(En el día del campesinado cubano, reproduzco este texto de Pedro de la Hoz, que tanto me emociona y enorgullece)
Por: Pedro de la Hoz
Ante la pérdida el último 8 de enero de José Ramírez Cruz, líder histórico del campesinado cubano, tengo la certeza del dolor compartido por los artistas cultivadores de los diversos géneros de la música rural a quienes Pepe tanto alentó.
El hombre que luchó contra la secular injusticia padecida por la gente de campo, que sufrió cárcel por sus acciones combativas, que se sumó a la lucha insurreccional en el Segundo Frente Oriental Frank País a las órdenes de Raúl Castro, que organizó el Congreso Campesino en Armas, que dedicó lo mejor de sí a la fundación y a las tareas del Partido, fue sensible a las expresiones culturales autóctonas.
Particularmente gustaba del repentismo y los sones de tierra adentro, y prestaba atención al talento. Un conocido decimista contó que al término de una plenaria en Güira de Melena, donde se había discutido con pasión y criterios contrapuestos el tema de las cooperativas, llegó el momento del guateque. Pero como, al parecer, prevalecía en el ambiente la discusión anterior, nadie prestaba oídos al duelo de los repentistas. Entonces Pepe tomó el micrófono y con su voz enronquecida puso orden: “Compañeros, ustedes no saben lo que se están perdiendo. El que quiera seguir discutiendo, que salga. Yo los invito a darse un baño de buena cultura, que buena falta nos hace”.
Era frecuente, tanto en los años en que presidió la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) como después, ver a Pepe en medio de la Jornada Cucalambeana en Las Tunas. Durante el evento de junio de 2001, después de mucha insistencia —“entrevisten a los protagonistas, yo solo formo parte del público”, dijo una y otra vez—, accedió a conversar con un pequeño grupo de periodistas que cubríamos el festival.
Conservo las notas de aquel encuentro. La urgencia periodística hizo que solo utilizara para la crónica del día parte de sus declaraciones y reflexiones. Vale la pena extendernos en ellas:
Yo quiero que ustedes, en la medida de sus posibilidades, le pongan mayor énfasis a la difusión de la música y la poesía campesinas. Aquí hay un tesoro que hemos ido descubriendo en los años de Revolución, Porque antes, cuando yo era un muchacho, las canturías solo se daban entre campesinos y la gente de la ciudad pensaba que era cosa de guajiros. Lo mismo pasaba con el guaguancó, se pensaba que era cosa de negros. El guaguancó y las tonadas pertenecen a todos los cubanos y hay que cultivar a las nuevas generaciones en el gusto por esas manifestaciones tan nuestras como ese cielo y aquellas palmas. Antes solo había unos cuantos espacios en la radio; hoy contamos con Palmas y Cañas y en todas las emisoras del país hay un lugar para la música campesina. A mí me llegan críticas sobre Palmas y Cañas. Bienvenidas sean. Pero no me digan que el programa pasó de moda. Siempre habrá que actualizarlo, hacerlo más dinámico, pero si se pierde, la cultura campesina se queda sin presencia en la televisión, porque ustedes saben mejor que yo cómo está ausente de otros programas.
Años atrás los compañeros de Cultura trabajaron en el Atlas de la Cultura Tradicional y Armando Hart me decía que se estaban descubriendo cosas fabulosas, fiestas olvidadas, músicas perdidas en los campos. La ANAP colaboró con los compañeros del Atlas, En una ocasión expliqué que no era una tarea más, porque en la medida que supiéramos de nuestros orígenes y de las características de cada zona campesina, estaríamos más preparados para entender las necesidades de nuestros afiliados, su idiosincrasia y hasta cómo hallar motivaciones a partir de la cultura.
Claro que no podemos vivir solo de las tradiciones. Incluso yo, que soy un guajiro chapado a la antigua, me alegro cuando veo que los improvisadores se atreven a decir unas imágenes tremendas y a rimar versos que parecen una locura, muy hermosos. Ese es el reflejo de la obra educacional y cultural de la Revolución. Los campos están llenos de técnicos, ingenieros, de médicos en cualquier sitio de la serranía, que entienden de otra manera la poesía y la música. Todo evoluciona y los mejores ejemplos hay que alentarlos. A mí me gusta una muchachita, Liuba, que canta lo campesino con otro aire, mucho más moderno pero sin traicionar nuestra savia. Y es bueno que se oiga en el campo y la ciudad y fuera de nuestro país para que por allá vean el mensaje de la nueva música que se está haciendo.
No me pongan en ese aprieto de nombrar a los poetas que más me gustan. Después van a decir: a Pepe le gusta ese y no este otro, lo cual no es justo porque en los torneos que aquí se dan, todos hacen el mayor esfuerzo. La vida dirá quién perdurará, como lo han hecho Justo Vega, Angelito Valiente, Chanito Isidrón y un nombre que no podemos olvidar, El Indio Naborí, por sus valores poéticos y revolucionarios. Un día, allá por los años 70, El Indio me expresó su preocupación de que pocos jóvenes se dedicaban al repentismo y yo le respondí: “tiempo al tiempo, el repentismo no puede morir. Y ya lo ven, está más vivo que nunca”.
Fuente: CUBARTE