Pedro Pablo Rodríguez
(Intervención en el espacio Dialogar,dialogar, de la AHS, enero 2015)
(Transcripción de Yisell Rodríguez)
En 1895, en una carta a uno de sus colaboradores, Martí escribió: «Pensar, es vencer». Y a veces creo que uno de los grandes problemas que tenemos hoy es que no pensamos, y queremos vencer, o nos creemos que hemos vencido. Y estoy hablando no con el plural de modestia, sino con el de quien se siente parte de la sociedad cubana contemporánea, la que con todos sus problemas es la mía.
Martí nos demostró algo que siempre hemos necesitado, no solo desde el 17 de diciembre, sino que desde mucho antes —y en eso yo coincido con Yusuam— tenemos que aplicar y seguir: Para vencer hay que pensar. Lo que sucede es que en política, como en casi todo, muchas veces hay que estar pensando sobre la marcha.
Usted puede acabar con un sistema productivo, social y cultural como fue la industria azucarera, pero el trauma social e individual vivido en esos bateyes no se va a poder resolver en corto tiempo, porque se trata de transformar una manera de ser, una cultura.
Ahora se requiere aumentar sustancialmente la producción porque hay mejoría en el precio y hay echar a andar fábricas desmanteladas y, lo más difícil, recuperar la cultura del central azucarero.
Después, un buen día vimos en el Granma —cosa que nos escandalizó a todos— a unas personas que se robaron la línea del ferrocarril porque el ciclón les había tumbado sus casas. Pero ellos armaron sus casas con las líneas del ferrocarril que el Ministerio del Azúcar dejó abandonadas por años sin darles uso. Me parece muy sano y hasta muy revolucionario que esa gente armara así sus viviendas: antes de que se deterioraran completamente tales raíles, quienes necesitaban viviendas para vivir las emplearon en algo imprescindible, cuando sabemos que a menudo no es posible encontrar los materiales de construcción por las vías adecuadas.
Este es uno de nuestros grandes problemas, si no el mayor: la improvisación. Y justamente —según aparece en sus discursos— el Presidente que tenemos está hace rato tratando de justamente incitarnos a pensar. Creo que hay dos cosas esenciales en la política cubana que ha estado en buena medida tratando de impulsar Raúl Castro: una dirección colectiva y tratar de no apresurarnos más allá de las posibilidades que tenemos. Esto puede conducir a errores desde luego; toda acción no tiene que ser necesariamente un ciento por ciento exitosa. Cualquier acción tiene que tratar de evitar que sean más los fracasos que los éxitos. Un hombre como Martí estaba consciente de que no todo podía terminar, necesariamente, de una manera exitosa. Como lamentablemente nos ocurrió al término de la Guerra de Independencia. Pero, sin dudas, el margen de error se aumenta exponencialmente con la improvisación.
Yo estoy preocupado, como todos ustedes seguramente también lo están, acerca de cómo cambia la situación cubana a partir de esta nueva política, de cierto modo, de Estados Unidos. Pero más me preocupa cómo vamos a cambiar la nuestra y si algunos de esos cambios necesarios no debíamos haberlos asumido hace rato sin que estuvieran motivados por ajustes en las relaciones con la potencia imperialista. Desde hace mucho estoy oyendo la misma pregunta: ¿qué va a pasar el día que se acabe la guerra con el gobierno yanqui? Bueno, pues ya está cambiando, o está empezando a cambiar, o está abriendo signos de ciertos cambios.
Y entonces ¿está la sociedad cubana, en sus grandes mayorías, preparada para este cambio? No sé. No me atrevo a dar una respuesta, pero dejo la pregunta ahí. Tenemos todavía un tiempo para actuar porque el bloqueo sabemos que no se va a acabar mañana, no se puede acabar porque tiene que aprobarlo el Congreso de Estados Unidos.
El otro día vi una muchacha por la televisión, que dice cosas inteligentes, Anisley creo que se llama, y comentó con una franqueza que me encantó que la propia prensa cubana a veces estaba haciendo un uso muy equivocado del término terrorismo. Terrorismo y radical son dos palabras que el imperialismo contemporáneo, al igual que disidente, se las ha apropiado de ellas, y entre nosotros con frecuencia las repetimos tranquilamente. Para la prensa internacional y para los gobiernos imperialistas y sus aliados, «terroristas» son los patriotas palestinos; «terroristas» son también los patriotas iraquíes —para mí todo iraquí que quiera sacar a los yanquis de su país es un patriota. Así ha venido ocurriendo en una serie de lugares donde buscando soluciones para favorecer al gran capital se han producido largas, sangrientas y destructivas guerras, como ocurrió en Afganistán, en Libia y como está ocurriendo en Siria y hasta cierto punto también en la propia Ucrania.
Volviendo a Cuba, quizás la mejor manera de entender que Martí tiene que estar, y por lo que está de hecho presente, es por su eticidad sustentadora de su humanismo de servicio. Ahí está uno de los elementos de la gran batalla de hoy, porque a veces se nos olvida a los cubanos que estamos viviendo un gran problema universal que es la crisis civilizatoria. El mundo no puede seguir por el camino que va. Si seguimos así seremos la primera especie que se ha suicidado, desde el punto de vista biológico.
Soy de los que piensan la tercera guerra mundo no es la que llegará, sino que ya la estamos viviendo de una manera distinta a las dos primeras. Estamos viviendo en medio de un sistema bélico que ha crecido. Hay más conflictos bélicos y ha muerto tanta gente después de la desaparición de la guerra fría que uno pudiera preguntarse ¿estamos ya en una guerra caliente? De hecho, estamos en una tercera guerra mundial cuyos efectos se están sufriendo con armas en muchos lugares de África de los cuales no se habla. No dudo que eso sea una estrategia pensada, elaborada: los africanos estorban a ciertos intereses porque África es la gran reserva de recursos naturales. Y si el sida hoy tiene enferma a buena parte de la población de Zambia, está muy bien. Si en el Congo la gente se está matando entre sí, es porque ahí hay minerales útiles y necesarios en el mundo contemporáneo. Pero ¿qué pasará el día en que Cataluña se separe de España? ¿La OTAN bombardeará Barcelona? ¿Se matarán los andaluces, los castellanos y los gallegos con los catalanes? El hecho real es que eso es lo que está pasando en África, ya pasó en Yugoslavia, está pasando en Ucrania y en el Medio Oriente. Hay una crisis civilizatoria que no es solo política, que no es solo económica, que no es solo el elemento social, sino que es cultural, de una manera de existencia social y que por ello tiene un fuerte sentido ético, pues se están perdiendo los valores de la convivencia y porque el mercado domina el mundo.
La gente sueña lo que el mercado quiere que usted sueñe, y en consecuencia actúa después como lo soñó. Ya usted no tiene sueños propios, lo dicen los mismos medios de los países poderosos, y hasta los de aquellos que no lo son, pero hasta donde llegan sus efectos. En el medio del país más pobre del mundo, quien tenga un televisor busca la manera de ver los canales informativos extranjeros y si no son esos son los dramatizados, son otros productos. Esa misma palabra, «producto», nos está indicando cuán poco artístico es el mundo contemporáneo. Ahora todo es «producto», todo es mercado, un lenguaje que tristemente ya se nos va metiendo en Cuba.
Este es un gran problema, que se nos ha infiltrado en el país porque es difícil cerrarlo; no es posible que usted viva al margen del mundo, pero también desde dentro se han promovido elementos que no son los que nuestra sociedad requiere. A veces entre nosotros mismos se están proponiendo fórmulas que provienen de otros contextos, o de este contexto dominador y hegemónico que es el del capitalismo contemporáneo.
Ahí tenemos un gran problema, porque nosotros tenemos una lucha de ideas adentro y debiéramos tenerla quizás más claramente. Lo que estoy pidiendo es que se expresen más las ideas del socialismo, de una humanidad distinta, del enfrentamiento a esta crisis civilizatoria que es lo que explica por qué a pesar de los elementos negativos de la actualidad, Martí es más universal que antes. Uno se pregunta ¿y por qué editan a Martí en chino? ¿Por qué tradujeron la reciente biografía de Luis Toledo al chino? ¿Por qué hay tres tomos con una selección de textos de Martí en japonés y varios miles de ejemplares impresos? ¿Por qué una muchacha de la India hizo una biografía de Martí en lengua tamil? ¿Por qué se ha traducido al árabe, o al maya, o al guaraní, o han aumentado las traducciones —aunque no tanto como uno quisiera— a las lenguas europeas?
Porque indudablemente hay una búsqueda, la gente quiere y necesita valores, aunque muchas veces estén movidos por elementos que significan antivalores, contrarios a esos que sin embargo están buscando. Y ahí Martí entra, porque Martí es la eticidad absoluta, para decirlo rápido. Martí está constantemente expresando puntos de vista éticos: ética solidaria, humanista, que defiende una y otra vez la libertad del individuo. Porque Martí llega hasta eso: pensar en el individuo como parte de un proceso de liberación social que no oculta la individual. Tanto no la oculta que a alguna gente que le ha dado por decir que Martí era racista se les olvida que él escribió una vez que el único racismo que podía admitir en algún momento era el del negro.
Asimismo, él está diciendo desde muy jovencito en Guatemala que no se puede entender el proceso de nuestros pueblos nuevos de Latinoamérica si no se recupera la cultura de los pueblos indígenas —originarios, como se dice hoy; si nuestras sociedades no se hacen de alguna manera también indígenas. Por eso alguna vez dijo que no se podía ser un buen gobernante en América si no se hablan las lenguas indias.
Y ya decir que América echará a andar cuando eche a andar el indio era algo absolutamente revolucionario en su época. Los liberales latinoamericanos, considerados entonces de criterios avanzados, decían y propugnaban que los indios era mejor que dejaran de ser indios, que pensaran y hablaran en español, que se civilizaran y salieran de la barbarie.
La burguesía argentina, siempre muy extrema, resolvió el problema muy rápido: matarlos a todos y se acabó. Esa frasecita de que «el mejor indio es el indio muerto» no es de los yanquis sino de los generales argentinos. Quedamos horrorizados en el siglo XX con la dictadura argentina, pero en el XIX hicieron lo mismo. Limpiaron la pampa, y después metieron el cuento de que la pampa estaba desierta. ¿Y los miles de habitantes de diferentes grupos humanos que vivían allí?
Era, pues, la ideología de la civilización burguesa, capitalista, que se negaba ayer y se niega hoy a admitir la posibilidad de la integración de una cultura mestiza, o que debe ser mestiza, como estaba pidiendo el jovencito José Martí a los 24 años de edad en Guatemala.
Si toda persona que tiene un cargo en Cuba actuara como José Martí viviríamos felices. Si los que tiene que pensar y ejecutar y la política cubana, en todos los casos pensaran como Martí tendríamos una cantidad de otros problemas diferentes. Claro que problemas siempre habrá; la historia siempre es compleja para quienes la viven.
Me pongo a pensar que esta historia que ahora nos parece una nueva etapa, y de cierta manera es así, ya de cierta manera la vivimos. Porque en Cuba en 1898 arrancó una nueva etapa, y mucha gente se creyó que éramos libres. Y los periódicos sacaron a la trigueña cubana que era el símbolo de la nación escoltada por un mambí y un soldado norteamericano. Y todavía, el 20 de mayo de 1902, un periódico sacó imágenes parecidas.
O sea, lo que se quería inducir a pensar era que a Estados Unidos le debíamos la independencia. Por suerte a pesar de nacer recortada y disminuida la soberanía de la república, el hecho real es que ese vecino no se pudo apoderar plenamente de Cuba, pues los cubanos de 1898 a 1902 no quisieron ser dominados de un modo directo por Estados Unidos, y porque la Enmienda Platt fue aprobada tras enormes presiones. La gente peleó muy duro contra la Enmienda Platt, y quien sabe pudieron equivocarse al elegir si ir a la guerra contra Estados Unidos o buscar la creación de una república y ver después como hacemos. El caso real es que nuestra historia, ni siquiera en sus peores momentos, no es la triste historia colonial de Puerto Rico.
Pero esas generaciones tuvieron el mismo problema de nosotros hoy: cómo convivir con Estados Unidos. Después pasó lo mismo con la Revolución del 30, que se fue a bolina, pero el presidente Franklin D. Roosevelt quitó la Enmienda Platt y la derecha cubana aplaudió. Y cambió la dominación que ya no fue tan onerosa, tan primitiva, tan inadmisible como era cuando Estados Unidos enia l derecho a intervendría en Cuba a su libre albedrío sin pedido del gobierno cubano. Eso desapareció. Fuimos un poquito más libres, fundamentalmente porque hubo un intento de revolución en Cuba. También influyeron, es cierto, las circunstancias internacionales y el papel que quería jugar Estados Unidos pero sus políticos sabían que lsla no aguantaba más de esa manera y se crearon, se fortalecieron, otros mecanismos de dominación.
Los cubanos de entonces, los patriotas, tuvieron que afrontar también esta nueva etapa en que el imperialismo no era aparentemente tan malo como había sido. Hubo quienes lo entendieron de esa manera, pero los patriotas no cejaron hasta que la lucha contra una feroz dictadura culminó en un proceso revolucionario antimperialista y socialista.
¿Qué quiero decir con esto? Que tenemos una experiencia histórica que hay que conocer, de la cual hay que aprender, incluso hasta de los errores de los cubanos bien intencionados de aquella época.
Sobre lo último que quería llamarles la atención es que, efectivamente, Martí tiene que estar presente entre nosotros siempre por una cuestión ética. Necesitamos una ética de servicio como la que predicó y aplicó José Martí. (…) Hay que lograr un ajuste entre la práctica y las ideas éticas para promover un tipo de persona, de cultura, de sociedad y de república distinta en Cuba. Creo que es lo que necesitamos porque podemos hacer todos los discursos del mundo pero si en nuestra cabeza —sin darnos a veces cuenta—, si por nuestra sangre circula el veneno del mercado del capitalismo estamos fritos. Y lo difícil de las circunstancias actuales es que hay que abrirle espacio al mercado del capitalismo, no solo porque se le está oreciendo espacio a la pequeña propiedad privada sino también a la inversión extranjera porque el país necesita atraer inversiones para s desarrollo.
Hay que saber que ese capital corrompe cuando puede para lograr sus fines y su lógica es la de la ganancia, como sucede en todos partes, empezando por los mismos Estados Unidos.
Tenemos que entender que una sociedad que se complejiza desde el punto de vista social, en la que se están creando ciertos intereses clasistas diferentes, tiene que prepararse para esto. Hay cuentapropistas que ya son pequeñoburgueses, tanto en su práctica social como en su forma de pensar. Pero a veces usamos un lenguaje que quiere ocultar la realidad.
Por ejemplo, se habla del «faltante», y esa es la manera en que la burocracia oculta el robo. Estos problemas éticos, que no se pueden resolver por sí mismos, solo es posible resolverlos una vez que la sociedad los asuma y trate de poner un orden en los mecanismos que lo favorecen, sin detenerse en la pelea constante y sistemática por elevar la nueva moral de entrega y de servicio.
Los fundadores de la nación norteamericana ya estaban tratando de que Cuba se pareciera a Estados Unidos. Desde entonces esos sectores dominantes no han perdido es interés dominador, hegemonista sobre nuestro país. Como no lo han perdido luego del 17 de diciembre del 2014. Entonces, hay toda una tradición histórica y cultural en ese país dominante y Martí estaba clarísimo. Basta leer otra vez su escrito titulado “La verdad sobre los Estados Unidos”. Por todo eso creo que ahora necesitamos a Martí tanto como antes, o a lo mejor un poquitico más. Hay que prever para vencer en nuestra larga batalla por la nación, la justicia y el equilibrio del mundo.