MSc. Dagoberto Rodríguez Abrahantes
La Revolución democrático-burguesa ocurrida en marzo de 1917[i] sorprendió gratamente a la élite gobernante y a la mayoría del pueblo de los Estados Unidos, ya que se derrocaba al oprobioso y retrógrado sistema zarista y se instauraba en aquel país el sistema liberal burgués propio de la modernidad y el progreso. Rusia se convirtió, de repente, en una democracia hermana, similar a la inglesa o la francesa. Las leyes y medidas implementadas en los primeros días llevaron incluso al líder del partido bolchevique, Vladimir Ilich Lenin, a afirmar que Rusia era el país más democrático del mundo, pues se había legalizado un partido tan radical como el suyo y se instauró la más amplia libertad de prensa y de expresión.
En la sociedad estadounidense habían entrado en los 25 años previos a la guerra más de 2 millones de rusos que huían de los pogromos que llevó a cabo el zarismo. Cada una de estas personas celebró la caída del Zar como un triunfo personal. El nuevo gobierno provisional ruso manifestó, desde los primeros momentos, a sus aliados de la Entente que mantendría la guerra contra la Triple Alianza. Cuando los Estados Unidos decidieron entrar en la Gran Guerra, el Viernes Santo 6 de abril de 1917, estaba convencido que esta determinación rusa de continuar en el conflicto haría imposible que los alemanes pudiesen desplazar fuerzas para enfrentarse con efectividad a las tropas expedicionarias estadounidenses. Por otro lado, el nuevo gobierno ruso continúo pidiendo préstamos a los Estados Unidos y consecuentemente endeudándose aún más con él.
El gobierno estadounidense siguió con gran preocupación los acontecimientos en Rusia, sobre todo luego de la llegada a aquel país de líderes radicales como Lenin, en los primeros días de abril, quien se había opuesto a la guerra incluso desde antes que se desencadenara. La prensa estadounidense, como la mayor parte de la prensa europea, se hizo eco de la falsa idea que el líder bolchevique era un agente alemán[ii]. Quien hubiese leído algo de Lenin sabía que esto era sencillamente imposible.
El definitivo triunfo bolchevique llegó más rápido de lo que todos pensaban, incluso Lenin. En ocho meses la situación económica, política y social se deterioró notablemente. A inicios de noviembre el Gobierno provisional ruso se tambaleaba y no tenía ningún poder real. En la sociedad primaba la anarquía y en los frentes la insubordinación de los soldados que se negaban a combatir contra los enemigos. Para decirlo en pocas palabras: el gobierno había perdido todo el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo por no cumplir las demandas esenciales de este, que se resumían en: Paz, Pan y Tierra. La historiografía y la prensa estadounidense de entonces y de ahora hablan del “golpe de estado de los bolcheviques”, pero la verdad es que no había a quien darle el golpe de estado. De todos los partidos existentes eran los bolcheviques los que tenían el mejor -y probablemente el único- programa para enfrentar con éxito la terrible situación que atravesaba el país. El poder se ofrecía a quien quisiera tomarlo y los bolcheviques tenían la determinación de hacerlo para implementar todas las transformaciones imprescindibles en la sociedad rusa.
Con la llevada al poder de Lenin y los bolcheviques se acrecienta la influencia de los acontecimientos rusos en los Estados Unidos. Su ascenso significaba que por primera vez se implementaba la teoría marxista, incluso en uno de los países de menor desarrollo entre todos los imperialismos, con una población eminentemente campesina. Un gobierno que decía representar los intereses delas amplias mayorías de la población. Sus primeras medidas no dejaban lugar a dudas de que este no era un gobierno ruso más, era un nuevo tipo de gobierno. El Decreto de la Paz establecía la salida de la Rusia Soviética de la guerra, que consideraba imperialista, injusta, de rapiña, en palabras de Lenin. Esta medida era consecuente con los planteamientos de los bolcheviques y del propio Lenin desde mucho antes del asesinato del archiduque Francisco Fernando; pero esta medida era una grave amenaza para la Entente, pues Alemania al no tener que luchar en el frente oriental tendría fuerzas para avanzar en el occidente. Y así lo hizo. La última gran ofensiva alemana solo pudo ser detenida por las tropas frescas estadounidenses llegadas a Francia poco tiempo antes.
Desde fines del año 1917 comenzó a prepararse la intervención de todas las potencias inmersas en la guerra mundial contra la joven revolución soviética. Primero se dio a través del apoyo en armas, provisiones y financiamiento a los ejércitos blancos que comenzaron a combatir contra los bolcheviques y luego a través de la intervención directa con tropas, que llegaron hasta casi 400 000 hombres, contra el Ejército Rojo surgido a mediados del año 1918. Los estadounidenses ocuparon la región de Vladivostok en alianza con las tropas japonesas. En el momento más álgido de la intervención extranjera y la guerra civil, en la primera mitad del año 1919, los bolcheviques controlaban menos de un tercio de todo el antiguo imperio ruso.
Hacia el interior de los Estados Unidos, tanto su entrada en la Gran Guerra como el miedo a la influencia que pudiera tener en el país la Revolución de Octubre en Rusia provocaron el desarrollo de un nacionalismo estrecho, coercitivo e intolerante; que excluía a todo aquel que no fuera blanco, anglosajón y protestante. En 1915 se había reorganizado el Ku Klux Klan y a partir de 1917 adquirió una gran fuerza. Ahora su accionar no se dirigió solo contra los negros, sino contra los comunistas, los anarquistas, los católicos, los judíos, los socialistas, los liberales. Su membresía estaba abierta solo para los ciudadanos estadounidenses nativos y blancos, que creen en los dogmas de la religión cristiana y que no debían fidelidad a ningún gobierno o institución extranjera. Es decir solo para la población WASP. Este nuevo Klan era mucho más reaccionario que el primero y buscó su mayor apoyo en las ciudades en rápido crecimiento industrial del centro y suroeste de la nación, como Menfis, Indianapolis, Detroit, San Antonio y Dallas. En estos años su membresía creció a más de dos millones de personas. Muchos de sus afiliados temían la competencia de los inmigrantes, que trabajaban por salarios paupérrimos.
Entre 1917 y 1918 se aprobaron varias leyes que limitaban las libertades civiles de los ciudadanos estadounidenses. Vale la pena mencionar tres de ellas: la Ley sobre Extranjeros, enunciada inicialmente para los de origen alemán, pero que muy pronto fue aplicada a cualquier residente extranjero que el gobierno considerara molesto o indeseable, en esta categoría estaban por supuesto los de origen ruso. A los llamados «extranjeros enemigos» se les prohibió portar armas, no podían residir en determinadas áreas, se les prohibió salir del país sin un permiso especial, se les obligó a inscribirse en registros oficiales del gobierno, no se les permitía acercarse a muelles, vías de ferrocarril y depósitos de armas y municiones, entre otras muchas limitaciones. La ley fue muy utilizada contra todos los opositores a la guerra y los defensores de la Revolución Rusa. La segunda ley fue la Ley sobre el Espionaje que convertía en delito cualquier manifestación que obstruyera el reclutamiento o fomentara la deslealtad a la nación. Como puede presumirse, con términos tan ambiguos, cualquier acción que se opusiera al conservadurismo reinante podía ser catalogada como muestra de deslealtad y traición a la patria. Por último, en mayo de 1918 se aprobó la Ley sobre la Sedición que iba aún más lejos en la violación de las libertades individuales. Era, en esencia, inconstitucional, pues violaba la enmienda número 1 de la Constitución. Aquella que refrendaba la libertad de expresión para cualquier ciudadano estadounidense. La ley hacia delito el manifestarse contra cualquier institución del gobierno, como el ejército, la marina o la misma Constitución, u oponerse a la recaudación de bonos para sufragar la guerra. En el primer año de implementarse esta ley, fueron condenados más de 1 500 personas. Los casos más renombrados fueron el del líder del Partido Socialista Americano Eugene Debs, candidato a la presidencia de la nación en todas las elecciones desde 1900, que fue condenado a diez años de cárcel por pronunciar un discurso contra la guerra y el de Victor Berger, el primer socialista elegido para el Congreso nacional quien fue condenado a 20 años de prisión por obstaculizar el esfuerzo bélico nacional. En el ambiente general de intolerancia, que se agudizó en 1919, a pocos les preocupó la inconstitucionalidad de estas tres leyes. Incluso el Tribunal Supremo ratificó en dos sonadas sentencias, y aunque fueran verdaderos contrasentidos, que las leyes eran muy necesarias para mantener la democracia y las libertades en la nación, ante el peligro rojo que se cernía sobre el país.
La repercusión más inmediata de la revolución de Octubre en los Estados Unidos fue la radicalización de un sector del Partido Socialista Americano y de parte del movimiento obrero, que incrementaron las huelgas y manifestaciones y llevaron adelante el movimiento Manos fuera de Rusia, que pretendía lograr que las fuerzas armadas estadounidenses salieran del territorio ruso y dejaran desarrollarse al proyecto bolchevique.
Otra organización obrera importante del periodo fue los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW), fundada en 1905 y con una fuerte influencia anarquista. Muchos de sus miembros y dirigentes eran de origen extranjero y desde 1914 dirigieron la mayor parte de las huelgas del periodo. Quizás el mejor ejemplo que demuestra la intolerancia de la elite de poder contra el sindicalismo y los obreros extranjeros ocurrió en el pequeño pueblo minero de Bisbee, en Arizona. Allí muchos trabajadores eran de origen extranjero y cobraban mucho menos que los estadounidenses por el mismo trabajo. Los Trabajadores Industriales del Mundo afiliaron a la mayoría de los mineros extranjeros y empezó a reclamar igual salario para ellos. Para presionar a los dueños, se convocó a una huelga. Entonces llegó la reacción de la patronal: se obligó a subir a vagones de tren a más de 1 200 mineros, que fueron enviados a Nuevo México y abandonados a su suerte en una remota área desértica, hasta que el ejército los escoltó a instalaciones donde fueron retenidos durante varios meses. A todos se les prohibió regresar a Bisbee. El escándalo fue tal que una comisión federal investigó el incidente pero concluyó que ninguna ley federal había sido violada. En el ambiente de xenofobia predominante, el gobierno acusó a esta organización de ser antipatriótica y de ser agentes de fuerzas extranjeras, como el movimiento socialista y comunista internacional. Por tal motivo utilizó las leyes de Espionaje y Sedición contra ellos. En varios juicios fueron apresados y condenados miles de sus miembros. En abril de 1918, su líder Big Bill Haywood y otros 14 dirigentes fueron condenados a 20 años de prisión. Después de esto la organización quedó prácticamente descabezada.
El extremismo y la intolerancia política se agudizaron en 1919, luego de firmado el armisticio con Alemania. A inicios de ese año, se fundó por Lenin en Moscú la Tercera Internacional, que tenía como objetivo principal declarado el de propiciar el estallido de revoluciones socialistas en todo el mundo imperialista. Los Estados Unidos, como gran potencia imperialista, era un objetivo de primer orden. En una conocida carta de Lenin al Partido Socialista Americano los llamaba a radicalizarse y crear un Partido Comunista. En realidad se crearon dos: el Partido Comunista Americano y el Partido Comunista del Trabajo Americano, cuyo máximo líder era el conocido escritos John Reed. La Tercera Internacional no estuvo de acuerdo con esta división y presionó para lograr la unidad. Finalmente en 1921 se creó el Partido Comunista de los Estados Unidos.
El año 1919 fue muy caliente a nivel social, pues se dieron dos procesos conocidos como terror negro y terror rojo. El primero estuvo motivado porque los negros que regresaban de la guerra mundial no estaban dispuestos a seguir soportando humillaciones y discriminación en su tierra natal. Ellos habían luchado por la libertad y venían llenos de medallas por el valor demostrado, habían conocido la igualdad, habían entrado en contacto con ideas socialistas y comunistas, muchos regresaban con esposas blancas. A mediados de año se dieron graves incidentes raciales en más de 20 ciudades, los peores ocurrieron en Chicago. A pesar del papel significativo de los negros en la lucha contra Alemania y sus aliados, seguían ocurriendo linchamientos en cualquier pueblo sureño y a los negros se les prohibía la residencia en determinados barrios de las grandes ciudades. En este contexto, la labor de las tres más importantes organizaciones que defendían los derechos de los negros (la Liga Nacional Urbana, la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color y la Asociación Universal para la Mejora del Negro) se acrecentó y emergió la carismática figura de Marcus Garvey. Este inmigrante de origen jamaicano postulaba una idea básica: en los Estados Unidos los negros no podrían esperar nunca igualdad y justicia para ellos; de modo que lo única que se podía hacer era regresar a sus orígenes que estaban en África. Esta es la esencia del conocido movimiento Back to Africa. Contra Garvey se movilizó toda la elite de poder estadounidense. Fue acusado de fraude y expulsado del país. Sus ideas fueron retomadas por el sector más radical del movimiento negro en los años sesenta.
El 1º de mayo de 1919 fueron enviados más de 30 bultos postales con bombas caseras a prominentes figuras de la economía y la política nacional, entre ellos John Rockefeller y el fiscal general de la nación, Mitchell Palmer. Ese fue el comienzo del llamado Terror rojo. Una verdadera histeria colectiva contra la supuesta amenaza de los bolcheviques. El Fiscal General se puso al frente de una cruzada contra los comunistas, socialistas, anarquistas, sindicalistas, liberales en general. En lo que se conoció como las Redadas Palmer. En los siguientes meses fueron enjuiciados casi 10 000 personas, acusadas de estimular el derrocamiento violento del sistema político estadounidense. Muchos fueron expulsados del país, como los conocidos anarquistas Emma Goldman y Alexander Berkman. El Congreso federal expulsó a los miembros del Partido Socialista que habían sido elegidos democráticamente.
Las Redadas Palmer no fueron el único ejemplo del conservadurismo que se entronizó en la sociedad norteamericana. En muchas huelgas del año 1919 el gobierno del demócrata Woodrow Wilson se puso del lado de los patronos, enviando incluso a tropas federales para reprimir a los huelguistas. El terror rojo continuó hasta bien entrado el siguiente año, pero la influencia política y el prestigio de Mitchell Palmer decayó abruptamente luego de mayo de ese año, pues predijo erróneamente un gran levantamiento de comunistas, socialistas y anarquistas para el 1º de mayo de 1920. Su caída, sin embargo, no significó el fin de la intolerancia. Al contrario esta se mantuvo durante toda la década como una respuesta a la influencia del bolchevismo en los Estados Unidos.
En este contexto, ocurrió el famoso caso de Sacco y Vanzetti, que fueron acusados de planear un robo y asesinar a dos personas. Ambos se habían opuesto al reclutamiento para la Gran Guerra y eran conocidos anarquistas, vinculados incluso a Luigi Galliani, el inmigrante anarquista italiano que las autoridades estadounidenses responsabilizaban del envio de bombas en paquetes postales. Era evidente que este era un proceso de profundas connotaciones políticas, lo que se puso en evidencia desde el propio arresto de los sospechosos, a quienes lo primero que les preguntaron fue sobre su filiación política, y no sobre qué habían hecho el día del robo. En un juicio plagado de incongruencias y arbitrariedades fueron condenados a morir en la silla eléctrica. Todo esto llevó al joven profesor de derecho de Harvard Felix Frankfurter, quien muchos años después sería juez de la Corte Suprema, a afirmar: «Fuera del juzgado campeaba la histeria antirroja … y [esta] dominó el proceso». Los sectores más conscientes de la sociedad estadounidense se movilizaron en su defensa, pero fue en vano.
La década de 1920 se caracterizó por la profundización del nacionalismo intolerante y el conservadurismo político y social. El miedo a la influencia soviética no desapareció. El partido comunista de los Estados Unidos vivió en la clandestinidad hasta 1923 y luego fue vigilado permanentemente por el Buró Federal de Investigaciones (FBI), el nuevo organismo de vigilancia surgido en 1919. En el plano político ocurrió una sucesión de tres presidentes republicanos (Warren Harding, Calvin Coolidge y Herbert Hoover) que entronizaron en el gobierno estadounidense el más acendrado liberalismo económico, según el cual el gobierno debía dejar hacer al mercado e inmiscuirse lo menos posible en él. El propio Coolidge expresó: «El negocio de los Estados Unidos son los negocios». También estos presidentes arremetieron contra el movimiento obrero. Harding, por ejemplo, envió a las tropas federales para reprimir a los huelguistas en una mina en Virginia Occidental en 1921. La afiliación sindical disminuyó notablemente: de cinco millones en 1920 a 3,5 millones en 1929. Los patronos impusieron en la sociedad el llamado Plan Americano, según el cual pertenecer a un sindicato era antipatriótico y subversivo. La organización sindical que sobrevivió en la década de 1920 (la Federación Americana del Trabajo, AFL) era profundamente reformista y no significaba un peligro para el sistema político y económico estadounidense.
En el plano social hubo diversas manifestaciones de conservadurismo. En primer lugar, la Ley Seca, conocida habitualmente como Prohibición, que hacia delito la producción, distribución, venta y consumo de bebidas alcohólicas. Este fenómeno tenía profundas raíces en el siglo XIX. Sus partidarios consideraban que el alcohol estaba minando las bases de sociedad estadounidense, en favor de los extranjeros, todos depravados y viciosos. El efecto de la ley fue contraproducente, pues durante toda la década del veinte proliferaron las tabernas clandestinas y lo que es peor: emergió la mafia como la institución que controlaba el ilícito negocio.
La limitación a la inmigración fue otra característica de estos años. En 1921, el Congreso aprobó la Ley de Cuotas de Urgencia, que establecía un límite máximo de 357 000 inmigrantes, asignando cuotas a cada grupo nacional, cuyo máximo podría ser solo el 3 % del número total de esa nacionalidad en 1910. En 1924, la Ley de Orígenes Nacionales era aún más restrictiva, pues situaba el límite máximo total anual en 165 000, recortando las cuotas para cada país al 2 % del número total de ese origen nacional en 1890. El cambio de la fecha de referencia no era casual pues el mayor número de los llamados “nuevos inmigrantes” (personas que venían de Europa del sur y oriental) había entrado precisamente entre 1890 y 1910. En la práctica estas leyes se mantuvieron hasta mediados de la década de 1960 y provocaron que -salvo momentos puntuales- casi el 96 % de la inmigración de este periodo proviniera de Europa del norte y el este, es decir esencialmente población WASP. Estas medidas eran un viejo reclamo de esta población, que se agrupaba en movimientos tan conservadores como el eugenista y el nativista, reclamando para si el calificativo de “americanos puros y nativos”, olvidando a la población aborigen.
El fundamentalismo religioso fue otra manifestación del conservadurismo social. Muchos protestantes, sobre todo en las zonas rurales, creían en la verdad literal de la Biblia. En muchos lugares se aprobaron leyes antievolución, que hacían delito la enseñanza en las escuelas públicas de la teoría evolucionista de Charles Darwin. La intolerancia religiosa llevó al famoso el Juicio del mono en Dayton, Tennessee, que movilizó las pasiones nacionales y donde un profesor de secundaria fue condenado a pagar una fuerte multa por no enseñar la doctrina del Génesis de la Biblia. En muchos lugares también se prohibió la venta y la propaganda de los métodos anticonceptivos, diversos tipos de juego, los trajes de baño “indecentes”, libros como el Ulises de James Joyce o el Cándido de Voltaire. El absurdo llegó hasta convertir en delito las relaciones extramaritales o besarse en público.
Las mujeres también sufrieron directamente el conservadurismo de la época. Mientras en la Rusia soviética, los bolcheviques le reconocían la totalidad de sus derechos ciudadanos, refrendados en las constituciones de la época; en los Estados Unidos a pesar de haberse aprobado la Enmienda XIX que les daba el derecho al voto, continuaron en una condición de subordinación respecto al hombre. Lo que ocurrió realmente en los años veinte fue que las mujeres apenas usaron ese derecho y cuando lo hicieron seguían el criterio de sus esposos. En estos años, la mayoría de las mujeres que comenzaron a trabajar durante la Gran Guerra en sustitución de los hombres que iban al frente, regresaron al hogar y se dedicaron a la crianza de los niños y a la atención de los esposos. Claro que siempre había grupos que disentían, entre estos estaban las chicas flappers, jóvenes universitarias en su mayoría, que desafiaron los convencionalismos morales de la época, usando faldas y cabellos cortos y bailando los ritmos sensuales que surgían como el charleston, el foxtrot y el jazz. Pero esta resistencia fue pasajera. La mayoría de estas jóvenes regresaron al redil de las buenas costumbres puritanas. Solo una minoría, cuyos excesos de juventud lo hicieron imposible, no regresó a la “calidez” del hogar y la familia.
En resumen, la Revolución de Octubre en Rusia, Lenin primero y luego Stalin, fueron vistos como verdaderos enemigos para la sociedad estadounidense. La elite de poder propagó la concepción que las ideas comunistas, socialistas e incluso la defensa de los obreros a través de las organizaciones sindicales eran ajenas a la esencia misma de la sociedad estadounidense y significaban una amenaza para ella. De modo que quienes defendían estas ideas fueron vilipendiados en la prensa, hostigados judicialmente y execrados desde el punto de vista social.
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Departamento de Historia.
Universidad de La Habana.
Notas
[i] Rusia se guiaba en 1917 por el calendario juliano y para ese entonces había acumulado un atraso de trece días respecto al resto del mundo, que se regía, desde hacía bastante tiempo, por el calendario gregoriano. De modo que para los rusos esta revolución ocurrió en febrero, mientras para el resto de los países ya transcurría marzo de 1917.
[ii] Lenin, junto a otros exiliados rusos de diversos signos políticos, viajó de Zúrich a Rusia en un tren cerrado, que fue facilitado por las autoridades alemanas. Esto solo prueba que los alemanes suponían con bastante certeza lo que podía provocar Lenin y sus partidarios en Rusia, teniendo en cuenta su vehemente oposición a la guerra. Lenin lucharía por sacar al país de la guerra y esto era esencial para la victoria alemana.