(Tomado de la revisa Alma Mater)
¿Por qué existen jóvenes cubanos que apuestan, cada vez más, por estudios de maestría y doctorado en el extranjero? ¿Movilidad estudiantil o emigración profesional? ¿Está preparado el país para la reinserción laboral de estos profesionales?
Autor: Dainerys Mesa Padrón y Mayra García Cardentey
«La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos,ella se aleja dos pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar».
Eduardo Galeano
En un siglo XXI donde «se debe aprender, desaprender y reaprender», —como diría el doctor en Letras, Leyes y Ciencia, Alvin Tofler1—, no pocos jóvenes universitarios cubanos parten al extranjero a estudiar alguna modalidad de cursos de posgrado.
Muchos de ellos convidan la iniciativa para el intercambio con diversos sistemas educacionales, y enfrentar la oportunidad de socializar y confrontar saberes.
Pero todo fenómeno es sistémico y multidimensional, y detrás de intereses académicos y científicos coexisten además disyuntivas económicas, laborales y personales.
¿Por qué profesionales cubanos aplican —mayormente de forma autogestionada— a becas para estudios de posgrado extrafronteras, en un país que posee más de 300 modalidades de superación? ¿Movilidad estudiantil o emigración profesional? ¿Está preparado el sistema institucional cubano para que el retorno de estos jóvenes al país no sea solo una «utopía en el horizonte»?
¿Todos los caminos conducen a una beca?
Aunque el suceso toma considerable auge en los últimos años, el que noveles cubanos apuesten por estudios de posgrado en el extranjero constituye un hecho común que acompaña el desarrollo académico y profesional en el mundo actual.
La doctora Ileana Sorolla Fernández, directora del Centro de Estudios de Emigraciones Internacionales (CEMI), nomina al proceso como movilidad estudiantil. Insiste, además, en que un indicador de calidad para el entorno laboral, científico y profesoral contemporáneo descansa en la diversidad de procedencias institucionales de sus doctores, maestrantes y educandos. «Si no, se corre el riesgo de una endogamia del conocimiento», aclara.
Validada la pertinencia de optar por cursos extrafronteras, aparece el Talón de Aquiles para quienes apuesten por esta alternativa. Aplicar a cualquier opción de superación fuera de la Isla, con beca incluida
—aporte financiero concedido a tales fines—, constituye un proceso complejo en tanto exige de buena conexión a Internet para el acceso a las convocatorias y solvencia económica en aras de costear trámites y pasajes, en el caso de ser autogestionadas.
Encuestas y entrevistas realizadas a más de una veintena de estudiantes cubanos de alguna modalidad de posgrado en América Latina, Europa Occidental y Estados Unidos, así como a graduados de diferentes cursos, ilustran el difícil cronograma de aplicación.
Primero resulta imprescindible «enterarse a tiempo» de las convocatorias. La mayoría de los aspirantes tienen conocimiento de ellas por amigos, amigos de amigos, el seguimiento personal vía online de las principales universidades que poseen estas modalidades o, en pocos casos, a través del sistema institucional.
En este sentido, entre los más solicitados se encuentran los posgrados que cuentan con el apoyo de las Becas de Excelencia del Gobierno de México para extranjeros, entre ellas las del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt); las de la Fundación Carolina (España); y las auspiciadas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). El atractivo de muchas de estas descansa en la garantía de matrícula, manutención, libros, seguro médico, hospedaje y transporte.
Una vez identificada la opción de preferencia —las ciencias sociales y humanísticas resaltan como las más demandadas—, es necesario el cumplimiento de un conjunto de requisitos y pruebas que coinciden en su mayoría, aunque con algunas particularidades en dependencia del país, el centro receptor y la materia a cursar. Algunas exigencias comprenden la entrega de un proyecto de investigación, currículo debidamente certificado, cartas de recomendación y motivación, pruebas de idiomas, así como realizar un examen de admisión y una entrevista.
Ya seleccionados, comienzan las tareas de Hércules. Para todos los entrevistados las acciones se complejizan en la legalización de los documentos. Leydis García Chico, integrante de la Maestría en Sociología de la Universidad Iberoamericana en México (Conacyt) y Elaine Díaz Rodríguez, exbecaria de la Fundación Carolina, coinciden en tal aspecto. «Existen dificultades para la obtención de visas y con el costo de las solicitudes. Eso sin contar que, en muchas becas, el proceso mismo de optar implica el pago de una cuota que se realiza a través de mecanismos como tarjetas de débito o crédito, lo cual deja fuera a muchos cubanos», explica Díaz Rodríguez. «También se suma la costosa legalización de documentos», añade García Chico.
Con respecto a los precios de los trámites, las resoluciones son intransigentes y embolsan en igual saco tanto a quienes requieren estos procederes con fines académicos como a los que parten por contrato de trabajo o tras una emigración definitiva.
En la Gaceta Oficial No. 17 Extraordinaria,2 de abril de 2014, el Ministerio de Justicia publicó las nuevas tarifas para la obtención, certificación y legalización de documentos docentes para surtir efecto en el exterior. Para solo tener un ejemplo (siempre con precios en cuc): legalización de documentos docentes en organismos centrales ($100) y en el Ministerio de Relaciones Exteriores ($100).
Algunos optantes, sin embargo, han esquivado buena parte del costoso proceder gracias al respaldo de sus respectivos centros de trabajo, ya que lo dispuesto en la Gaceta no es aplicable a las solicitudes que se realicen con carácter institucional o por interés estatal. Pero esos son los menos.
Frente a tal Odisea que libran los solicitantes a cursos y becas en el extranjero y ante la amplia y variada oferta académica presente en la Isla: ¿por qué cada vez más jóvenes profesionales cubanos escogen estas modalidades de superación?
Por qué, por quién y por cuánto…
Las opciones de superación para los cubanos y las cubanas que se gradúan de las universidades en el país, de manera general, resultan abundantes. El doctor Boris Tristá Pérez, director del Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior (CEPES), advierte al respecto: «Salvo casos muy específicos, las oportunidades para maestrías y doctorados en el territorio cubano son muchísimas y completas».
Por su parte, el doctor Osvaldo Balmaseda, director del departamento de Posgrado en el Ministerio de Educación Superior (MES), especifica que hay más de 300 opciones «disponibles no solo para quienes se vinculan con las casas de altos estudios».
Menciona también el funcionario un sistema de apoyo a los doctorados nacionales, respaldado por el MES, «donde se favorece a profesores y estudiantes en cuestiones de movilidad, alimentación, hospedaje y otras necesidades».
Con estas afirmaciones y en una interpretación preliminar, parece no haber razones coherentes para que una apreciable cantidad de muchachos y muchachas opten por becas en el extranjero. Sin embargo, una enrevesada trama sustenta las exigencias que cada quien le imprime a su decisión de estudiar aquí o allá. Vale destacar, en primer lugar, el sacrificio que representa la doble condición (estudiante-trabajador) que padecen aquellos y aquellas que asumen la superación académica y científica en Cuba.
En este aspecto, la Ley No. 116, referente al Código de Trabajo, estipuló el derecho de los profesionales a la capacitación, siempre y cuando sea «bajo el principio de utilizar su tiempo libre y a partir de su esfuerzo personal».4 Aunque, Crecencio Hernández Escalona, coordinador de la Sesión jurídica de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), explica que las entidades empleadoras, si es de su interés, tienen plenas facultades para brindarle facilidades (temporales y materiales) de superación a sus miembros.
Pero la realidad no siempre es tal, y se evidencia en no pocas situaciones el escaso apoyo que muchas instituciones, fuera del sector educacional, les brindan a los integrantes interesados en la ampliación de conocimientos.
«Realizar estudios de posgrado en Cuba lleva un sacrificio doble o triple, porque además de las tareas diarias debes dedicarle tiempo a ello y para escribir la tesis casi ningún centro te da tiempo libre», añade Leidys García Chico, maestrante cubana en México.
«¿Por qué entonces un joven cubano preferiría hacer un Doctorado en Telecomunicaciones en la Cujae, en su horario de descanso, cuando el Politécnico de Monterrey le paga por hacerlo allá?»5, se pregunta Roberto Mullet, vicedecano de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana. Pero, más allá de obtener grados científicos con mayores condiciones para la investigación, no pocos de los becarios persiguen también algún beneficio económico.
Yoandy Cabrera, máster en Filología Clásica e Hispánica, viajó por primera vez en el año 2008 para participar en un posgrado de Arqueología Clásica, como parte de un intercambio entre la Universidad de La Habana y la de Humboldt, en Berlín.
«Ya conocía Europa —comenta— y la verdad es que la oportunidad de pasar un curso académico estudiando allí era algo que merecía la pena. Pero el factor monetario fue decisivo. Me pagarían mil 200 euros mensuales, y eso, para cualquier cubano, era y sigue siendo mucho».
Las vicisitudes financieras ocupan muchas veces un lugar preponderante en el escalafón de prioridades de las personas, sobre todo cuando les urge, por ser jóvenes, edificarse un futuro. Resulta considerable el número de mujeres y hombres que buscan y escogen opciones de estudios en el exterior tanto cual garantía del conocimiento que como vías para su desarrollo económico profesional. Y en muchos casos, con mayor peso en este último aspecto.
Boris Tristá, al frente del CEPES, destaca la contradicción evidente entre las aspiraciones profesionales y las verdades del día a día. «El principal interés del joven que va a hacer un estudio de posgrado es profesional. Eso podemos ofrecérselo aquí. Pero otras situaciones se dibujan entre sus metas, que nada tienen que ver con el trabajo.
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Para un joven científico de 30 años, ser graduado de Doctorado en Cuba se antoja un total desafío a la «lógica» de un sistema de superación donde defender este grado científico es como promedio una conquista a los 44 años.3 |
Estas personas se encuentran construyendo un proyecto de vida, elemento que muchas veces descuidamos en el quehacer político-ideológico. Debemos explorar estos planes, saber quién es cada quién, qué quiere hacer… y tratar, dentro de lo posible, de aliviar estas deficiencias que los hacen irse a otros lugares, cuando algunos preferirían aportar, innovar e investigar aquí».
No solo ciertos escenarios laborales, tecnológicos y económicos mellan muchos proyectos personales de investigación en la Isla: también contribuyen los estímulos a los seres humanos, la aprobación de los temas (que generalmente se exigen con un impacto inmediato) y hasta la aplicación de los resultados.
Oliver Pérez,* por ejemplo, se graduó de una carrera de Ciencias Exactas y resolvió realizar su doctorado en Brasil, pues no coincide con las «supuestas exigencias» latentes en Cuba para llegar a este nivel de especialización. Las mismas se sostienen, en ocasiones, en determinados prejuicios generacionales más que en competencias profesionales, pues, como argumenta, quienes obtuvieron su título cuando la superación era limitada en comparación con la favorable situación actual, no comprenden que algunos y algunas se les igualen en crédito antes de peinar canas.
«Esta mentalidad —apunta Pérez — en muchos casos crea un mecanismo burocrático que obstruye completamente la divulgación en tiempo de las oportunidades de posgrado, o que se emitan resoluciones o mandatos con perspectivas desacertadas».
Conjugando los argumentos de los encuestados y las encuestadas por Alma Mater, equilibramos los anhelos y las certezas de la mayoría ante la interrogante de por qué acceder a una beca en el exterior: intercambio de experiencias, conexión a Internet cualitativa y cuantitativamente superior, bibliografía actualizada, tiempo para estudiar sin interferencias o preocupaciones laborales, buena remuneración económica, crecimiento profesional y personal, y movilidades en terceros o cuartos países.
Por su parte, Elaine Díaz Rodríguez, cursante de un fellowship en la Universidad de Harvard (Nieman Foundation for Journalism), enumera otras ventajas: «se cuenta con fondos para la investigación de campo y para la participación en eventos de socialización de investigaciones así como flujos de tecnología y de conocimientos».
Pero, ¿qué sucede cuando, después de viajar, conocer, adquirir competencias profesionales y científicas, ayudar a la familia, y dejar de padecer incomprensiones de índole laboral, becarias y becarios deciden no regresar a su país una vez culminado su tiempo de estudio?
Yo no soy de aquí, y ya no soy de allá…
Antes de cualquier análisis valdría repensar la aclaración que realiza Ileana Sorolla, directora del CEMI, ante el cambio de estatus que se produce con el hecho del no retorno. La especialista insiste en que un proceso es la movilidad estudiantil y otro la emigración profesional. «Solo se vinculan cuando la persona que se encuentra en el extranjero por un período de tiempo académico, decide no regresar al país».
«La estancia de cualquier persona —no solo cubana— fuera de su nación de origen puede generar nuevas expectativas personales y profesionales: mejores condiciones laborales, de trabajo, económicas. De ahí que se sitúe en la disyuntiva entre retornar al lugar natal o quedarse y tratar de reinsertarse en el mercado laboral del nuevo entorno, o en otro tercero», amplía Sorolla, quien agrega que es este también un proceso común en el mundo académico internacional.
«Eso no quiere decir que la movilidad estudiantil o el intercambio académico lleve inevitablemente a la emigración profesional» expone la doctora. «Si el becario no regresa, no significa que renuncie a su país, sino que está entrando en un tipo de práctica propia de su profesión».
Historias sobran. Luis LLanusa,* graduado de Comunicación Social, aplicó para una beca en España y fue aceptado. «Una vez terminado el curso —cuenta— y agotados los límites temporales de residencia, llegó el momento de decidir la estancia o el retorno. Regresar era lo más sencillo, pero supondría una insatisfacción profesional a corto o largo plazo.
«Quedarse —continúa— implicaba otros riesgos al abrazar estatus insospechados como ciudadano extranjero, y afrontar el reto de asumirlo todo junto: la decisión tomada y sus consecuencias, la lejanía de casa, la soledad y cuanto dilema se presentase en lo adelante en cualquier ámbito posible».
Llanusa optó por la segunda opción, consciente de que debía renunciar a los sueños con su carrera e insertarse, quizás, en un sector distinto a su vocación y formación.
A Leandro González* le sucedió de forma similar. Tras cursar estudios mediante becas Aecid (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo) y Böll (Heinrich BöllFoundation), decidió probar suerte en otros parajes. Como Luis o Leandro, otras tantas personas jóvenes en el mundo —no solo los cubanos— se mueven de sus países hacia los polos de atracción de la emigración profesional, constituidos por las naciones desarrolladas, valiéndose de las opciones de estudio, intercambios culturales o de trabajo. Y aunque la emigración como fenómeno no debe ser satanizada, según declara Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos, «cuando se refiere a migración calificada, sin ser robo de cerebros, representa un problema, pues se pierde esa fuerza laboral sin que ejerza su profesión en el país receptor. Por el contrario, en muchos casos se produce un descenso profesional».
Evidentemente, las inversiones de estos gobiernos, con énfasis en el cubano, en la educación de hombres y mujeres se pierden una vez que este conocimiento no retorna a sus orígenes. Peor aún resulta que tampoco los lugares receptores de migrantes explotan tales saberes, sobre todo cuando las personas permanecen en sitios donde se habla un idioma diferente al nativo, o al entrar en competencia desventajosa con los nacionales para optar por puestos de trabajo.
«Cuando un joven cubano obtiene una calificación científica-académica, reinsertarse fuera de la Isla, competir en ese mundo laboral, es un proceso muy complejo. En muchos casos implica despilfarro de cerebro por las condiciones desventajosas: es un migrante, no tiene bien articuladas sus redes sociales, no tiene condiciones económicas creadas, no está su apoyo ni su familia», explica Sorolla, especialista en temas migratorios. «Existen ejemplos de doctores que luego de su período lectivo ejercen como asistente de investigador, un rango menor al estudiado. Eso pasa también porque las naciones protegen a sus ciudadanos».
A pesar de ello, los becarios cubanos enumeran varias razones por las que no retornaron una vez culminados sus estudios. Entre las tantas resalta, con mayor fuerza, la búsqueda de mejoría económica. No obstante, diversos criterios significan argumentos de otra índole.
«Nunca pensé partir de forma definitiva —alega Yoandy Cabrera— pues de verdad no me interesaba. Pero irme sin trabajo (en contra de mi voluntad), conocer la vida en Madrid y comprobar que podía sobrevivir en cualquier lugar del mundo, hicieron cambiar mi opinión».
Con otras caras, la desilusión —luego convertida en posible emigración profesional— de quienes aspiran a posgrado con becas en otros países (sobre todo por gestiones personales) deviene juicio unánime y comienza con el acceso a la convocatoria. Los contratiempos se resumen en la manipulación de la información, la burocracia, el mal diseño de las estrategias laborales y las aplicaciones ambiguas de la legalidad. En ese sentido, algunos de los actuales cursantes, aun cuando no tienen predeterminada la emigración como puerta de salida, se preguntan: ¿Regresar? ¿Para qué? ¿Adónde?
Todos los caminos pueden conducir a Cuba
Ya establecida que la movilidad estudiantil en el extranjero resulta lógica y hasta necesaria en el marco académico y científicocontemporáneo, y que en el contexto cubano, aunque noobligatoriamente, en muchos casos culmina en emigraciónprofesional, valdría la pena indagar sobre cómo el sistema institucional del país responde ante la situación.
Lo primero sería establecer que no existe una cuantificacióndisponible —o al menos Alma Mater no tuvo acceso a ella— sobre los becarios que cada año salen a estudiar extra fronteras. Como consecuencia, no se vislumbra un seguimiento interpretativo al tema que permita un análisis de los principales países receptores, las materias más demandadas por los de la Isla, así como cuáles acciones acometer para que el retorno sea la elección principal.
En este aspecto, uno de los principales puntos que incentiva a no regresar se apoya en la inexistencia de un vínculo laboral con el joven becario. Algunas instituciones solo aprueban las modalidades sándwich (6 meses en Cuba, 6 meses en el otro país). La mayoría de las convocatorias de doctorado y maestrías actuales son incompatibles con este sistema y existen bajo un régimen de dedicación exclusiva de dos a cuatro años, según el tipo de curso. Por ello, a un elevado porcentaje de estudiantes, antes de partir, se les exige pedir la baja de sus respectivos centros, incluso cuando pretenden mantener la sujeción para la posible reintegración.
Del fenómeno aclara puntos medulares, Crecencio Hernández Escalona, coordinador de la Sesión jurídica de la CTC nacional, cuando explica que ninguna entidad empleadora está «obligada» legalmente a terminar el nexo laboral con un trabajador que se supere en el exterior por un periodo considerable o mayor a seis meses. «Siempre que se respeten las leyes migratorias, el centro puede convenir la manutención de la plaza bajo términos provechosos para ambos y con condicionantes: tiempo en el exterior, lapso de resguardo del puesto, así como la estancia mínima a trabajar en la instalación una vez que regrese o si aplicaran la movilidad laboral».6
Hernández Escalona también insiste en que como mismo no es una obligación romper toda relación con el trabajador, tampoco es ilícito terminarla. «Depende del interés de la institución y la conciliación entre ambos. Lo que algunas entidades no saben hacer estos convenios o no los quieren hacer. Tienen temor de que «se queden», no quieren correr el riesgo. Es un error, de esa forma también renuncian a un buen personal superado que, si retorna, puede tributar a tu centro».
De ser así, otros hubieran sido los finales. «Siempre lo digo y los que me conocen saben que no miento —enfatiza Yoandy Cabrera—. Si mi institución me hubiera apoyado para hacer el máster en Madrid, hubiera regresado, y hoy muy posiblemente estuviera trabajando allí».
En medio del asunto, un elevado porcentaje de los becarios y las becarias abordados en nuestra pesquisa evidenció considerar el regreso como resultado del apego familiar, junto a las ilusiones de socializar y practicar en el ambiente nacional las sapiencias adquiridas. Aunque no sería fácil. Tentados por los beneficios económicos y tecnológicos de otras sociedades, desconectados del entramado institucional cubano por dos o más años, sin un aliento para su retorno, sin un lugar de trabajo al cual regresar para replicar conocimientos: ¿cómo un graduado en México, España, Ecuador o Estados Unidos optará por Cuba como su principal opción?
Al respecto, Antonio Aja plantea: «Flexibilizamos la política de migración cubana con la reforma al Decreto Ley 302, pero algunos sistemas laborales, educacionales y otras instituciones en Cuba aún no lo aplican como se expresa. Se requiere de un proyecto diferente para que esto sea factible. La solución tal vez radique en lo que teóricamente se conoce hoy como circularidad —que el profesional esté afuera un tiempo y regrese por otro, y que explica el ir y venir de tantas personas en el planeta».
Ileana Sorolla, investigadora en estos tópicos, complementa la perspectiva. «Los centros empleadores cubanos deben reajustarse para tener las condiciones en pos de la recuperación de talentos o recirculación, para que volver al país sea la alternativa prioritaria. Ya no solo por un compromiso ético, moral, político o ideológico, sino también por ventajas laborales».
Algunas naciones receptoras de movilidad estudiantil agilizan cláusulas que obligan al retorno de los estudiantes a sus respectivos territorios. Pero los entendidos recalcan que, a pesar de las lógicas medidas de protección de los auspiciadores de las becas, cada región debe potenciar un modelo de gestión migratoria sistémico y multidimensional que permita una vuelta espontánea y deseada.
Urge cimentar en Cuba puentes institucionales para, desde una mirada inteligente y diferenciada, utilizar y reutilizar al talento que se forma tanto dentro como fuera de la Isla.
Manuel Lescaille*, doctorante en Centroamérica, confía en ello: «Sueño y espero que algún día regresar a Cuba sea absoluta y racionalmente posible».
¿Cuánto vale un estudiante de doctorado? |
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Estipendio de alumnos de Doctorado por regiones y países.5 | |
Europa Occidental + 1100 USD
Europa Oriental + 700 USD Brasil + 1000 USD argentina, México + 800 USD Colombia, Ecuador + 800 USD Estados Unidos + 1 400 USD Centroamérica + 300 USD |
Principales países emisores de personal altamente calificado7 | ||||
1. Reino Unido 2. India 3. Filipinas 4. Alemania 5. China 6. México 7. Canadá 8. Estados Unidos 9. Corea del Norte y del Sur 10. Francia |
11. Vietnam 12. Polonia 13. Italia 14. Irán 15. Japón 16. China Taipei 17. Rusia 18. China Hong Kong 19. Cuba 20. Argelia |
En el estado actual del patrón migratorio externo cubano un 23,9 % corresponde a personas con nivel universitario. Según datos brindados por la doctora Ileana Sorolla Fernández, directora del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales, alrededor del 86% de los profesionales que emigran procedentes del sistema de instituciones de educación superior lo hace antes de los 40 años. En este panorama, entra a desempeñar un rol poco abordado, el hecho de que muchos becarios cubanos en el extranjero no retornen una vez culminados sus estudios.
*Los nombres marcados son ficticios a petición de los entrevistados.
1. Parafraseando a Herbert Gerjuoy.
2. Tarifas publicadas en el acápite IV. Servicios de obtención y legalización de documentos.
3 y 7. Datos extraídos de «Contra viento y mareo (1ra parte)»publicado en Juventud Técnica No. 376. Enero-Febrero 2014.
4. Artículo 40. Sección Sexta. Gaceta Oficial de la República de Cuba, No. 29, edición Extraordinaria, correspondiente al 17 de junio de 2014.
5.«El costo y el valor de los estudios universitarios». Artículo de Roberto Mullet publicado en Rebelión, el 14 de octubre de 2014. Consultado en Abril 2015.
6. La plaza se puede preservar el tiempo que concilien ambas partes. En ese caso queda libre de pago, y se contrata a otra persona por tiempo determinado, hasta que regrese el trabajador. Si este no retorna la plaza se le ofrece a la persona contratada.