REPENSANDO EL SOCIALISMO CUBANO[1]

 cubcamila

Fernando Martínez Heredia

Este pequeño libro es muy importante, por varias razones. Ante todo, porque cumple con gran calidad lo que anuncia en su título y subtítulo. La palabra socialismo es problemática en la Cuba actual. En los medios públicos ha sufrido desusos y recuperaciones, y a veces se le colocan apellidos que pudieran estar precedidos por una coma y la adversativa “pero”. En cuanto a su uso, hay que distinguir entre los que al invocarlo quieren expresar una defensa real del tipo de sociedad de justicia social y liberación nacional que se bautizó con sangre en Girón y que cincuenta y tres años después está tratando de encontrar una vez más su naturaleza y su viabilidad, es decir, los defensores del socialismo que poseen un ideal común aunque tengan ideas diversas, que coinciden, conviven o polemizan, y aquellos que solamente mencionan al socialismo como parte de un ritual vacío, una palabra de pase en la cual en realidad no creen, o les sirve solamente para vestir sus intereses. Al mismo tiempo, los que somos científicos sociales no debemos olvidar el sentido profundo y la carga afectiva que tiene el socialismo para las cubanas y los cubanos que siguen identificándolo con la justicia social, la soberanía nacional, la solidaridad entre las personas, la igualdad de oportunidades y tantos otros logros y valores característicos de la sociedad que este pueblo conquistó.

Socialismo cubano es el apellido acertado. Es lo que tuvo que ser la revolución en Cuba para poder suceder, vencer, sostenerse, no desnaturalizarse, avanzar y tener proyectos viables. La cuestión tiene una larga historia que no cabe aquí, pero desde hace veinticinco años desapareció el gran escollo que había para su utilización, con el final del llamado campo socialista.

Otra razón para celebrarlo es que este libro se ocupa de una cuestión de importancia principal para las ciencias sociales cubanas: cuáles son las alternativas de política económica que tiene el país, qué está sucediendo realmente en ese campo, qué consecuencias prácticas está teniendo la política dominante en curso, cuáles son y en qué consisten las posiciones diferentes que existen en cuanto a política económica, sus contradicciones y sus relaciones. Y un asunto que es fundamental: qué implicaciones más generales tiene todo esto para la vida de las mayorías, para la viabilidad de la dimensión económica y para la naturaleza del régimen social que regirá en Cuba en un futuro previsible. Otro valor que tiene la obra –a contrapelo del supuesto “objetivismo” que debe practicar el científico social– es que la joven autora es seguidora de la mejor tradición de los clásicos del pensamiento social y, por consiguiente , posee una posición personal ante la materia que investiga –la cual explica y fundamenta a lo largo de su libro–, y desde su perspectiva hace algo que me parece fundamental: propuestas de acciones a tomar y de línea estratégica a seguir, bien argumentadas y relevantes en este campo que resulta vital para el socialismo y para la política cubana actual.

El libro de Camila Piñeiro Harnecker tiene la virtud de ser muy orgánico, aunque fue compuesto a partir de un conjunto de trabajos de la autora. Ella nos advierte que contiene cuatro partes, y yo agrego que están muy bien articuladas y puestas al servicio de sus resultados de investigación y sus reflexiones, de una concepción teórica general sobre el socialismo y una posición consecuente con ella ante la situación actual y el futuro de Cuba. Camila nos propone repensar el socialismo cubano.

La primera parte expone tres visiones distintas sobre el socialismo que guían los cambios actuales en Cuba, en la mejor pieza de análisis que he leído acerca de ese aspecto de las posiciones que hoy coexisten y se contraponen, al mismo tiempo, en nuestro país. Como hizo el Che en el debate de hace medio siglo acerca de la ley del valor, Camila expone las concepciones generales que están detrás del apoyo o de la crítica a aspectos y cuestiones específicas, de las creencias, las proposiciones teóricas, los ideales y los intereses en pugna. La diferencia está en que en aquel tiempo la necesidad de teoría y la invocación de fundamentos teóricos era lo más natural, y el debate era el aire que respiraba la Revolución, mientras que ahora ese es un ambiente intelectual e ideológico que estamos urgidos de rescatar, después de un período prolongado en el que desapareció.

El análisis descarta y supera falsos dilemas que suele consumir la opinión pública, un paso que es muy importante en la búsqueda del conocimiento. La tarea intelectual realizada puede ayudar mucho a la comprensión de cada una de esas visiones y a tomar conciencia de sus naturalezas y sus implicaciones. El texto reúne rigor, disecciones exhaustivas y claridad expositiva, y el sano cuidado de advertirnos las ambigüedades y los híbridos que se dan en la realidad de cada posición, y prevenirnos contra una distribución apresurada de los sectores sociales que supuestamente corresponderían a cada una.

Esta primera parte constituye un fuerte llamado a pensar las realidades que estamos viviendo, a ir más allá de los síntomas, las anécdotas y las consideraciones parciales, a ejercitar el juicio mientras estamos a tiempo para hacerlo. Camila nos invita a unir ciencia y conciencia en esta coyuntura crucial en la que es probable que nos estemos jugando el futuro de la sociedad para toda una época.

 La segunda parte, la más breve, se explica por su título: “el socialismo requiere la solidaridad, y esta no se promueve apelando al egoísmo”. La escribió –dice en la Introducción– hace siete años, cuando comenzaba la promoción abierta de la iniciativa privada y se preconizaba “liberar las fuerzas productivas”. El economicismo se expresaba entonces entre nosotros con un entusiasmo rejuvenecido. El objetivo de Camila fue reclamar que, sin dejar de darle espacio a un sector privado, se privilegiaran las iniciativas colectivas autogestionadas, es decir, de gestión democrática. La preferencia de la autora por la tercera de las tendencias que expuso se concreta aún más en esta parte, al exponer la relación íntima y decisiva que debe existir en Cuba entre la economía y la formación de vínculos solidarios, personas nuevas y más plenas, y relaciones sociales que tiendan a la disminución de la dominación y los avances de las liberaciones. Estos son requisitos indispensables para que la economía sea un aspecto de la transición socialista –la economía sin apellidos es la de la burguesía–, y el poder sea realmente revolucionario socialista.

En la parte tercera Camila Piñeiro toma al toro por los cuernos, cuando hace sus análisis y vierte sus criterios a partir de la preferencia que se le está dando en la ideología económica a la iniciativa privada y el aumento de relaciones prácticas y valores que corresponden al capitalismo. Después de señalar la existencia de distintas posiciones sobre la pertinencia de empresas no estatales en el seno del Gobierno –que no excluye el consenso acerca de que ellas son una alternativa que debe ser experimentada–, emprende un análisis detallado y muy preciso de las potencialidades, los requerimientos y los riesgos de ese tipo de empresas, mediante una exposición en la que enumera unas y otros, y los describe con rigor. De esa manera, brinda al lector interesado, al trabajador y a los que tienen responsabilidades y papeles diversos, un instrumento sumamente valioso para profundizar en su comprensión de la situación cubana actual y hacer sus propios juicios. Del breve acápite de consideraciones finales que cierra esta parte solo les diré que no dejen de leerlo por nada del mundo.

 Como era de esperar, la parte cuarta, “Las cooperativas en el nuevo modelo económico cubano”, es la más extensa, y resulta una exposición positiva abarcadora y extremadamente útil sobre un tema cuyo conocimiento y divulgación son muy insuficientes. Es también el lugar en el que la autora, sin silenciar los inconvenientes y las dificultades, aborda y expone con detalle el papel positivo y los beneficios que pueden traer las cooperativas al socialismo cubano. Pero con gusto le dejo la opción a Camila de referirse a esta parte esencial del libro en el curso de su intervención.

 Estamos ante un libro de ciencia social. El manejo que evidencia en los análisis, las generalizaciones, las hipótesis, las preguntas, las intuiciones que contiene, son las de una investigadora que domina el arte de establecer conceptos, de interrelacionarlos y llegar al entramado que caracteriza a una teoría y a sus tesis y presupuestos esenciales. Definidos así su naturaleza, sus rasgos, sus modos y sus condicionamientos, le es factible y eficaz la utilización del material conceptual; por cierto, esa utilización debería ser el objetivo principal del manejo teórico. En el libro de Camila, la dimensión de la teoría no está en el centro de la exposición, porque su asunto es convertir lo que está sucediendo en un campo específico de la vida nacional en un tema de conocimiento social, y es exponer los resultados de su investigación, las implicaciones que tiene ese campo más allá de sus hechos inmediatos, para sí mismo y para la vida toda del país y su futuro, las posiciones que se tienen en el terreno intelectual y en las ideologías que están en pugna velada o abierta, y exponer las tesis, hipótesis, preguntas, posición política e ideológica e ideales de la autora.

Ha primado entonces el trabajo con la materia factual, y es de ella sobre todo que proviene el resultado que aquí se presenta. Pero, dados sus presupuestos y su método, eso acrecienta mucho el valor teórico de la obra. Este libro es una contribución muy valiosa y oportuna frente a la realidad de una ausencia terrible: la falta de una economía política en la coyuntura política que estamos viviendo en Cuba. Aquí no puedo hacer otra cosa que apuntarlo, pero me es indispensable, para resaltar los valores de Repensando el socialismo y dejar expresada una preocupación que a veces se convierte en angustia, como expresé esta mañana en este coloquio que ahora se va acercando a su final y en esta Colina que me es tan entrañable.

Esa ausencia es funesta para la política económica –¿las políticas económicas?– en curso, para pensar, discutir y fundamentar lo que se hace, las implicaciones que tiene en su terreno y en el conjunto de la sociedad, y respecto a los objetivos liberadores que tiene en su centro el socialismo. Pensar, discutir y fundamentar son requisitos imprescindibles para que pueda existir una efectiva participación en términos no capitalistas, para que el poder, el consenso y la soberanía popular sean realmente socialistas. La falta de economía política perjudica también el desarrollo de la ciencia económica, que es tan importante en la transición socialista, del pensamiento social en su conjunto y, lo que resulta fundamental, de las ideas mismas del socialismo.

Y ya que estamos en este plano, permítanme una puntualización que estimo necesaria. Al trabajar con conceptos que se refieren a movimientos que existen y luchan en los ámbitos públicos, es necesario distinguir entre los enunciados teóricos y las experiencias prácticas, entre el deber ser que se orienta por una concepción y unos ideales y la existencia y el ser específicos en coyunturas determinadas. En el caso del socialismo, es necesario distinguir entre sus propuestas y su deber ser, por una parte, y las formas concretas en que ha existido y existe en países determinados, a partir de luchas de liberación y transformaciones profundas en esas sociedades. Las ideas, la prefiguración, los ideales, la profecía, el proyecto, constituyen el fundamento, el alma y la razón de ser del socialismo, y brindan las metas que inspiran a sus seguidores. Las prácticas son, sin embargo, la materia misma de la lucha y la esperanza: mediante ellas avanza o no el socialismo, y por ellas suele ser medido.

Esa distinción es básica, pero no es la única importante. En cuanto se aborda una experiencia socialista, aparecen dos problemas. Uno es interno al país en cuestión: cuáles son allí las relaciones sociales fundamentales y cómo son las relaciones entre el poder que existe y el proyecto enunciado. El otro es externo: el que se refiere a las relaciones entre aquel país en transición socialista y el resto del mundo. En la realidad, ambos problemas están muy relacionados, porque las prácticas que se tengan en cuanto a cada uno de ellos afectan al otro, y en alguna medida lo condicionan. Las cuestiones planteadas por los experimentos socialistas no existen separadas, ni en estado “puro”. Hay que enfrentarlas todas a la vez, están mezcladas o combinadas, ayudándose, estorbándose o confrontándose, exigiendo esfuerzos o sugiriendo olvidos y posposiciones que pueden ser o no fatales. Las realidades propias, más cierto número de situaciones y sucesos ajenos, condicionan cada proceso.

Enumero algunas cuestiones centrales. Cada transición socialista debe conseguir cambios “civilizatorios” a escala de toda su población, no de una parte de ella, y debatirse entre ese deber y el complejo que forman los recursos con que cuenta y las carencias que padece. Pero tiene que enfrentar, al mismo tiempo, la exigencia de cambios de liberación, porque, o va conquistándolos, o el proceso entero se desnaturalizará. Las correlaciones entre los grados de libertad que posee la transición socialista y las necesidades que la obligan son cruciales, porque la creación del socialismo depende básicamente del desarrollo de actividades calificadas y conscientes que no se correspondan, sino que sean superiores a las necesidades y las constricciones.

¿Cómo combinar cambios y permanencias, relaciones sociales e ideologías persistentes que vienen del capitalismo –y que son muy capaces de hacer retornar el capitalismo o generarlo nuevamente– con transformaciones que están destinadas a formar personas diferentes, nuevas, y a producir una sociedad y una cultura nuevas? ¿Cómo aprovechar, estimular o modificar las motivaciones y actitudes de los individuos – sin ellas no habrá socialismo–, cuando el poder socialista resulta autoritario y es tan abarcador en la economía, la política, la formación y la reproducción ideológica y la vida cotidiana, y en la medida en que se burocratiza tiende a desalentar o impedir las iniciativas de las personas? ¿Cómo lograr que prevalezca el internacionalismo sobre la razón de Estado? Y el mayor desafío de la transición socialista: ¿cómo lograr que prevalezca el proyecto liberador sobre el poder, cuando, además de todo, el poder como existe es responsable desde la asignación justa de los recursos hasta la mayoría de las decisiones en las materias relevantes, la defensa del país frente al imperialismo y los enemigos internos, y las relaciones con los países, las empresas y las instituciones internacionales en un mundo regido por el capitalismo?

Es necesario que el pensamiento se ocupe de los problemas centrales, porque debe cumplir una función crucial en la realización práctica del socialismo. No hay retórica en esta afirmación: para toda la época de la transición socialista el factor subjetivo está obligado a ser determinante, y eso exige un pensamiento que sea muy superior a sus circunstancias, crítico y creador. Algunas cuestiones teóricas generales resultan de utilidad permanente en el trabajo con el concepto de socialismo. También poseen ese valor proposiciones estratégicas del marxismo originario, como la definición de la nueva sociedad a crear como una asociación de productores libres, o la de ser revolucionarios a escala mundial –frente al ámbito nacional de cada experiencia socialista y frente a un capitalismo que ha sido cada vez más profundamente mundializado. Y problemas desarrollados en determinados momentos de la historia de la teoría, como el relativo a las decisiones en cuanto a qué es lo fundamental a desarrollar en las sociedades que emprenden el camino de creación del socialismo.

Regreso al tema más específico de este libro. En octubre de 2012 realizamos, en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, el taller “Hacia una cultura cooperativa en Cuba”. El profesor mexicano Luciano Concheiro nos ofreció una magnífica conferencia inicial, un buen número de ponentes procedentes de varias provincias nos presentaron experiencias concretas, y hubo debates entre ellos y los especialistas, muy enriquecedores para todos. Me tocó hacer la intervención final del taller, y termino tomando un párrafo de ella:

Las posibilidades y, sobre todo, las funciones y el alcance del movimiento de cooperativas estarán muy condicionados por el tipo de socialismo que predomine en Cuba y, en definitiva, porque pueda sostenerse el socialismo.

Hoy debemos plantearnos construir poderes autogestivos que no se basen en el principio de diversificar las formas de propiedad, sino en otra perspectiva y en creaciones de abajo-arriba. No permitamos que la cooperativa se reduzca a una forma organizativa más, a un recurso al alcance de los que resulten excluidos o a lo que un antropólogo podría llamar un valor refugio, y de ninguna manera permitamos que llegue a ser un día una modalidad funcional al dominio del capital. Formar y desarrollar una cultura cooperativa es el objetivo necesario. Ella debe formar parte de una estrategia de acciones para lograr el triunfo del socialismo, tanto contra el capitalismo como dentro de la transición socialista.

 


[1] Presentación del libro Repensando el socialismo cubano. Propuestas para una economía democrática y cooperativa, de Camila Piñeiro Harnecker, en la 23º Feria Internacional del Libro, Biblioteca “Rubén Martínez Villena”, Universidad de La Habana.

Acerca de Dialogar, dialogar

Historiador, investigador, papá de María Fernanda y Alejandra
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Una respuesta a REPENSANDO EL SOCIALISMO CUBANO[1]

  1. Alfredo Carballo dijo:

    Interesante una vez más la opinion del Profesor Martínez Heredia. Como el mismo dice, es imprescindible el dialogo y el rigor científico en las cuestiones de Economía Política. Creo que a partir de su marcado interés en lo relacionado con la Economía Política de la Transición, es un momento ideal para concertar un encuentro entre profesores, donde se pueda debatir con franqueza y claridad algunos aspectos teóricos que es importante precisar. Saludos

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