obvio que no es exacta la cita): Le consagró todo su tiempo. Trató de aprender a peinarla, hacerle las trenzas. Trató de enseñarla a ser blanca, de quitarle el olor del escabeche de iguana…. Lo intentó casi todo…menos preguntarse – y yo agrego, preguntarle – si aquel era el modo de hacerla feliz.

A veces parece como que  vamos a construir la sociedad que queremos para nuestros jóvenes. Difícilmente. La sociedad de los jóvenes, la Cuba de los jóvenes, va  ser la que ellos quieran, porque algún día, hoy, mañana o pasado, nosotros no estaremos, y cuando nosotros no estemos ellos harán lo que quieran hacer, lo que sientan hacer. Nosotros lo que tenemos que hacer es ayudar, favorecer, que emerja en ellos, desde ellos, un “querer” que lejos de ser dañino para sí mismo y de ser dañino para los grandes ideales de una nación, – independencia, soberanía, libertad, justicia, equidad – que sientan de ellos la idea de que la mejor condición para ser feliz y tener bienestar es la independencia, la justicia, y que emerjan las diferentes mentalidades,  las formas diversas de pensar, de sentir, de hacer y de realizar una sociedad humanista, independiente y justa.

Yo he trabajado con muchas perversiones, con trastornos diversos, y en alguno de ellos he encontrado “felicidad”, claro “su felicidad” muy suya.Una felicidad que no entiende ni valora costos – no monetarios, sino éticos, de dignidad, que no incluye la posibilidad de una felicidad no dañina, por decirlo de alguna manera, una felicidad muy por debajo de las posibilidades. Y ahí uno entra a favorecer conocimientos, alumbramientos, descubrimientos, que instiguen a las personas a la búsqueda de una felicidad más plena. Pero se trata de, vuelvo a decir, facilitar, desarticular obstáculos para que se abran caminos. La “varita” de Harry Potter (antes decíamos de Mandrake el Mago) no es sino una ficción. Quien se pase la vida buscándola, perderá su vida sin lograrlo. Quien se crea que la tenga, está en alucinación total.

Este es un gran reto, nosotros lo que pudiéramos hacer con este llamado “cambio de mentalidad” es desarticular el aparato anquilosado que generó (que generamos) desde las mentalidades que deseamos cambien, revisar con ojos atrevidos, responsables, y creativos, los productos establecidos de esas mentalidades obsoletas, favorecer nuevos sistemas de relaciones entre las personas, de relaciones de producción, de relaciones de trabajo, sustentados en valores (algunos lamentablemente muy fisurados), de los cuales probablemente emerja.

Pero como decía, el proceso no está exento de desafueros, de desviaciones. Por eso, necesitamos de una dialógica crítica, un diálogo de las convergencias y las divergencias. El modo dominante que teníamos de mirar la realidad tenemos definitivamente que subvertirlo, Pensémoslo, observémoslo. Los cambios económicos, la actualización del modelo económico que estamos produciendo, ese nuevo modelo económico, ¿que se creen?, ¿alguien se cree que esos cambios solo están trayendo cosas buenas para la población? No es una buena apreciación. No pocas investigaciones muy serias, comprometidas, están diciendo que tenemos un porcentaje creciente de pobreza, y no lo dicen solo las investigaciones. Basta con andar por el país, por nuestra propia ciudad. No hay miseria, no hay desamparo. No hay tampoco las mismas condiciones. Hay favorecidos y desfavorecidos, y los primeros siguen siendo favorecidos, y los otros sienten cada día más presiones de vida.El alza de los precios en condiciones de igualdad de salarios no afecta por igual a todos, aunque todos comparten es misma realidad. ¡Entonces cuidado! Porque cuando el tren de esas modificaciones va, dicen que encarrilado, yo no tengo que estar muy seguro por definición. Yo debo construir esa seguridad con información, con certeza, con claridad. Porque me compete como ciudadano comprometido, como militante de un proyecto nacional, poner en evidencia las desviaciones de las intenciones, los efectos no solo no deseables, sino incluso no esperados. Porque si el tren va en una marcha que no contempla (no realiza) la posibilidad de comprensión dialogada, social, colectiva de los procesos de construcción naturales de subjetividad, los riesgos pueden ser muy grandes.

Estamos ante otro aspecto del tema que nos convoca, que es de sumo interés: ¿Cuál es la mentalidad que queremos cambiar? ¿Para llegar a dónde? ¿para tener qué mentalidades? ¿No será que en el propio dictamen de decir: cambien la mentalidad, está el mismo modelo de mentalidad? No es solo una pregunta retórica. Es una cuestión práctica.

Hay una paradoja en el problema del cambio de mentalidad: ¿cómo cambiar la mentalidad desde la misma mentalidad que tenemos? Y existen las mismas formas en diferentes niveles y modos de expresión. Los hombres somos procesos, no somos entidades metafísicas, somos procesos de cambio, de crecimiento, de desarrollo, somos nosotros y nuestras circunstancias, y por mucho que nosotros hasta cuasi hegelianamente pensemos en el ejercicio de la voluntad para crear -que se yo- la sociedad prusiana o lo que fuera, en última instancia las modificaciones en la subjetividad, repito, vendrán de las modificaciones de la realidad. En mi disciplina es la tradición marxista en Psicología: Wallon decía, el paso es del acto al pensamiento; Vygotsky apuntaba la primacía de lo intersubjetivo en la génesis de lo intrasubjetivo.

Para mi incluso, si nos metemos en el tema, en el que no soy más ducho, en el discurso político hoy, de nuestro Presidente Raúl Castro, yo incluso como psicólogo, más que concederle vital importancia -que la tiene, por eso estamos aquí- al cambio de mentalidad, le concedo más significacióna algo claramente planteado: romper definitivamente con los nudos que frenan la producción, que frenana las fuerzas productivas, que reaniman relaciones de producción que no producen. Para mi ese es el real primer paso para el cambio de mentalidad. Esa es la condición real en que se puede producir un cambio de mentalidad. No está de más recordar que una de las formas en que se aborda el tema de los grandes cambios políticos se sustenta en aquella tesis del momento en que el desarrollo de las fuerzas productivas trasciende a las relaciones de producción y se abre un proceso de revolución.

Nosotros podemos favorecer, podemos introducir, podemos presionar, en el mejor sentido de la palabra para que esas cosas pasen ya, pero eso significa que tenemos que estar muy claros de a dónde queremos llegar.

Y no hay lugar certero, no hay lugar que acapare los grandes ideales de la humanidad, no hay lugar de justicia  al que una sociedad pueda llegar que no sea producto del diálogo colectivo, de la conversación y del acuerdo, de los consensos y de los compromisos colectivos. Como decía Martí: con todos y para el bien de todos.

Bueno, ya he consumido mucho tiempo… Muchas gracias.

 

 

Intervención durante el debate

 

Debo decir que yo siempre me posiciono desde “lo psicológico”, la mente, por decisión, por vocación, y porque es algo que sé hacer como psicólogo. No sé si lograré responder todas las preguntas.Voy a intentarlo, si no por favor las personas al final se quedan y conversamos.

Hay una dinámica subjetiva muy complicada en la producción del comportamiento y de subjetividades, y esa complicación tiene que ver con los “efectos de sedimentación”, los “daños colaterales”, la “subversión de baja intensidad”, y también “las resistencias”, “los hábitos”, los “mecanismos de defensa”, las rutinas, la “inercia subjetiva”. Hace algún tiempo leí un texto muy polémico, y también desgarrador, que se llama: Hitler ganó la guerra. No quería ni leerlo. Tamaño absurdo. Pero, la recomendación venía de alguien a quien respeto mucho, y me dí a la lectura. Es muy fuerte. Sobre todo pensando en el traumatismo humano, social, cultural, político, personal, familiar, que significó la segunda guerra mundial. Pero todo lo que se precipitó luego de “los vientos de renovación” fue verdaderamente un espaldarazo a muchas de las pretensiones del nazismo: exclusión, rivalidades étnicas…ni que decir del abismo de inequidad, desatención social, que sufre buena parte de las poblaciones de los países ex socialistas europeos.

Pero cuidado. No ganamos nada en volver a las nociones de “diversionismo ideológico”, de “partes blandas de la sociedad”. Creo que ganamos más con una mirada crítica y autocrítica, analítica, desprejuiciada.

Nosotros estamos acostumbrados a decir aquí el bloqueo no ha hecho mella en nuestro país. Me niego a aceptar esa idea. ¡No! Si que ha hecho mella. Sí que ha impactado. Otra sería Cuba si luego de la estampida soviética no consensuada, no se hubiera mantenido el bloqueo. O sino, si no hace daño, porque luchar denodadamente en, por ejemplo, las Naciones Unidas, para que sea unilateralmente, e inmediatamente levantado.

Pero al mismo tiempo cuanta ineficiencia propia, cuanta mediocridad propia, cuanta desproporcionalidad no ha sido justificada – digo, intentado ser justificada- con el bloqueo. La magistral clase de honestidad y responsabilidad que dio Fidel, cuando frente al pueblo anunció que no haríamos los diez millones, -Nos hemos encontrado dificultades, ¿le vamos a echar la culpa a alguien? No. ¿No se la vamos a echar a los imperialistas? No… nos la tendremos que echar nosotros mismos, la culpa! – no fue lamentablemente aprendida por todos los que debían (debíamos) aprenderla.

Lo que quiero llamar la atención es sobre el hecho de que hay una dinámica subjetiva – que es de lo que yo sé – , de lo que les puedo hablar, porque tampoco es que lo sepa todo, que dice que la amenaza tiene un perversión que puede terminar generando lo que se niega y ese es un problema muy serio, para los psicólogos por lo menos muy cuidadoso.Porque,efectivamente, la amenaza genera actitudes protectoras, defensivas, necesarias, imprescindibles, pero genera paranoia.Y cuando la paranoia se instala, se puede ir la amenaza, que la paranoia queda. Por eso nosotros tenemos que mirar estos procesos – cuando digo nosotros digo por lo menos los implicados en los acercamientos diversos a esta problemática, podemos ser lo psicólogos, los filósofos, los sociólogos,  los economistas, los buenos economistas sobre todo – a esta mirada de la dinámica de la subjetividad, porque  nosotros por usar conceptos relativamente cercanos que forman parte de los supuestos cambios de mentalidad que estamos propiciando, nos quejamos del paternalismo durante años, pero nos encanta el paternalismo, el paternalismo tiene muchas bondades y muchas comodidades.

Ya lo decía Fromm en un texto que a pesar de ser muy viejo sigue siendo muy interesante, que llama“Miedo a la libertad” (es la traducción al español… su título en inglés es “Escape from freedom”). Ahí hay dinámicas subjetivas muy claramente estudiadas, que tampoco yo me atrevería a decir que son verdades absolutas, pero que hay evidencias de fenómenos. Y yo honestamente las ato en mi mente profesional con aquella idea dicha por Fidel en el Aula Magna, en noviembre de 2005 cuando habló de la reversibilidad de la Revolución. El máximo líder de la Revolución dijo que nuestro país puede autodestruirse, que esta Revolución puede destruirse, y somos nosotros mismos, sí, quienes podemos destruirla, y sería nuestra culpa.

Y ahí están justamente los límites y las necesidades, las demandas imprescindibles, de los debates y la participación.Pero fíjense cuanto está instaurado, instituido, en nosotros un modelo epistemológico de poder,  que nosotros seguimos diciendo: los decisores, las personas que deciden, y, si estamos hablando de un real cambio de mentalidad, lo que tenemos que cambiar no es a los decisores (puestos otros en su lugar, seguirán “fieles a la tradición” y serán los próximos decisores). Lo que tenemos que cambiar es el modo de decidir, porque mientras tengamos modos de decisión centrados en personas y no en grupos, y no en colectividades, en criterios personales y no en diálogos, y no en estructuras dialógicas,  corremos el riesgo de volver a lo mismo. Porque la sucesión de la historia en repeticiones, ya sabemos dramáticas o humorísticas, no es casual. Nosotros decimos siguiendo a Santayana: quien no conoce la historia corre el riesgo de repetirla, pero tengo una mala apreciación: por lo menos subjetivamente, el que la conoce también puede repetirla, porque aparecen procesos identificatorios, aparecen procesos de asimilación, y la única solución a estos problemas a mi juicio, dentro de la escasa luz que yo puedo tener en esta dirección, es justamente cuando pensemos que el problema no es: ¿quién tiene la razón?, sino: ¿cuál es la razón?

Y por tanto pensemos que la razón es un punto no necesariamente equidistante, pero si un punto convergencial entre múltiples razones.Y por lo tanto la necesidad del diálogo y la participación no es un problema de vocación, de humanismo, de derecho, es un problema de sobrevivencia de una sociedad, de una institución, de un grupo humano… El que piense que modelos educativos o modelos políticos bien exquisitos dan los resultados que se proponen, perdido está, porque por el medio nos guste o no, están las personas, que insisto somos refractarias y no reflejos.

Entonces yo creo este es un tema importante y ahí aparece un tema que es muy interesante que me llama la atención que aparezca, que es el tema de la producción espontánea y la producción inducida… de mentalidades, claro. Y es uno de los problemas que tenemos. De cualquier manera yo siento que hoy en el discurso político cubano, cuando se habla del cambio de mentalidad, se está hablando de una producción inducida táctica, para resolver un problema que tenemos como construcción social inmediatamente. Y es un serio problema ¿Por qué? Porque efectivamente yo no puedo decir subjetivamente si se van a producir los cambios que buscamos, no lo sé.Pero si nosotros logramos decir claramente: cambiar la mentalidad quiere decir claramente abandonar, y uso palabras de Raúl, abandonar el mandonismo, el dirigentismo, que quiere decir, romper con la centralización, pues yo me apunto. Acabar con la idea de que la decisión es omnipotente, omnipresente. Vamos a conversar y vamos a proyectar, vamos a consensuar entre todos. Y esa es una de las grandes necesidades tácticas de ese cambio de mentalidad. Porque nosotros hemos desaprendido a ser participativos. No sabemos ser participativos. Entonces que hacer: propiciar un proceso y una estructura real donde participen todos y se estimule la inteligencia colectiva. Nosotros no acabamos de entender que lo que necesitamos es favorecer que se produzca un sujeto crítico, y no favorecemos consumos críticos de los medios, de la cultura, pero también de la política. Y esa es una de las razones de la importancia de estos diálogos y estos debates. Pues qué estamos haciendo, construyendo un pensamiento crítico, construyendo sujetos críticos.

El efecto más importante de una Revolución es la emergencia de sujetos críticos que sean capaces de entender y asumir por sí mismos. Tenemos que introducir esas modificaciones en nuestros modelos de vida para que se puedan producir cambios en sentido estratégico. Tiene que ver con la personalidad, yo creo que sí, pues la personalidad no es una casualidad ni histórico, ni cultural, ni política. Cuando nosotros decimos que los muchachos de hoy son distintos a nosotros en muchas cosas no es un problema biológico es un problema de la producción cultural y política de los últimos cincuenta años.

Entonces llamo también la atención sobre desmitificar también la idea de ese concepto de libertad que dice que los procesos se van dando solos, que no hay que luchar contra la homofobia porque naturalmente va a desaparecer. Ni se lo crean, porque eso son cientos de años de homofobia, cientos de años de racismo. De alguna manera, efectivamente yo creo que los procesos sociales y los procesos políticos tienen que comprometerse con estrategias no espontáneas sino dirigidas. Hay que hacerlo, porque de lo contrario pudiéramos estar cometiendo una injusticia. Histórica, pero injusticia al fin y al cabo. Pero no dirigida de arriba hacia abajo, no dirigida en el modelo centralista, no dirigida por algunos. Dirigida por todos, de manera consensuada, que deviene en forma autodirigida.

Pudiéramos discutir mucho más, pero para mí la modificación fundamental es que tenemos que convertir “la pirámide” (me refiero a esta estructura piramidal en la que se inscribe una idea, una mentalidad, de ejercicio del poder), digo convertir la pirámide en “barquillo”, y que esos “niveles superiores” entiendan que son los niveles inferiores, que son los niveles que tienen que favorecer que las cosas pasen. Favorecer, no dictaminar. Tienen que, el mejor de los casos funcionar con el principio de organización zapatista: “mandar obedeciendo”. Obedeciendo el consenso popular, obedeciendo las directrices del diálogo social amplio. Por una razón muy sencilla: la inmensa mayoría no puede estar en la parte de abajo del pirámide, sino en la parte de arriba. Y eso es una epistemología, que me atrevería a decir que es una epistemología del capitalismo que heredamos y que seguimos pensando desde ella, mucho más complicado que una herencia. Es una epistemología del ejercicio del poder que no la hemos cambiado esencialmente y que si no la cambiamos todo lo que hagamos será más de lo mismo y nosotros no vamos a lograr lo que necesitamos para producir esos cambios de verdadera movilización social, verdadero compromiso social, verdadero diálogo.

Ese es el gran reto para el desarrollo de una sociedad como la nuestra que tiene a su favor a pesar de los pesares que la inmensa mayoría de los cubanos sabe que el destino de bienestar y felicidad está asociado a algo que no tiene nada que ver con el capitalismo.

Es un gran problema, porque la negativa al cambio viene por dos grandes fuerzas –estoy hablando psicológicamente-, primero, el temor a la pérdida, lo que muchos autores llaman el miedo depresivo. Y hay algo que uno sabe que tiene que cambiar pero, aparecen los fantasmas, los temores resistenciales, algo que parece decir: mejor malo conocido que malo por conocer. Es un proceso de inseguridad y forma parte de la negativa al cambio. Sin contar que hay muchos “cuida asientos” y muchos parásitos estatales que si mañana tienen que trabajar fuera de la burocracia se van a morir de hambre…. Bueno, seremos tan benévolos que no quedarán desprotegidos…. Y en segundo lugar: el temor paranoide. Que no es sencillamente no quiero dejar lo que tengo seguro, sino ¿y lo que viene va a ser mejor? Y en esa dialéctica es que nos movemos.

Por eso es que tenemos que tomar decisiones colectivas. ¿Por qué mi miedo saben como mejor se quita? Cuando tenemos alguien al lado. Cuando converso con otro, y con otro, y lo que dice no es exactamente lo que yo quiero, pero estamos juntos. Y lo que une a este país no es un modo de pensar, es una intencionalidad del pensamiento. Los modos de pensar siempre son diversos. La unidad está la intencionalidad. Lo que quieren todos los cubanos es una vida presidida por el bienestar, por la felicidad y no seguir generando cosas que la contradicen. Entender que ningún proceso político avanzará si no es en las condiciones de los procesos reales subjetivos. Las personas no cambian más allá de las condiciones y posibilidades reales de su vida y cada vez que la sociedad o el mundo ha intentado un paso espectacular de asaltar el cielo, nos han devuelto a la tierra y hemos tenido que subir la escalera paso a paso, porque los asaltos al cielo suelen ser temporales, porque los seres humanos somos la última sentencia de cualquier proceso y la última causa de cualquier proceso.

Y ahora sí: que nadie quiera salvarse del pie forzado, y cuando nos preguntemos quien tiene que cambiar la mentalidad ojalá todos y cada uno respondamos: yo.

Acerca de Dialogar, dialogar

Historiador, investigador, papá de María Fernanda y Alejandra
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