Palabras de Fernando Martínez Heredia sobre el documental Cuba Roja, Capítulo 1. Espacio Dialogar, dialogar, de la AHS. 22 de enero de 2014.

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Fernando Martínez Heredia

Quisiera empezar reconociendo la enorme importancia que tiene esto. Ismael Perdomo, que es una persona tan modesta en el buen sentido de la palabra, nos está ofreciendo con Cuba Roja un instrumento valiosísimo. No solo por el valor de lo que está realizando con su magnífico equipo, sino por el valor de hacerlo. Porque estos no son tiempos en los que se recuerda mucho esta historia nuestra. Y sin embargo, la recuperación de esta memoria y el conocimiento de aquellos eventos son imprescindibles en la situación cubana actual.

Un enemigo formidable que tenemos es el olvido, permitir que nos ayuden a olvidarnos de todo esto. Y otro enemigo es no conocerlo realmente, es decir, sustituir el conocimiento por algunas frases, alguno de esos aniversarios, alguno de esos lugares comunes que se repiten sin descanso. Por eso me parece tan útil este documental, porque nos lleva de una manera muy viva y atractiva hacia la historia de la Revolución. Los que tenemos ya alguna edad y familiares más jóvenes, y los que estamos con toda intención más en contacto con jóvenes, sabemos la gran ignorancia que existe. Para la mayoría de los jóvenes, ya casi todos los protagonistas son solamente nombres propios que aparecen en los textos de historia y los medios; no pueden explicar qué hicieron, y muchos ni siquiera saben realmente quiénes fueron.

Digo protagonistas y debo hacer una aclaración enseguida, porque se confunde o se olvida también el papel real del pueblo en la Revolución. El pueblo de Cuba dio demostraciones maravillosas, el pueblo en masa, y no solo los líderes. Cuando Fidel habló en Camagüey el día de la renuncia supuesta de Huber Matos, que era un hombre que tenía simpatías, dijo: “Los que hoy somos comandantes, somos comandantes por los soldados: sin los soldados no habría ningún comandante”. Y es porque estaba recordándole a todo el mundo lo que era la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes que había predicado el Movimiento 26 de Julio, y que Fidel proclamaría año y medio después, en el entierro del 16 de abril de 1961, como el socialismo nuestro.

Ese socialismo no estaba en ningún libro. Dijo Fidel: “esta es la revolución democrática y socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes”, y no lo proclamó en uno de esos congresos a los que estamos habituados, sino frente a una multitud de gente armada: la gente levantaba las armas largas en el entierro de los milicianos apoyando sus palabras. Esos eran los batallones habaneros, que no solo gritaban patria o muerte, sino que salieron a pelear y a dar la vida en masa en Girón, junto a los orientales y otros compañeros que ya habían peleado antes. Los héroes habaneros que todavía esperan un homenaje de esta ciudad que esté a la altura de lo que ellos hicieron. Ese protagonismo popular es una de las cuestiones que hay que rescatar, pero rescatarlo de verdad. Nos hace mucha falta.

Con toda la fraternidad del caso, añadiría que la importancia de la alfabetización es mucho mayor de lo que aparece en el documental, si la relacionamos con la atención que le presta a la discusión entre intelectuales ya formados so pretexto de una obrita tan inocua como PM. En abril de 1961 tuvo que suceder la defensa tremenda de la revolución en Girón, y además hacerlo en el tiempo que exigía Fidel, menos de 72 horas, para evitar una intervención norteamericana a través de un supuesto gobierno provisional contrarrevolucionario, y al mismo tiempo emprender una batalla de alfabetización masiva del pueblo humilde que permitiera la multiplicación efectiva de los actores de la revolución.

El hecho cultural más importante de 1961no fueron las palabras de Fidel a los intelectuales en el teatro de la Biblioteca Nacional, fue aquella cruzada, la campaña de alfabetización que permitió a la masa más desvalida y postergada de Cuba apoderarse de la palabra, poderla leer y escribir. La gente en masa se apropió de una riqueza inmensa: la capacidad de leer y la palabra escrita; se volvieron mas capaces de ser revolucionarios, pero en masa, cuando hacía falta una capacitación en masa y de inmediato. Al mismo tiempo, tiene toda la razón Rafael Hernández cuando afirma que los alfabetizadores ganaron más que los alfabetizados. Es decir, una primera generación de jovencitas y jovencitos que no había participado en la guerra hizo su gesta revolucionaria y se cambió a sí misma.

Todas esas realidades nuevas que habían sido inconcebibles desmintieron la filosofía de la espera y de la evolución por etapas. La revolución socialista de liberación nacional comenzó en Cuba el primero de enero de 1959, cuando despojó a la burguesía de Cuba de todo su sistema militar, represivo y político. Hemos vivido más de medio siglo repitiendo que primero hubo una etapa democrática, popular, agraria y antimperialista. Le pusieron cuatro apellidos los que no sabían cómo bautizar aquel prodigio, y establecieron que duró como dos años. Hace unos días el compañero Raúl reiteraba que aquella victoria quebrantó totalmente el poder de la burguesía de Cuba. Fue una gran cosa que ellos no se dieran cuenta de inmediato, y que una parte tardara hasta año y medio en percibir que su mundo terminaba. Fidel estaba decidido a todo, y conspiraba con el Che y otros compañeros en Tarará desde principios de 1959, para lograr la liberación completa de Cuba.

El pueblo fue decisivo en aquel proceso. Muy pronto sumó a su apoyo entusiasta y decidido el ejercicio de su movilización constante y su actuación política revolucionaria, y el crecimiento vertiginoso de su conciencia. A fines de 1959 comenzó en Cuba el armamento general del pueblo que pedía Carlos Marx: la primera organización de masas que se constituyó fueron las Milicias Nacionales Revolucionarias. En el mismo año 1961 se dieron la batalla de Girón, la Campaña de Alfabetización y la creación de los tres Ejércitos para el desarrollo de la defensa. Es que menos no hubiera sido posible: la Revolución no habría podido salir adelante. Fabián Escalante nos ha explicado que la situación en 1962 era prácticamente la de una guerra.

En las condiciones cubanas no podía ser una enorme federación de sindicatos, pero sí podía ser una enormidad de gente armada y organizada, decidida de verdad a ser soberana en su país, y era imprescindible para que la Revolución sobreviviera. Por eso Fidel decía en 1960, en uno de sus tantos discursos: “democracia es esta, que le da un fusil a un obrero, que le da un fusil a un negro, que le da un fusil a una mujer, que le da un fusil a un campesino”. Así le describía a la gente qué cosa es la democracia, en un país donde la democracia funcional al sistema capitalista neocolonial se había desarrollado muchísimo entre los finales de la década del treinta y 1952, con la famosa Constitución del 40, una institucionalidad y una práctica política muy modernas, gran libertad de expresión e infinidad de organizaciones sociales.

Tampoco debemos olvidar los desgarramientos personales y familiares tan profundos que conllevó aquel proceso. Hoy no será posible, pero es necesario conocerlos. Y no solamente el caso de tantos miles que se marcharon de Cuba, también los de los “apáticos” y los que pelearon contra la Revolución, más dolorosos cuando muchos de ellos solo podían recibir beneficios de ella.
Es costumbre hablar de la cultura en general. También a la cultura, como a todo lo demás, hay que verla en particular. La Universidad de La Habana, que había tenido quince mil estudiantes en 1956, no volvió a alcanzar esa cifra hasta 1967, porque en todos esos años había menos bachilleres. Todavía a fines de los sesenta se veían anuncios en la prensa: “si usted es bachiller venga, que le vamos a dar una beca”. A fines de los sesenta se buscaban bachilleres que quisieran becarse, fíjense cuántas diferencias con el 2014.

Cuba Roja es el fruto de un esfuerzo formidable, que logra asomarnos, con las cualidades extraordinarias que posee la buena obra artística, a la epopeya de aquellos años, trasmitirnos emociones y conocimientos, y motivarnos a debatir mucho y a querer conocer mucho más. Por eso pienso –y ya me callo- que es tan importante que discutamos este filme.

Acerca de Dialogar, dialogar

Historiador, investigador, papá de María Fernanda y Alejandra
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