Eusebio Leal: «El camino de Cuba es buscar su propio rumbo y salir adelante»

 

Entrevista concedida por el Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, a Oliver Zamora Oria, para el programa “Entrevista” de RT en español.

 (Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

Oliver Zamora.-  La historia latinoamericana ha estado marcada por dos elementos:  uno, desunión en muchos procesos, en muchos acontecimientos, y otro la figura del líder como esa persona que arrastra masas y que es capaz de cambiar situaciones, dar giros bruscos a la historia, a determinadas coyunturas.

En ese sentido quiero preguntarle:  ¿Qué papel ha tenido la figura del líder en la idiosincrasia política latinoamericana en su historia?

Eusebio Leal.-  Hay líderes y hay también caudillos.  Hay un determinado momento en que de los primeros surgen pocos y de los segundos muchos.

Los líderes son pocos.  Los líderes son los hombres que tienen esa capacidad de ver y de prever, que es quizás el elemento más importante de la política.  Entonces no cabe la menor duda de que en la historia nuestra, por ejemplo, el liderazgo de Céspedes, que se quebranta, precisamente es quebrantado por el apego a la letra y por el espíritu ese que también se enfrentó a Bolívar en la figura de Santander.  Santander, el hombre de las leyes; Bolívar, el hombre de la revolución.

También se ve mucho en Martí la búsqueda desesperada de la unidad, porque la desunión nos perdió una vez, cómo hablaba de la guerra grande y del inmenso sacrificio que pagó el pueblo cubano, sin alcanzar su objetivo fundamental.

Pero viendo esa historia, no cabe duda de que Fidel fue el hombre que logró la unidad nacional y logró llevar la Revolución al poder, como no pudieron los padres fundadores.  Como Martí y como Céspedes poseía una cultura que, al mismo tiempo, enriqueció con el tiempo en apasionantes lecturas, en la práctica del diálogo con amigos, seguidores y también adversarios.

Yo cuento mucho la anécdota de que en su despacho estaba en la silla el hueco de la uña, y cuando se quiso restaurar la habitación, dijo:  “No, eso lo gané trabajando.”  Porque todo el mundo pensaba en Fidel la palabra, pero no en Fidel el oído.  Entonces él se sentaba allí, dialogaba horas y escuchaba.  Y a partir de ese escuchar y ser político las 24 horas del día y pensar en revolución todo el tiempo, le llevó al conocimiento planetario de la realidad política, le llevó a sacar al pueblo cubano en medio de angustiosos desafíos, aprovechando condiciones objetivas muy importantes:  primero, nuestra propia historia; segundo el pueblo, que a veces algunos consideran que es un pueblo frívolo, pachanguero, pero que en el momento de la batalla, es capaz de moverse como un solo hombre, y el tercer elemento más importante, nuestra condición insular.  Nos salvamos por estar lejos de todos los derrumbes y de todas las hecatombes: siempre fuimos nosotros y cuando no lo hemos sido, nos hemos equivocado.  Y aquí asumo el “nos” para pagar la parte que me toca en esta historia; pero no cabe la menor duda de que ha sido así, cuando no hemos inventado nos hemos extraviado.  De ahí que la búsqueda hoy de nuestro propio camino pasa por el reconocimiento de la realidad del mundo.

¿Dónde están los amigos verdaderos?  Chávez lo fue, sin duda alguna, militó al lado de Cuba hasta el último momento, ¡hasta el último momento!  De ahí nuestra deuda de gratitud impagable con él y con su patria.  Lo mismo con el Ecuador de Rafael, igual, en los momentos de angustiosa necesidad, junto a nosotros.  No quisiera excluir a nadie, pero es la realidad.

Tuvimos muchos amigos en la Unión Soviética, no habría sido posible sostener la Revolución en aquellos primeros años, pero no cabe la menor duda de que aquel poder tenía también sus propias búsquedas, tenía también sus propios objetivos.  Cuando a veces discrepamos de ellos, pues simple y sencillamente gruñeron, pero estaban lejos.

Oliver Zamora.-  Ahora que habla de Fidel, yo siempre me he preguntado dos cosas, y quizás usted que fue una persona tan cercana a él durante su vida, me pueda ayudar a responderlas, a conocerlas.  La primera es que Fidel fue un hombre muy amado, muy querido, pero a la vez también fue una personalidad histórica muy vilipendiada.  ¿Cómo llevaba Fidel Castro esta contradicción?

Eusebio Leal.-  Fidel era un ser humano ante todo. Quiere decir, como ser humano —y a él, cuando yo escribí el trabajo sobre Céspedes, que le gustó mucho, le gustó mucho el concepto de que las figuras que más luz reciben son las que más grandes sombras proyectan—  él mismo estaba convencido de su militancia y la lucha por su Revolución y su creencia fiel en el internacionalismo, de que no era posible una revolución si no había el concepto ese de generosidad, de compartir, que partía un poco también de su sólida formación cristiana, martiana y marxista.  Él no podía concebir el mundo de otra forma.  Era un hombre capaz de acertar y capaz de errar; era un hombre capaz de sacarle partido aun a esto último, era capaz de hacerlo y de hacer en su momento oportuno lo que creía y de ponerse en manos del pueblo en el que creyó siempre.  No es posible el período especial en Cuba sin su liderazgo, ¡sin su liderazgo!

Y ahí es donde viene la diferencia entre el líder y el caudillo.  El caudillo puede armar una revuelta, puede presidir un batallón o una multitud que al final no alcanza su propósito o que es borrado de la historia, y el líder revolucionario que él fue, el visionario que él fue, capaz de despertar esas pasiones, el más amado y el más odiado.

¿Quiénes son los que lo odian?  No solamente los escépticos ante su obra pueden sentirse indiferentes, no solamente los inconformes con algún rasgo de su persona, sino aquellos que trataron por todas las vías de frustrar lo que era más precioso en su idea, que era la Revolución y que él define esplendorosamente en el concepto.

En la plenitud de su capacidad política y de su tiempo político, el concepto de Revolución es un concepto profundo, porque hay que desglosarlo, no se puede hacer así y rezarlo como el credo, hay que desglosarlo y hay que ver qué cosa quiere decir.  Cuando dice “no mentir jamás” es tampoco omitir.  Porque a un líder o a un dirigente político, como a un maestro de escuela o a un padre de familia no es lo mismo engañarlo que omitirle, por ejemplo.

O cuando  habla de las poderosas fuerzas externas e internas.  ¿Cuáles son las internas?  No solamente los que hagan un atentado contra la Revolución, sino los que dilatan su triunfo por su cobardía, por su pobreza de espíritu, por su incapacidad de ser modernos, por su incapacidad de creer que todo evoluciona y todo cambia y que lo que hasta ayer fue conveniente ya hoy no es prudente.  Por eso él habla de cambiar todo lo que deba ser cambiado, no cambiarlo todo para que nada cambie, que es el criterio lampedusano de algunos.  No, no, él se fija exactamente y no le pone límite, no dice: hay que cambiar esto y esto, sino lo que tenga que ser cambiado; quiere decir, nos deja una libertad de interpretación de que el tiempo de ayer ya no es el mismo de hoy, que es el gran papel que le ha tocado a Raúl, no por ser su hermano, sino por haber estado en todo desde el primer día, y por haber cedido siempre su espacio al hermano y al líder; pero que ha tratado, en el tiempo más difícil, de enrutar un país en medio de esa sucesión de desafíos que parten desde la política norteamericana hasta la situación del mundo, hasta la angustiosa situación económica, hasta la vacilación de algunos en hacer los cambios.

Este es el país más soberano del mundo, con su cielo y con su suelo, es absoluto, nadie tiene ese privilegio.

Oliver Zamora.-  La otra pregunta es de dónde sacaba esa fuerza para sobreponerse a situaciones realmente complejas en momentos en que nadie pensaba que se iba a llegar, él mantenía esa fuerza, por ejemplo, durante el período especial que muchos le echaban a la Revolución seis meses de vida, y él siempre decía que sí que se podía; pienso también quizás en la Crisis de Octubre, después en algunos acontecimientos en la Sierra.  ¿Esa fuerza que lo alimentaba de dónde provenía?

Eusebio Leal.-  Mira, el liderazgo surge en un determinado momento, en medio de una circunstancia surge a veces de lo inesperado.  Si tú vas al laboratorio de las ciencias sociales, si te guías por el origen de clases, por esto y por aquello, él no era el libertador; sin embargo, la evolución de las ideas, la transformación del pensamiento al partir de lo objetivo, la avidez por el conocimiento y por la búsqueda angustiosa de la verdad lo llevaron a convertirse en lo que fue.

Alfredo Guevara, mi gran amigo —que lo fue de él—, decía que cuando llegó a la universidad nadie esperaba nada y muchos tenían desconfianza: ¿qué se puede esperar de este?, elegante, con su leontina, hijo de un propietario agrario con posibilidades de sostenerlo y de pagarle una carrera universitaria.  ¿Qué necesidad tenía Fidel de eso?  ¿Qué necesidad tenía Céspedes?  ¿Qué necesidad tenía Bolívar?, que nació millonario y que el propio Simón Rodríguez le dice en París, le revela lo que significaba.  Cuando hace el juramento en el Monte Sacro, Bolívar es un mantuano, un aristócrata, de los mantuanos, los que llevaban la manta, los que estaban en la cúpula de los privilegios sociales, con los esclavos, con el pueblo, etcétera, y, sin embargo, son capaces de cambiarlo todo a partir de un acto de la conciencia.

Puede haber un hombre pobre que sea infinitamente reaccionario y un hombre que nace rico, que no lo sea.  Por tanto, esas reglas estrictas no juegan con el carácter de la revolución y de los pueblos.  Esa regla está interrumpida por la realidad, por la verdad objetiva, y eso lo compruebo yo todos los días.

¿De dónde le salió eso?  Bueno, figúrate, hay quien nace con ese misterio que llamamos la vocación.  Las revoluciones lo que hacen es eliminar todas las trabas para que una vocación pueda desarrollarse.

Aquí todo el mundo pudo aspirar desde ir al cosmos hasta hacer lo que quiso.  Cuando empezamos a alfabetizar —yo en los barrios más pobres y miserables— la Revolución era la esperanza para todos, y muchos chocábamos con las contradicciones de nuestra propia formación.  Algunos habían superado esa formación en una experiencia anterior, es Fidel, formado en la escuela rigurosa de la Compañía de Jesús.

Oliver Zamora.-  Bueno, quizás no pueda ser muy exacto, como decía, para responder o para conocer desde dónde le salía esa fuerza a Fidel, desde dónde le venía, ¿pero de dónde le viene a Eusebio Leal?, que también ha sido un hombre muy batallador, que ha sido y es un hombre muy amado y, aunque ya nadie se atreve, también fue muy vilipendiado.

Eusebio Leal.-  Bueno, y lo seré en el futuro, porque uno tiene que pagar un precio, y no voy a pensar que, como dicen algunos:  ah, ya usted está…

No, mira, los pueblos jóvenes —y el nuestro lo es todavía— a veces padecen, como mal del subdesarrollo, un amnesia social y política que les hace olvidar lo inmediato.  ¿Cuántos intelectuales olvidados?  ¿Cuántos sacrificios olvidados, de muchos?, de muchos que figuraron en la historia épica o en la historia del pensamiento, o en la historia de Cuba y, sin embargo, hoy no son ya el pan nuestro de cada día.

El otro día me sucedió eso conversando con una joven inteligente y preparada, y de pronto empiezo a hablar yo y tomo un libro que tenía cerca de mí sobre Bernarda Toro, la esposa de Máximo Gómez, y encuentro la carta de Máximo Gómez a María Cabrales con motivo de la muerte de Antonio Maceo.  Y me pregunta la persona, con toda ingenuidad:  ¿Y cuándo murió Maceo?  Entonces yo inmediatamente fui asistido por una sonrisa no compasiva, sino comprensiva, comprensiva, y me di cuenta de que hay espacios en los cuales aún ese detalle…, como lo veo a veces en los exámenes de algunos postulantes para el colegio universitario, o de la escuela taller, etcétera, o cuando llego de pronto, como el otro día, a un lugar y explico la historia del sitio y se me acerca un grupo también y me dice:  Queremos que usted vuelva para que nos explique bien este lugar.  ¿Qué quiere decir, la conclusión?  Que de pronto descubrieron, cuando yo expliqué, que había algo.  No es que yo sea un genio ni mucho menos, soy el hijo de mi tiempo, como yo escribí, y he tenido que estudiar y sacrificarme muchísimo para superar mis propias deficiencias.

Aprendí a hablar eludiendo las faltas de ortografía, la falta de conocimiento de las leyes de la gramática.  No olvides, no olvides, yo soy un autodidacta, me formé y bebí en las fuentes de lo que me llamaba la atención, de lo que me gustaba, pero quedaron grandes lagunas y se fueron superando, hasta cierto punto, con el tiempo.

De ahí que no es equivocado el pensamiento de Luz y Caballero cuando habla de que la educación comienza en la cuna y termina en la tumba.  Quizás hasta ese momento estaré aprendiendo o podré decir como Dulce María que dicen que el momento de morir decía:  Qué horror, me estoy muriendo y sigo pensando.

Oliver Zamora.-  Quiero tomarme el atrevimiento de preguntarle sobre algo personal, pero que tiene que ver mucho también con su obra, tiene que ver mucho también con el Eusebio Leal historiador.

Hace poco sufrió serios problemas de salud, el pueblo cubano consternado, muy preocupado por usted, y fue una vez más muy recurrente esa pregunta que se hacen los habaneros: ¿Qué será de La Habana, de la ciudad de La Habana sin Eusebio Leal, el día que Eusebio Leal no esté físicamente con nosotros?  ¿Le preocupa ese asunto?  ¿Le preocupa la sostenibilidad de su obra o confía en que tiene un relevo, una generación que será capaz de llevarla hacia adelante y desarrollarla?

Eusebio Leal.-  César dijo:  Alea iacta est, la suerte está echada.  Aquí no se puede pensar en eso, porque de lo contrario vivirías con una gran angustia.  Cuando un hombre nace se le crea un vacío, se le coloca una venda para que no sepa cuándo es el día, ni cuándo es la hora, porque como criatura inteligente, príncipe en la naturaleza, podía vivir angustiado, contando los segundos y los minutos para que esa hora llegara.  Por tanto, ese no es mi caso.

Ya que has sacado la anécdota te diré que mis días, como los de todo ser humano, están contados.  Hay días en que siento más esa premura, de acuerdo a ese conocimiento que uno tiene, como intuición, de uno mismo, y hay momentos en que lo olvido.

Tenía dos caminos después de ese lance difícil, y era escoger el camino de vivir ajeno a las tormentas, refugiarme en esa torre de marfil que entre muchos amigos preparaban o quisieron preparar para mí, a la cual no llegaría el ruido de la polémica ni el lodo, cuando la tempestad revuelve las aguas del río.  Pero opté por lo segundo, que es por involucrarme, por luchar.  En definitiva, ¿qué es la vida?, decía el poeta, si la mía ya la viví.

La angustia es porque inexplicablemente, careciendo de ese valor épico y preguntándome muchas veces qué habría hecho yo en las circunstancias heroicas en que otros vivieron, qué habría hecho yo en esas circunstancias, pienso que la vida se fue demasiado rápido y que había gozos, placeres…

El otro día caminaba y veía unos árboles florecidos maravillosos en la Quinta Avenida, había un árbol particularmente, creo que era un roble cubano, que estaba florecido, pero en su caso tenía el color más intenso que ningún otro de los que están por la Calle G y por distintos lugares que ahora parecen cerezos en flor; este no, esto era muy fuerte, y yo lo miraba y decía:  Qué bonita es la contemplación de la vida, qué cosa tan hermosa es la contemplación de la belleza, los buenos disfrutes de la música, de todas las manifestaciones de la cultura; o qué bonito es también el pugilato creador y político en cualquier campo.  Sin embargo, llevado por una fuerza superior a mí, vuelvo de nuevo todos los días a la batalla.  La única dificultad es que a veces, más que antes, se me altera el pulso y no hago verdad eso que siempre dije de cabeza fría y mano caliente, que es lo que me ha caracterizado:  Que está eso ahí, vamos a buscarlo; que está esto, pam, pam.  Y eso está en la historia.  ¿Cuál es el camino para cruzar la árida montaña nevada?  Bueno, este es el camino que llevamos, que eso fue lo que se le ofreció a Bolívar, este es el camino, o a Aníbal que ya lo hizo primero.  ¿Cuál es el otro?  No, el otro es muy difícil.  ¿Y cuál es el otro?  El otro es el que no hay, ese es el nuestro.

Y eso no quisiera que terminara la entrevista sin decírtelo:  El camino de Cuba es buscar el camino que no existe y salir hacia adelante, salir hacia adelante para alcanzar eso que no puede convertirse en una oración política, que es crear un socialismo sostenible, próspero, sustentable, todo eso; pero eso hay que hacerlo en una práctica creativa, noble de la cual se aparte ese juicio peyorativo que se hace de toda prosperidad; hay que tratar por toda la vida de aspirar a ella en el marco de la Ley, en el marco de la cultura cubana, en el espacio del tiempo que nos tocó vivir.  En ese tiempo se diluye el mío, quédeme mucho o poco, no lo sé.

Esa angustia de las personas la agradezco.  Mucha gente me ve y me preguntan:  ¿Cómo está, cómo está su salud?, e intuyo que en algún momento pensaron que…, a pesar de que se hizo todo lo posible por lanzar hasta noticias falsas para evitar la especulación, y como hay quienes no nos quieren, no se les puede complacer; cuando uno regresa entonces tiene el placer de decir:  Este era el camino.

Oliver Zamora.-  Parece que hoy en América Latina, o desde hace ya algunos años, los beneficiados se vuelven contra los benefactores, es decir, procesos políticos, gobiernos de izquierda con grandes logros sociales, hoy tienen problemas para sostenerse en el poder, para reelegirse en muchos casos.  Y esto algunos lo llaman quizás hipocresía, quizás ingratitud, ¿pero cuáles son las raíces históricas, las raíces culturales de este fenómeno?

Eusebio Leal.- Quizás es demasiado pronto para yo poder al menos analizar lo que está ocurriendo ahora y lo que lo precede en el tiempo, muy brevemente en el tiempo, quizás demasiado pronto, y no me sentiría cómodo con tratar de hacer el papel del analista político, que no lo soy.

Yo vivo ante una bola de cristal que es la historia, que no se repite, al contrario, pero que deja ejemplos, deja huellas que hay que tenerlas en cuenta siempre para poder llegar a una aproximación de lo que podíamos llamar eso, la verdad, o lo más aproximado a ella, sin neutralidad posible, quiere decir la búsqueda angustiosa de la verdad de las cosas.

Y, desde luego, estoy pensando en Brasil, por ejemplo.  Sin embargo, mira, acaba de ocurrir una huelga con participación de 35 millones, si no es por Telesur ni nos enteramos, ¿por qué?, porque los grandes medios ocultan eso.  Es la huelga más grande que se ha hecho en el mundo.  Si bien es verdad que allí se ha presentado un fenómeno que ha detonado y que ha tenido un eco continental y mucho más allá, que es el fenómeno de la corrupción, y han tratado de agitar ese muñeco y han tratado de macular con eso a figuras muy importantes como el propio Lula, como la propia Dilma quien fue víctima de ese golpe de Estado callado, organizado desde el poder, cuando en este momento el Presidente y sus ministros, por ejemplo, o un grupo muy importante de ellos, están pendientes de causas ante los tribunales; los salva la inmunidad momentánea de que gozan, después eso será y seguirá.  Pero la realidad fue esa.

Lula gozó de un reconocimiento mundial: Premio Príncipe de Asturias; millones de gentes salieron de la pobreza, millones de gente.

Las viviendas que se construyeron en Venezuela fueron más que las que podemos nosotros siquiera imaginar.  Es verdad que allí hay una polarización que está ahí, una polarización que dice que una parte muy sustancial del pueblo reconoce el chavismo, como realidad motivada por un líder que era un hombre que tenía la capacidad real de conocer la historia de su patria al detalle, que la recitaba, que era un hombre impresionante en su manifestación política, aun en el momento de su ocaso físico, bajo el agua, en aquel acto multitudinario, cuando ya hoy sabemos que se estaba muriendo y, sin embargo, levanta las manos y, bajo el agua, es capaz de galvanizar a su entorno una multitud.  Y al mismo tiempo hace aportes muy importantes a lo que Fidel previó cuando habla del papel, por ejemplo, de los cristianos en un movimiento revolucionario latinoamericano; no se podía prescindir de esa fuerza, no se podía prescindir, y lo prueba la aportación del propio Chávez como hombre profundamente creyente, que lo fue, profundamente creyente.

Yo recuerdo una anécdota, la anécdota del día que el pueblo lo rescata de las garras de los que iban a asesinarlo y lo devuelven, baja aquel helicóptero en medio de la noche.  Yo te diría que el día de la revolución era ese, porque todas las revoluciones tienen su noche de San Bartolomé, y esa fue, y quizás esa noche de San Bartolomé no fue apropiadamente administrada; quizás ahí él puso la otra mejilla, y eso en política es un error grave.

Fíjate, esto nunca lo he dicho y te dije antes que no quería anticiparme a ningún acontecimiento, porque cometería errores, y acuérdate de que yo tengo una representatividad política que no me permite cometerlos.  Yo estoy en la disciplina del Partido y, por tanto, no puedo hacer juicios liberales, ni creerme que tengo el monopolio de la verdad.  Pero Fidel también dijo que en un mundo tan pluralista como este nadie puede creer que tiene ese monopolio, nadie puede creerlo.  Entonces, bueno, estamos ahí en el debate, estamos en el momento del debate, y si bien es verdad que las fuerzas populares y progresistas tienen momentos de avance y tienen momentos de retroceso, porque es una batalla, está previsto en una ley de la filosofía y del pensamiento marxista, la ley de unidad y lucha de contrarios, de la cual surge, en definitiva, la verdad.

Oliver Zamora.-  Quiero reiterarle las gracias por estos minutos que le ha dedicado a RT en español, muchas gracias.

Acerca de Dialogar, dialogar

Historiador, investigador, papá de María Fernanda y Alejandra
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