Alfonso Alonso y Manuel Mauricio López.
José Martí no pudo asumir la dialéctica – materialista como método filosófico porque no llegaron a él las obras de Marx y Engels, ni vivió lo suficiente para conocer el quehacer intelectual filosófico y político revolucionario de Lenin, sin embargo en los estudios y reflexiones filosóficas contenidos en algunos de sus trabajos compilados en las Obras Completas (1975), se vislumbra un pensamiento con caracteres dialécticos y materialistas, aunque no es posible afirmar categóricamente que fue un pensador dialéctico – materialista.
En las reflexiones filosóficas referidas al problema de la verdad pueden notarse los caracteres antes expuestos, al decir:
“Las verdades reales son los hechos
Un hecho es una verdad. Un hecho es real. La verdad que consiste en un hecho verdaderamente existente es una verdad real.
Cada hecho es una verdad real.
Cada hecho no puede ser más que una sola verdad real.
Si todas las sensaciones en conjunto, que son la impresión que hacen con nuestro espíritu por medio de los sentidos los hechos externos, no bastan a encaminarnos al conocimiento de la ciencia trascendental, ¿cómo ha de llevarnos hasta ella la verdad real, el hecho, que no es más que el principio de la sensación?” (Tomo 21, p. 54)
Al referirse a los hechos externos como verdades reales, está afirmando que todo suceso, acontecimiento o acción que ocurre en la naturaleza y la sociedad constituye una verdad real que es dada a nuestros sentidos, por lo que reconoce la existencia objetiva de los mismos, su materialidad.
A continuación de estas ideas, escribe:
“Los hechos por sí solos nada explican, si la inteligencia no los examina y los fecunda.
Toda deducción de los hechos es una verdad ideal.
Las verdades reales son impotentes si no las animan las verdades ideales.
La verdad ideal es el resultado de la reflexión sobre los hechos” (Idem)
Aquí expone la necesaria relación sujeto-objeto, la acción del sujeto para, en primer lugar, conocer, apropiarse idealmente del objeto (hechos) convirtiéndolo en verdad real (concreto sensible) para luego, a través de un proceso de reflexión (análisis – síntesis, deducción-inducción) convertir la verdad real en verdad ideal (concreto pensado). He aquí un proceder dialéctico en el análisis de la correlación de lo objetivo y lo subjetivo en el proceso del conocimiento.
Más adelante explica:
“Así, en lo humano, de los hechos se desprenden las verdades; de los hechos semejantes, las verdades comunes; de las verdades comunes, lo común de la verdad”. (Idem)
En esta reflexión es posible advertir la relación dialéctica de lo general, lo particular y lo singular al decir, de los hechos se desprenden las verdades (lo singular); de los hechos semejantes, las verdades comunes (lo particular); de las verdades comunes, lo común de la verdad (lo general).
En las siguientes líneas de ese párrafo escribe:
“Así, fructificando con la inteligencia la materia, la inteligencia firmemente apoyada en terreno de verdad sólida y firme concibe primero y necesita luego y entiende siempre la necesaria e inevitable verdad fundamental”.(Idem)
Se advierte, en esa verdad sólida y firme que necesita y entiende siempre la necesaria e inevitable verdad fundamental, la verdad objetiva.
Martí, al fecundar las verdades reales con verdades ideales, las surtió con criterios axiológicos, dándoles una dimensión ético-humanista singular que ha hecho de sí un pensador excepcional.
“La verdad no se razona; se reconoce, se siente y se ama”. (Tomo I, p.118)
“Ocultar la verdad es delito; ocultar parte de ella, la que impele y anima, es delito: ocultar lo que no conviene al adversario, y decir lo que le conviene, es delito”. (p. 291)
“La verdad llega más pronto a donde va cuando se la dice bellamente. Y no se ha de encoger, ni de reservar, la verdad útil.” (p. 325)
“…la verdad no anda buscando saludos, ni saludando” (Tomo 3, p. 75)
“…y el mérito es de la verdad, y no de quien la dice.” (Tomo 2, p. 215)
No es posible separar las obsesiones intelectuales de Martí sobre este y otros temas que fueron objeto de su pensamiento universal sin comprender la simbiosis armónica entre pensamiento y acción que su personalidad histórica irradia. Martí ve la constatación de la verdad en la práctica como necesidad del conocimiento científico, por ello preconiza la investigación, el ¨manejo¨ del laboratorio y del taller como completamiento exitoso del conocimiento humano.
Una nueva escuela, un nuevo pensamiento pedagógico nace de los desvelos intelectuales del Héroe nacional de Cuba y, al mismo tiempo, su obra revolucionaria preconiza un énfasis raigal en la armonía entre pensamiento y acción social revolucionaria que, aupada en el reconocimiento de la necesidad histórica (en la demanda de lo que se necesita hacer hoy y no dejar para mañana) el deber patriótico de la lucha por la independencia de Cuba y por la justicia social (al ponerse al lado de los pobres), demanda del estudio hoy de las contradicciones y la complejidad sistémica que conducen a destacar el papel de la praxis revolucionaria en José Martí.
Cuanta certeza inspiradora, de acercamientos más profundos sobre los aspectos filosóficos del pensamiento martiano, en armónica conjunción con la categoría práctica concita este tema. Al mismo tiempo permite derivar de ella una aproximación a la praxis revolucionaria, de toda una generación de revolucionarios cubanos y latinoamericanos, en la 2da mitad del siglo XIX.
José Martí es ¨personalidad síntesis¨ de lo mejor de la tradición revolucionaria, gestada en la redentora epopeya histórica protagonizada por los libertadores de Nuestra América y de su pueblo diverso y único a la vez, antropológicamente hablando, marcando así una huella de continuidad histórica en el proceso revolucionario independentista cubano, signado por tres guerras contra el dominio español.
Verdad (sobre todo en su función reveladora de la necesidad epistémica de forjar voluntades consagradas al estudio, la ciencia, la vocación de servicio público hacia las mayorías y en defensa de la patria con un elevado espíritu de sacrificio, resistencia y sentido ético); y praxis revolucionaria (traída por generaciones que, por más de cien años de duras batallas, primero por la independencia y luego por la justicia social) han tenido preeminencia particular en la forja de nuestra nacionalidad y sus rasgos identitarios que, –en un largo, accidentado y tormentoso proceso de lucha- Don Fernando Ortiz describiera como ´Transculturación¨, ¨Ajiaco¨, ¨Lo Cubano¨, cuya mezcla étnica y cultural de pueblos fueron forjando la nación cubana.
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