RAYNIER PELLÓN AZOPARDO
(Versión ampliada de sus palabras en el espacio Dialogar, dialogar, de la AHS)
Siempre resulta revelador y una necesidad releer a Fidel. En esta ocasión respondimos a la invitación que nos hiciera la Asociación Hermanos Saíz (AHS), para que un grupo heterogéneo de cubanos confluyéramos en el loable propósito de dialogar, 54 años después, sobre las palabras que el líder de la revolución dirigió a los intelectuales en 1961.
Para alguien que nació en 1980, y disfruta al estudiar la historia, resultó de sumo interés profundizar y compartir sus modestos conocimientos sobre el trascendental hecho. Sin embargo, ante la imprevista coyuntura de encontrarme entre los ponentes, más que divulgar objetivamente lo acontecido – lo cual resulta necesario – la mayor motivación recayó en destacar la apreciable vigencia de aquellos principios expuestos por Fidel y entre los que se encuentra la esencia de la Política Cultural de la Revolución Cubana. Dos interrogantes me acompañaron implícitamente durante el debate: ¿cuáles son los retos actuales de la intelectualidad cubana?; ¿cuáles son los desafíos que hoy debe enfrentar un revolucionario?
Dialogamos, sobre palabras a los intelectuales, desde un contexto nacional e internacional peculiar. Podríamos decir que inédito en algunos de sus ámbitos, y ante los cuales urge la concurrencia de todo el potencial intelectual y cultural de nuestro pueblo. Al igual que en 1961, año en que la Revolución se encontraba asediada por todo tipo de agresiones, nuestra patria requiere la unidad de todos los cubanos.
“ … la Revolución debe tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo todos los revolucionarios (…) La Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella (…) La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector (…) que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear (…) Es decir, dentro de la Revolución. ” (…) por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera – , nadie puede alegar con razón un derecho contra ella.”
Desde fecha tan temprana quedó zanjado el carácter genuinamente inclusivo del proceso revolucionario y de su política cultural. Un espacio donde deben converger, trabajar, crear y expresarse – sin discriminación alguna – la amplia mayoría de los cubanos. Conocer las causas más profundas de posteriores distorsiones y errores – ya superados en importante medida – es condición indispensable para que estos no sean reeditados, y particularmente para poder afrontar los peligros – tanto externos como internos – que hoy enfrenta nuestro modelo sociopolítico. Un sistema que por su naturaleza humanista está destinado a ser cada vez más justo, emancipador y aglutinador. Como principal garante de los intereses del pueblo y de su desarrollo cultural, tiene entonces un legítimo derecho: el de existir, desarrollarse, y defenderse de sus enemigos. “… frente a los derechos de todo un pueblo, los derechos de los enemigos de ese pueblo no cuentan.”
Hoy gozan de total vigencia algunas de las preocupaciones expresadas por Fidel a los intelectuales en 1961: “… La gran preocupación que todos nosotros debemos tener es la Revolución en sí misma. (…)¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene enemigos?
Afrontar los peligros que atentan contra la profundización y desarrollo de nuestro sistema sociopolítico, y frente a los cuales nuestra intelectualidad juega un rol medular, también implica que consideremos las tendencias que identifican al sistema de relaciones internacionales. En la era de la globalización, el desenlace de problemas mundiales termina vinculando e incidiendo tanto las dinámicas internacionales, como los asuntos específicamente domésticos. La isla de Cuba no puede escapar de ellos. Por lo cual, abordar los desafíos de la intelectualidad cubana y de nuestra patria en sentido general, implica al menos, una aproximación al tema.
La persistencia más o menos acentuada de la actual crisis económica mundial, en medio de las tendencias globalizadoras neoliberales, han provocado graves tensiones en el sistema de relaciones internacionales. La forma en que se desarrollan los vínculos entre los principales actores del sistema, no solo están influyendo en los procesos políticos, económicos, socioculturales y de seguridad a nivel bilateral o regional, sino que inciden en la fisonomía del sistema capitalista global, y particularmente en el inicio de una transición hacia un mundo multipolar.
Se aprecia un importante peso de los países emergentes. Sus alianzas económicas, sin ser antagónicas con el modelo global de acumulación, constituyen una amenaza para la proyección estratégica de EEUU y sus aliados, al cuestionar en la práctica, sus mecanismos de dominación global. En lo político, América Latina continúa representando el epicentro de una posible alternativa ante los esquemas de explotación imperialistas.
También resultan visibles, en el marco de la globalización, un conjunto de problemas que impactan tanto las dinámicas internacionales, como en los asuntos específicamente nacionales. Resultan difícil de enfrentar, desde los marcos de un Estado específico y sin la coordinación de múltiples actores, temas como la contaminación ambiental, la estabilidad financiera, las migraciones, la crisis alimentaria, los brotes epidémicos, el tráfico de drogas, de armas y de personas, la proliferación de valores nocivos, como pueden ser el culto a la violencia, la discriminación, o la xenofobia.
Ante las mencionadas tendencias, las potencias imperialistas pretenden cambiar su imagen. Conjugan métodos del poder suave e inteligente con instrumentos de fuerza, mientras que al propio tiempo persiste en sus objetivos estratégicos, luchan por el acceso y control de recursos naturales y velan por mantener su primacía ante una correlación de fuerzas, que a escala global, muestra signos de cambio.
En este contexto se produce el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU. También se negocia un presumible acuerdo de Cooperación y Diálogo Político con la Unión Europea (UE). Ambos hechos constituyen, en primera instancia, una victoria del pueblo cubano y de su liderazgo histórico. Inquebrantables ante las agresiones que durante décadas se han implementado para socavar las bases de nuestro sistema político.
Se abre la posibilidad, al propio tiempo, de establecer una relación sobre bases recíprocas, y con pleno respeto a la igualdad soberana de los Estados y al marco jurídico y el ordenamiento institucional de las partes. Queda un terreno abonado para todos aquellos actores – económicos, políticos, socioculturales – que a pesar de sus diferencias, apuesten por una convivencia civilizada, el mejoramiento de las relaciones y el desarrollo de la cooperación en asuntos de mutuo interés.
Sin embargo; en el seno de potencias como EEUU y la UE, grupos de poder convergen en la promoción de valores compartidos. Entre ellos constituye una constante el intento de extrapolar a todas las naciones del planeta, como única vía democrática al desarrollo, el modelo económico y sociopolítico imperante en los países capitalistas, lo cual desestima los criterios, cultura y especificidades de naciones subdesarrolladas. Como resultado de un consenso político e ideológico, comparten la estrategia de promover, desde distintas aristas, su concepción de democracia en Cuba. También coinciden en su percepción sobre la actualización del modelo económico cubano; al considerar que el citado proceso traerá aparejado cambios que favorecen la “llamada transición” en Cuba. Esta es una de las variables que consideran para justificar su aproximación, y el cambio de sus tácticas.
En esta oportunidad promueven un mayor contacto de los agentes sistémicos del modelo capitalista con la sociedad cubana. Pretenden penetrar en el núcleo de nuestro ser, de nuestros hábitos, modos de pensar y de relacionarnos con otras personas. En el sentido gramsciano, esta es una dominación que se procura alcanzar mediante la legitimación y no mediante el uso de la fuerza.
Como respuesta nos corresponde salvaguardar las conquistas alcanzadas, pero de manera específica, resulta oportuno eliminar aquellas barreras internas que impiden beber y aprovechar al máximo, todo el caudal de conocimientos que se ha forjado a lo largo del proceso revolucionario. Esa sabiduría de la cual nuestro pueblo es depositario y que debemos utilizar, eficientemente, en la construcción de un país próspero, sustentable y de carácter socialista.
Abordar nuestros problemas económicos, políticos, o socioculturales requieren enfoques estructurales y sistémicos. Perfeccionar nuestro modelo social, implica considerar el rol específico de nuestras organizaciones, organismos o instituciones, las relaciones objetivas que se establecen en el interior de estas estructuras, y entre éstas y la sociedad en su conjunto, el rol de las regulaciones políticas y jurídicas, los factores socio culturales, políticos e ideológicos que inciden en un proceso; y particularmente el fomento de una participación activa, consciente, libre de formalismos y comprometida de nuestros ciudadanos.
La propia actualización de nuestro modelo económico impacta simultáneamente al conjunto de las relaciones sociales, la ideología, los vínculos interinstitucionales, las relaciones de propiedad, así como las jerarquías y valores establecidos, los comportamientos, mentalidades, y la cultura cívica.
La conjugación de problemas globales con las propias dinámicas internas, coloca a nuestra sociedad y a su intelectualidad ante importantes desafíos. Otras palabras de Fidel, al igual que el abordado intercambio con los intelectuales, me convoca constantemente a meditar y a forjar posiciones. Me refiero al discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana (UH) en noviembre del 2005. En aquel entonces cursaba el cuarto año de la licenciatura en historia, y entre las aulas y pacillos de la UH los alumnos debatimos espontáneamente alguna de las interrogantes realizadas por el líder de la revolución. Interrogantes que él propuso, no olvidáramos nunca.
“… ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? ¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en profundidad? ¿Conocían todas estas desigualdades de las que estoy hablando? ¿Conocían ciertos hábitos generalizados? (…) ¿Cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos. (…) Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra…”
En aquel discurso, también destacó los peligros que siguen atentando contra la propia existencia de la especie humana. En un mundo globalizado, y que se encuentra en minutos decisivos de su destino, existen innumerables injusticias, abusos, saqueos, y egoísmo que predominan como resultado del propio sistema, que algunos pretenden reinstaurar en Cuba. Al propio tiempo; y como un hecho que debe analizarse indisolublemente vinculado con el contexto global, Fidel colocaba en el centro de nuestras inquietudes los asuntos internos de Cuba.
Diez años después, y ante el nuevo rostro que nos presentan los EEUU y sus aliados, no creo que debamos disgregar esfuerzos. Enfrentar los nuevos métodos imperiales, y los desenlaces del neoliberalismo globalizado, implican – necesariamente – el perfeccionamiento de nuestro modelo sociopolítico. En ese sentido, y sin desconocer el enfoque estructural que requiere, considero que urge combatir los problemas emanados del sector burocrático. Estos no pueden reducirse, superficialmente, al juicio despectivo que se utiliza para describir los excesivos papeleos y trámites que conducen a ralentizar cualquier gestión.
En mi opinión, debemos referirnos a un asunto de mayor calado. Me refiero a aquellas personas que dentro del sector burocrático, aprovechándose de sus facultades y funciones públicas, obran sin reparos en defensa de sus propios intereses y de aquellos círculos sociales más cercanos. Reconocer nuestras deficiencias, es el primer paso para corregirlas; y hoy nos toca reconocer, que la administración y distribución de las riquezas generadas por el pueblo, sufren el lastre de aquel sector, que inmerso en nuestras estructuras burocráticas, lucran con parte de los recursos y servicios que se han destinado a nuestros ciudadanos.
Percibo que este sector, inmerso entre ciudadanos sinceramente consagrados a la consolidación de nuestro sistema, va configurando una identidad y conciencia de grupo, distanciado del conjunto de la sociedad. Saben identificar a su par, se apoyan mutuamente, y colocan o promueven a personal de su confianza en sectores de disímil naturaleza. Subliminalmente subvierten, en su radio de acción inmediato, la esencia misma del proceso revolucionario.
Ante las problemáticas descritas – tanto externas como internas – ¿Cuánto puede hacer, nuestra intelectualidad? Una intelectualidad multiplicada, y que hoy integran ingenieros, científicos, médicos, escritores, artista, profesores, etc. Sus acciones deben suponer la promoción de políticas que tiendan a elevar el nivel de vida de la población, la adopción de mecanismos de gestión económico – administrativos que se caractericen por una mayor eficiencia, que contribuyan a un incremento de la productividad del trabajo, a avanzar en la recuperación de sectores económicos cuyas producciones puedan ser utilizadas como rubros de exportación, el desarrollo de una trabajo político – ideológico más efectivo, una remodelación de las organizaciones de masas para que sus funciones se ajusten a las acciones que el Partido y el gobierno llevan adelante actualmente, una revisión de los mecanismos de trabajo y otros aspectos del Poder Popular, una elevación de la calidad de nuestros medios de comunicación masiva, y respondiendo a un reto de estos tiempos, contribuir a la elaboración de una conceptualización teórica del socialismo en Cuba; un asunto que será abordado en el 7mo Congreso del PCC, a efectuarse en abril de 2016.
Es de gran utilidad recurrir al pensamiento de Fidel. Los principios expuestos en palabras a los intelectuales, 54 años después, siguen siendo un referente indispensable. Crear un amplio abanico de oportunidades que permita aprovechar todo el talento artístico del país, desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que continúen siendo un verdadero patrimonio del pueblo, escribir sobre la historia de nuestra revolución, para facilitar la comprensión de nuestro momento histórico pero también para promover la continuidad del proceso, son algunas de las directrices sobre las que es loable seguir trabajando.
El liderazgo histórico de la Revolución nos ha legado, a las nuevas generaciones, una gran riqueza que resguardar, pero espera de nosotros mucho más que salvaguardar la obra anterior. Nos corresponde, como actores conscientes y protagonista de nuestro tiempo, hacerla nuestra y superarla. Cuando Fidel, en 1961, aunaba el apoyo de la intelectualidad cubana, planteó:
“La generación venidera será mejor que nosotros, pero nosotros seremos los que habremos hecho posible esa generación mejor.”
Otro fundador, e incansable promotor del diálogo, Alfredo Guevara, nos ha planteado:
“No le propongo a los jóvenes considerarse sabios. Hay que proponerse ser mejor que Carpentier, que Lezama, que Alicia. Hay que proponerse ser mejor que los mejores, que Harold Gramatges, que Leo Brouwer. Hay que ser mejor que ellos; pero, hay que partir de ellos.”
Como se puede apreciar el reto no es sencillo y queda mucho por hacer. No obstante, prefiero permanecer entre los optimistas.
Estoy muy de acuerdo con la exposición de Raynier y me siento orgulloso de que un joven con tanto nivel y tantos principios sea compañero mío de trabajo. Yo sé que en personas como Raynier, Elier y muchos más, la continuidad de la Revolución está garantizada, con mayor calidad y profundidad de lo que fuimos cpaces sus predecesores.
¡Felicidades!
Nelson Roque.