Elier Ramírez Cañedo
Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente, del destacado historiador Rolando Rodríguez, consta ya, con esta que hoy presentamos, de tres ediciones. Sin embargo, está última de la Editorial Capiro, se distingue además de por su hermoso diseño exterior e interior, por integrar en el cuerpo del texto como capítulo VI, otro pequeño libro del autor que había sido publicado en el año 2001 por la editorial Sed de Belleza, de Santa Clara, bajo el título Martí: los documentos de Dos Ríos. Por lo tanto, esta nueva edición que hoy presentamos, resulta mucho más completa que las anteriores, ya que el discurso histórico se complementa con una serie de apuntes y cartas que el Apóstol llevaba en sus bolsillos en el momento de su caída en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 y que fueron hallados en una de las pesquisas del también premio Nacional de Ciencias Sociales y de Historia, en el Archivo del Instituto de Historia y Cultura Militar, de Madrid.
En Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente, Rodríguez aborda diversos aspectos relacionados con la caída en combate del Apóstol, el 19 de mayo de 1895, obteniendo como resultado el estudio más profundo escrito hasta la fecha sobre el trágico acontecimiento histórico. Este libro ocupa además un lugar de privilegio en toda su trayectoria intelectual, pues como él mismo ha relatado, fue muy emocionante el momento en que descubrió que había tropezado con documentos que constituían verdaderos tesoros para la Historia de Cuba. Esa emoción, convertida en pasión investigativa, se palpa a lo largo de las páginas del libro, sin que ello afecte en lo más mínimo su rigurosidad científica.
Luego de haber encontrado algunos de los papeles que llevaba el Apóstol en sus bolsillos en el momento de su caída, Rolando Rodríguez halló otros valiosos documentos como: el reconocimiento médico del cadáver de nuestro Héroe Nacional realizado el 23 de mayo de 1895 por el médico cubano Pablo Aurelio de Valencia y Forns, otros relacionados con el entierro del Maestro en Santiago de Cuba y los expedientes correspondientes a los combates de Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 –entre ellos el informe del coronel español José Ximénez de Sandoval- y de los días 23 a 26 de ese mes, cuando el General Quintín Banderas trató de rescatar el cadáver de Martí.
Este texto es una obra que expira por sí sola un magnetismo singular a todo el que se acerque a ella, especialmente a los amantes de la historia de Cuba y de la vida del Apóstol. Entre las virtudes de este libro hay que destacar que logra una compresión más acabada de los acontecimientos al ofrecer toda la ruta martiana previa a la catástrofe, es decir, desde que José Martí comenzó a preparar la Guerra Necesaria hasta su muerte. Luego aparecen importantes momentos relacionados con el traslado y el entierro del cadáver en el cementerio de Santa Ifigenia. Al final, se presentan detalles de la exhumación y el examen de los restos en 1907. Asimismo, los croquis de los combates realizados por el coronel español Ximénez de Sandoval, que aparecen como anexos y que permanecían inéditos hasta la publicación de la primera edición de este libro, ilustran sobremanera los pormenores del combate. Estos anexos se han convertido ya en material de obligatoria consulta para numerosos investigadores, escritores y cineastas, interesados en el acontecimiento. Hay que decir que este texto y sus documentos fueron una fuente imprescindible para la realización del excelente documental de Roly Peña: Dos Ríos: El Enigma, trasmitido por nuestra televisión en varias oportunidades.
Las contradicciones de los principales líderes (Martí, Maceo y Gómez) en torno a la organización del poder durante el transcurso de la guerra independentista, de cómo se resolvería la vieja disputa entre el poder civil y el militar, que tanto daño le había hecho a la causa cubana del 68, son algunos de los pasajes fundamentales que podemos hallar en el libro. Martí era partidario del equilibrio de poderes, “el Ejército, libre,- y el país, como país y con toda su dignidad representada”; los veteranos generales Gómez y Maceo, tenían sus visiones particulares derivadas de sus experiencias pasadas de una cámara civil desbordada hacia los campamentos militares, aunque en el momento en que se celebra la famosa reunión de La Mejorana, el 5 de mayo de 1895, ya Gómez compartía los criterios de Martí y había convocado una Asamblea de Delegados para formar gobierno. Maceo aspiraba a una junta de los generales con mando, por sus representantes, y una Secretaría General.
Sería pueril negar las divergencias y conflictos –señala Rodríguez desde sus propias palabras iniciales-: los hubo. Las cabezas más descollantes de la revolución cubana, no siempre estuvieron de acuerdo en la manera de cómo organizar la institucionalidad de la Revolución. Pero, ¿acaso eso demerita en algo su condición de patriotas excelsos, sin tacha? Solo una cabeza preciosista, que no conciba la vida como vida, sino como celestial utopía, puede pensar que donde hay hombres en acción y de acción, de pensamiento y experiencia, todo convergerá hacia la más pura armonía, se encarrilará dentro de una total identidad de criterios.
Pero más adelante, refiriéndose al mismo tema, sentencia:
«Para estos hombres, a la hora de Cuba no había telarañas que no pudieran apartase, pruritos que impidieran darse el abrazo que significase la victoria. En eso residía su grandeza también. Eran caracteres indomables, recios, esforzados, y, si no fuera así, no hubieran estado donde estaban ni hubieran podido dirigir a quienes dirigían. Después de todo, casi no se trataba de que ellos hubieran elegido la empresa emprendida, sino que la empresa los había elegido a ellos, porque dada su índole descomunal, ciclópea, para ella se necesitaba leones, y los leones no acarician. Resultaban los tres, el fino, seductor y genial Martí; el vigoroso, enérgico y talentoso Maceo; el áspero, sagaz y empeñoso Gómez, hombres hechos para mandar y dirigir, cada uno a su forma, y no para ser mandados. Sus relaciones no podían ser, por tanto, fáciles y eso explica sus divergencias. Si ellos hubieran sido de otra forma, posiblemente sus nombres nunca habrían pasado a la historia o habría sido a título de subalternos».
El mayor aporte de este texto que hoy presentamos, además de su valor para la ciencia histórica y de aclaración de numerosos enigmas que existían en torno a la caída en combate de José Martí en Dos Ríos, es que el autor aprovecha para desbancar toda una serie de mitos, adulteraciones y entelequias que a lo largo de la historia se han ido tejiendo en torno a la muerte de Martí. Rodríguez fustiga con argumentos inobjetables la tesis del suicidio, en su consideración la más malévola de todas, dado su intención de “debilitar el mensaje martiano y convertir su muerte en la caída de un lírico, de un ser flojo, que no pudo soportar las vicisitudes del combate político y, en un arrebato hijo de la frustración se lanzó sobre los fusiles enemigos para hacerse matar”. Para ello, entre otros documentos, se vale de la carta de Martí a su amigo Manuel Mercado escrita el día antes de su caída cuando dice: “cuanto he hecho hasta hoy y haré”, señalando el carácter de futuridad de la expresión. También destaca el hecho de que Martí convidó al joven Angel de la Guardia a que lo acompañara en el momento que se lanzó sobre la avanzada del enemigo que lo hirió mortalmente ese trágico 19 de mayo de 1895. “Para un hombre de su ética –arguye Rodríguez-, hubiera sido injusto arriesgar la vida del joven –casi un niño-, en un destino que, en todo caso, debía ser únicamente suyo”.
No tengo la menor duda de que Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente, constituye uno de los aportes más trascendentales a la literatura histórica cubana y que al abordar una figura tan sensible y especial para todos los cubanos como José Martí y un acontecimiento que marcó para siempre la historia de Cuba, se convierte en una obra de obligada referencia. La documentación hallada por Rodríguez y su correcta utilización y plasmación en este texto, nos permite acercarnos un poco más a la verdadera historia sobre la caída el Apóstol en Dos Ríos, así como a los acontecimientos anteriores y posteriores que tuvieron que ver con tan fatídico hecho histórico. No obstante, aun quedan incógnitas que quizás otros historiadores logren responder a partir de nuevas revelaciones documentales. Por ejemplo, hay una que confieso, nos hemos hecho en repetidas oportunidades el autor de este libro y quien les habla: ¿por qué Martí estaba vestido como para una boda, al decir de Eusebio Leal en el documental de Roly Peña, en el momento de su caída? Ya sabemos que no se dirigía a la costa para salir del país como sostienen algunos autores, y Rolando Rodríguez se encarga también de desmentirlo, pero ello le confiere aún más misterio al asunto. Quizás la respuesta sea más sencilla de lo que imaginamos. Entonces, creo que la mejor forma que tengo para terminar estas palabras es incitar a continuar investigando sobre el tema que aborda este maravilloso libro, que creo fue también uno de los principales propósitos de Rolando Rodríguez.
(Tomado de Cubaliteraria)