El paquete de la discordia

Por: José Armando Fernández Salazar/Cubahora

 En Cuba la palabra “paquete” tiene varias significaciones. Un paquete puede ser una mentira y quien abusa de ellas, un paquetero. Se acepta también su connotación sexual e incluso en ciertos lugares se utiliza para avalar la buena calidad de algo, porque durante algún tiempo hubo quien presumía de recibir “paquetes de la yuma”. Pero además pudiera ser todo lo contrario: algo tedioso y aburrido. Cosas del idioma.

Paquete es también lo que, poniéndome un poco académico, denominaría como un conglomerado de productos audiovisuales e informáticos procedentes de televisoras y sitios de Internet radicados en el extranjero, aunque recientemente han comenzado a incluirse las ofertas “made in Cuba”.

En esta Cuba maravillosa, donde se ha perdido la costumbre de esperar al cartero, la gente aguarda con impaciencia al repartidor del paquete.

Algunos le dan el rol de héroe en un país con bajos niveles de penetración de Internet, donde la producción audiovisual y la prensa no logran satisfacer las necesidades lúdicas e informativas de la población. Otros hasta le ponen un fusil al hombro y lo califican como una forma más de burlar el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, que no permite el acceso a producciones procedentes de ese país. En esa misma cuerda no faltan los que alertan sobre su posible carácter propagandístico y el peligro del diversionismo ideológico.

 Es el paquete de la discordia, pero no se trata de un fenómeno nuevo. Tendría que remitirme ahora a los olvidados años del VHS adaptado al televisor ruso Crin 218, cuando existían bancos de películas y era necesario ir con una carretilla a buscar 20 videocassetes con todos los capítulos de la novela Agua Marina.

En aquel entonces a nadie se le ocurrió que aquello era piratería. Con el tiempo el paquete creció, evolucionó, hizo su apagón analógico y pasó al VCD, DVD y finalmente a las memorias USB. Encontró abrigo entre las nuevas modalidades del trabajo por cuenta propia y ahora se estrena como canal de publicidad para los emprendedores cubanos, lo que augura una nueva etapa bastante interesante en su desarrollo.

Quizás el paquete tenga los días contados y no por la voluntad de una resolución ministerial, sino porque en la vida, como en la naturaleza, todos los organismos nacen, crecen, evolucionan, se reproducen y mueren. A lo mejor en diez años nuestros hijos chatearán desde sus celulares burlándose del ya viejo abuelo que pregunta si ha llegado el paquete de esta semana.

Y se hablará de mitos, como aquellos que cuentan que venía en un barco de ultramar o se descargaba de una antena ilegal y una conexión fantasma de Internet en un sótano secreto en la Habana Vieja.

Nadie sabe a ciencia cierta de donde viene. Quizás es como esos gusanos de los juegos de los celulares que a medida que pasan de un punto a otro van creciendo. Lo cierto es que son gigas y gigas de materiales tan disímiles como el último capítulo del dorama de turno, hasta el resumen de una polémica entre intelectuales.

Pero yo me atrevería a decir que la madre del paquete es la televisión nacional. Un reciente foro realizado en Cubahora lo demostró. Los participantes defendían la utilidad del paquete como una alternativa para ver con total libertad de elección ofertas de entretenimiento: algunas de buena factura y la mayoría perteneciente al sugerente título de “TV basura”.

Y luego venía el ataque frontal y frío hacia nuestros cinco canales, más bien cuatro, porque como Multivisión se parece tanto al paquete, se salvó más de una vez.

Más allá de las carencias materiales, la televisión se ha llenado de vicios narrativos y lugares comunes. Los realizadores han tomado las señas y comenzaron a ver el paquete y asumir esas nuevas formas discursivas. No faltan los buenos ejemplos, pero abundan las imitaciones grises que presentan, por ejemplo, un programa sobre los caguayos con el mismo montaje y tono dramatúrgico de los documentales-safaris de National Geographic o Discovery Channel sobre manadas de leones.

Lo mejor sería encontrar nuestras historias, que las hay, y presentarlas con originalidad y buena realización, huyendo de lugares comunes y conformismos. Tan sencillo es, que constituye todo un gran reto.

En la otra pata de la mesa está la necesidad de incrementar la cultura de apreciación del público, algo que no se logra de la noche a la mañana, ni con prohibiciones y mucho menos con la imposición de consumo de obras de mala calidad. Pero algo hay que hacer cuando uno tiene que asistir en la guagua a una conversación de 42 minutos sobre los desórdenes alimenticios de una de las finalistas de Miss América.

El “paquete” también tiene sus retos con la llegada de la cajita “mágica” de la televisión digital. Para cuando se produzca el apagón analógico, se espera existan mayor diversidad de canales, servicios suplementarios, e incluso la opción de grabar determinado programa y verlo en otro momento.

Por el momento, cajita y paquete coexisten en armonía. El tema tiene mucha tela por donde cortar y usted, amigo lector, pudiera coincidir o no con lo hasta aquí expuesto, pero es hora de que me detenga en mi discurso, porque corro el riesgo de volverme “paquetero”.

Acerca de Dialogar, dialogar

Historiador, investigador, papá de María Fernanda y Alejandra
Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.