Palabras en la presentación del Capítulo 2 (1963-1970) de la serie documental “Cuba Roja”, sobre la historia de la Revolución Cubana en el poder. Espacio Dialogar, dialogar, de la AHS.
Por Fernando Luis Rojas
La primera referencia que tuve del trabajo que nos presenta hoy Ismael Perdomo fue a finales del 2008, cuando el hermano Bladimir Zamora me invitó a participar en uno de los intercambios organizados por el equipo de realización de “Cuba Roja”. Me interesa especialmente reivindicar la fecha (2008), porque puede señalarnos varias cuestiones de importancia. En primer lugar, Perdomo ha dicho que el proyecto se inició desde lo intuitivo, desde la ingenuidad; pero los seis años transcurridos demuestran una labor que desde el punto de vista metodológico resalta por el rigor al seguir la ruta de entrevistas-consultas a las fuentes-nuevas entrevistas-recuperación de materiales y en ello; permítanme decirlo, se ha ido superando (este capítulo constituye una expresión) esa ingenuidad del principio. Por otra parte, la realización de esta serie documental ha implicado (de eso estoy seguro) la superación de múltiples obstáculos, desde los técnicos hasta las dificultades para acceder a las fuentes, pasando por la resistencia de muchos al tratamiento de algunos temas aquí recogidos.
Hay otra razón de mayor peso que sustenta la reivindicación de la fecha en que se inició el trabajo. En el año 2008 se hace más evidente algo que comentó Fernando Martínez en la presentación del primer capítulo, el valor para emprender esta labor; y además, confirma que es una iniciativa desde las preocupaciones de un grupo de cubanos de hoy, que se construye desde abajo, que no se monta en una dinámica y un discurso oficial de apertura y eliminación del secretismo, que no es una tarea. Lógicamente, si este trabajo puede complementarse con la política actual y las instituciones están en disposición de aprovecharlo, su aporte a la Revolución puede alcanzar mayor significado.
La importancia de la serie documental “Cuba Roja” ha sido destacada en varias ocasiones. Quisiera significar la trascendencia que tiene la amplitud del período que abarca, desde 1959 hasta (bueno, no sé si Ismael ya habrá podido definir cómo cierra el quinto capítulo). Quienes abordamos de una forma u otra los acontecimientos de 1959 hasta la actualidad, asumimos el doble reto de restaurar y construir. A la importancia de recuperar esta memoria, que se acompaña de llenar vacíos – en muchas ocasiones voluntarios – se refirieron los doctores Fernando Martínez y Eduardo Torres Cuevas y el público participante en la edición de “Dialogar, dialogar” que presentó el primer capítulo. Ello debe acompañarse de continuar visualizando la producción de los últimos veinte años que se presenta en monografías, artículos, conferencias; abordando buena parte de los procesos ocurridos recientemente.
La Revolución Cubana constituye un proceso contemporáneo. Esta precisión temporal, que en términos históricos la convierte en un hecho reciente, es particularmente engañosa desde la perspectiva de la vida cotidiana y las experiencias de buena parte de la población cubana actual. La distancia de un adolescente de quince años – me apoyo en la experiencia pedagógica de impartir historia en un preuniversitario – respecto a la Revolución Francesa de fines del siglo XVIII, la Revolución Rusa de las primeras décadas del XX y la lucha en la Sierra Maestra a partir de 1956, puede sorprendernos por sus similitudes. En este sentido, uno de los principales retos de nuestro proceso revolucionario radica en borrar las rupturas entre pasado, presente y futuro de una revolución empoderada desde 1959 hasta la actualidad.
El capítulo que se presenta hoy aborda un complejo período de la Revolución (¿cuál no lo ha sido?), el que transcurre entre 1963 y 1970. No pretendo abordar directamente ninguno, para ello existe este excelente trabajo que tiene el objetivo de dejar ventanas abiertas que tendremos que complementar. La diversidad de los entrevistados, que supera la decena, ofrece miradas diferentes sobre los mismos acontecimientos; porque están marcados por la experiencia personal en una etapa de singular complejidad y polarización. Abundarán los criterios divergentes, pero eso también, es una necesaria ventana.
Quisiera destacar, desde el impacto visual de esta producción, el tratamiento icónico a algunos acontecimientos internacionales que sería imposible abordar por una cuestión de tiempo, pero que con mayor o menor peso influyen en nuestro país o su contexto. El avance del sionismo, los Beatles, el primer hombre en la Luna, el mayo francés, la masacre de Tlatelolco; constituyen otras provocaciones de las que no podemos escapar.
Varios hilos marcan el diálogo que a través de las imágenes, los recortes de prensa, discursos y entrevistas, establece el material: las complejas relaciones de la isla en el marco de la llamada “Guerra Fría” con las dos principales potencias; los efectos de estas relaciones en asuntos tan delicados como el migratorio y las relaciones internacionales; el modelo económico y las medidas de la Revolución; la relación de las organizaciones revolucionarias que alcanzaron protagonismo en el enfrentamiento a Batista y la conformación de la organización política en el poder; entre otros. No podía faltar, emergente en la mayoría de estos procesos: Ernesto Guevara.
Voy a permitirme otro acto de reivindicación. Durante la presentación del anterior capítulo Fernando Martínez destacó que los actos más importantes de la Revolución son los que multiplican a los actores de la propia Revolución; y en ese sentido resalta la condición de “gesta revolucionaria” que tuvieron para los adolescentes y jóvenes la Campaña de Alfabetización y la victoria de playa Girón. Coincidiendo con esta idea, creo que el documental sitúa una nueva expresión de “gesta revolucionaria” protagonizada por muchos cubanos (algunos aparecen como entrevistados) que resistieron y enfrentaron políticas que conducían a un retroceso cultural y que no condenaron (esas políticas) a la Revolución, porque precisamente al cabo de los años, esa resistencia constituye el asidero para muchos de nosotros.
No puedo dejar de destacar la urgencia de multiplicar “Cuba Roja”. Al igual que el profesor Arnaldo Silva, considero que el punto de socialización fundamental puede ser el aula. Para ello aparecerán obstáculos, pero resulta realmente imprescindible. Solo debemos cuidarnos de que ese asalto educativo, nazca con la rémora del verticalismo, de la obligatoriedad y entonces el efecto sea el contrario.
Finalmente, reiterar mi agradecimiento a todo el equipo de realización de “Cuba Roja” porque nos entregan un material de trabajo y nos cargan el saco de tareas. Agradecerles también porque nos sitúan el reto de “ser ingenuos e intuitivos” (como dice Ismael) en la partida, para transitar al conocimiento defendiendo la espontaneidad y autonomía creadora; sobre todo con las orejas pegadas en tierra para prevenir ese error que nos adelantaba Trostky en 1931: “(…) si la orientación es errónea, si se proclama una política de ascenso revolucionario en un momento de reflujo político y viceversa, es inevitable que las masas lo tomen como una presión mecánica que se está ejerciendo sobre ellas”.