(Transcripción de las intervenciones realizadas en el espacio Dialogar, dialogar de la AHS)
Fernando Rojas
Sostengo que las razones esenciales de la caída del socialismo en Europa del Este hay que buscarlas en la historia de la URSS, un país que no existe hace 24 años.
El proceso que condujo a la Revolución de Octubre y la primera década de ésta son lo único que puede calificarse como un auténtico movimiento popular de transformación socialista en aquella región.
Para cualquier indagación seria es imprescindible tener en cuenta que la historia de la URSS y de la Revolución de Octubre fue reescrita del presente hacia el pasado por lo menos en dos oportunidades: al establecerse el régimen stalinista y durante la Perestroika de Gorbachov. Una tercera reescritura, aunque trunca, podría ser la que se abrió con la denuncia al culto de la personalidad de Stalin por Nikita Jrushov en 1956. Lo anterior quiere decir que las nociones aprendidas por centenares de millones de personas durante décadas sobre la historia soviética son como mínimo inexactas y en gran medida distorsionan el conocimiento cabal de los primeros años de la construcción socialista en la URSS.
La primera distorsión se refiere al hecho mismo del levantamiento de octubre de 1917, que no obedeció a una consecución de acontecimientos y procesos dictados por las leyes del Materialismo Histórico (lo cual no quiere decir que alguna que otra ley no sea pertinente) sino a una aguda crisis nacional en la que solo el Partido Bolchevique fue capaz de ofrecer una solución y por ello se hizo con el poder.
Esa voluntad fue incomprendida, primero, por los propios bolcheviques, que se convencieron a sí mismos de la necesidad del levantamiento político, entre abril y octubre de 1917 y después condujeron victoriosamente a la mayoría de la población a la conquista y defensa del poder soviético. Segundo: la acción bolchevique fue incomprendida, ignorada o censurada por la mayoría de la Social Democracia Internacional, que representaba en el momento de la Revolución a la mayor parte de los movimientos obreros libertarios de Europa. De aquella crisis de la Social Democracia, surgida de la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre, surgió el Movimiento Comunista Internacional. Pero, sin embargo, Lenin minimizó la corrección que el bolchevismo había hecho a la generalizada visión del marxismo de la época, de que la Revolución Socialista debía producirse primero en los países capitalistas más desarrollados. Lenin reducía la corrección al hecho de que Rusia solo había comenzado. Los bolcheviques y sus correligionarios en el mundo sostuvieron de manera unánime hasta mediados de los años 20 que la Revolución debía ser internacional.
Los éxitos en la defensa del país de la agresión extranjera y las victorias en la Guerra Civil condujeron a los bolcheviques, en una combinación de dos factores: la necesidad de poner todos los recursos en función de la guerra, con un crecimiento del entusiasmo y la combatividad revolucionarias en Rusia y en Europa, a acelerar, en contra de su visión original, las transformaciones de carácter socialista. El descontento de la mayoría campesina de la población detuvo aquel intento. Los bolcheviques, con una rara y peculiar unanimidad, decidieron restablecer las relaciones de mercado y tomarse un tiempo relativamente largo para levantar la economía del país y realizar un esfuerzo extraordinario e imprescindible de creación de bases culturales sólidas para el socialismo. Al evaluar los primeros resultados de esa política (la nueva política económica) dirigida sobre todo a fortalecer la alianza con el campesinado, Lenin consideró imprescindible no realizar nuevas concesiones a los flamantes propietarios capitalistas, propuso la creación de cooperativas como un tránsito eficaz y gradual al socialismo, inseparable de un cambio cultural abarcador y radical, y se obsesionó con la participación popular, al punto que propuso una transformación integral del aparato del Partido y exigió la transformación anti burocrática y racional de todo el aparato del Estado. Junto a ello concedió máxima prioridad al desarrollo de la industria pesada. También expresó su desconfianza hacia la fundación misma de la URSS, en tanto consideraba que la fórmula de unificación del aparato estatal aplicada, podía lesionar los derechos y la sensibilidad de las naciones más pequeñas que Rusia.
En 1923 León Trotski añadió a estos planteamientos programáticos la necesidad de acelerar la industrialización del país. Paralelamente, los bolcheviques descubrieron que se habían quedado solos, que la Revolución en Europa Occidental no se produciría y que debían concentrarse más en sus propios esfuerzos. En un formidable texto que la dirección del Partido dudó en publicar, Lenin razonó que los estados capitalistas desarrollados de Europa no llegarían al socialismo mediante revoluciones, sino explotando al resto del mundo. Y enfocó la perspectiva de la Revolución Internacional en la alianza con los pueblos oprimidos.
La muerte de Lenin sorprendió a los soviéticos, y al Partido, que daba ya peligrosas muestras de escisión, ante problemas, teórica y prácticamente no resueltos. Y no se resolvieron adecuadamente. La transformación cultural y la participación popular dejaron rápidamente ser objeto de atención. El programa de industrialización no se adoptó y se hicieron nuevas concesiones al capitalismo nacional. En la antesala y el desarrollo de una crisis de desabastecimiento y en medio de nuevos conflictos con el campesinado, el Partido tendió a alejarse de las masas y se enzarzó en una discusión escolástica acerca de si la Revolución debía ser internacional o si el socialismo podía construirse en un solo país. Se resintió y fue poco a poco abandonado el internacionalismo –ya recreado por Lenin – que estaba en el fundamento mismo de la Revolución de Octubre.
La burocratización creció en la misma medida que la apatía popular. La facción bolchevique que controlaba el aparato del Partido y del Estado derrotó política e ideológicamente a las otras facciones contendientes (estas derrotas, en el seno del Partido, fueron legítimas en el sentido de que la mayoría apoyó a la facción dirigente después de largas discusiones. Otra cosa sería si esto tuvo un impacto real en la gente y en el desarrollo del país.)
Consumado este proceso, Stalin y su grupo pervirtieron el ideario colectivo del Partido, convirtiéndolo en dogmas indiscutibles que ignoraban o falseaban la experiencia histórica y alejaban a las masas del ejercicio del poder. Se empobreció la vida cultural y se canceló la relación primigenia del bolchevismo con las vanguardias. Se inició la práctica de degradar y excluir de la vida política a los mismos protagonistas de la Revolución, la Guerra Civil y la construcción socialista. Stalin y su grupo tomaron de manera ecléctica ideas diferentes de las ricas discusiones de los años 20 e iniciaron un curso acelerado y forzoso hacia la industrialización y colectivización de la agricultura. La NEP fue cancelada. La paradoja reside en que estas políticas contribuyeron decisivamente a convertir a la URSS en una gran potencia y a prepararla (esto no es necesariamente una muestra de previsión) para la guerra contra el fascismo, en la que los soviéticos, sin duda, jugaron el rol principal.
Los hombres y mujeres soviéticos derrocharon heroísmo en la construcción económica y en la guerra. Y sin embargo, el período de los 30 fue precisamente el de mayor retroceso en la participación popular y concluyó con los crímenes de estado perpetrados contra los mismos revolucionarios. La URSS que se proclamó socialista en 1936 distaba mucho todavía del ideal de sociedad que prefiguraron los bolcheviques en 1917 y no realizó la necesaria transformación cultural que hace a la gente más libre. Un cambio cultural de esa naturaleza supondría fundar una sensibilidad nueva e imprescindible para la realización de una obra colectiva sin la coerción y minimizando el impacto de la desigualdad económica. Significaría educar, desde la participación de masas en una gran amplitud de miras, asegurar los máximos niveles de información, conocimientos y acceso a las realizaciones de la cultura, junto a una capacidad crítica y dentro de una ética común.
Las preocupaciones de Lenin sobre el chovinismo ruso fueron ignoradas. De hecho, los soviéticos fueron a la guerra más por motivaciones de tipo patriótico que por otras convicciones ideológicas más universales. Aunque se proclamara el internacionalismo, la extensión “del socialismo” a otros países de Europa oriental se realizó por la fuerza de las armas y a partir de intereses geopolíticos de la gran potencia que ya era la URSS.
La gran victoria de 1945 no fue aprovechada para resolver los defectos del sistema. Por el contrario, éstos se extendieron a las democracias populares del este europeo. El crecimiento económico de las tres décadas siguientes estuvo acompañado de importantes distorsiones y, sobre todo de limitaciones a la participación popular y al crecimiento espiritual. Un ejemplo abarcador de ambas tendencias es el hecho de que en los años 50, en la URSS, la Genética, la Sociología y la Cibernética eran consideradas “ciencias burguesas falsas”
La crítica al culto a la personalidad denunció los crímenes y la debilidad del sistema político, pero no fue consecuente en emprender las necesarias transformaciones y en movilizar a la gente para su consecución. Tampoco indagó en la creciente desventaja del sistema en el campo cultural. No resolver estas consecuencias del culto fue causa principal del posterior debilitamiento del sistema político y su matriz ideológica.
El proceso posterior y su desenlace, que no comento en estas líneas, permiten prefigurar la caída del socialismo en Europa del Este, sobre todo como una derrota cultural.
Pedro Prada
Cuando escribí este libro que ven aquí, sobre el derrumbe soviético, y que la editora Abril se propone reeditar para Cuba en los próximos meses, me propuse no agotar el relato en la autopsia del cadáver, sino en comparar los hechos con mi propia realidad, evadiendo todo lo que pudiera sonar a queja. Nunca olviden aquello que enseñaba Martí: “la queja es una prostitución del carácter”. Por ello no voy a caer en el mismo error. Más bien pretendo responder a la pregunta que nos convoca: “¿Por qué se cayó el socialismo en Europa?” –y por extensión, en la URSS-, con otra pregunta: “¿Por qué no se ha caído en Cuba?”
Desde mi punto de vista este enfoque es especialmente importante en estos momentos, después de los anuncios del 17 de diciembre de 2014, que condujeron al restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, relaciones que hasta ahora han sido disfuncionales.
He contado a no pocos interlocutores y de alguna manera se subraya en el texto que, más de una vez, cuando al regreso de Moscú se me preguntaba –en tanto testigo de los años finales del socialismo soviético- cuáles habían sido las causas del derrumbe y yo me negaba a una respuesta única, apelando a factores multicausales que convergieron a lo interno de la sociedad soviética.
También contaba que, enfrentado a la contundencia de los hechos de los que era testigo en aquellos años finales de la URSS, más de una vez me golpee en el pecho, como hacen los que quieren pagar culpas, pero para asegurarme de que aquellas culpas no eran las mías.
Hoy puedo afirmar responsablemente que, con todos sus errores, imitaciones, angustias y sobresaltos, el socialismo cubano sucumbió al derrumbe y sobrevivió a la hecatombe por varias razones, de las cuales solo gloso algunas, con la seguridad de que el lector podría descubrir más leyendo y estudiando la historia y los diferentes testimonios:
Ante todo, coloco en primer lugar su autoctonía, salvada en su carácter más puro por el inmenso edificio ideológico y moral de José Martí y de toda la cultura cubana, desde Varela y Heredia hasta Che y Fidel, sin cerrar ciclo, pues las nuevas ideas “imposibles” pujan ya tan lozanas y realistas como las de sus precursores de hace medio siglo, nacidas también desde la sensibilidad como método de aprendizaje que nos define.
Ese formidable resguardo, que no solo es artístico y literario, como algunos creen, fue nuestro blindaje contra el “proletcult”, contra el realismo socialista y contra los manuales ladrillosos, incluso en aquellos momentos grises y de enseñanza del marxismo escolástico. Fue también nuestro escudo frente a todo lo bebido y copiado del mundo, incluso lo mal bebido y lo mal copiado. Por eso era lo primero a salvar en los crudísimos años noventas y deberá seguirlo siendo hoy, cuando unos miran para China y otros para el autoproclamado “buen vecino” de enfrente, que nos invita a ingresar a la prosperidad y a cambiar nuestro modelo por el suyo, a fin de recuperar su hegemonía regional.
Después coloco el carácter libertario y democrático de nuestro socialismo, aprendido del gesto de Céspedes en la Demajagua y Guáimaro, juntos los dos: el día del grito de independencia y de libertad hasta para los esclavos, y el día del nacimiento de la república unitaria y democrática, que no por gusto Martí convocaba a honrar como “Día de la Patria”. Pero levantamos una república tan exageradamente generosa, tan empeñada en ser justa y democrática, que en la lucha contra las persecuciones foráneas y con sus propios extremismos, a algunos deformó y generó confusiones; pero que pese a todo, ha sido una república sin vergüenzas indignas ni esqueletos escondidos en el escaparate de su historia.
Añado a ese socialismo la visión de conducir el desarrollo económico y social del país en paralelo, algo que faltó al llamado “socialismo real”, y haberlo hecho, además, con herramientas nuevas y con altas dosis de conciencia. Si hay algo que salvó al socialismo cubano fue seguir el consejo del Che de no hacerlo entonces, ni hacerlo esencialmente hoy, con ladrillos ideológicos y mucho menos, con las armas melladas del capitalismo, mientras que hay que empeñarse en educar, todos los días, a mujeres y hombres nuevos. ¿O hay alguien aquí que renuncie al sueño de ser como él?
Una deuda sí tenemos: devolver el trabajo al altar que le corresponde en nuestra sociedad; como forma de reproducción de la riqueza material y espiritual y creación de bienestar; como factor forjador de relaciones sociales y solidaridad entre los individuos; como expresión cultural y educacional de la sociedad que soñamos. En eso, el libro de José Luis Rodríguez aporta conocimiento sobre algunas rutas que nunca debemos tomar o explica por qué dejamos atrás otras que nos conducían al fracaso.
Pueden incluir también en esta lista esa mezcla de irreverencia y altivez que somos los cubanos: esa disposición nuestra para el humor y el choteo, vencedores frente a todas las trampas del destino, y, al mismo tiempo, rodillas que no tiemblan ante las amenazas, voz que no calla ante las afrentas, dignidad que desafía todo intento de sumisión. Gallitos kíkiri, chiquiticos y flacos, pero con guapería, incluso cuando no haya espuelas, desafiando siempre a todos los imperios: el español, el británico, el soviético y el estadounidense.
Recuérdense los días angustiosos de la Crisis de Octubre, en 1962; las profundas y difíciles reflexiones de Fidel al comparecer en televisión cuando la invasión de Checoslovaquia en 1968. Recuérdese la noticia terrible que guardaron Fidel y Raúl durante años, cuando Andrópov anunció en 1984 que la revolución estaría sola para su defensa. No se olvide aquella amarga inauguración de la VI Cumbre de los No alineados en La Habana, el 6 de septiembre de 1979, cuando Cuba asumía la Presidencia del movimiento estremecido por la noticia de la invasión soviética a Afganistán. Allá el que se crea que alguna vez fuimos satélites.
Tampoco faltó a los líderes cubanos de ayer ni a los de hoy; a los jóvenes rebeldes que tomaron el poder en 1959 y a los veteranos curtidos que lo entregan hoy a nuevas juventudes, eso que Fidel definió como “sentido del momento histórico”: saber actuar con audacia y responsabilidad, medir los pasos, tantear, probar, corregir el tiro, los tiempos, y avanzar siempre. Rebeca Chávez develaba hace unos días un testimonio del año 57 del Presidente Raúl Castro, donde hallamos las claves de la actitud que condujo al 17 de diciembre de 2014.
Ese espíritu requería desarrollar una naturaleza antiburocrática. Miren, protestamos infinitamente de los problemas y las actuaciones burocráticas en nuestro Estado, en nuestras instituciones gubernamentales, en nuestras organizaciones y hasta en las nuevas formas de gestión no estatal, mixtas, privadas, por cuenta propia y cooperativas; pero todas esas protestas son minucias frente al burocratismo que el socialismo europeo copió de los estados autocráticos y capitalistas que le precedieron.
No lo digo como consuelo, sino para poner las cosas en su lugar. Hay que recorrer algunas de estas páginas o leer los estudios sobre el burocratismo en la URSS, sobre la forma en que se construyó el PCUS, que en apenas un año pasó de 8 mil militantes a medio millón, y hay que leer, por ejemplo, en ese libro que citaba José Luis, Mi Verdad, de Vitali Vorotnikov, el enfoque burocrático de las discusiones y de las actas del Buró Político. Hay que recordar cómo se construyó el Estado, que una vez muerto Lenin y con Stalin en el poder creció monstruosamente de 100 mil a 5,8 millones de funcionarios. Hay que estudiar a Lenin, a Trotski, a Gramsci, a Mandel. Hay que retomar a Fidel y sobre todo al Che, con la disección formidable que hace del burocratismo y la burocracia en El hombre y el socialismo en Cuba. Deberíamos dar gracias siempre a San Guevara y a muchos otros más por habernos prevenido del mal y habernos llenado de “motores revolucionarios”.
Se ha mencionado el crucial asunto del contacto entre dirigentes y dirigidos; los vínculos entre partido y pueblo. Les leo algo: “…cuando se dio la noticia de la convocatoria al XXIX Congreso del Partido, a fin de adoptar un programa socialdemócrata donde definitivamente el PCUS renunciaría a la lucha de clases, a los principios leninistas y probablemente hasta su nombre, nadie prestó atención al hecho relevante de que, por primera vez, en noventa y tres años de historia, el Partido se proponía discutir su programa con el pueblo. En realidad, era una formalidad más, pues la opinión de ese pueblo ya no contaba…”
¿Se imaginan ustedes que los lineamientos económico-sociales hubieran sido una ocurrencia oculta del Buró Político y que luego se nos impusieran como dogma? ¿Se les ocurren congresos del Partido que no discuten documentos con el pueblo? ¿Habría existido alguna forma diferente de adoptar una constitución cubana que no fuera por un referendo popular? ¿Se habría podido aprobar de forma secreta el camino del socialismo, mandar por obligación a la gente a la guerra y luego decirle que habían luchado y caído por el socialismo y el internacionalismo? Haber hecho todo lo contrario, considerar que ninguna decisión importante puede adoptarse de espaldas al pueblo, y autocriticarse además, es lo antiburocrático, lo libertario, lo democrático real del socialismo cubano.
Existe también un factor crucial para que Cuba pueda existir como nación libre, independiente y soberana que pudo hacer una opción de vida: me refiero a la unidad del pueblo cubano. Unidad diversa, unidad polémica, unidad contradictoria, unidad solidaria, pero siempre unidad y por ello, aspirante a ser la más amplia y más democrática.
Nuestra historia anterior a 1959 y la misma historia del derrumbe socialista europeo enseñan con meridiana claridad las consecuencias de quebrar la unidad. No deseo para mi país las sociedades fragmentadas que florecieron en Europa tras la caída del muro de Berlín y la arriada de la bandera de la hoz y el martillo en el Kremlin. Mucho menos quisiera verme enredado en las intrigas, celos y persecuciones que privaron al socialismo de tanta gente brillante y útil; o peor aún, lanzado a fieras y corruptas competencias electoreras que me decepcionen de la política o me priven de mi derecho a hacer política en el socialismo.
Por último –no porque no haya más razones, sino porque no quiero agotar la imaginación ni el tiempo-, el socialismo cubano construyó un discurso y una simbología de lo humano diferentes a todo lo le precedió. Ese discurso y esa simbología son hijos de nuestra cultura de resistencia revolucionaria. Ni esa poco creativa estética de la nostalgia por los años cincuentas que nos persigue desde el turismo o el espectáculo, y mucho menos esa otra estética decadente, empeñada en refocilarle con el aburrimiento, las manchas y las arrugas, pueden competir con el pueblo educado, alegre, participativo, creador, dinámico, astuto y heroico que, más que imagen, somos.
Fernando Martínez Heredia escribía recién que “las revoluciones combinan iniciativas audaces y saltos hacia adelante con salidas laterales, paciencia y abnegación con heroísmo sin par, astucias tácticas ofensivas incontenibles que desatan las cualidades y las capacidades de la gente común y crean nuevas realidades y nuevos proyectos. Son el imperio de la voluntad consciente que se vuelve acción y derrota a las estructuras que encarcelan a los seres humanos y a los saberes establecidos. Y cuando logran tener el tamaño de un pueblo, son invencibles.”
De ese tamaño invencible es el pueblo socialista de Cuba. El mismo pueblo que escucha al líder decir que todo se puede caer y que nosotros vamos a persistir; que rehúsa de perestroikas y falsas primaveras, que asegura que no sabíamos qué cosa era el socialismo y que vamos a volver a empezar, pero con nueva experiencia, evitando errores propios que nos hundan más que los golpes del adversario hipócrita y artero. Y, ese pueblo, incansable, inteligente y lleno de fe, lo sigue, diciéndole en un susurro cómo echarse el mundo a la espalda.
Intervención durante el debate
Los compañeros que han intervenido antes han agradecido este intercambio tanto como nosotros. Yo en particular creo que esto que estamos haciendo hoy es importante en la medida que salga de este local y se convierta en convicciones y actos para entender qué país tenemos, como mejorarlo y cómo defenderlo.
Nunca será suficiente ahondar sobre las causas del derrumbe del socialismo en Europa y en la URSS. Para Cuba yo diría que es estratégico. Desde el punto de vista del debate, de la producción de conocimientos, de la construcción de ideología. Para la revolución y para los revolucionarios cubanos, para todo nuestro pueblo, es esencial entender por qué aquello se derrumbó y por qué esto no se ha derrumbado.
Desde mi punto de vista de comunicador, esto tiene que ver en buena medida con la forma en que procesamos la información, con la forma en que construimos y asumimos las ideas o las mimetizamos, por esa pereza tan dañina que a veces nos cerca y corrompe. Y tiene que ver con la manera con que, a veces, hasta por razones culturales, nosotros tendemos a exagerar, a hacer juicios hiperbólicos de los acontecimientos y a generalizar con expresiones del habla coloquial sobre hechos que a veces nos llevan a razonar y establecer conclusiones absolutas y erradas sobre fenómenos más generales y más complejos. La duda y la reflexión nunca deben abandonarnos, ni la capacidad para ver las cosas más allá de la primera impresión, de la superficie. Hay que ir a siempre al porqué de los hechos, ir a la historia, para entender los hechos.
Aquí se ponía el ejemplo de Lvov y de Ucrania. Tuve la oportunidad de estudiar cinco años en Ucrania, justamente en Lvov, y conocí bien esa sociedad, signada, por sobre todas las cosas, por los efectos negativos del pacto Mólotov-Ribentrop. El movimiento de resistencia a la ocupación soviética que surgió allí años después fue consecuencia de aquel quid pro quo entre los soviéticos y los fascistas alemanes. Los fascistas ucranianos participaron del hecho, es verdad, pero los grandes protagonistas fueron la Unión Soviética y la Alemania Fascista.
Sin embargo, la reflexión de fondo no está en cómo se estableció aquella resistencia, que fue una expresión del nacionalismo de esa gente. Si uno no hurga en las bases del nacionalismo ucraniano, del nacionalismo en Lvov, no lo entiende. Un nacionalismo que no es siquiera ucraniano o polaco, sino que tiene ver con un nacionalismo originario de los pueblos galitsios, que son los nativos de ese lugar, y que fueron sujetos durante toda la historia, durante siglos, a las invasiones romanas, de los abusos de las voivodas feudales polacas, del imperio prusiano, de las invasiones del imperio ruso, de todo tipo de abusos de los grandes poderes europeos. Esos pueblos, los pueblos galitsios, tienen hasta hoy una cultura de resistencia enraizada, y que la expresan, por ejemplo, negando el habla en idiomas extraños –en polaco, en ruso, en ucraniano-; a cualquier persona que quiera imponerles un habla diferente a la galitisia.
Por esas mismas razones, el pensamiento que prevalecía en esa sociedad ucraniano-occidental estaba más más allá del muro de Berlín, veían a través de él y solo se sentían respaldados por los que hablaban inglés, francés o español y contaban su historia de sometimiento y resistencia. Esos países que los apoyaban o los acogían como emigrantes –los de la Europa más occidental, Estados Unidos y Canadá- eran sus aliados y sus paradigmas.
Nosotros decíamos cuando nos venían a visitar de Moscú, de la Embajada, a los funcionarios que nos atendían, les decíamos que allí no hacía falta que llegara una invasión americana, ni de la OTAN, ni que hubiera un bloqueo, porque el problema tenía raíces ideológicas y culturales más profundas. Allí lo que hacía falta –decíamos- era que pasara un avión bombardeando blue jeans. Con un bombardeo de blue jeans se rendía la ciudad de Lvov. Era una imagen y puede parecer un argumento de ficción, pero era la realidad. La avidez por un modo de vida que lo simbolizaba, el blue jeans, y que era en cierto modo un rechazo al modo de vida impuesto, un gesto de rebeldía, aunque pudiéramos considerar mal encausada.
Esto es también importante para los cubanos, para los jóvenes cubanos, por esta época nueva que se nos viene arriba, porque nos van a tratar, nos están vendiendo ya, desde el propio 17 de diciembre de 2014, el discurso de la prosperidad ajena y, con el discurso de esa prosperidad, le están ofreciendo a nuestra juventud oportunidades e ilusiones engañosas que van más allá de las que puede ofrecer el poder y el modelo revolucionario, por lo cual hay que conocer y definir bien y tener claro cuál es el modelo de prosperidad para Cuba, cuál es el horizonte de prosperidad, el deseable, el soñado, el posible, eso que tanto se dice, y que no va a ser nunca el que está a noventa millas. Y una cosa es decirlo en el discurso y otra es aprehenderlo.
Yo creo que en la historia del derrumbe soviético están muchas de las lecciones que debemos conocer. Están, por ejemplo, en la misma manera en que se estableció, creció y se desarrolló Ucrania de la que ha hablado aquí José Luis, la misma Ucrania que fue cuna de la estatalidad rusa, donde nació la Kíevskaya Rus, que fue la ciudad estado que dio origen de ese gran estado multinacional, y que quizás nunca tuvo noción de serlo, hasta que el poder soviético la convirtió en una república con todos sus atributos jurídicos y reconocimiento y visibilidad internacional, aun cuando fuera a medias.
Fui testigo –se cuenta también en el libro- en mayo de 1982 de los festejos por el 1500 aniversario de la reunificación de Rusia y Ucrania. Puedo decir que es de las muchas cosas buenas que uno puede recordar de ese país. La celebración de la calle, la que no estaba en el Palacio de los Congresos de Kíev, ni en la sede del partido, era una celebración de pueblo, de corazón, de gentes iguales. Kíev había sido siempre una ciudad ruso-parlante, por ser esa la lengua originaria de los pueblos que la habitaron, y es hoy una ciudad donde es obligatorio hablar en ucraniano, y el que hable en ruso, hijo y nieto de rusos por generaciones, se ve forzado a hablar en ucraniano y no en su lengua natal.
Esa es la realidad que enfrenta hoy, fruto de los extremismos. Ese es el fascismo: el vaciado cultural, pero yendo a las raíces de la cultura, que están en la lengua. Es un ejemplo, aparentemente lejano, pero cercano en cuanto a la necesidad de defender por sobre todas las cosas nuestras cultura –no solo la artística y literaria, sino la noción antropológica de cultura- en esta era de relaciones con un país, los Estados Unidos, que como sabemos, no tiene piedad en imponer de forma avasalladora su cultura, hábitos y valores ¡Y lo han advertido la Clinton y el propio Kerry sin tapujos, sin esconderse!
Y otros elementos a los que me quiero referir de todos los que se han abordado hoy aquí, son el factor externo y el factor interno, y las creencias, falsas, que a veces se construyen sobre los hechos internos, sobre todo a partir de su manipulación, de las imágenes asentadas por la maquinaria monstruosa de manipulación del pensamiento que ha producido el imperialismo. En la preparación del libro pude acceder a una grabación de un testimonio de la exprimer ministra británica Margaret Thatcher. Nadie puede suponer que la Thatcher tuviera la más mínima inclinación, ni respeto, ni admiración por el socialismo o por la URSS. Me limito a leerles solo unas partes del texto:
“…La URSS —decía la Thatcher— es un país que supone una seria amenaza para el mundo occidental. No me estoy refiriendo a la amenaza militar; en realidad esta no existía. Nuestros países están lo suficientemente bien armados, incluyendo el armamento nuclear. Estoy hablando de la amenaza económica. Gracias a la economía planificada y a esa particular combinación de estímulos morales y materiales, la Unión Soviética logró alcanzar altos indicadores económicos. El porcentaje de crecimiento de su Producto Nacional Bruto es prácticamente el doble que en nuestros países… Por eso siempre hemos adoptado medidas encaminadas a debilitar la economía de la Unión Soviética y a crear allí dificultades económicas, donde el papel principal lo desempeña la carrera de armamentos. Un lugar importante en nuestra política es tomar en consideración las flaquezas de la Constitución de la URSS… Por desgracia y pese a todos nuestros esfuerzos, durante largo tiempo la situación política en la URSS siguió siendo estable durante un largo período de tiempo. Teníamos una situación complicada. Sin embargo, al poco tiempo nos llegó una información sobre el pronto fallecimiento del líder soviético y la posibilidad de la llegada al poder, con nuestra ayuda, de una persona gracias a la cual podríamos realizar nuestras intenciones en esta esfera […]. Esa persona era Mijaíl Gorbachov, a quien nuestros expertos calificaban como una persona imprudente, sugestionable y muy ambiciosa. Él tenía buenas relaciones con la mayoría de la élite política soviética, y por eso, su llegada al poder, con nuestra ayuda, fue posible”.
¿Qué podemos decir, qué lección se puede extraer de aquí? Que las potencias capitalistas comprendían perfectamente el papel del Partido Comunista como fuerza dirigente de la Unión Soviética –ese que había sido consagrado en la Constitución, que ya mencioné antes, y al que renunciaron luego- y sabían muy bien de las fortalezas del modelo económico soviético, y que si mantenían esa economía planificada, con ese sistema de estímulos morales y materiales que tanto se cuestiona hoy por sus excesos y desvíos, podían salir adelante y desarrollarse con una fuerza superior, que el capitalismo no podría enfrentar.
Por eso los desgastaron, por eso los embarcaron en la guerra fría y por eso subvirtieron y desprestigiaron a toda aquella maquinaria económica, que tenía sus defectos, pero cuyos resultados anunciaban que podía ser superior. Había que impedir ese éxito contrario a los intereses capitalistas y al poder de los mercados, había que demostrar que no se podía ser partido político de nuevo tipo para liderar una nación y que la economía que este dirigiera debía ser un fracaso.
Insisto en esto porque lo escuchamos el pasado 14 de agosto en el malecón, con ese llamado a retirar el “embargo interno”, que no es el mismo que algunos podamos criticar objetivamente en nuestra aspiración por perfeccionar el país soñado, sino que, como vemos a veces en las redes sociales y en las campañas anticubanas, tiene que ver con la objeción al camino socialista elegido, con la crítica a ultranza contra la economía planificada; tiene que ver con la crítica a los estímulos morales, con la crítica a otras formas de desarrollo diferentes a las que el neoliberalismo impuso al mundo, con la crítica a la empresa estatal socialista. Todo eso es parte de las lecciones que hay que sacar, porque como bien se decía, en el socialismo que se derrumbó nada fue absolutamente malo, como no lo fue absolutamente bueno, y hubo mucho que permitió avanzar, innovar, desarrollar y crecer al ser humano.
Muchas gracias
José Luis Rodríguez
Primero quiero agradecer la invitación de Elier y los compañeros de traer este tema al análisis y a la discusión y uno oyendo ahora a Fernando, y pensando en el tema, tiene que eludir la tentación de meterse en la discusión de todos estos aspectos desde el inicio prácticamente; porque este es un proceso lleno de caracteristicas no completamente estudiadas y yo diria que en lo general, no solo en Cuba, se conoce poco, y se ha manipulado bastante toda esta historia y todo el tratamiento al socialismo en Europa, tanto en el tratamiento de la Unión Soviética como de la parte de Europa Oriental.
Haciendo referencia a esto yo quisiera comenzar haciendo una pequeña nota sobre cómo se ha tratado esto desde Cuba. No creo que diga nada secreto si expreso que dada la magnitud del tema, la importancia que tiene no solo por un debate histórico sino para nuestra realidad, el hecho de que no ha sido tratado en profundidad o extensión realmente es un elemento que nos lleva a pensar.
Yo hice aquí un listado de los principales libros que se han publicado desde el derrumbe del socialismo en Europa y realmente hay solo doce títulos editados en Cuba. Una parte de esos trabajos son testimonios de protagonistas, empezando por el libro de Vorotnikov, Vitali Vorotnikov, Mi verdad de 1995, que es un libro bastante difícil de leer porque es prácticamente el resumen de las actas del buró político. Ustedes se podrán imaginar un libro de esa naturaleza pero que tiene valoraciones al margen muy importantes.
Hay otros libros con otras características, por ejemplo en el caso de Europa Oriental, aquí en Cuba se editó en el año 89 una tirada pequeña, Otoño del 89 de Egon Krenz, que es el hombre que sustituye en la dirección del partido a Erick Honecker en la RDA y que, yo diría que por suerte hay un libro de Erick Honecker que se llama Moabiter Notizen, Notas desde la Cárcel escrito cuando estuvo en la cárcel donde descargó -antes de morir en 1994- todo lo que había vivido en la RDA, sobre todo en los años de Gorvachev. Y hay uno que se presentó aquí en la última feria del libro, yo lo tengo en edición digital, que es el libro de Hans Modrow, Perestroika, que es un libro que el que sustituye a Egon Krenz, hace antes de que se disuelva la RDA. El derrumbe de la RDA empieza en noviembre del 89 y termina con la unificación de la RFA en octubre del 90. Durante ese interín están estos tres libros, el libro de Honecker, el de Egon Krenz publicado aquí y el material de Hans Modrow que yo lo tengo en alemán, lamentablemente no me puedo enredar con el alemán para leerlo; pero tengo una versión del libro Perestroika en español que es muy interesante porque son tres enfoques diferentes de por qué se produce el derrumbe en el caso de la RDA, que es un caso muy particular además, en la construcción socialista y en el derrumbe del socialismo en Europa Oriental.
Hay otro libro de memorias, yo diría menos afortunado, y menos conocido que se llama Eslovaquia ayer y hoy escrito por un dirigente del partido comunista eslovaco Karol Ondria, que lo publicó aquí en el 2008. Un libro pequeño pero en el caso eslovaco tiene interés su lectura para el análisis. Otro libro, que en mi opinión no cumplió completamente sus objetivos que es el libro de Serguéi Filátov, Por ambos lados del Kremlin, que tiene dos tomos, y que cuenta las memorias de una persona que fue un colaborador de Yeltsin, no en la época soviética sino en la época posterior y que tiene algún interés, pero no pudiéramos decir que tiene la misma calidad de los otros libros.
Ya desde el punto de vista del análisis el primer trabajo que se hizo con el objetivo de brindar cierta valoración propia de lo que ocurría, es un material que se editó de conjunto con las Fuerzas Armadas con el MINFAR, que se llama El derrumbe del modelo euro-soviético. Una visión desde Cuba que tiene una primera edición en 1994 y después otra edición más amplia de la editorial Félix Varela de la Universidad del año 96 donde hay una serie de monografías en las que ya se empieza a dar una serie de valoraciones por autores cubanos de qué fue lo que pasó y cómo fue que ocurrieron estos hechos.
Después de este trabajo no se publica más nada en esta línea hasta Europa del este, el colapso que es un libro del colectivo de autores que analizaba a los países socialistas en el Centro de Estudios de Europa, del Partido en el año 2000. Este colectivo lamentablemente desapareció, unas veces por razones naturales, porque murieron sus integrantes, y otros pasaron a otras funciones; pero era, y yo lo considero así desde el punto de vista político, uno de los colectivos más calificados para analizar este tema. Tienen dos libros: este, que trata de Europa del este, con valoraciones esencialmente políticas; y otro, que es el más completo que se ha publicado que es Rusia del socialismo real al capitalismo real de Francisco Brown y Ariel Dacal del año 2005. Es un libro muy interesante. Tiene valoraciones incluso militares; una amplia gama de tratamiento del tema y puede decirse que es prácticamente de los mejores libros que se han publicado en esos años.
Ya en fecha más reciente se han venido publicando otros trabajos: algunos más polémicos, por ejemplo el libro de Roger Keeran y Thomas Kenny El socialismo traicionado, que es un libro de dos autores cercanos al Partido Comunista de los Estados Unidos y trata de enfocar la historia soviética del 1917 hasta el 1991, pero con una valoración que en mi opinión tiene méritos para el análisis en lo que se refiere a los capítulos de Gorbachev. Pero el examen de la historia soviética privilegia mucho la figura de Stalin y los stalinistas en detrimento otras figuras, por ejemplo Khrushchev o Andropov. Y parte de una teoría, de una tesis -eso lo conversamos Fernando y yo cuando el presentó el libro- de que Gorbachev no es más que la continuidad de Bujarin y Khrushchev. Aunque reunir esos tres personajes en la historia como una mera continuidad, es bastante complicado, pero es la tesis que defienden los autores; por eso digo que es bastante polémico el libro pero tiene mucha información y sin dudas hay que leerlo también.
Ya más cercano a estos dos últimos años está mi libro El derrumbe del socialismo en Europa que pretende cubrir en un análisis bastante amplio qué pasó en la revolución socialista en el primer capítulo en Rusia, después en Europa Oriental y luego los capítulos 3 y 4 las consecuencias del derrumbe, que es tan importante como los otros, es decir qué ha pasado después. ¿A dónde fue a parar ese mundo que se suponía superara los errores del socialismo real? En este caso el análisis se concentra Rusia básicamente aunque se ocupa también de otras repúblicas exsoviéticas en el capítulo 3 y en el 4 se trata de lo que corresponde a de Europa Oriental.
Y están dos libros que salieron en el 2014 también. Uno es este material bastante poco conocido. No me extraña que haya incluso ejemplares porque si ustedes se fijan la portada del libro y leen Manipulación de la conciencia todo el mundo piensa que este es un libro de psicología y no me voy a meter en esa discusión. En realidad tiene un análisis sociológico – psicológico en el primer tomo. Pero en el segundo el autor que es Serguei Kara- Murza, que fue un soviético que incluso trabajó en Cuba, hace un análisis de la manipulación de la conciencia en el caso soviético y es interesantísimo -yo después me voy a referir un poquito más a cosas que él plantea-. Y finalmente está el testimonio de Pedro Prada que no hemos podido obtener y solamente tenemos reseñas. Trata de la crónica del derrumbe en los dos últimos años de existencia de la Unión Soviética.
Si ustedes analizan este conjunto de publicaciones hay cosas interesantes, pero no es que podamos decir que tenemos los doce libros para consultarlos hoy. No es el caso. Muchos de estos libros ya no existen. Se agotaron completamente. Sin embargo los libros mencionados son prácticamente los únicos que pueden servir para enfrentarse a este tema hoy, pero no peinan o no cubren la gama de temas que están presentes en procesos tan complejos. Fuera de Cuba no puedo extenderme mucho sobre el tema. Yo he estado revisando materiales en ruso, en inglés y es una cantidad casi inabarcable los libros que se han publicado con estos temas. Desde libros como La economía política del comunismo de János Kornai, un economista húngaro, muy interesante por cierto; hasta las memorias de Khrushchev, que hasta cierto punto se consideran apócrifas, ya que se estima por diversos especialistas que no reflejan realmente lo que él quiso decir porque se han manipulado; y las de Gorbachev. un material muy voluminoso y que usted solo de comenzarlas a leer, se da cuenta de la visión muy discutible de los acontecimientos que presenta su autor.
Todo esto lo digo porque lo que podamos decir nosotros aquí no es lo más general, lo más evidente de un tema que lamentablemente no se ha estudiado a profundidad, no se ha divulgado a profundidad. En nuestros medios universitarios existen muy pocos cursos -la mayoría de postgrado- sobre estos temas.
Yo me voy a dirigir ahora –específicamente- a los temas que tienen que ver con las causas del derrumbe.
Ustedes se podrán imaginar que hay un inventario enorme de causas, incluso Keeran y Kenny en su libro identifican seis teorías diferentes de por qué se produjo el derrumbe, en muchos casos basándose –según esas teorías- en defectos congénitos del socialismo.
Sin embargo, se deja ver en todos estos análisis que realmente no se valoran en toda su magnitud las dificultades y los problemas que tuvo que enfrentar el proceso soviético primero y después en alguna medida también en Europa Oriental. Eso es algo increíble, pero es así.
En el caso de la Unión Soviética se han hecho análisis de la parte histórica -lo que planteaba Fernando- con todas las tergiversaciones que esto ha tenido, incluyendo el estudio de la propia personalidad de Stalin. Aquí en Cuba se publicó en 1967 -los que éramos estudiantes en aquel entonces, lo recibimos- el libro de Isaac Deutscher que es una de las mejores biografías del líder soviético, que siendo tan controversial y con los errores que se le atribuyen jugó un importante papel en la historia de la URSS. Por cierto, si quieren una opinión de Fidel sobre los errores de Stalin ahí está la entrevista contenida en el libro Un grano de maíz. Hay un primer capítulo con el mayor detalle del análisis de los pro y los contra en la personalidad de Stalin con los cuales uno puede estar más o menos de acuerdo, pero es una valoración bastante integral porque prácticamente de esa personalidad no se conoce nada en Cuba. Tú hablas de Stalin hoy y las nuevas genereaciones te dirán: ¿Quién es el personaje ese? Y, ¿qué decir de Trosky?
La trilogía de Trosky que se iba a publicar en Cuba El profeta armado, El profeta desarmado y El profeta desterrado no se llegó nunca a editar aquí, aunque después yo la conseguí y otros compañeros la consiguieron en el exterior. Prácticamente de esa personalidad, salvo por libro de Leonardo Padura El hombre que amaba a los perros nadie hubiera conocido que existió Trosky.
Hay un tratamiento muy incoherente pudiéramos decir de todos estos elementos y solo puede uno ir haciendose idea de los factores que coyunturalmente en un momento determinado apuntan al deterioro del modelo soviético y del modelo socialista de Europa Oriental. En toda esta evaluación se encuentran una serie de factores que fueron marcando el fracaso a la larga de ese modelo de socialismo: desde la forma en que se desarrollo la industrialización, hasta la colectivización forzosa de la agricultura entre 1928 y 1934 en la URSS, pasando por los procesos represivos de los años 30 hay que analizarlos profundamente y desde muchas dimensiones para empezar a comprender donde estuvieron los errores estratégicos del llamado socialismo real. Incluso hay una obra que en Cuba se conoce poco o casi no se conoce, que es el libro del historiador británico G. D. H. Cole Historia del pensamiento socialista que en el tomo que se dedica a los años 30 tiene un análisis muy interesante de por qué la población apoyó a Stalin en esa época tan complicada incluyendo valoraciones razonablemente interesantes. Por ejemplo, este autor destaca que con la industrialización la vida de del campesinado soviético cambió completamente, de la casa de paja y prácticamente de condiciones infrahumanas de vida pasaron a vivir en centros urbanos gracias a la industrialización y a la colectivización forzosa que conformó un proceso migratorio del campo a la ciudad de enorme trascendencia en la vida soviética.
Y si uno se pone a pensar como las personas en 1932, que sacaron de una choza y las pusieron a vivir -con todas las limitaciones-, pero en un apartamento colectivo en Moscú, valoraban favorablemente a ese hombre, el que decidió esa medida, lo consideraban muy positivamente y ese era Stalin. Más allá de todo otro análisis más complejo y multilateral, predominaba en la población soviética una admiración casi religiosa a la personalidad de Stalin.
Es decir que hay una serie de causales en este sentido que me permiten decir, como explicaba Fernando, que la causa del derrumbe no hay que verla en un solo sentido, sino que hay que verla a lo largo de toda la historia de la ausencia de la creación de una cultura realmente socialista, que es donde está el tema fundamental.
Quiero terminar diciendo cuáles son, en mi opinión dentro de la multicausalidad del derrumbe del socialismo en Europa, las causas que yo le doy mayor peso. No quiero decir que sean las definitivas, pero las he ponderado más.
En primer lugar pienso que hay una subestimación de los factores subjetivos sociales en la construcción consciente del socialismo, su complejidad y la esencia política de este proceso ha sido totalmente disminuida a lo largo de su interpretación histórica. Igualmente ha sido disminuido también, el papel de la personalidad en la historia. Se mencionaba hace un momento el testamento político de Lenin, escrito ya a inicios de 1923, en un momento en el cual la muerte le asechaba a poca distancia. Y uno se asombra cómo los consejos de Lenin, donde están expresados con toda claridad criterios acerca de que había que sustituir a Stalin por su carácter, por sus características personales, por la forma en que trata a los compañeros y que –no obstante el peso de esas valoraciones- solo tres meses después, en mayo de 1924 , a pocos meses de la muerte de Lenin prácticamente se logra convencer por sus compañeros del buró político a un congreso completo del Partido Bolchevique, de no tocar ese tema, ni adoptar ninguna de las recomendaciones de Lenin.
Yo pienso que la gente estaba tan traumatizada en esos momentos por la desaparición de Lenin, y ante una cierta conjunción de fuerzas que se da entre las facciones en pugna –fenómeno que se produce frecuentemente ante un acontecimiento triste como la desaparición de un líder de la talla de Lenin- la cierta conjunción de fuerzas que se da entre las facciones, Trosky por un lado, Stalin por otro, y las distintas combinaciones que se crearon; es lo único que permite explicar que prácticamente se paralizara ese Comité Central y que el famoso testamento político no se hiciera público hasta 1956.
Y cambió la historia. ¿Qué hubiera sido si se le hubiera hecho caso a Lenin en ese testamento? ¿Qué hubiera pasado de triunfar la facción anti stalinista en la dirección soviética? Nada de esto sucedió, pero también a partir de entonces se comenzó a minimizar el papel de la personalidad en la historia. De ese modo, en la enseñanza en los manuales se hablaba de que eran las grandes masas quienes le daban curso a la historia y probablemente en un análisis determinado sea así, pero no se puede disminuir, que hubiera sido Trostky en vez de Stalin. No quiero decir que hubiera garantizado el socialismo pero indudablemente hubiera sido distinto. O qué hubiera sido en una época más reciente, cuando en 1985 se discutió en el buró político soviético la sucesión de Chernienkov cuando muere, si hubiera ganado la votación Gaidar Aliev, que era un general aserí del ejército soviético y que era la figura prácticamente que en ese momento tenía un ascenso similar o parecido a Gorbachov y era su contrincante mayor?
¿Qué pasó con Gaidar Aliev? Gorbachov lo sacó del Buró político en el año 1987, se fue para Azerbaiyán y cuando cae la Unión Soviética fue el presidente vitalicio hasta que murió en 2003, ya en un Azerbaiyán capitalista.
Es decir nada nos garantiza que a pesar de lo que pasó en ese momento ese hombre siguiera defendiendo los ideales del socialismo. Nada de eso. Actualmente del general azerí es es el presidente heredero de Azerbaiyán, no por sus méritos propios, sino por ser el hijo de su padre.
De este modo, el peso de los factores subjetivos y de la personalidad en la historia pienso que es un elemento subvalorado completamente. Siempre tengamos presente que la construcción del socialismo implica un cambio de mentalidad en el sentido no reducido que aquí lo hemos visto a veces, si no en el sentido de que es cambiar la vida de millones de personas que han vivido durante siglos bajo la égida del egoísmo capitalista, de la defensa a ultranza de mis intereses personales por encima de los de los demás, de la competencia más feroz. Y de pronto esas personas con la sola nacionalización de los medios de producción bajo la propiedad del estado, se pensó que iban a cambiar su forma de ser y se iban a convertir en seres con una mentalidad socialista, solidaria y atenta a los intereses sociales. Pues nada más lejos de la realidad que eso.
Y lo estamos viviendo aquí en Cuba. No es un tema del pasado, ni es el tema solo de la historia soviética. La mentalidad no cambia tan fácilmente y depende de muchos, muchos factores, entre ellos los económicos. Porque se ha dicho con razón que el hombre no vive como piensa, sino que piensa como vive. Y a veces nos olvidamos de eso. Pensamos que solamente hablando con las personas o como decía el Che hablando con la naturaleza, vamos a cambiar sus leyes. No, no es posible. Y eso en mi opinión es un elemento que está totalmente muy poco valorado si tomamos en cuenta su importancia, en todo el proceso de construcción socialista dondequiera que usted lo analice, lo mismo en Cuba, que en Vietnam, que en China, que en la URSS. Fue un factor que se consideró totalmente automatizado y esa concepción, al igual que pensar que el hombre se movía solo por motivaciones económicas, condujo a errores estratégicos en la construcción del socialismo, que es un proceso eminentemente político, aunque lo económico juegue un importante papel en el mismo.
Los cambios que supone el socialismo en la mentalidad de los hombres no se producen tan fácilmente y vuelve y resurge la mentalidad anterior una y otra vez porque son siglos -desde que surgió la producción mercantil simple hasta el presente- educándose en la dura lógica del mercado, y la experiencia de construcción socialista lo que llegó a tener fueron 74 años en el caso de la URSS.
Ahora además de eso se dieron fenómenos de manipulación de la conciencia, como fenómeno negativo, que es el enfoque del libro de Serguei Kara-Murza La manipulación de la conciencia que se publicó recientemente en Cuba. Este autor señala cosas que son , yo diría, casi traumáticas a la hora de enfocar estos temas. En el caso de Kara-Murza él nos dice: «¿De dónde surgió el proyecto soviético y cuáles fueron las necesidades fundamentales que contemplaba?» Surgió ante todo de la cosmovisión de la Rusia campesina. Esto tiene un peso enorme en toda la historia de la Rusia soviética. Cuando triunfa la revolución el 80 % de la población era campesina. Todas las medidas de la NEP están dirigidas a atraerse nuevamente a esos campesinos que no entienden, no pueden entender una política de socialización directa de los medios de producción. Y Lenin sobre la cooperación habla de una cooperativización gradual y persuasiva, que fue uno de los últimos artículos que escribió en 1923. Y eso prácticamente lo ignoramos. Él dice además que «en la medida en que la vida se normalizó después de guerra civil y todo lo demás pacíficamente y devenía cada vez más vida urbana, -[…] recuerden lo que acabo de mencionar sobre la choza de paja y del campesino que fue a vivir en un cuarto en Moscú[…] – en el estrecho surtido de necesidades reconocidas comenzó a limitar y luego a oprimir segmentos de la sociedad cada vez más diverso para los cuales Occidente devino tierra ideal, mágica, donde su restringidas necesidades se respetaban e incluso se valoraban.»
Y aquí encontramos entonces todo un razonamiento de cómo se creó o cómo faltó una imagen que le diera a la gente un paradigma de vida, una cultura diferente al consumismo occidental. Kara-Murza termina diciendo que en definitivas la vida en el socialismo soviético era una vida aburrida aunque uno tuviera la salud pública garantizada, aunque uno tuviera la comida garantizada, aunque uno pagara 5 centavos por ir al médico o un par de espejuelos le costara tres rublos. Porque simplemente el paradigma no se reconoció en las nuevas necesidades. Y eso es un elemento cultural que uno nota rápidamente o se da cuenta rápidamente que no se desarrolló. No se desarrolló esa estructura, esa nueva cultura de cómo consumir racionalmente, de cómo desarrollar espiritualmente esa nueva sociedad a partir de una cosmovisión campesina que nunca fue superada. Es la tesis de él. Puede ser que no estemos de acuerdo pero es un análisis que debemos tomar en consideración.
Por tanto, un tercer elemento es la ausencia de una cultura socialista auténtica capaz de asegurar una motivación ideológica verdadera, asimilada por las personas para que el hombre desarrollara un proyecto de vida integrable con los intereses más altos de la sociedad. No se dio. Y ahí está una clave para todos los socialistas en el mundo. No solo aquellos de allá sino para nosotros también acá. Cómo encausar ese proyecto de vida individual con los intereses más amplios de la solidaridad, la ayuda mutua, etc. Si no se crea un modelo que cree, que desarrolle esa cultura, no se va a dar automáticamente. Ese es un cambio de mentalidad terriblemente difícil de alcanzar, pero posible, es de 180º en relación al consumismo y al egoísmo de la sociedad capitalista.
Otro elemento de no poca importancia, la falta de democracia para garantizar la participación consciente del pueblo en la toma de decisiones y asegurar el control popular de lo acordado. La institucionalidad bastante recargada de mecanismos burocráticos y los órganos electivos y las organizaciones sociales que no jugaron su papel. No jugaron su papel porque no se les permitió tampoco jugar su papel. Pero eso tiene una importancia tremenda. La prueba la hemos tenido aquí en Cuba. ¿Cómo Cuba resistió el Período Especial? Discutiendo con la gente las medidas, como por ejemplo, los Parlamentos Obreros del año 1994 donde se vieron más de 500 mil propuestas desde gente que planteaba que para tener dinero había que vender la Isla de la Juventud, hasta otros que planteaban que había que reabrir la lotería nacional, porque era la única manera de sacar el dinero de la circulación. Pero todo eso se discutió. Se llevó a la Asamblea Nacional en grandes sesiones del 1º, 2 y 3 de mayo del año 1994 y eso fue un ejemplo de cómo discutir problemas tan graves como aquellos en los que le iba la vida al país creando un consenso social mediante la persuasión para enfrentar la crisis.
En la Unión Soviética jamás se dio un proceso de esa naturaleza. No quiere decir que fueran peores personas que nosotros. Hubo momentos de movilización política, como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, donde enormes masas humanas se movilizaron para defender el país por motivaciones políticas y nacionalista. También cuando se apeló a los jóvenes, para desarrollar la Campaña de las Tierras Vírgenes y expandir las fronteras agrícolas del país entre 1956 y1958 y fueron más de 300 mil jóvenes que fueron dejando las ciudades para ir a vivir a la Taiga Siberiana en casas de campaña con temperaturas bajo cero. Lo hicieron, se movilizaron. Algo como esto trató de hacer Andrópov en 1982 sobre todo, en su lucha contra la corrupción y en su discusión masiva de estos problemas, política que inmediatamente tuvo resonancia en la sociedad. Había elementos para pensar aunque la movilización social era difícil, aquello era posible, pero no, no primó esta visión. La ausencia de democracia marca todo este proceso lamentablemente.
Y hay un elemento que no quiero dejar de resaltar que tiene que ver ya con los aspectos económicos y que engarza bastante con los debates de los años 20, y es prácticamente la incorrecta interpretación de las relaciones entre base económica y superestructura y las desviaciones mercantilistas por la incomprensión del impacto de las relaciones monetario mercantil en el socialismo. No se trata de negarlas, pues existen objetivamente a partir de un cierto nivel de desarrollo. Pero tengan ustedes presentes que este tema teóricamente no se resolvió en más de 50 años. Este tema fue abordado por primera vez puede decirse académicamente por Preobrazhenski en su libro de 1926 La Nueva Economía, donde trataba de explicar que en el socialismo se mantenían relaciones mercantiles porque existían distintas formas de propiedad, pero nunca se alcanzó la explicación de cómo mantener esas relaciones monetario mercantiles en la propiedad social, es decir, en el Estado. Nunca dieron con esa explicación hasta que se logra una respuesta en los años 60 en los mismos debates de la Reforma económica de esos años, a partir del insuficiente grado de desarrollo, del aislamiento económico relativo que subsiste, aunque no haya propiedad privada como causa última para que se engendren relaciones monetario-mercantiles en el socialismo.
Sin embargo, descubrir la causa de las relaciones de mercado en el socialismo no produjo una clara comprensión de su carácter contradictorio, en última instancia con el socialismo. Muchos académicos llegaron a decir que en definitiva en el socialismo había un nuevo contenido para las relaciones monetario mercantiles, que modificaba su actuación. Esa falsa racionalización condujo a las teorías del socialismo de mercado y en su desarrollo lo que llevaron es a la preponderancia del mercado y a la desaparición del socialismo. Se ha demostrado que no controlar el mercado en el socialismo es una receta para el desastre.
Por último, ¿en qué terminó todo esto compañeros? En el desastre de los países socialistas en Europa. Después de que se produce el derrumbe sobrevinieron sus catastróficas consecuencias. Yo nada más le voy a leer las cifras de Rusia. Después del año 1992 en Rusia se redujo la población de 148 a 140 millones de habitantes, perdieron 8 millones de habitantes (actualmente solo han crecido a poco más de 142 millones). No solo porque se fue gente evidentemente, si no porque no nacieron o murieron antes de tiempo. La esperanza de vida se redujo en los hombres de 65,5 años a 57,3 (hoy día son solo 63 años). Perder 8 años de esperanza de vida tiene que ser una catástrofe como la guerra. Bueno, en tiempo de paz perdieron 8 años. Vaya usted a ver cómo estaba la salud pública, las enfermedades, los tratamientos. Emigraron más de 200 mil científicos. Algunos ya ganaron premios Nobel: hay dos físicos que ganaron premios Nobel. Y cuando les hacen una entrevista lo que dicen es terrible de cómo quedó la ciencia después del año 1992 en la URSS que, con todas las deficiencias que podamos admitir, era un poderío científico importante en el contexto mundial.
EL salario real bajó en un 65 %, es decir el poder de compra y de las pensiones un 67 %. El coeficiente Gini, que mide la distribucion de los ingresos pasó de 0,27 distribución más igualitaria a 0.48, muy desigual. El mismo índice que tiene Brasil. A finales de la década se calcula que el 50, 3% de la población estaba en la pobreza sobre todo después de la crisis monetaria del año 1997, en tanto que la tasa de homicidios se triplicó y Rusia se ubicó entre los 20 países más corruptos en el mundo.
Este es el reino que sustituyó aquel socialismo real lleno de mataduras, lleno de problemas, pero yo quiero hacer la pregunta, ¿Esto es lo se espera? ¿Este es el postsocialismo? Bueno, esto fue lo que pasó. En Europa oriental, en Rusia. También ocurrió la persecución implacable de los comunistas en Polonia, donde hay un instituto que se llama el Instituto de la Memoria que está dedicado a perseguir a todo aquel que fue dirigente comunista. Jaruzelski que acaba de morirse hace tres o cuatro meses, y no lo pudieron recluir en la cárcel porque hay una ley en Polonia que dice que las personas mayores de 80 años no pueden ir a la cárcel, pero lo tuvieron en prisión domiciliaria desde que se cayó el socialismo en Polonia. Igual ocurrió con otro Primer ministro polaco que tampoco lo pudieron meter preso, pero también lo tuvieron en prisión domiciliaria y Egon Krenz –antiguo dirigente de la RDA- cumplió cuatro años por crímenes del comunismo y otro tanto sucedió con Erich Honecker, que fue liberado solo cuando se encontraba en una fase terminal de su enfermedad para que muriera fuera de la prisión.
Todo lo anterior creo que muestra la importancia de aprender de los errores cometidos en el llamado socialismo real y la validez de muchas lecciones para nuestro propio proceso revolucionario.
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