Fidel en el mundo, el mundo en Fidel

En «Discurso de Intensidad», un extraordinario ensayo de Cintio Vitier, se señala –citando a Lezama Lima– que «la capacidad histórica de un país no se debe a su extensión sino a su intensidad». ¿Cómo una pequeña isla del Caribe, desconocida por millones de personas en el mundo antes de 1959, ha alcanzado un relieve internacional tan sobresaliente, convirtiéndose en un país de gran prestigio e influencia? Muchas de las respuestas a esta pregunta conducen a Fidel Castro, mayor inspirador y artífice de la obra de la Revolución Cubana.

Fidel proyectó con gran intensidad a Cuba en el mundo, pero ello no ocurrió de la noche a la mañana, sino que, con el acompañamiento heroico del pueblo cubano y la solidaridad mundial, tuvo que labrar ese camino a contracorriente de las más poderosas fuerzas desplegadas por el imperialismo estadounidense por evitarlo. Cuba, además de enfrentar el cerco económico, las acciones terroristas, los sabotajes, la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos en 1961, las bandas armadas y muchas otras formas de agresión, tuvo que superar el aislamiento diplomático impuesto por Estados Unidos.

En 1958, bajo la dictadura de Fulgencio Batista, la isla sostenía relaciones con algo más de 50 países en todo el mundo. Para 1964, bajo las presiones y amenazas yanquis, todos los países de la región –excepto México–, habían roto relaciones diplomáticas con la Mayor de las Antillas. Sin embargo, ya a inicios de la década del 70 esa situación había comenzado a revertirse hasta llegar al momento actual en que se mantienen vínculos diplomáticos con 197 países e instituciones internacionales. En el exterior Cuba posee 128 embajadas y misiones permanentes y 20 consulados.

Fue Estados Unidos el que, al paso del tiempo, fue quedando cada vez más aislado en el acompañamiento a su política agresiva contra la nación cubana y, por si fuera poco, año tras año sufre su mayor derrota diplomática en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando el mundo –prácticamente en su totalidad–, se manifiesta en contra de las sanciones económicas impuestas por Washington a La Habana. En cada victoria de Cuba en el escenario internacional ha estado la impronta de Fidel, quien con su excepcional conducción convirtió a la diplomacia cubana en una de las más activas y exitosas de todo el orbe.

I

Fidel comenzó a interesarse por los acontecimientos internacionales desde muy joven. Siguió de cerca todo lo concerniente a la Guerra Civil Española, también conoció en profundidad las grandes batallas militares y políticas de la Segunda Guerra Mundial y la reconfiguración del orbe que esta provocó. Su afición por la historia de Cuba y Universal, así como su propia experiencia del contexto que se vivía en la isla, le hicieron ir creándose una visión del mundo y, al mismo tiempo, asumir una posición rebelde frente a este; rebeldía que adquirió cause revolucionario una vez que encontró brújula ética y antimperialista en el pensamiento martiano y, más tarde, en las ideas de Marx, Engels y Lenin.

De ahí en adelante, sobre todo a partir de su ingreso a la Universidad de La Habana en 1945, no solo se dedicó a interpretar la realidad circundante, sino a transformarla. Así comenzó su lucha revolucionaria contra los gobiernos corruptos de la época y por un cambio que liberara a la isla de la sumisión yanqui. Pero su disputa antimperialista trascendería la geografía cubana, extendiéndose fundamentalmente hacia la región de América Latina y el Caribe.

En su etapa universitaria Fidel integró el comité Pro Independencia de Puerto Rico, el comité Pro democracia dominicana, participó en 1947 en la frustrada expedición de Cayo Confites contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y en los sucesos conocidos como el Bogotazo, donde compartió su destino con el pueblo colombiano que enfrentaba a las fuerzas reaccionarias que habían asesinado al líder popular Jorge Eliécer Gaitán.

«Yo en ese momento –recuerda Fidel–, tengo un pensamiento internacionalista y me pongo a razonar y digo: “Bueno el pueblo aquí es igual que el pueblo de Cuba, el pueblo es el mismo en todas partes, este es un pueblo oprimido, un pueblo explotado” –yo tenía que persuadirme a mí mismo, y digo–: “Le han asesinado al dirigente principal, esta sublevación es absolutamente justa, yo voy a morir aquí, pero me quedo”. Tomé la decisión sabiendo que aquello era un disparate militar, que aquella gente estaba perdida, que yo estaba solo, que no era el pueblo cubano, que era el pueblo colombiano, y razoné que los pueblos eran iguales en todas partes, que su causa era justa y que mi deber era quedarme y me quedé toda la noche, esperando el ataque hasta el amanecer».

Asimismo, ya desde aquella época Fidel se había pronunciado a favor del derecho de los panameños a la soberanía sobre el canal interoceánico y el de los argentinos sobre las Islas Malvinas.

Durante su histórico alegato conocido como La Historia me Absolverá en 1953, donde defendió el programa político que guiaría el proceso revolucionario, también dejó constancia de su compromiso con los pueblos latinoamericanos y caribeños:

«(…) la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas, encontrarían en la Patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo».

Y es que, para Fidel, desde su vocación bolivariana y martiana, la Revolución Cubana debía ser apenas el comienzo de una revolución más profunda, la que debía ocurrir en toda América Latina y el Caribe.

Luego del triunfo del 1ro. de Enero de 1959 se acrecentaría ese compromiso solidario con las causas de los países del Tercer Mundo, incluyendo África y Asia, así como los oprimidos y excluidos en cualquier punto geográfico del planeta, tanto en el Norte como en el Sur. Jamás Fidel traicionó estos ideales y principios internacionalistas. Para el líder cubano no podía concebirse la política sin ética y esa fue una idea que practicó también consecuentemente en la arena internacional.

En diversas circunstancias el gobierno de los Estados Unidos pretendió negociar con Cuba estos principios o condicionó la posible mejoría de las relaciones entre ambos países, a cambio de que la isla se retractara de apoyar a los movimientos de liberación en América Latina, Centroamérica o África, retirara sus misiones internacionalistas de Angola y Etiopía, redujera o rompiera sus vínculos  con la URSS, desistiera de apoyar la causa independentista de Puerto Rico y muchas otras exigencias, solo para estrellarse una y otra vez contra la dignidad de Cuba y Fidel.

«Por lo visto, en la mentalidad de los dirigentes de Estados Unidos –expresaría Fidel–, el precio de una mejoría de las relaciones, o de relaciones comerciales o económicas, es renunciar a los principios de la Revolución. ¡Y nosotros no renunciaremos jamás a nuestra solidaridad con Puerto Rico! (…) Ahora ya no es Puerto Rico solo, ahora es también Angola. Siempre, en todo el proceso revolucionario, nosotros hemos llevado a cabo una política de solidaridad con el movimiento revolucionario africano».

Sobre el apoyo de Cuba a la causa independentista de Puerto Rico dos años después añadiría: «(…) cuando se fundó el Partido Revolucionario Cubano, se fundó para la independencia de Cuba y de Puerto Rico. Tenemos vínculos históricos, morales y espirituales sagrados con Puerto Rico y les hemos dicho [se refiere a las autoridades estadounidenses]: mientras haya un puertorriqueño que defienda la idea de la independencia, mientras haya uno, tenemos el deber moral y político de apoyar la idea de la independencia de Puerto Rico. (…) y se lo hemos dicho muy claro, que ese es un problema de principios, ¡y con los principios nosotros no negociamos!»

De la posibilidad del retiro de las tropas cubanas de África a cambio de relaciones normales con los Estados Unidos, Fidel fue categórico: «¡La solidaridad de Cuba con los pueblos de África no se negocia¡»

Esta posición ética de Fidel, en un mundo caracterizado mayormente por el egoísmo, el chovinismo, los nacionalismos estrechos y el oportunismo político, sigue siendo uno de los paradigmas más importantes que legó a la humanidad en el campo de las relaciones internacionales.

Por supuesto que los líderes del norte, desde su histórica conducta aritmética, no podían entender o asimilar esta posición de Cuba. Algunos, como el secretario de Estado, Henry Kissinger, solo veían una supuesta exigencia soviética como explicación de la decisión de Fidel de enviar miles de hombres a combatir en un continente tan lejano como África. Sin embargo, con el paso del tiempo, el propio Kissinger tuvo que reconocer en sus memorias que se había equivocado y señalar que Fidel «(…) era tal vez el líder revolucionario en el poder más genuino de aquellos momentos».

Desde la segunda mitad de los años 70 y durante toda la década de los 80 no fueron pocos los informes de inteligencia y los análisis que mostraban que Cuba estaba en África por su idealismo internacionalista, dispuesta a hacerlo incluso sin el respaldo de la URSS. «Los cubanos no son marioneta de nadie», le escribió Robert Pastor, asistente para América en el Consejo de Seguridad Nacional, a Zbiniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, el 19 de julio de 1979. Los analistas de la CIA, por su parte, señalaban que Fidel le concedía particular importancia al mantenimiento de una política exterior de principios. «La política cubana –agregaban– no está exenta de contradicciones (…) No obstante, en cuestiones de fundamental importancia tales como el derecho y el deber de Cuba de apoyar a los movimientos revolucionarios nacionalistas y a los gobiernos amigos del Tercer Mundo, Castro no hace concesiones respecto a los principios por conveniencia económica o política».

Sin embargo, el mito de una Cuba satélite de la Unión Soviética en África y otras partes del mundo fue alimentado por el gobierno estadounidense. Lo cierto es que la participación activa de la isla en las luchas del Tercer Mundo fue una herejía no solo para los Estados Unidos, sino también frente a la propia URSS, a su manera de entender el mundo y el papel del campo socialista en él, visiones en las que hubo convergencias, pero del mismo modo no pocas divergencias.

En la política exterior cubana y en las relaciones bilaterales con Estados Unidos y los países capitalistas occidentales, el líder cubano aportó su capacidad para la flexibilidad táctica, el diálogo y la posibilidad de cooperación, sobre la base del respeto mutuo, pero en las cuestiones de dignidad y libertad, era «espinudo, como un erizo, y recto, como un pino». Más allá de la confrontación con los distintos gobiernos de Estados Unidos, al pueblo estadounidense expresó siempre su respeto y solidaridad y logró inculcar esos sentimientos al pueblo cubano. Fidel fue un antimperialista convencido, pero jamás antiestadounidense.

II

Desde el punto de vista de la praxis revolucionaria el primer aporte de Fidel al mundo y a las relaciones internacionales fue la propia Revolución Cubana. El proceso cubano, totalmente autóctono, constituyó un parteaguas en la historia del continente. Al asumir de inmediato un cambio real y profundo en favor de la justicia social, el triunfo y sobrevivencia de la Revolución se convirtió en un desafío y ejemplo inadmisible para la hegemonía de Estados Unidos en lo que consideraba su «traspatio seguro».

La idea de que sí era posible romper las cadenas del neocolonialismo, que era posible liberarse de la subordinación y del orden establecido por los centros del poder e intentar un camino propio, totalmente independiente y soberano, tanto desde el punto de vista doméstico como en política exterior, constituyó también una de las mayores herejías del siglo XX en el escenario internacional, sobre todo, teniendo en cuenta el papel que estaba destinado a la Mayor de las Antillas dentro del orden mundial establecido, a las puertas mismas de la potencia líder del sistema capitalista. Fidel tuvo entonces no solo que enfrentarse y vencer a la dictadura de Fulgencio Batista apoyada por Washington, sino también a las teorías y supuestas verdades inobjetables, que fundamentaban la idea del fatalismo geográfico y el «imposible histórico» de una Revolución verdadera en la isla.

La resistencia y logros de Cuba, en seis décadas de Revolución, a pesar de la hostilidad permanente de los distintos gobiernos de Estados Unidos, en su desesperación por destruir el «mal ejemplo» cubano, sigue siendo una brecha de esperanza e inspiración para todos los que luchan por cambiar el «desorden mundial» existente.

Sus legados, tanto en ideas como en la praxis revolucionaria, trascienden las fronteras de la isla. Podemos encontrarlo con mucha fuerza en África, «la causa más bonita de la humanidad», al decir de Fidel. No en balde, en julio de 1991, Nelson Mandela visitó La Habana y rindió sentido homenaje a la colosal y hermosa epopeya cubana de solidaridad con los pueblos de África: «Hemos venido aquí», dijo, «con el sentimiento de la gran deuda que hemos contraído con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país tiene una historia de mayor altruismo que la que Cuba puso de manifiesto en sus relaciones con África».

También en América Latina y el Caribe el papel de Fidel y Cuba ha sido muy destacado en la puja por el nacimiento de un mundo nuevo, diferente y superior al existente. Con avances y retrocesos, la historia del continente nunca será igual después del paso victorioso de Fidel Castro y la Revolución Cubana. El rasguño en la piedra de la dominación yanqui continúa abierto y resulta inexorable su profundización. Luego del triunfo cubano, las luchas y experiencias revolucionarias se multiplicarían al sur del continente, ejemplo de ello sería la que encabezaría Salvador Allende en Chile, el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979 y, con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela en 1999, la llama redentora alcanzaría una fuerza inusitada.

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fueron parte de las principales creaciones y alternativas integracionistas de esa nueva época, sin la presencia y control de Estados Unidos, donde estuvo también la contribución notable del Comandante en Jefe, como antes en la creación del Foro de São Pablo, la Red de Artistas, Intelectuales y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad y en la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), iniciativa propuesta por el gobierno estadounidense para afianzar su dominio económico y político en la región.

Lo mismo pudiera decirse de lo que significó Fidel y la Revolución Cubana en la historia contemporánea del continente asiático. Sobresale en ese sentido la relación con Vietnam, país al que Fidel y el pueblo cubano brindaron ayuda en momentos cruciales de su lucha por la total liberación enfrentando a la criminal agresión estadounidense. Fidel Castro sería el primer y único jefe de Estado que visitara Quang Tri en septiembre de 1973, zona liberada del Sur, en plena guerra. Allí, en gesto de especial simbolismo, alzó la bandera del frente de liberación junto a los combatientes vietnamitas.

«Y en el pensamiento del Che y de los que con él cayeron gloriosamente en Bolivia –expresaría Fidel el 3 de junio de 1969–, entre sus motivaciones, estaba ocupando un lugar importante el sentimiento de solidaridad hacia el pueblo de Vietnam. De manera que al caer no cayeron solo luchando por la libertad de los pueblos de América: ¡Cayeron también, derramaron su sangre también por la causa del heroico pueblo de Vietnam»!

Para amigos y también para no pocos de sus adversarios, Fidel es recordado como uno de los estadistas mundiales más destacados de la historia, muchas veces profético sobre problemáticas globales que, más allá de ideologías y sistemas políticos, conciernen a toda la humanidad, como pasajeros que somos todos de un mismo barco.

«Luchamos por los más sagrados derechos de los países pobres –destacaba Fidel–; pero estamos luchando también por la salvación de ese Primer Mundo, incapaz de preservar la existencia de la especie humana, de gobernarse a sí mismo en medio de sus contradicciones y egoístas intereses, y mucho menos de gobernar al mundo, cuya dirección debe ser democrática y compartida; estamos luchando –casi puede demostrarse matemáticamente– por preservar la vida en nuestro planeta».

En el marco de las Naciones Unidas, en el Movimiento de Países No Alineados, Cumbres Iberoamericanas y otras reuniones de relevancia internacional, Fidel alzó su voz para denunciar o abordar temas como: la paz;  el desarme nuclear y armamentístico; el sistema capitalista e imperialista, así como el colonialismo cultural que este genera; la lucha contra la desigualdad, la discriminación, el hambre y la miseria; el irrespeto al derecho internacional y a la Carta de las Naciones Unidas; la defensa del medio ambiente y la supervivencia de la especie humana; los derechos humanos y su manipulación política; la defensa de los pueblos originarios, sus identidades y culturas; el robo de cerebros; la injusta e impagable deuda externa de los países de América Latina y el Caribe; el neoliberalismo, como expresión del capitalismo salvaje; la necesaria integración de América Latina y el Caribe; la defensa del multilateralismo y la necesidad de democratizar el sistema de Naciones Unidas; entre muchos otros. Sus ideas sobre estos tópicos poseen total vigencia y se convierten hoy en banderas de lucha, sobre todo, cuando vemos la vertiginosa agudización de muchas de las problemáticas que están poniendo en riesgo la sobrevivencia misma de la especia humana y, sobre las que, una y otra vez, llamó la atención el Comandante y convocó a un cambio urgente de paradigma civilizatorio, donde realmente se colocara al ser humano en el centro de todos los procesos.

Sin duda, Fidel sigue y seguirá viviendo en cada victoria del pueblo cubano, así como en ese espíritu rebelde y optimista que, a la hora de enfrentar cada obstáculo, lo caracteriza. Sus ideas no solo constituyen un referente para los revolucionarios cubanos, sino para los que luchan en cualquier rincón del mundo.

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¿Por qué defender el deporte de la Revolución?

Ivette González Salanueva

Entre tantos esfuerzos y desvelos por la pandemia, llegaron los Juegos Olímpicos para dar un poco de luz a Cuba y al mundo. Sin embargo, muchos no comprenden, y hasta condenan, que nuestros deportistas mencionen a la Revolución, o dediquen medallas a Fidel en medio de sus alegrías. Unos los llaman cobardes, otros, cosas más feas, pero, sobre todo, critican la mención de la política en el deporte (a menos, por supuesto, que la política la utilicen desde afuera para gritar Patria y Vida en el ring).

Sin embargo, para ser justos, debemos cuando menos intentar entender por qué, de entre tantas cosas, el padre de Mijaín López escoge un cuadro de Fidel para colgar las medallas de su hijo. En medio del orgullo de ser cubanos, muchas veces olvidamos que somos latinoamericanos, y que la historia del deporte en Cuba antes de la Revolución, sobre todo una vez comienza a avanzar el Siglo XX, es la historia de un país más de Latinoamérica.

Cuba antes del triunfo de la Revolución participó en 7 olimpiadas (incluyendo las de 1960), obteniendo solamente 12 medallas, entre estas, 5 oros, todos en esgrima (quiénes tenían acceso a un deporte como la esgrima no creo que sea necesario explicarlo). La Isla, en estos 7 juegos, solo obtuvo medallas en 3 (1902,1904 y 1948). En 1900 Cuba abrió por todo lo alto, con Ramón Fonst regalándole las dos primeras medallas a la Isla y a América Latina. En la edición posterior, la Isla obtendría 9 medallas, la cifra más alta que logró en las siete citas mencionadas.

Estas preseas fueron, nuevamente, todas en esgrima (estas medallas las ganaron 4 atletas, pero, dato curioso, solo dos eran cubanos, los otros dos, estadounidenses). Hasta 1948, Cuba no volvería a subir al podio Olímpico, esta vez de manos de un padre y un hijo que competían juntos en Vela, en la categoría para nada elitista de Yate de clase Star (fletaron sus propios yates hasta el evento y todo).

En definitiva, en 60 años, Cuba solo obtuvo medallas en dos deportes, muy así del pueblo: la esgrima y la vela. Para 1960, solamente habían representado a Cuba en olimpiadas 124 atletas. Todos los laureados fueron, además, deportistas blancos, sin ninguna representación fuera de la capital (4 habaneros y 2 estadounidenses representando a la Mayor de las Antillas). Es decir, hasta 1960, habían representado deportivamente a Cuba más estadounidenses que personas del Centro y Oriente del país.

De Tokio 1964 a Tokio 2020, Cuba ha participado en 13 Olimpiadas, y ha obtenido, estando aún esta edición por terminar, 225 preseas, 82 de ellas doradas. En este tiempo, la Mayor de las Antillas ha sido representada por 1820 atletas (saquemos la cuenta: ¿1820-124=?), y ocupado lugar en el podio en las disciplinas de Atletismo, Baloncesto, Béisbol, Boxeo, Ciclismo, Esgrima, Halterofilia, Lucha, Natación, Piragüismo, Tiro, Taekwondo, Vela, Voleibol, Yudo. En 1972, con una generación de atletas ya formada por la Revolución, obtuvo una presea dorada por primera vez desde 1904.

Sí, tuvieron que transcurrir 68 años para que Cuba volviese a lo más alto, y desde entonces, ha obtenido al menos tres medallas doradas en todas sus citas Olímpicas. Para la primera medalla femenina también hubo que esperar por la Revolución, y en 1968, 4 cubanas se alzaron con la plata en relevos de 4×100 m.

Cuba ha obtenido medallas en todas y cada una de las 13 ediciones mencionadas, y, desde 1976, ha obtenido más de diez preseas en todas las citas Olímpicas. Esto no lo había conseguido en ninguna de las ediciones anteriores. Además, en Barcelona 1992, Cuba logró un hito, al obtener 31 medallas, de ellas 14 preseas de Oro. Con ello, culminó quinta en el medallero, solo por detrás de grandes potencias como el Equipo Unificado de la Ex Unión Soviética, Estados Unidos, Alemania y China.

Gracias a estos resultados, Cuba es el país hispanohablante más laureado de las magnas citas (y sí, España está incluida). Si se toman en cuenta solo las medallas de Oro, la isla continúa primera en este ranking, y supera la suma de las 8 naciones latinoamericanas que le siguen (estamos hablando de más medallas de oro que Brasil, Argentina, México, y otras cinco naciones latinas SUMADAS). De hecho, Argentina, tercer lugar de Latinoamérica en dicha lista, tiene menos medallas olímpicas (75), que Cuba títulos (82). Hoy por hoy, la Mayor de las Antillas ocupa el decimosexto lugar del medallero histórico de los Juegos Olímpicos.

A los números fríos, súmense nombres como Juantorena, Ana Fidelia, Iván Pedroso, Sotomayor, Savón, Stevenson, las Morenas del Caribe (con Regla Torres como la mejor voleibolista del Siglo XX), y, por supuesto, el tetracampeón Olímpico Mijaín López, invicto desde 2004 (único tetracampeón olímpico en un mismo evento de toda Latinoamérica).

Solo en la presente edición, Cuba ha obtenido la misma cantidad de preseas, y la misma cantidad de títulos olímpicos que en todas sus participaciones antes del Triunfo de la Revolución. Por si esto fuese poco, la delegación cubana en Tokyo 2020 tiene medallistas olímpicos de 8 provincias distintas, y campeones de 5 ellas. De forma diametralmente opuesta a lo que sucedía antes del triunfo de la Revolución, solo uno de estos muchachos es de La Habana, del humilde barrio de la Güinera.

Sin embargo, sería injusto terminar esto sin hablar de la que probablemente sea la historia Olímpica anterior a la Revolución más arraigada en el refranero popular. A diferencia de sus compañeros olimpistas de esgrima y yatismo, Félix “Andarín” Carvajal llegó a las olimpiadas sin dinero. Desde los 14 años, de familia muy pobre, incursionó en el maratón. Aprendió a leer y a escribir de adulto, y llegó a San Luis lleno de sueños, con 29 años. No lo hizo a través de un organismo como el INDER, sino a través de una colecta que se hizo en Cuba para poder pagarle el viaje.

Primero pidió ayuda a Estrada Palma para el financiamiento, pero este se negó, por lo que fue de pueblo en pueblo haciendo exhibiciones y recaudó suficiente dinero para llegar a Nueva Orleans. De ahí a San Luis, se desplazó a pie, en una andada de más de diez días. Llegó poco tiempo antes de la carrera, y por un largo tramo la encabezó liderando (a pesar de correr en botas y con un pantalón que picó poco antes de la carrera).

Sin embargo, algo pudo más que sus ansias olímpicas: el hambre. Durante el trayecto, vio unos manzanos que pensó que le evitarían la fatiga, pero que acabaron por causarle dolor de estómago. Así, el Andarín tuvo que abandonar varias veces para ir al baño, por lo que quedó cuarto. Esta servidora está casi convencida de que los yatistas y esgrimistas no pasaban apuros semejantes.

Cuando se pregunten por qué un cubano dice en un Ring Patria o Muerte, por qué se le dedican medallas a Fidel, o por qué un padre de pueblo humilde cuelga junto a la foto del Comandante, agradecido, los títulos de su hijo, piensen en estos datos. No se trata de politizar el deporte, sino de comprender que el deporte en Cuba es, más allá del talento natural y la estirpe, el resultado de una política desarrollada a partir de 1959. Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla, y deben tenerlo en cuenta aquellos que, deseando convertirse en americanos que representan a Cuba, acaban, de vez en cuando, trabajando para convertirse en andarines.

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Carta a un primo o las siete plagas de Cuba

Rene Gonzalez Sehwerert

Querido primo: No te voy a negar que existe un clamor de mucha gente -entre los que me encuentro- reclamando soluciones. Mucho menos justificar que alguien viva como Carmelina mientras tanta gente se sacrifica. El problema es que eso es la norma en todo el planeta y a nadie parece importarle. Basta que un pueblo haga una revolución para superarlo y le tocan tres plagas de inmediato.1- Lo apalean, estrangulan y agreden para que no pueda solucionar nada de lo que se propuso.2- Culpan al gobierno que ha tratado de hacerlo de las carencias impuestas por el estrangulador que le agrede.3- Como si fuera poco, hay que luego agredir la inteligencia colectiva del resto del planeta, magnificando todo lo malo que suceda allí, en el espacio victimizado, como si en ese resto de planeta no se hiciera peor todos los días, ante el silencio cómplice de todos. Me gustaría leer lo que escribió Fernando Pérez. Tal vez tenga puntos de coincidencia con él, que es una persona a quien aquí todos -incluyendo las autoridades- respetamos. Es obvio que tenemos que cambiar muchas cosas, pero ¿No ha sido una perversidad tratar de asfixiarnos por 62 años para que cambiemos según la conveniencia de quienes impusieron a nuestros padres, e imponen hoy mismo alrededor del mundo, peores condiciones? ¿No es hora de sumarse al clamor mundial contra ese bloqueo que nos asfixia por ya demasiado tiempo, y cuyo único propósito es hacernos rendir por hambre y desesperación?En el fondo, la disyuntiva se reduce a eso: Los que se rinden y los que no. Yo no puedo juzgar al que se rinda. Obviamente, tenemos que defendernos de los que en su rendición se convierten además en nuestros victimarios. Muchas víctimas se han convertido en victimarios a lo largo de la historia. Para ejemplo los crimenes del sionismo contra Palestina.No me consta que hubiera o no excesos policiales durante los disturbios que se sucedieron en los días pasados. Es probable que los hubiera. Un país pacífico, seguro, que lucha en calma contra todos los demonios, se vio de pronto sobrepasado por una violencia que le es ajena, impuesta por intereses también ajenos. Me dices que esos jóvenes, vestidos con uniformes y escudos, bate, casco, etc, a los que calificas de adolescentes, esperando con un bastón para detener la marcha – ¿o a las camisas pardas? – te parten el alma. Te puedo entender, pero no puedo dejar de preguntarme: ¿Qué te hubieran hecho creer si se tratara de gigantones, con esa misma indumentaria, y un bastón, dispuestos a partir el alma de los manifestantes, como sucede todos los días a lo largo y ancho del planeta? ¿Qué te hubieran dicho la CNN en español, o el ABC, o El Comercio?¡Ah!, porque a las tres plagas que te mencioné antes se suma una cuarta: A ese pueblo agredido, asaltado, bajo una llave de estrangulación que se ha apretado sobre una pandemia que ya ha apretado a todo el planeta, no le es permitido ni equivocarse.Saquemos algunas cuentas de cuanto ha costado al pueblo cubano el repunte del neofascismo en los últimos cuatro o cinco años:- El asalto brutal a los ingresos de los programas médicos de Cuba en Brasil, Ecuador y Bolivia, negándonos varios miles de millones en ingresos y negando el elemental derecho a la vida a millones de latinoamericanos, sin que nadie parezca notarlo.- La aplicación del Título III de la Ley Helms Burton, reduciendo sustancialmente las posibilidades del país de hacer negocios con el resto del mundo.- La agresión bestial a la familia cubana, al irrumpir en su derecho de enviar remesas, ante el silencio de quienes dicen clamar por los derechos humanos de los cubanos.- Más de 200 medidas contra la economía y las finanzas del país, anunciadas públicamente ante la indiferencia de los defensores de los derechos humanos en Cuba, por el presidente de los Estados Unidos de América.Todo eso antes del arribo de una quinta plaga: La COVID-19, y su devastador impacto en el principal rubro económico de la isla: El turismo. Pero queda una sexta plaga: Aprovechar la COVID para arreciar el cerco, obstaculizar o impedir el ingreso de insumos médicos. ¿Te animas a calcular el impacto sobre el pueblo cubano, tanto en términos de miles de millones como de sufrimiento humano? Pero cuando parece que ya tenemos suficiente, que no podríamos soportar otro golpe, se produce el pico de infestación en la pandemia y surge, de entre quienes han estado aplaudiendo cada una de esas medidas de estrangulación, haciendo gala de inaudito cinismo e hipocresía, una pérfida estocada al corazón ni más ni menos que del pueblo que bajo agresión ha enfrentado de manera ejemplar el COVID: La perversa etiqueta de SOSCuba.Y sobre ese pueblo pende ahora la séptima plaga: Un “corredor humanitario”, de la mano de la maquinaria bélica más devastadora y agresiva de la historia. ¿Te suenan Yugoeslavia, Afganistán, Iraq, Siria? Es sobre ese telón de fondo, construido meticulosa y perversamente durante años alrededor del pueblo cubano, que de pronto suenan las trompetas, llamando a degüello, ahora a través de las redes sociales y de los cada vez más pervertidos medios de incomunicación. ¡Coññooo primo!Solo que la muralla de Nicolás Guillén no es la de Jericó. Los revolucionarios, efectivamente, han salido a las calles, pero no a “enfrentar las masas”. Ellos son las masas. Luego de sofocada la intentona -que es lo que fue, una intentona- han salido con banderas, con himnos y con ideas. Con esas ideas tendremos que buscar soluciones, autocriticarnos donde haya que hacerlo, escucharnos unos a los otros, atender mejor los clamores de la gente, ampliar los espacios de participación, ser más inclusivos, romper la inercia, atraer y no excluir, construir una democracia más efectiva y menos formal.Porque la sociedad que queremos construir no está concebida para convivir con esos niveles de violencia. Eso, primo, se lo dejamos a quienes nos agreden, nos estrangulan, nos atacan y luego, cuando tenemos que defendernos, nos critican. Dale primo. Un abrazo.Te quiero.

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HERMANOS DEL ALMA

ELIER RAMÍREZ CAÑEDO

La frase de “hermanos del alma” la escuché por primera vez de Katiuska Blanco, al referirse a ese vínculo espiritual tan intenso existente entre Raúl y Fidel, una conexión que va más allá de la sangre común, el cariño, la admiración y el respeto, pues tiene que ver con la manera en que esos dos seres abrazaron la causa revolucionaria, compartieron juntos todos los peligros y sacrificios, enfrentaron y superaron todo tipo de obstáculos, y quedaron aun más unidos para siempre, no solo entre ellos, sino en el alma misma de la patria.

“Ser hermano de Fidel, es un privilegio—expresó Raúl en entrevista concedida al periodista Mario Vázquez Raña en 1993—. Siempre fue, desde la infancia, mi héroe; porque de todos los hermanos, yo soy el cuarto. Está una hermana, la mayor, después Ramón, un año después Fidel, cinco años después yo. O sea, que él, llevándome cinco años, era mi hermano inmediato superior. Y siempre fue mi héroe, mi más cercano compañero, pese a la diferencia de edad”.[i]

Existen numerosas anécdotas de cómo esa relación especial entre ellos germinó desde el seno familiar en Birán, en los colegios Hermanos de La Salle y Doloresen Santiago de Cuba y alcanzó su máximo esplendor a partir de la radicalización del pensamiento revolucionario de ambos y la decisión de unir su suerte por un destino verdaderamente luminoso para Cuba.

Siendo apenas un adolescente, ya Raúl se cuestionaba la realidad social que percibía en el entorno de Birán, rodeado de propiedades y empresas estadounidenses, ideas que compartía con los trabajadores de la zona y que de una u otra forma llegaban a oídos de su padre. Preocupado por esta situación, Ángel Castro decidió entonces confiar a Fidel la formación de Raúl y aceptó que lo llevara a La Habana bajo su responsabilidad. El resultado fue que Fidel se convirtió en el principal educador político de Raúl. El primer libro que le dio a leer fue El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de Federico Engels, luego otros que estimularon las inquietudes políticas del joven Raúl, y aunque se hizo comunista por voluntad propia, no hay dudas de que la influencia de su hermano fue fundamental.

Mas Raúl no se ganó el lugar que hoy ocupa en la historia por ser hermano de Fidel, —de hecho, este último evitó siempre que hubiera favoritismos y condescendencias en ese sentido— sino por mérito propio, a partir de su determinación y firmeza al actuar en momentos cruciales. Así fue durante las acciones del 26 de julio de 1953 en el Palacio de Justicia en Santiago de Cuba, cuando en una acción de audacia extrema desarmó a un sargento que dirigía una patrulla de militares en el preciso momento que detenía a sus compañeros; así tomó el mando de la situación.

“En el caso del compañero Raúl—recordó Fidel en la clausura del primer congreso del Partido el 22 de diciembre de 1975—, en realidad es para mí un privilegio que, además de un extraordinario cuadro revolucionario, sea un hermano. Esos méritos los ganó en la lucha y desde los primeros tiemposLa relación familiar sirvió para que lo enrolara en el proceso revolucionario, lo invitara al Moncada¡Ah!, pero cuando allí, en la Audiencia de Santiago de Cuba llega una patrulla y los hace prisioneros, si Raúl no hace lo que hizo en ese instante, hace mucho tiempo que no existiría Raúl, que fue quitarle la pistola al jefe de la patrulla y hacer prisionera a la patrulla que los había hecho prisioneros a ellos. Si no hace eso, a todos ellos los habrían asesinado algunas horas después en el Moncada. Y ese fue el comienzo. Y la prisión, y el exilio, y la expedición del «Granma», y los momentos difíciles, y el Segundo Frente, y el trabajo desplegado durante estos años”.[ii]

Después del asalto al Moncada, Raúl y Fidel volverían a verse en la entrada de la cárcel de Boniato. Aunque no pudieron intercambiar palabra alguna o darse el abrazo anhelado, el hecho de saber cada uno que el otro vivía, produjo en ambos inmensa alegría. Raúl no olvidaría jamás ese momento, pues Fidel no se veía para nada derrotado, todo lo contrario, “allí estaba él con una dignidad y una estampa de firmeza e hidalguía tremenda”.[iii] No sería el único momento en que tendría lugar una escena muy similar, el 18 de diciembre de 1956, al reencontrarse en Cinco Palmas luego del desembarco del Granma y la dispersión provocada en la tropa rebelde por la sorpresa de Alegría de Pío, el propio Raúl ha contado que pensó en sus adentros que Fidel se había vuelto loco al escucharlo exclamar: ¡ahora sí ganamos la guerra¡, por el hecho de haberse reunido 8 hombres y 7 fusiles en aquel lugar memorable.

Ya para ese momento ambos hermanos habían compartido la experiencia de la prisión y el exilio. En México había peligrado todo el esfuerzo realizado por organizar una expedición a Cuba al ser apresado Fidel y una significativa parte de la dirección del Movimiento 26 de Julio. Raúl se había destacado sobremanera al desplegar una enardecida e infatigable labor por lograr la excarcelación de Fidel y sus compañeros.

Durante la lucha en las montañas de la Sierra Maestra Fidel se preocupaba por la vida de su hermano más pequeño, pero no menor era el desvelo de Raúl por la de Fidel. Cuenta Guillermo García de un incidente ocurrido después del combate de La Plata, el 17 de enero de 1957, cuando uno de los combatientes se negó a entregar el fusil y las balas que se habían ocupado a los enemigos e incluso rastrilló su arma y apuntó en forma amenazante a Fidel; señalando: “Este Springfield y la canana con cien balas lo cogí yo…si quieres el fusil ven a cogerlo”. De inmediato -relata Guillermo- Raúl dio un salto y cayó delante del fusil: “Si quieres, dispárame a mí, pero a Fidel no”.[iv]

Raúl va a estar de manera inseparable junto a Fidel en las principales acciones de la guerrilla, se destacó y ganó prestigio ante la tropa rebelde por su valentía, disciplina y compañerismo. El hoy Comandante de la Revolución, Delio Gómez Ochoa, que integró la columna número uno en la Sierra Maestra sostiene que si Raúl no tuvo más participación en acciones de mayor peligro en esa etapa fue porque Fidel trataba de preservarlo, pues sostenía ya desde ese momento que “Raúl era la gran reserva de la Revolución”.[v] No obstante, no era posible resistirse ante el ímpetu de lucha de Raúl, el 27 de febrero de 1958, Fidel lo asciende a Comandante y lo nombra Jefe de la Columna 6, con la misión de fundar el II Frente. Raúl, que había conocido de la decisión días antes, apuntó en su diario de campaña: “Caminando con Fidel por el patio de la casa, me informó que escogiera 50 hombres para realizar la misión que le pedí una vez. Me volví loco de contento y empecé a trabajar preparando la gente. Le puse por nombre “Operación Frank País García”, en honor al inolvidable combatiente”.

La apertura del Segundo Frente se convertiría en una de las hazañas militares más significativas de la guerra de liberación, en la zona de operaciones asignada crecería aún más el liderazgo de Raúl, que mostró sus dotes no solo como estratega militar, sino como organizador. El Segundo Frente en materia de organización puede considerarse la simiente de la futura institucionalidad de la Revolución, Fidel lo definiría como «modelo de organización, administración y orden».

Raúl también tendría una destacada participación, junto a Fidel y el Comandante Juan Almeida Bosque, en las operaciones que dieron cerco a la ciudad de Santiago de Cuba y a las contundentes victorias del Ejército Rebelde en el mes de diciembre de 1958, que constituyeron la antesala del triunfo revolucionario. Raúl había vuelto a encontrarse con Fidel el 18 de diciembre en La Rinconada, sede de la Comandancia del Ejército Rebelde. “Volvemos a La Rinconada —escribiría Almeida en sus memorias—, a una reunión para ultimar planes para la ofensiva final ante el tambaleo del régimen. Están presentes todos los representantes del Movimiento 26 de Julio en el país que pudieron asistir. Vemos a Raúl después de su largo abrazo con Fidel, tras nueve meses de su salida de La Pata de la Mesa. En su zona ha dejado un frente consolidado y realiza una ofensiva arrolladora. Viene acompañado de Vilma y Piñeiro”.[vi]

Llegada la hora del triunfo revolucionario Raúl se encargaría de tomar todas las medidas pertinentes para proteger la vida de Fidel en el trayecto de la Caravana de la Libertad por toda la Isla. Otra tarea que cumplió con gran amor y responsabilidad. Encargaría al frente de esa misión a uno de sus mejores hombres, al Comandante Antonio Enrique Lussón Battle.

Es así que cuando triunfa la Revolución, Raúl había acumulado méritos suficientes para constituir el segundo hombre en la dirección del Movimiento 26 de Julio, ratificado además en acto público por el pueblo en fecha tan temprana como el 21 de enero de 1959, al ser propuesto directamente por Fidel:

Y para tomar las medidas de precaución, porque aquí hay que estar prevenidos contra todo, le voy a proponer a la Dirección del Movimiento 26 de Julio, que designe al compañero Raúl Castro, Segundo Jefe del Movimiento 26 de Julio (APLAUSOS).  Lo hago, no porque sea mi hermano —que todo el mundo sabe cuánto odiamos el nepotismo— sino porque, honradamente, lo considero con cualidades suficientes para sustituirme en el caso de que yo tenga que morir en esta lucha; porque, además, es un compañero de muy firmes convicciones revolucionarias, que ha demostrado su capacidad en esta lucha, que fue de los que dirigió el ataque al Moncada, de los que estuvo dos años en la cárcel, de los que organizó el Segundo Frente “Frank País”, y de los que han dado relevantes pruebas de capacidad como organizador y como líder (APLAUSOS).

(…)

Y al plantear aquí la necesidad de que el pueblo esté alerta y esté prevenido contra cualquier agresión en la persona de uno de sus dirigentes, al plantear aquí esa necesidad, lo hago con una honrada convicción, de hombre que le preocupa no solo el presente sino también el futuro de la patria, de hombre que le preocupa la patria no solo mientras viva sino también cuando muera (APLAUSOS).  Y al plantear aquí que considero que el compañero Raúl Castro podría sustituirme en este caso, no es que yo decida unilateralmente, sino yo quiero consultar con el pueblo si está de acuerdo (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).[vii]

Tres años más tarde, en 1964, en entrevista que le ofreciera Ernesto Che Guevara a la periodista estadounidense Lisa Howard, al preguntarle esta última sobre quién podría sustituir a Fidel, el destacado Comandante respondió: ¿Quién lo reemplazaría?  Sería una cuestión a discutir posteriormente.  Nosotros no hacemos esa clase de análisis ahora, ni tenemos ninguna aspiración ninguno de nosotros; pero lógicamente su hermano Raúl, no por ser su hermano, sino por sus propios méritos, es el viceprimer ministro y es el más indicado entre nosotros para seguir el mismo rumbo de la Revolución Cubana”.[viii]

Otros momentos de la historia de la Revolución unirían indisolublemente a Fidel y Raúl, como fue aquel en que Raúl sufrió un accidente cuando sobrevolaba en avioneta la Ciénaga de Zapata y Fidel salió de inmediato a su rescate, o cuando Fidel en medio de un importante discurso el 6 de agosto de 1960 perdió transitoriamente la voz —afónico por un catarro— y Raúl en un gesto memorable tomó el micrófono y pronunció palabras que emocionaron profundamente a todo el auditorio, pero también habría que mencionar Girón; la Crisis de Octubre; la lucha contra Bandidos; la batalla contra el sectarismo, las conspiraciones y traiciones; las misiones internacionalistas; el enfrentamiento a la política agresiva de los distintos gobiernos estadounidenses; la Revolución en toda su dimensión tanto en el plano doméstico como internacional; el Período Especial; la lucha por el regreso de Elián y los Cinco Héroes; entre muchísimos otros. Para suerte de Cuba y los cubanos, durante décadas de lucha ambos líderes se complementaron las tareas de tal forma, que multiplicaron por diez la fuerza del impulso revolucionario.

Cuando llegó la hora de asumir las máximas responsabilidades del Estado y el gobierno en el año 2008, Raúl destacó: “Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien, Fidel es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente. Aunque siempre lo estarán sus ideas, que han hecho posible levantar el bastión de dignidad y justicia que nuestro país representa”.[ix]

El 25 de noviembre de 2016 se produjo la partida física del Comandante en Jefe, pero en su lugar quedó su más fiel y experimentado discípulo, el más fidelista de todos los cubanos, que desde su singularidad —Fidel es Fidel, y Raúl es Raúl[x]— ha mantenido viva la fuerza de la Revolución, abriéndole paso con seguridad y confianza a la continuidad creadora que representa nuestro presidente Miguel Díaz Canel, que ha bebido de esos dos manantiales de sabiduría, ejemplos imperecederos de hermandad en la lucha contra todos los imposibles, que siguen demostrándonos cada día “que sí se pudo, sí se puede y se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo, ¡garantizar la independencia y la soberanía de la patria!”.[xi]

Notas


[i] Entrevista concedida por el General de Ejército Raúl Castro Ruz al señor Mario Vázquez Raña para el periódico El Sol de México, 21 de abril de 1993.

[ii] Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del gobierno revolucionario, en la clausura del Primer Congreso del Partido, celebrado en el teatro “Carlos Marx”, el 22 de diciembre de 1975, “Año del Primer Congreso”.  (Departamento de versiones taquigráficas del gobierno revolucionario).

[iii] Katiuska Blanco, Todo el tiempo de los cedros, Casa Editorial Abril, Ciudad de La Habana, p.319.

[iv] Guillermo García Frías, Encuentro con la verdad, Casa Editorial Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 2010, p.93.

[v] Wilmer Rodríguez Fernández y Elier Ramírez Cañedo, entrevista al Comandante de la Revolución, Delio Gómez Ochoa, 2 de mayo de 2019.

[vi] Juan Almeida Bosque, La Sierra y más allá, Casa Editorial Verde Olivo, La Habana, 2008.

[vii] Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, en la magna concentración popular, en el palacio presidencial, el 21 de enero de 1959, “Año de la Liberación”. (Versión taquigráfica de las oficinas del Primer Ministro).

[viii] Entrevista a Ernesto Che Guevara, Ministro de Industrias, realizada por Lisa Howard, el 12 de febrero de 1964, véase en Elier Ramírez Cañedo, El Che y las relaciones Estados Unidos—Cuba en los años sesenta, Editorial Ocean Sur, p.169.

[ix] Discurso en las conclusiones de la sesión constitutiva de la VII legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Palacio de las Convenciones, La Habana, 24 de febrero de 2008, en periódico Granma, La Habana, 25 de febrero de 2008, p. 2

[x] Si durante los años como Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias durante casi 49 años, Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y Ministros, Raúl dejó una huella trascendente en la historia del proceso revolucionario cubano después de 1959, no se puede contar la historia más reciente sin hablar de su papel como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Primer Secretario del Partido en la conducción de los más importantes procesos de cambios para actualizar y perfeccionar el modelo socialista cubano de las últimas décadas, desde los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución, la nueva Ley Migratoria y la nueva Constitución de la República, por solo mencionar algunos ejemplos. Tampoco puede dejar de mencionarse su destacada labor en el escenario internacional desde la presidencia pro témpore de la CELAC, el proceso de paz en Colombia y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, hechos todos que marcan la época contemporánea. Raúl siempre ha rehuido las menciones y homenajes, pero su historia de vida y lucha merece ser más divulgada y conocida entre las nuevas generaciones de cubanos.

[xi] Discurso del General de Ejército, Raúl Castro Ruz, en homenaje póstumo al Comandante en Jefe, el 3 de diciembre de 2016.

Tomado de la Revista Verde Olivo, Edición Especial dedicada al General de Ejército.

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Sesenta y dos años construyendo la «herejía»

Elier Ramírez Cañedo

Exactamente a cinco años, cinco meses y cinco días de las acciones del 26 de julio de 1953, grito de libertad que inauguró una nueva etapa de lucha independentista en nuestra patria, llegaba finalmente al poder la Revolución. Esta vez sí los mambises entraban a Santiago de Cuba. La victoria en esta ocasión, a diferencia de lo ocurrido en 1898, no pudo ser usurpada, al cerrárseles el paso a las conspiraciones e injerencias externas mediante la movilización del pueblo.

Duro, difícil, lleno de obstáculos había sido el camino; los heroicos barbudos encabezados por Fidel no solo se habían enfrentado a una tiranía sangrienta, bien armada y apoyada por el imperialismo estadounidense, sino también a los pesimismos, derrotismos, prejuicios y dogmas de la época, que subjetivamente lastraban el empuje revolucionario.

La fe en la victoria de Fidel terminó irradiándose hacia toda una nación; se recuperó el orgullo de ser cubano y la confianza en que sí era posible construir un destino colectivo de manera soberana e independiente, que Cuba podía aspirar a ser algo más que una isla de corcho en el concierto de naciones del mundo.

Así, el imposible histórico se transformó en infinita posibilidad; los que habían sido tildados de locos soñadores resultaron ser los más cuerdos representantes de los intereses del pueblo. Quedaron sepultados los supuestos fatalismos históricos y geográficos, las teorías geopolíticas que señalaban la imposibilidad de una Revolución verdadera en Cuba.

Pero en aquella alborada del 1ro. de enero de 1959 no solo se consumaban los ideales de justicia y emancipación de una generación, sino también los de aquellos héroes y mártires que desde el siglo XIX venían luchando y muriendo en desigual contienda frente a la opresión colonialista e imperialista. Cuatro siglos y medio de dominación se venían abajo a partir de ese momento y se emprendía la construcción de una nueva herejía.

«La patria que estaba en los textos —escribió Cintio Vitier—, en los atisbos de los poetas, en la pasión de los fundadores, súbitamente encarnó con una hermosura terrible, avasalladora, el 1ro. de enero de 1959. La teníamos delante de los ojos, viva en hombres inmediatos e increíbles que habían realizado en las montañas y en los llanos aquello que estaba profetizado, lo que fue sueño de tantos héroes, la obsesión de tantos solitarios».

El triunfo de la Revolución Cubana tuvo a su vez un profundo impacto más allá de sus fronteras, marcando un importante punto de giro en el escenario de las relaciones internacionales y la historia de América Latina y el Caribe. Por el mismo punto geográfico en el que Estados Unidos había comenzado a construir con éxito su dominación imperialista en el hemisferio occidental desde finales del siglo XIX —consolidada después del fin de la Segunda Guerra Mundial—, se abría una significativa brecha contrahegemónica, cuyo ejemplo inspiró y aún inspira a otros pueblos del continente deseosos de sacudirse el yugo de la Roma americana.

Un pequeño país personificaría entonces en la vida real la conocida historia de los textos bíblicos del pequeño David venciendo con su honda al gigante Goliat. Jamás el Goliat del norte imaginó tal desafío a las puertas mismas de su imperio, y mucho menos que este sobreviviera por mucho tiempo a los embates de su poderío.

Eisenhower, Kennedy, Jonhson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo, Obama y Trump, 12 administraciones estadounidenses han intentado todo, ya sea a través de la fuerza o la seducción, para destruir el ejemplo cubano. Una y otra vez han mordido el polvo de la derrota. Sí, han causado daño, muerte y dolor, pero no han podido quebrar la unidad y voluntad de lucha del pueblo cubano, que se asienta en una profunda raíz cultural de resistencia y emancipación.

Fueron realmente premonitorias las palabras de Fidel aquel 8 de enero de 1959 al hablarle al pueblo desde el antiguo cuartel de Columbia, hoy Ciudad Libertad, cuando dijo: «La tiranía ha sido derrocada, la alegría es inmensa y sin embargo queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil, quizá en lo adelante todo sea más difícil».

La Revolución no se movería en aguas tranquilas, sino en aguas turbulentas a contracorriente de poderosos vientos y sorteando todo tipo de obstáculos; y así será mientras exista el imperialismo, nos empeñemos en construir un mundo diferente y superior al existente y en reparar cualquier injusticia, si fuera de otra forma tendríamos que dejar de utilizar el vocablo Revolución.

El año que terminó será recordado como uno de los más difíciles en la historia reciente de Cuba. Hemos tenido que enfrentar al mismo tiempo los terribles efectos de la pandemia de la COVID-19 junto a las consecuencias de otra pandemia —en este caso en el plano político— que hace 60 años pretende crear hambre y desesperación en el pueblo cubano y con ello el derrocamiento de la Revolución. Me refiero al criminal bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba, cuyo reforzamiento ha llegado a límites insospechados, envuelto en toda una maquinaria propagandística de manipulación, odio y perversidad. Sin duda, asistimos a los últimos coletazos del trumpismo y del lobby anticubano, en su desesperación por destruir el proyecto cubano. La exasperación y estridencia que vemos en nuestros enemigos es reflejo de sus profundas frustraciones ante el récord de fracasos acumulados.

Los que aspiraban a la llamada solución biológica, a que después de la partida física de Fidel la Revolución sucumbiría, han comprobado en la práctica su profunda ignorancia de la realidad cubana, pues la Revolución sigue en pie y Fidel se multiplica en un pueblo dispuesto a continuar haciendo historia en defensa de los más preciados ideales de justicia, para Cuba y el mundo, liderado por nuestro querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, el más fidelista de todos los cubanos y quien como excelente timonel continúa llevándonos a puerto seguro, junto a la continuidad genuina, creativa y brillante, esa que lleva el palpitar del pueblo en su pecho, y que vemos representada en nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

A los que buscan insistentemente una fractura generacional en nuestro país el destino seguirá reservándoles un espacio en las filas de quienes se han equivocado a la hora de leer las esencias de esta nación. Es cierto que todas las generaciones responden a un tiempo histórico, pero hay enlaces espirituales indestructibles que unen a todas las generaciones en una sola generación.

Los jóvenes revolucionarios de hoy nos sentimos indisolublemente ligados a la generación de Martí, Gómez, Maceo, Villena, Pablo, Mella, Guiteras, José Antonio, Abel, Frank, Almeida, Vilma, Melba, Haydée, Ramiro, Fidel, Raúl y tantos otros que han entregado su existencia a la causa de la libertad y justicia social. Esa es la generación de la creación histórica y a la que pertenecen también los jóvenes que escriben la épica revolucionaria de este tiempo, los que sostienen a este país en todos los frentes y nos enorgullecen con sus continuos logros.

Este 2021 será un año preñado de retos y desafíos, pero también de nuevos aprendizajes y triunfos para nuestro pueblo. Será además el año en que celebraremos los aniversarios 60 de la Campaña de Alfabetización, de la declaración del carácter socialista de la Revolución, de la victoria de Playa Girón y de las históricas palabras de Fidel a los intelectuales, así como el cumpleaños 95 del Comandante en Jefe. Y tendrá lugar un acontecimiento de especial trascendencia como el 8vo. Congreso de nuestro Partido Comunista de Cuba.

La epopeya de esta Isla rebelde, humanista y antimperialista continuará escribiéndose día tras día, protagonizando páginas verdaderamente gloriosas, para que Cuba viva.

(Tomado de Juventud Rebelde)

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No puedo respirar

Brasil alcanza casi los 500 mil contagios de Covid-19

Fueron las últimas palabras de George Floyd: “No puedo respirar”. Yo tampoco. No logro respirar en este Brasil (des)gobernado por militares que amenazan las instituciones democráticas y exaltan el golpe de Estado de 1964 que implantó 21 años de dictadura; elogian a torturadores y escuadrones de la muerte; establecen un toma y daca con notorios corruptos del Centrão;[1] plagian ostensiblemente a los nazis; manipulan símbolos judíos: traman, en reuniones ministeriales, cómo actuar fuera de la ley; profieren palabrotas en reuniones oficiales, como si estuvieran en un antro de facinerosos; se burlan de quien observa los protocolos de prevención de la pandemia y salen a las calles, indiferentes a los 30 mil muertos y sus familias, como para celebrar tamaña letalidad.

“No puedo respirar” cuando veo la democracia asfixiada; la Policía Miliar protegiendo a neofascistas y atacando a quien defiende la democracia; al presidente más interesado en liberar armas y municiones que recursos para combatir la pandemia; al Ministerio de Educación dirigido por un semianalfabeto que amenaza con repetir la “noche de los cristales” de los nazis, proclama que odia a los pueblos indígenas y propone encarcelar a los “vagabundos” del Supremo Tribunal Federal.

“No puedo respirar” al ver a los comandantes de las Fuerzas Armadas callados delante de un presidente desaforado que no esconde que tiene como prioridad de gobierno su protección y la de sus hijos, todos sospechosos de graves crímenes y de complicidad con asesinos profesionales.

“No puedo respirar” ante la inercia de los partidos que se autocalifican de progresistas, mientras la sociedad civil se moviliza en contundentes manifestaciones de indignación y en defensa de la democracia.

“No puedo respirar” ante ese empresariado que, con los ojos puestos en el lucro e indiferente a las víctimas de la pandemia, presiona para que se abran de inmediato sus negocios, mientras que los lechos hospitalarios están llenos y se multiplican en los cementerios las fosas comunes como encías desdentadas de Tánatos.

“No puedo respirar” cuando en Brasil y en los Estados Unidos se agrede, encarcela, tortura y asesina a ciudadanos por el “crimen” de ser negros y, por tanto, “sospechosos”. Me falta el aire al ver a João Pedro, un muchacho de 14 años, perder la vida dentro de su casa al recibir un tiro de fusil por la espalda mientras jugaba con sus amigos. O a repartidores asesinados por policías que nos consideran imbéciles cuando tratan de justificar la muerte de tantos civiles desarmados.

“No puedo respirar” al pensar que el bárbaro crimen cometido contra George Floyd se repite diariamente y esos asesinatos permanecen impunes porque no hay una cámara para filmarlos. O al ver a Trump, desde lo alto de su arrogancia, reaccionar a las protestas antirracistas amenazando con callar a los manifestantes acusándolos de terroristas y haciendo intervenir las tropas del ejército.

¿Cómo oxigenar mi ciudadanía, mi espíritu democrático, mi tolerancia, al verme cercado por imitadores del Ku Klux Klan; por generales improvisados como ministros de Salud en plena tragedia sanitaria; por manifestantes que infringen impunemente la ley de seguridad nacional; y poruna Bolsa de Valores que sube mientras millares de ataúdes bajan a las tumbas que reciben a las víctimas de la pandemia?

¡Tengo que respirar! No dejar que sofoquen a la sociedad civil, los medios de comunicación, la libertad de expresión, el arte, los derechos civiles, el futuro de la generación condenada a vivir este presente nefasto.

Respiro, a pesar de todo, cuando leo lo que el diseñador Marc Jacobs posteó en Instagram después de que las protestas en Los Ángeles destruyeran uno de sus establecimientos: “Nunca dejes que te convenzan de que los vidrios rotos o el saqueo son violencia. El hambre es violencia. Vivir en las calles es violencia. La guerra es violencia. Bombardear a las personas es violencia. El racismo es violencia. La supremacía blanca es violencia. La carencia de cuidados de salud es violencia. La pobreza es violencia. Contaminar fuentes de agua para obtener ganancias es violencia. Una propiedad puede recuperarse, las vidas no.”

Hago míos los versos de Cora Coralina: quiero “más esperanza en mis pasos que tristeza sobre mis hombros”.

(Tomado de Cubadebate)

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Fidel, una criatura excepcional

Por: Elier Ramírez Cañedo, Wilmer Rodríguez Fernández

Fernández Retamar junto a Fidel Castro y García Márquez. Foto: La Ventana/Casa de las Américas.

“He vivido, enseñado y aprendido en muchos países, publicado más de veinte libros, conversado con centenares de personas, pero nada fue, ni desde lejos, tan importante como haber conocido a Fidel”, confesó el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, a menos de dos meses de su muerte, en su última entrevista.

Solo por el hombre del que hablaríamos aquella tarde de mayo él aceptó la entrevista. Fue hace apenas tres meses cuando llegamos a su casa del Vedado, allá por las calles H y 23, y desde el saludo de su hija en el portal comprendimos que Roberto Fernández Retamar, uno de los intelectuales más lúcidos de Cuba, no estaba bien de salud, pero a pesar de ello nos recibiría para ir tras sus recuerdos y anécdotas de Fidel.

No fue la nuestra una conversación de butacas y tazas de café, sino una mucho más íntima, de esas donde los hombres se abren el pecho a todo dar y sacan de lo más hondo las palabras que quieren que el viento no se lleve y perduren como escritas en las piedras. Allí, donde atrapó los últimos sueños y desvelos encontramos a Retamar, enfermo, acostado en su cama, rodeado de libros, pero lúcido y decente como siempre.

“Dentro de unos días voy a cumplir 89 años, edad a la que llegaré si los dioses son propicios, porque últimamente me han ocurrido muchísimas cosas”, fue de las primeras ideas que nos dijo; y así, como robándole minutos a la vida durante casi dos horas lo escuchamos hablar del Fidel que vio por vez primera en su juventud universitaria, y del guerrero, estadista e intelectual que nació y creció en la lucha revolucionaria, y se convirtiera después en su amigo.

A sus 88 años entre letras y batallas, Retamar confesó que había vivido, enseñado y aprendido en muchos países, publicado más de veinte libros, conocido centenares de personas, pero nada fue, ni desde lejos, tan importante como haber conocido a Fidel, “una criatura absolutamente excepcional que, para mí, solo es comparable con Simón Bolívar y con José Martí, esa es la tríada gigantesca de nuestro continente.

Roberto Fernández Retamar: Hace poco me pidieron que inaugurara una actividad en la Casa de las Américas, por el sesenta aniversario. No podía hacerlo —estoy encamado por problemas de salud—, pero yo había grabado algo, y pasaron esa grabación, en la que yo terminaba mencionando esa extraordinaria observación de Carlos Marx de “el viejo topo de la historia”.

Marx decía que la historia tiene más imaginación que nosotros, y hay el viejo topo de la historia, que uno no sabe dónde está trabajando. Y entonces, yo ponía el ejemplo: bueno, fuera de Fidel y algunos héroes legendarios, ¿en 1958 quién hubiera dicho que meses después se iba a desatar una de las grandes revoluciones de la historia? ¡Nadie! Bueno, Fidel sí.

Elier Ramírez: Hasta el punto de que ya en abril de 1961 se estaba declarando el carácter socialista de la Revolución, mucho menos imaginable, ¡era un imposible!

Roberto Fernández: O sea que realmente creo, como Marx, que la historia tiene más imaginación que nosotros y creo en “el viejo topo de la historia”. No sabemos en qué país, en este momento, está ocurriendo algo que puede desembocar en una cosa extraordinaria, así ha pasado.

El 24 de octubre de 1917, nadie en Petrogrado pensaba que unas horas después iba a estallar la Gran Revolución. Pero Lenin posiblemente sí. Lenin, como Fidel, vio lejos, ¿no? Había quien decía, hubo un gobernante de Argelia que decía: Fidel va al futuro, regresa y luego lo cuenta (Risas).

Elier Ramírez: Buteflika.

Roberto, yo creo que le explicaba, más o menos, lo que estamos haciendo, la intención que teníamos de empezar a hacer todas las entrevistas que podamos de vivencias, anécdotas, valoraciones sobre Fidel y sobre todas las personas que compartieron, en alguna medida, su época, compartieron con él, porque nos parece imprescindible para hoy y para el futuro.

Roberto Fernández: ¿Tú recibiste el libro, que tiene un texto tuyo y yo le hice el prólogo?

Elier Ramírez: Sí, cómo no, con el prólogo, excelente el prólogo suyo, los trabajos también.

Roberto Fernández: Muy bueno, útil, realmente.

Elier Ramírez: Se presentó en la Casa de las Américas, yo estuve allá.

Roberto Fernández: Lo malo que tiene ese libro que, realmente, me disgustó mucho, es la portada.

Siendo Fidel un hombre de aspecto tan extraordinario, las fotos de Fidel son memorables, solo comparables con las fotos de Mella que hizo Tina Modotti, o algunas del Che; por qué hacer un dibujo malísimo, en lugar de una foto.

Elier Ramírez: A mí tampoco me gustó la portada. Una portada fría, incluso.

Roberto Fernández: Fría, fría completamente. Pero el libro es útil.

Elier Ramírez: El contenido está muy bueno.

Roberto Fernández: El libro es útil, el trabajo ahí es bueno, realmente.

Y hay que hacer muchas cosas de esas, hay que mantener viva la memoria de Fidel. Se murió, como se murió Bolívar, como se murió Martí. Pero sin Martí no podríamos vivir, y sin Bolívar tampoco.

Elier Ramírez: Ciertamente.

Roberto Fernández: Es decir, Martí sigue siendo… Ya sabemos que todo el mundo se muere; pero no todo el mundo desaparece.

Yo estoy ahora leyendo mucho sobre Martí, de nuevo, me he pasado la vida leyendo sobre él, desde que yo tenía 12 años, porque me han pedido el prólogo del Diario de Campaña, traducido al francés. Me estoy leyendo muchas cosas y me he encontrado algunas sorpresas. Me he llevado algunas sorpresas.

El Diario de Martí, el llamado Diario de Campaña. Bueno, le han llamado ahora Diario de Campaña a dos diarios, el que él escribió de Santo Domingo a Cabo Haitiano, y el que él escribió de Cabo Haitiano a Dos Ríos, que es el auténtico Diario de Campaña. Entonces, ese último no apareció. Y en el año 1941 —aunque dice la portada que es en 1940, pero el colofón dice que es en 1941— apareció el Diario de Campaña de Máximo Gómez y, sorprendentemente, en el Diario de Campaña de Máximo Gómez, aparecía estampado el Diario de Campaña de Martí.

Evidentemente, un combatiente llamado Ramón Garriga —que era el que tenía el diario—, se lo dio a Gómez, como es natural, y Gómez hizo lo que tenía que hacer, lo cogió.

Entonces, yo tengo ahí la primera edición del Diario de Campaña de Gómez, que he leído muchas veces. Gómez que, por cierto, también era una criatura excepcional. No, y Maceo, ¡eran extraordinarios! Parece mentira que Cubita haya dado tanta gente maravillosa. En ese diario aparece el Diario de Martí. Pero el día 6 de mayo —o sea, el día siguiente de la reunión en el ingenio Mejorana—, aparecen ahí cuatro páginas en blanco, es uno de los grandes misterios de la historia de Cuba. ¿Qué pasó con esas cuatro páginas, las arrancó Martí, las arrancó Garriga, las arrancó Gómez? No se sabe.

Elier Ramírez: ¿Los familiares de Gómez? Ahí no se sabe, sería especular.

Roberto Fernández: Pero, hace un tiempo, en el anuario martiano, cuando lo dirigía —que lo dirigía muy bien— Cintio Vitier, salió un trabajo de una persona que no conozco, que se llama Abdiel Berrío y él sostiene ahí una tesis bastante impresionante. Dice que muerto Martí el día 19, inmediatamente Gómez, que no pudo vencer a Sandoval —porque tenía una tropa grandísima—, regresó.

Gómez le había dicho a Martí: “Quédese aquí”, prácticamente le había dado la orden de que no se incorporara a la lucha, lo que era lógico; pero Martí no hizo caso, y a Martí después lo mataron.

Cuando regresa Gómez, busca a Martí, no lo encuentra y le cuentan lo que ha ocurrido. Gómez queda desolado, y al día siguiente, un periodista norteamericano —los periodistas norteamericanos estaban en las tropas cubanas— le hace una entrevista a Gómez. Y recuerdo que en esa entrevista —que salió en un periódico norteamericano famoso, pero, además, se tradujo y salió en La Habana y también en muchos lugares, traducido— Gómez dice: “Si Martí se hubiera quedado conmigo, estaría vivo.” Él estaba vestido —no estaba vestido de campaña— con bombín, zapatos y todo, porque él debía salir hacia los Estados Unidos.

Parece que en Mejorana —eso no se dice, esas cuatro páginas arrancadas tienen un misterio particular—, parece que en Mejorana, Gómez y Maceo acordaron, una cosa que es hasta cierto punto irracional, que Martí no pintaba nada en la guerra y era fundamental en la preparación; pero, por otra parte, Martí no quería que lo acusaran de ser un guerrero de salón. La lucha es complicada, y parece que Martí, incluso, le dice a Maceo: “Bueno, déjeme escuchar el primer tiroteo, por lo menos.”

Bueno, lo cierto es que Martí está vestido, y por eso… A mí me llamaba la atención… Hay una escultura que hizo una norteamericana —que Eusebio Leal trajo aquí—, de Martí muerto a caballo, y está vestido con traje de gala. Y yo me dije: Esta mujer se equivocó. Martí estaba vestido como… No, no se equivocó, Martí estaba vestido con traje de gala, porque se iba, efectivamente, para Jamaica, posiblemente vía Santiago. Entonces, eso ha quedado así en el aire.

No sé si tú conoces un libro francamente maravilloso, de un autor joven llamado Froilán Escobar, ese libro lo conocen pocos, se llama Martí a flor de labios.

Elier Ramírez: Martí a flor de labios, ¡lindísimo!, yo lo leí.

Wilmer Rodríguez: Hace unos 20 años que se editó, en el noventa y tantos.

Roberto Fernández: Es un libro increíble.

Elier Ramírez: Pero se volvió a editar creo en los 2000, por la editorial Abril.

Roberto Fernández: Dice Cintio: “este libro es un prodigio…”

Elier Ramírez: Martí a flor de labios, es precioso.

Roberto Fernández: “…el único que lo hubiera podido prologar es José Martí” (Risas).

Entonces, en una de esas conversaciones de los muchachos, una de las últimas, un muchacho cuenta que Martí está vestido de calle, porque se iba, salía de Cuba. O sea, una versión más de que se iba.

Siendo así las cosas, ¿qué llevó a Martí a lanzarse a la batalla? Quería morir en batalla y no morir fuera, que le hubieran dicho horrores: cobarde, abandonó la guerra. Él sabía todas esas cosas, los enemigos lo iban a tratar… Entonces, entre esa opción y morir peleando, él prefería morir peleando; el revólver que llevaba no disparó una sola bala.

Entonces, esto no voy a tratarlo en el prólogo del Diario, pero me ha conmovido mucho leer todos esos materiales.

Fidel Castro junto a Roberto Fernández Retamar. Foto: La Ventana/Casa de las Américas.

Elier Ramírez: ¿Usted ha leído Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente?, de Rolando Rodríguez.

Roberto Fernández: Sí, sí.

Elier Ramírez: Porque él encontró los papeles que llevaba Martí arriba. Incluso él maneja la hipótesis de que Martí quería presenciar, escuchar las balas, dar el ejemplo. Martí decía: “Yo evoqué la guerra, mi deber empieza con ella, lejos de terminar”, pero que quería incluso llegar a Camagüey, a hacer gobierno en Camagüey y después entonces valoraría su destino.

Roberto Fernández: Así le dice a Mercado. Llevaba la carta a Mercado encima. Esa carta nunca la conseguimos los cubanos, esa carta la consiguió un militar español que se llama como nuestro amigo, Enrique Ubieta, supongo que no tiene parentesco ninguno, pero, bueno… Y este español, como español —como entonces se decía— pundonoroso, guardó todos los materiales de Martí e hizo publicar la carta a Mercado, y así la conocimos nosotros, que no tenemos la carta, pero que quedó inconclusa: “…Hay afectos de tan delicada honestidad…” Ahí termina. Entonces, me ha quedado la duda de si realmente era así, si Martí estaba obligado a irse. Porque todo el mundo tenía razón ahí, Gómez y Maceo tenían razón, porque, ¿qué pintaba Martí en medio de la guerra? Y Martí tenía razón, porque él quería estar en la guerra y no fuera.

Yo una vez tuve una conversación —ahora voy a citar a Fidel—, estábamos en una embajada, creo que en Uruguay, estábamos Fidel y yo, y durante un breve tiempo yo tuteé a Fidel; la mayor parte del tiempo, como es natural, le decía usted, pero en ese momento, no sé por qué, yo lo tuteaba, y surgió el tema de la muerte de Martí —todos los cubanos lo llevamos en el corazón siempre— y dijo Fidel: “Martí no debió haber ido nunca a la guerra.” Yo me quedé empavorecido y le dije: Fidel, la última persona en la Tierra que puede decir eso eres tú, porque si tú no vienes a pelear a Cuba tú no puedes dirigir la Revolución Cubana.

Pero el otro día una amiga me hizo una observación muy inteligente, que posiblemente era lo que estaba en el corazón de Fidel, porque lo que sentía Fidel por Martí era como hacia un padre, porque Fidel no quería que le mataran a su padre.

Elier Ramírez: Quería protegerlo hasta cuando ya no estaba.

Roberto Fernández: Esa debe ser la verdadera razón, porque a Fidel eso le bastó para darse cuenta de que Martí tenía que dirigir la guerra para poder dirigir la república, y él quería que la república naciera de las entrañas de la guerra, como no fue el caso, para nada; la república vino a salir de las entrañas de la guerra en 1959, que se hizo la república que Martí quería.

Bueno, vamos a comenzar entonces.

Yo estaba pensando, si a ustedes les parece bien, en lugar de enumerar…, hablar de distintos modos, de distintas cosas.

Wilmer Rodríguez: Una conversación.

Roberto Fernández: Dentro de unos días voy a cumplir 89 años, edad a la que llegaré si los dioses son propicios, porque últimamente me han ocurrido muchísimas cosas.

He visitado países en casi todos los continentes, he vivido en algunos de ellos, aparte de Cuba; he enseñado y aprendido en muchos de esos países también. He publicado más de veinte libros. He conocido centenares de personas, pero nada es, ni desde lejos, tan importante para mí como haber conocido a Fidel, una criatura absolutamente excepcional que, para mí, solo es comparable con Simón Bolívar y con José Martí, esa es la tríada gigantesca de nuestro continente.

Sin embargo, como había una pequeña diferencia de edad entre nosotros, en la universidad donde estudiamos no nos llegamos a conocer, él estudiaba Derecho y yo estudié primero Arquitectura un año y después Filosofía y Letras, ya él era alumno por la libre, o sea, que no asistía regularmente a clases, sino que iba a exámenes, de manera que nos vimos pocas veces, pero nos vimos, incluso pertenecíamos a algunas instituciones: por ejemplo, la FEU tenía un sector favorable a la liberación de Santo Domingo en el Comité Pro Democracia Dominicana, y Fidel pertenecía a este comité.

Había otro comité pro república española y yo pertenecía a ese comité. Lo primero hizo que Fidel se involucrara en lo que iba a ser conocido como la expedición de Cayo Confites y que se sintiera moralmente obligado a participar en esta expedición, que desgraciadamente fracasó. Incluso es famoso que Fidel se tiró al agua y logró salir. Una vez le preguntaron: ¿Es verdad que se tiró al agua? Y dice él: “Bueno, si no me hubiera ahogado.”

Además, pertenecíamos al Comité 30 de Septiembre, que lo presidía el Presidente de la Asociación de Derecho, Baudilio Castellanos, que le decían Bilito, y que después con el tiempo sería abogado de los asaltantes al Moncada, una figura…

Pero a pesar de eso nunca nos encontramos, nunca hablamos cara a cara, cosa que lamento mucho, pero sí lo recuerdo muy bien, y lo he contado. En una ocasión en que los estudiantes habíamos tomado la universidad de La Habana —ya no recuerdo por qué motivo, supongo que para impedir que aumentara el pasaje o algo así— y estábamos merodeando por ahí por la universidad, por la Plaza Cadenas, que ahora se llama Ignacio Agramonte, y en la universidad había un teatro universitario muy bueno que hacía sus representaciones en ese sitio, frente a lo que era entonces la Escuela de Ciencias, montaban una tarima y ahí hacían sus obras. Y parece que había sido el día anterior y no habían desmontado la tarima, y entonces Fidel se encaramó en la tarima. Me impresionó mucho, porque el perfil de Fidel es el perfil de los héroes griegos, es decir, de Aquiles, aquel que aparece en La edad de oro, de La Ilíada, y entonces empezó a hablar: Compañeras y compañeros; empezó a hablar a favor de la toma, y en un momento dado, cuando llega la…, pero en fin, ya era mediodía: “Hace mucho calor aquí, así que yo los invito a marchar todos hacia el Palacio Presidencial a hacer nuestras presiones.” Yo me quedé estupefacto, porque era la primera vez que oía a Fidel hablar y realmente era un orador extraordinario, se llevó a la masa consigo.

Ya después no recuerdo más de Fidel. Bueno, vino lo que vino, la preparación del Moncada, el Moncada, etcétera.

Y al triunfo de la Revolución, yo había pertenecido a un movimiento llamado de Resistencia Cívica, donde mi hermano Manolo tenía un papel muy destacado, ese hermano era íntimo de Camilo, porque éramos del mismo barrio, y nunca se perdonó no haber acompañado a Camilo en la Sierra. Yo le dije: Pero, Manolo, tú hiciste una tarea importante. “Sí, pero tenía que haber estado con Camilo”.

Cuando Camilo bajó de la Sierra fue a ver a los padres, y Manolo, que era íntimo de él, también fue a ver a los padres y se encontraron los dos, y la escolta de Camilo palanqueó para matar a Manolo, porque Manolo se tiró sobre Camilo y Camilo dijo: “No, no, no, es mi hermano, es mi hermano.” Entonces Camilo le pidió que lo acompañara en el ejército, y Manolo se negó porque le había quedado que no había estado con Camilo en la Sierra.

Siempre he pensado —el pensamiento es libre— que a lo mejor si Manolo hubiera trabajado con Camilo, no se hubiera muerto Camilo, a lo mejor hubiera habido alguna voltereta ahí, porque eran hermanos; eran unos locos que de muchachos se metían en la manigua a dispararse perdigones, no era para matar. Alguien me preguntó sobre Manolo, que para mí era mi hermano entrañable, el más brillante, el más romántico de todos nosotros, y yo le dije que cuando lo fueron a procesar para el Partido, un amigo entrañable dijo: Manolo no erraba. Manolo era un rebelde con causa. Y yo le dije, cuando me preguntó sobre Camilo: ¿Y acaso Camilo no era lo mismo, un rebelde con causa?

El caso es que al triunfo de la Revolución yo empecé a conocer a algunos dirigentes. Muy someramente conocí a Camilo, muy someramente, pero conocí más profundamente a Armando Hart que era ministro de educación y a su compañera Haydée…, yo iba a trabajar tan entrañablemente unido a Haydée.

Al triunfo de la Revolución la casa de Manolo fue prácticamente un cuartel del Movimiento de Resistencia Cívica, al punto de que la primera vez que Armando Hart salió de la cárcel y llamó por teléfono, llamó a esa casa y fui yo el que salió al teléfono. Yo hice muy buena amistad con Armando que era una persona extraordinaria. Y pasado el tiempo Armando me nombró en un cargo -en esa época había cargos rimbombantes-, que era director de relaciones culturales con el extranjero, tenía una oficina en el Ministerio de Educación y otra oficina en el Consejo Nacional de Cultura. Y extrañísimamente, para mi gran sorpresa, cuando fui a tomar posesión se apareció Fidel. Que yo recuerde fue la primera vez que lo vi después del triunfo de la Revolución. Me sorprendió completamente. Pero Fidel no se cansaba de sorprender y aparecía en cualquier parte, en un bar, en un taller, en una oficina. Creo que esa fue la primera vez que vi a Fidel.

Después, lógicamente, lo vería muchas veces más, no voy a tratar de enumerar todas ellas, pero voy a tratar de mencionar…

Fidel junto a trovadores cubanos. Foto: La Ventana/Casa de las Américas.

Elier Ramírez: Cuando Palabras a los intelectuales, que usted estaba ahí también.

Roberto Fernández: Claro, cuando Palabras a los intelectuales, que fue en junio de 1961, da la casualidad que yo estaba sentado al lado de donde se paró Fidel a dar su extraordinario discurso, un discurso que sigue siendo una guía; bueno, tú has trabajado sobre eso.

Yo he sugerido en algunas ocasiones una sola cosa: en ese discurso Fidel constantemente está aludiendo a intervenciones de otras personas, hace falta una edición en que se mencione qué es lo que las personas han dicho. Por ejemplo, un escritor católico, Mario Parajón, preguntó qué derechos tendrían los católicos en la Revolución. No sé por qué Lisandro Otero –que se equivocó más de una vez sobre eso- dijo que el que había hablado era Eliseo Diego, que no es verdad, era Mario Parajón. Lisandro también dijo que el primero que habló fue Virgilio Piñera, porque dijo: Voy a empezar a hablar, porque tengo más miedo que nadie. Eso es falso, Virgilio habló mucho después, incluso habló mucho después de mí y me cita a mí en sus palabras.

O sea, hay que, quizás —y a ti te toca eso— hacer otro trabajo político-filológico para rescatar eso tal como fue.

Bueno, el título mismo no se lo puso Fidel y no es un título feliz, no es Palabras a los intelectuales, intelectuales son también los médicos, los ingenieros, los mecánicos, los dentistas; palabras a escritores y artistas, no intelectuales, palabras a escritores y artistas, los que estábamos ahí no éramos ninguna de esas otras cosas que yo mencionaba; éramos escritores y artistas, unos buenos, otros malos, unos excelentes y otros peores, pero todos escritores y artistas.

Valdría la pena, aunque me estoy saliendo de la conversación, hacer una edición rigurosa de esas palabras que fueron realmente la guía de nuestra vida cultural hasta que llegó el llamado “Quinquenio gris”, que fue la traición de esas palabras de Fidel; hasta que nombraron ministro de Cultura a Armando Hart no se retomó el espíritu de esas palabras y continuó la línea, que yo encuentro magnífica, de la vida cultural de la Revolución Cubana. Lo que no quiere decir que no hayamos cometido errores. Pero es así.

Otros encuentros con Fidel. He adelantado que en dos ocasiones me invitó a que lo acompañara a la toma de posesión de dirigentes latinoamericanos, una vez en Brasil y otra en Venezuela. En Brasil recuerdo, particularmente, la brillantez de sus palabras, porque un politicastro español que no voy a nombrar, había dicho ya en el momento de la debacle del campo socialista, etcétera, que Cuba tenía que cambiar, que Cuba tenía que cambiar como cambiaron los demás países llamados socialistas o de lo contrario íbamos a ser como Numancia. Numancia es una pequeña ciudad española –Maguncia y Numancia- que combatieron a los romanos hasta la muerte, se dejaron asar, o sea que lo que decía este politicastro, llamado Felipe González, que si no hacíamos lo que él nos sugería, nos iban a matar a todos.

Entonces Fidel, con su prodigiosa inteligencia y su prodigiosa erudición dijo: No, si tenemos que hacer como Numancia, seremos Numancia a mucha honra, pero nuestra esperanza es ser como el pueblo español, cuando a principios del siglo XIX combatió contra las tropas napoleónicas y las venció; si no fuera por eso, ahora estarían hablando francés. Yo me quedé boquiabierto, realmente era de una inteligencia deslumbrante.

En vísperas de ese viaje a Brasil, los que lo íbamos a acompañar no estábamos con él, estábamos en un local más o menos resguardado y alguien vino a decirme: Fidel te ha nombrado. “¿A mí?” Dice: Sí, dijo: “En la delegación va a ir con nosotros el Quijote cubano.” En lo adelante me siguió diciendo el Quijote.

Pero un tiempo después, precisamente en casa de Armando Hart, estaba Fidel con una serie de invitados extranjeros, y estaba Raúl, y Fidel se dirigió a mí y le dijo a Raúl: “¿Qué te parece, Raúl, el Quijote cubano?.” Dice Raúl: “No, Fidel, él no quiere ser Quijote, él quiere ser Cervantes”. Yo no pensaba que Raúl tuviera ese grato ingenio y en lo adelante Raúl me dijo Cervantes, nunca me dijo Quijote.

Bueno, en el viaje a Venezuela hablamos de muchas cosas, tuvo la gentileza de preguntarme qué tal había estado él. Estuvo, desde luego, muy bien aquí o allá.

En un momento dado una periodista norteamericana le hizo una pregunta tramposa, a la cual Fidel respondió como solemos responder nosotros, los varones cubanos, con cierto rasgo machista, que eso tú sabes que para las feministas es fatal y para las feministas estadounidenses, mortal. Me dijo: “¿Qué te pareció mi intervención?” “Bueno, Comandante, me pareció muy buena, pero debo decirle –esta es mía- que la periodista lo entrampó y le hizo una pregunta a la que usted respondió como hubiera respondido yo como machista”, y él no dijo nada. Pero cuando en Cuba se pasó el documental, no estaba esa parte. O sea, por esas y muchas otras razones es que Fidel sí aceptaba críticas, sí aceptaba comentarios que no siempre coincidían con los suyos.

Yo, por lo general, estuve ciento por ciento de acuerdo con él y así se lo dije; pero en alguna ocasión que acabo de mencionar, en que le hice alguna sugerencia, él era sensible a esa sugerencia. Así que cuando yo oigo decir que Fidel no admite la crítica, no puedo aceptarlo. Yo creo que él sí aceptaba la crítica; por supuesto, había que saber hacérsela, había que ver la ocasión en que se hacía. Mil cosas sabía, como es natural; pero Fidel, por lo general, aceptaba grandiosamente…, también era sensible a alguna crítica.

En otras ocasiones, saltando así de palo pa’rumba, cuando murió Haydee, Fidel tomó la costumbre de invitar al Palacio de la Revolución, a principios de año, a los miembros del jurado del Premio Casa de las Américas y estuvo haciéndolo durante muchos años. Y, claro, a mí me correspondía presentarle a ese jurado, así que teníamos una relación on él muy estrecha, y él era de una generosidad con ese jurado, les contestaba, a todos les preguntaba, se pasaba hasta la madrugada hablando con ellos. La capacidad de persuasión, la capacidad de bondad de Fidel era infinita.

Wilmer Rodríguez: Fidel, además de ser un político, de un guerrillero, era un intelectual. ¿Qué valoración hace usted de ese hombre de letras y de pensamiento que fue Fidel?

Roberto Fernández: Más de una vez le dije: “Usted no es solo un guerrillero, usted es un intelectual”, y no le gustaba, no le gustaba que le dijeran eso. Por supuesto que lo era, era un superintelectual, pero no le gustaba que se lo dijeran. Lo considero un superintelectual.

Elier Ramírez: Le gustaba más el calificativo de guerrillero.

Roberto Fernández: Le pasaba como a Martí, que prefería que lo tomaran como guerrero que como un intelectual.

Wilmer Rodríguez: Pero tiene una obra vastísima Fidel.

Roberto Fernández: No, no, era un intelectual de primer orden, extraordinario. Antes de la Revolución, los artículos de él en Bohemia eran extraordinarios, los artículos que publicaban en la prensa, en otros lugares y lo que siguió publicando hasta el final.

Lamento que no me haya aceptado mi sugerencia, pero era un tremendo intelectual (Risas). Me hubiera gustado que me dijera que sí, pero seguramente si le hubiera dicho algo parecido a Martí, Martí me hubiera respondido como Fidel: “Yo soy un guerrero” (Risas).

Fidel Castro junto a Roberto Fernández Retamar. Foto: La Ventana/Casa de las Américas.

Elier Ramírez: ¿Y era sensible a la poesía?

Roberto Fernández: Muy sensible, muy sensible; no tan sensible como el Che. El Che que no era un buen poeta —para no decir que era un mal poeta—, era un lector de poesías apasionado y un gustador de poesías apasionado, más que Fidel; pero Fidel también era un buen lector de poesías. Incluso, a cada rato, en sus discursos mencionaba poemas, y en una ocasión yo le pregunté. Mencionó unos versos de Espronceda, La canción del pirata: “Y si caigo/¿qué es la vida?/Por perdida/ya la di,/Con el yugo/de un esclavo/como un bravo/sacudí”. Y yo le dije después que lo oí: “Comandante, ¿y esa cita de poesía?” “Me parece mentira que me lo preguntes tú, con la poesía se puede decir todo” (Risas). Varias veces citaba poemas y recordaba muchos poemas, sobre todo de cuando era estudiante de los jesuitas.

Como ha señalado con mucha sagacidad Frei Betto, el estudio por Fidel con los jesuitas fue fundamental, ahí se forjó su carácter. No se forjó su condición de revolucionario, esa se forjó en la Universidad de La Habana; pero su carácter sí se forjó con los jesuitas.

Wilmer Rodríguez: Fidel era un hombre de una memoria extraordinaria.

Roberto Fernández: Sí.

Wilmer Rodríguez: Se acordaba de todo.

Roberto Fernández: Sí, extraordinario.

Dos veces yo llevé a mi hija que es médica y había sido internacionalista en África, dos veces la llevé a reuniones con Fidel y las dos veces se acordaba de ella perfectamente. La memoria de Fidel era de elefante, no tiene nombre, se acordaba absolutamente de todo; no sé de qué no se acordaría.

Frei Betto, que escribió ese libro tan importante, Fidel y la Religión —un libro importantísimo sobre el que voy a volver después—, él atribuía esa resistencia de Fidel al dolor, a la pena, a todo, se lo atribuía a la enseñanza de los jesuitas, que los jesuitas le enseñaron a resistir.

Fidel, cuando estaba preso se empezó el rumor de que iban a liberar a los presos, que Batista lo iba a hacer para hacer las elecciones, qué sé yo, hubo vacilaciones y Fidel ni corto ni perezoso respondió: “Prefiero cien años más de cárcel que ser liberado en esas condiciones”. Era de una fortaleza verdaderamente excepcional.

Yo creo que en la historia de la humanidad no hay muchos hombres como Fidel, no ya en Cuba, no ya en América, en el mundo. Hay que remontarse a figuras excepcionales como lo era él realmente.

¿Estaba yo hablando de…?

Elier Ramírez: De los momentos que coincidió con Fidel en los viajes que hizo.

Yo le iba a preguntar, porque recuerdo que usted hablaba de Venezuela, pero recuerdo cuando era más joven que en la televisión se puso a Chávez y creo que estaba el Comandante, pero usted estaba en la primera fila y Chávez lee algo o lo menciona a usted y lee. No sé si es ese viaje a Venezuela, o ese fue posterior.

Roberto Fernández: Fue posterior. De la Venezuela que hablé, es cuando fue electo presidente este bandido.

Wilmer Rodríguez: Carlos Andrés Pérez.

Roberto Fernández: Que, por cierto, Fidel habló, y cuando Fidel hablaba hasta las piedras temblaban. Entonces, cuando estoy en el avión me preguntó Fidel qué me había parecido la intervención de Carlos Andrés y la de él. “Le voy a ser sincero: usted acabó con Carlos Andrés, él se sintió profundamente celoso de usted, porque el pueblo no lo seguía como seguía a Fidel”.

Esto que tú dices es mucho tiempo después, cuando Chávez es el Presidente.

Pasó una cosa francamente curiosa, Elier. Al principio del llamado período especial, en 1991, hubo un periodista o un escritor chileno que visitó varios países latinoamericanos haciéndoles entrevistas a intelectuales de cada uno de esos países.

Yo debo reconocer que no soy un guerrero, soy intelectual, me da mucha pena tener que confesarlo. No he dejado de tener armas en la mano y no he dejado de combatir, pero soy un intelectual. Y él escogió como intelectual de Cuba a mí y escogió a Octavio Paz, en México, a fulano, mengano y zutano.

Bueno, era una situación bastante difícil porque empezaba el período especial y Cuba estaba en la “fuácata” realmente. Me hizo muchas preguntas enojosas a las que yo… “Es un proyecto ya sobrepasado, ¿no?” Yo dije: “No, es un proyecto del porvenir, no sobrepasado”. Evidentemente, eso lo leyó en la cárcel Chávez y le produjo —digo yo, me imagino— un impacto tremendo, porque a cada rato me citaba, para mi sorpresa. Incluso, tiempos después, me impuso la medalla.

La muerte de Chávez es otra tragedia, murió joven. ¿Será posible que los yanquis le hayan inoculado cáncer, como se dice? No sería imposible. Y murió en plena juventud.

Mi hija me contó una cosa muy bonita. A un hombre humilde, zapatero, no sé qué, a la muerte de Chávez le preguntaron: “¿Qué piensa usted de la muerte de Chávez?” Y él respondió: “Lo siento mucho, porque él hacía feliz a Fidel”. ¡Qué bonito!

Elier Ramírez: ¿Y usted lo pudo ver? ¿Esa relación entre ellos dos la pudo palpar directamente?

Roberto Fernández: Cómo no, cómo no. Bueno, parecían padre e hijo. A pesar de que cuando nació Chávez, Fidel estaba en la cárcel, o sea, Chávez era de otra generación. A diferencia del Che que era de la misma generación que Fidel, Chávez era de una generación más joven; pero llegaron a tener una identificación verdaderamente extraordinaria. Chávez quería mucho a Fidel, aprendió mucho de Fidel; pero tenía también lo suyo, aportó también lo suyo, no se limitó a recibir, dio también. La nueva Venezuela, la Venezuela bolivariana y chavista debe inmensamente a Fidel, pero debe también a Chávez, que realmente hizo mucho y su muerte ha sido una tragedia tremenda. Tenemos que apoyar a Maduro y al pueblo venezolano con toda nuestra fuerza, pero la pérdida de Chávez es una pérdida verdaderamente terrible. Déjeme ver si me acuerdo de alguna otra cosa de mis encuentros con Fidel, he contado algunas cosas.

Cuando lo del niño Elián, Fidel recogió a un grupo de escritores para que se reunieran con él a hacer consignas sobre Elián. De más está decir que Fidel se pasaba la mañana, la tarde, la noche y la madrugada trabajando como si tal cosa. A la hora de comer lo que comía era una toronja. Yo no sé cómo Fidel logró vivir tanto tiempo, porque realmente se maltrataba terriblemente, físicamente no se cuidaba.

Entonces, en ese momento aportamos distintos criterios y alguien sugirió hacer un afiche que dijera: “Liberen Elián”. Y dije: “No, no, no estoy de acuerdo, debe ser ‘Liberen a Elián’, no ‘Liberen Elián’”. Se armó una discusión, qué sé yo, al fin triunfó la tesis equivocada “Liberen Elián”.

Entonces, pasado el tiempo, ya hablar de otra cosa, le dije a Fidel: “Fidel, yo haría un afiche que dijera ‘Liberen la A…’ Dice Fidel: “Me parece muy gracioso, pero no es muy revolucionario”, porque él tenía mucho sentido del humor también.

Fidel Castro en el Salón de Presidencia de la Casa. Foto: La Ventana/Casa de las Américas.

Wilmer Rodríguez: Decía usted ahorita —y eso lo comprobamos— que Fidel no descansaba.

Roberto Fernández: Yo he estado varias veces con Fidel en el interior y fuera, incluso en otros países. Yo sé cuando Fidel dormía, dormía dos o tres horas; siempre lo vi despierto a cualquier hora, si se acostaba se despertaba a las dos o tres horas. Dicen que así era Napoleón, que dormía tres horas. Se sabe que hay criaturas excepcionales. Yo necesito dormir muchas horas, me producía una enorme sorpresa verlo a él que prácticamente podía o no dormir o dormir una cantidad ínfima, y, además, lo acabo de recordar, comía muy poco también, no era tampoco de mucho comer. Es casi sorprendente que haya llegado a tan gran edad, porque físicamente no se cuidó nada.

Me imagino que, por ejemplo, Raúl, le instaba mucho a que se cuidara, incluso en ese momento terrible en que Fidel se bajó después de un discurso y trastabilló, cayó y se rompió la pierna, fue tremendo. Parece que Raúl se puso verde contra los que cuidaban a Fidel. Los pobres, no tenían culpa, porque Fidel caminó solo; pero Raúl cuidaba mucho a Fidel. Si por Raúl hubiera sido, Fidel hubiera dormido más tiempo.

Wilmer Rodríguez: Eran hermanos que se querían mucho, hermanos del alma.

Roberto Fernández: Eran hermanos del alma realmente, toda la vida. Incluso, el 26 de Julio, o sea, cuando marchaban al Moncada, Raúl era militante de la Juventud Socialista; el Partido Socialista Popular y por extensión su juventud, no estaban de acuerdo con lo que vino a ser el asalto al Moncada, al punto de que el Partido Socialista Popular hizo una declaración en contra; pero Raúl, indiferente a eso, siguió a su hermano del alma, Fidel, porque para Raúl era mucho más importante Fidel que cualquier otra situación en la vida.

Yo no sé si Raúl siguió siendo o no militante de la Juventud Socialista. Me dijo Raúl Valdés Vivó que también lo fue Ñico López, y que llegó un momento en que ambos eran militantes de la Juventud Socialista y del 26 de Julio, los dos, y me dijo Raúl Valdés Vivó que firmaron una carta conjunta diciendo que en caso de muerte de uno de ellos, el otro asumiría toda la responsabilidad del sobreviviente; el que vino a morir fue Ñico López, que desgraciadamente murió relativamente temprano y que todo hace pensar que fue otra criatura extraordinaria. Él, en Guatemala, fue amigo del Che y le contaba del asalto al Moncada, y el Che le respondía: “Hazme otro cuento de cowboy”, porque él no creía que eso fuera verdad. El Che era tremendo.

Wilmer Rodríguez: Y después de la Revolución seguro que fue usted testigo de ese cariño entre Raúl y Fidel.

Roberto Fernández: Sí, por supuesto, por supuesto. Yo he aplicado al Che y a Fidel –algo que ahora voy a aplicar a Raúl y a Fidel–, la definición que daba Aristóteles de la amistad, él decía: “La amistad es un alma que vive en dos cuerpos”, así eran Fidel y Raúl, y así eran Fidel y el Che.

Cuando me preguntan si Fidel y el Che discutieron… Hombre, yo no dudo de que hayan discutido alguna vez, todos hemos discutido alguna vez, pero el vínculo entre Fidel y Raúl, entre Fidel y el Che, es indestructible.

No hay que olvidar que Raúl es quien le lleva al Che a Fidel en México. En México conocían al Che: Ñico López que había estado en Guatemala y Raúl que lo conoció allí en México, y Raúl fue quien llevó al Che a hablar con Fidel una fría noche de México. Que, por cierto, yo quise hacerle una entrevista a Fidel que no marchó. Me pidieron qué preguntas le iba a hacer, y con gran ingenuidad y torpeza, dije: la primera pregunta es: ¿De qué hablaron realmente la primera noche que se encontraron en México? Nunca me dieron la entrevista. ¿Pero de qué hablaron? Hablaron de cuestiones internacionales. Evidentemente el Che planteó allí que después del triunfo de la Revolución él tenía que ir a pelear a otros lugares, me imagino que mencionó, sobre todo, a Argentina; pero, sobre todo, otros lugares. De hecho, cuando salió a pelear en 1965, fue a África.

Wilmer Rodríguez: Además, usted fue testigo, y ahorita Elier le preguntaba, de aquella época del “quinquenio gris”, de aquella época del juicio a Padilla, es decir, de aquella situación que vivió Cuba. ¿Cómo Fidel asumió en el momento o después estos conflictos, estos problemas de esa época?

Roberto Fernández: No creo que Fidel interviniera en eso, realmente.

Había varias cosas a considerar. En el año 1968 Padilla había ganado el Premio de Poesía de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, por un libro que se llamaba Fuera del juego. Era un libro equívoco, el título mismo lo dice, ¿no?, y fue muy criticado, según mi criterio, demasiado. Pero Padilla, por otra parte, se encargaba de visitar a los extranjeros que venían a Cuba para hablarles mal de la Revolución, esa es una realidad objetiva, desgraciadamente fue así.

En el año 1971 detienen a Padilla, que tuvo algo más de un mes preso, todavía no se ha dicho por qué razón se detuvo a Padilla, pudo haberse dicho que por haber hablado mal…, pero no se ha dicho nunca. Y al final de esos cuarenta y pico de días, Padilla pronunció un discurso que yo lo escuché, en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, junto a mí estaba Fayad Jamís —a Fayad le decíamos el Moro— y Padilla empezó a decir cosas tan horribles sobre él, que yo le dije: Moro, pero Bebo está loco, qué está diciendo, él no ha hecho ninguna de esas cosas.

Pasó el tiempo y Guillermo Rodríguez Rivera, un escritor cubano importante, desgraciadamente ya muerto, que escribió un libro que se llama Decirlo todo, que publicó Silvio, él cuenta muchas cosas interesantes en ese libro, del “quinquenio gris”, y cuenta que en Madrid, a principio de los años noventa se encontró con Padilla y le preguntó: Heberto, ¿esas palabras tuyas eran una caricatura de los discursos que habían pronunciado los bolcheviques que fueron fusilados después? Y según Guillermo, Heberto le dijo: Por supuesto. Le habían detenido por solo publicar un libro, y eso fue el… O sea que lo que él hizo…

Él había vivido un tiempo en la Unión Soviética, en la Unión Soviética que después se pudriría, como sabemos en el interregno se pudrió otra gente también, hubo gentes que se estropearon en la Unión Soviética y uno de ellos fue Padilla. Él había elegido esos discursos que son terribles, terribles. Entonces, como una manera de vengarse de que lo hubieran detenido, su supuesta autocrítica fue la caricatura de esos discursos que realmente eran horribles, yo le dije a Fayad: Moro, ¿qué está haciendo Bebo?, eso es una locura; se acusaba de las cosas más terribles del mundo. Y después de eso lo liberaron.

Mi criterio es que todo en el caso de Padilla está mal, todo: el libro, las críticas al libro, la prisión, el discurso y que lo hubieran dejado después, todo es malo, mi criterio es ese. A estas alturas nunca se ha dicho por qué se detuvo a Padilla. La Revolución tiene varios asuntos pendientes, no es algo ahora del asunto.

La Revolución nunca se ha autocriticado por las UMAP. Las UMAP es una de las vergüenzas de nosotros los revolucionarios. Hace falta que se haga una autocrítica. Lo más cerca que hubo de una autocrítica, tenía que venir de quien vino. Una periodista mexicana homosexual, Carmen Lira, gran periodista, que dirige un gran periódico, La Jornada, le hizo una entrevista a Fidel, y en un momento dado le pregunta por el problema de los homosexuales y Fidel dice: “yo tengo la culpa”. Cosa que, por supuesto, es completamente falso, ¡completamente falso!

Wilmer Rodríguez: ¿Y por qué él se culpa?

Roberto Fernández: Porque tenía que hacerlo, como Jefe de la Revolución, o tenía que culpar a otra persona, que no le correspondía a él hacerlo. Él sabía quién era esa otra persona; pero, lógicamente, no podía decirlo. Entonces, como Jefe de la Revolución, así como se atribuía las muchísimas cosas buenas, se atribuyó ese hecho incorrecto.

Wilmer Rodríguez: Además, otros no se explican por qué, si eso estaba pasando, Fidel no sabía lo que estaba pasando, cómo era posible que Fidel no lo supiera.

Roberto Fernández: Bueno, a mí me contó Armando Hart que fue un íntimo amigo mío, que una vez iba paseando con Fidel y pasaron por una UMAP y salieron los homosexuales que estaban asomados gritando: ¡Viva Fidel, viva Fidel, viva Fidel!, pero muy amaneradamente, ¿no? Y Fidel le preguntó a Armando: “¿Armando, qué cosa es esto?” Y Armando fue quien le contó lo que eran las UMAP. Poco tiempo después desaparecieron las UMAP, cuando se enteró Fidel. Fidel no se enteró, Fidel no podía enterarse de todo lo que pasaba en este país.

Elier Ramírez: Era imposible.

Roberto Fernández: Pero cuando se enteró, se acabaron las UMAP.

Otra cosa mala, que eso no lo alimentó la Revolución, por supuesto, es la campaña contra los homosexuales, que fue terrible porque eso trajo consecuencias: gente que perdió su trabajo, que perdió sus estudios, sí.

Wilmer Rodríguez: O que perdió hasta la vida.

Roberto Fernández: Hasta la vida.

Cuando se suscitó este hecho tan grave, varios escritores y artistas tomamos el partido de atacar esa medida, entre ellos estaba Tomás Gutiérrez Alea, que tiempo después filmaría Fresa y Chocolate.

Mi argumentación, frente a compañeros que eran participantes, hay que reconocer que la homofobia sigue siendo vigente en Cuba, sigue habiendo mucha gente en Cuba homófoba.

Cuando se discutió el proyecto de la Constitución no se aprobó el punto del matrimonio entre homosexuales porque sigue habiendo muchos homofóbicos, esa es la realidad.

Wilmer Rodríguez: Una cuestión cultural.

Roberto Fernández: Es muy complicada la historia.

Este hermano mío, Manolo, que es una gloria, el más inteligente, el más brillante, el más barítono; pero tengo otro hermano que es homófobo, mucho más joven. Bueno, el caso es que yo, mi argumentación, cuando me reunía con gente del gobierno era: los que pertenecemos a comunidades minoritarias sentimos mucho que se nos discrimine y que el mundo esté hecho contra nosotros. Yo seguía hablando, y la gente pensaba: “coño, Retamar se va a declarar maricón” (Risas). Cuando había avanzado decía: Porque yo soy zurdo.

Los derechos no se dan cuenta, pero el mundo está hecho para los derechos: los automóviles, las tijeras, todo está hecho para los derechos; los pobres zurdos… Mi madre era zurda y uno de mis hermanos, zurdo, y yo no sé por qué —nunca he averiguado por qué— en la escuela me enseñaron a escribir con la derecha, lo noto muy raro; pero yo, por ejemplo, a la hora de jugar pelota, soy zurdo; a la hora de disparar, mi ojo visor es el izquierdo. Yo soy zurdo de todo.

Entonces, la realidad es que nadie sabe por qué se nace zurdo, y nadie sabe por qué se nace homosexual, al parecer es una cosa misteriosa que ocurre. No sé por qué entre los escritores y artistas hay muchos homosexuales, pero yo les voy a contar lo siguiente: Un astrónomo se enamora de su jardinero, pero nadie se entera, porque el astrónomo no lo hace público. Un poeta se enamora de su jardinero, y se jode, porque le escribe un soneto al jardinero (Risas).

Elier Ramírez: Y sale en todos lados.

Roberto Fernández: La realidad es que hay homosexuales en todas las carreras y en todas.

Wilmer Rodríguez: Fidel era un hombre que tenía amigos que eran homosexuales, o se vinculó con personas homosexuales. Fidel tenía amistades, trataba a las personas que eran homosexuales.

Roberto Fernández: Bueno, yo siempre he tratado a los homosexuales con igual respeto, desde que era muy muchacho.

Tenía un amigo que era homosexual, muy joven, y este amigo, de repente, se separó de mí, no volví a saber de él. Pasó mucho tiempo y me encontré con él y le dije: “Chico, ¿por qué tú te has alejado de mí?” Dice: “Porque yo soy homosexual y no quería influirte a ti”. Yo no creo que los homosexuales se influyan, yo creo que los homosexuales nacen.

José Luis Díaz-Granados, su esposa Gladys , Fidel y Retamar (febrero de 2001). Foto: La Ventana/Casa de las Américas.

Elier Ramírez: Roberto, volviendo a Fidel. ¿Usted le ha dedicado algún poema a Fidel?

Roberto Fernández: Si supieras que no. Le he dedicado trabajos a Fidel.

Elier Ramírez: Ensayos.

Roberto Fernández: En la única…, yo creo que no, no lo he nombrado… Sí, lo nombré una vez, lo nombré una vez.

Elier Ramírez: Ese poema suyo tan conocido El otro, es un homenaje a la generación de Fidel, a los caídos en la lucha.

Roberto Fernández: Ese poema yo lo escribí en una guagua, el primero de enero de 1959, por eso se llama El otro.

Había llegado la noticia de la caída de Batista y yo fui a ver a mis padres que vivían en la Víbora, y de repente llegó el poema y lo escribí. Pasó el tiempo, ese poema, incluso, traducido al vietnamita, tuvo mucha vida internacional; pero, un comemierda, en una reunión de poetas, donde yo no estaba, alguien mencionó una cosa obvia, para bien o para mal, ese es el primer poema que se escribe después del triunfo de la Revolución. Puede ser el peor poema del mundo, pero se escribió entonces, y es que sale el poema. Pero ese alguien de quien te contaba, dijo “Ese poema no tiene importancia ninguna, ese es un poema puramente personal, es el criterio de la persona”.

Yo me enteré de eso y entonces, mi próximo libro se llamó: Juana y otros poemas personales (Risas). Yo nunca he escribo poemas impersonales, todos mis poemas son personales, tienen que ver con personas, con cosas, con realidad.

Elier Ramírez: Y está su poema: “Explico al lector por qué al cabo no concluí aquel poema sobre la Comuna.”

Roberto Fernández: Ese mismo. Era un poema que no voy a leerlo completo, porque es enorme.

Cuando ocurrió el centenario de la Comuna, la Gaceta de Cuba, lógicamente, le dedicó un número y me pidieron un texto que yo, gustosamente, empecé a escribir. Pero era el año —no te olvides— de 1971, el año del centenario de la Comuna, pero es también el año en que inicia el período del “quinquenio gris” en el que los errores no son solo nuestros, sino también de los extranjeros que nos atacaron vilmente, como si nosotros fuéramos “estalinistas”, etcétera.

Entonces, yo empecé a escribir el poema aquel, la primera parte; escribí la segunda parte, y cuando voy a escribir la tercera parte, empiezan a mandar las cartas a Fidel, cartas contra la Revolución. Y, entonces, ya no pude terminar el poema. Y explico lo siguiente.

Antes de eso, le menciono a Fidel, le digo: Si Dios existe —desespera un dicho—, ¿por qué yo no soy Dios? Lo que se comprendía en esos días: si Fidel, el Che, Camilo, Raúl, Almeida existen, ¿por qué yo no soy uno de ellos? Entonces, esa, mi generación sufrió lo que tu generación no sufrió. Ese era el complejo de no haber estado en la Sierra Maestra. Eso lo sintió muy duramente mi hermano Manolo, que tuvo una participación muy fuerte revolucionaria, pero no estuvo con Camilo, como él hubiera querido. Y al final digo:

“El 19 de marzo de 1971 escribí de un tirón las líneas que anteceden, ellas debían formar parte de un poema-ensayo sobre la Comuna, y también, evidentemente, sobre otras muchas cosas. Digamos, sobre nuestra Comuna, sobre la historia tal como la vivimos, no tal como la leemos y sobre la manera de cómo se comportan ciertos escritores cuando el pueblo asalta el cielo. Pero ese día tuve que salir a una reunión, a esa reunión que espera como un charco en mitad de la vida, y cuando regresé, ya no tenía más versos, ya se había apagado, por el momento, esa necesidad, esa extrañeza que reclama darse en palabras, con algo de música, algo de verdad, y que no puede encender según mi capricho, como si fuera un radio o un editorial para la revista, aunque hasta el editorial requiere un poco de esa extrañeza.

“Pasaron algunos días, yo tenía la esperanza de reanudar de un momento a otro el poema. Me eché encima la libreta —esta misma donde ahora escribo—, y cuando me encontraba con el ‘bueno’ de Adolfo le decía que sí, que estaba trabajando, que le iba a dar algo distinto para el número de la Gaceta sobre la Comuna. Pero el poema se había quedado detenido como una catarata congelada por el invierno, o por una fotografía, donde la forma de la inminente caída es en realidad, la forma de la detención. Yo esperaba, sin embargo, esperaba, confiadamente, en que volvieran a arrancar los versos; pero lo que arrancó de nuevo no fueron los versos, sino la propia historia, quiero decir, arrancó de nuevo el asunto del poema, aquello sobre lo que yo aspiraba añadir unas cuantas palabras más hasta hacerlo inteligible y unitario, como un cuento o un rostro. En esas condiciones, cómo escribir el poema, cuando su asunto reverdece, vuelve a echar brotes y centellas, se va por delante, se hace carne en las previsibles cartas, los previsibles improperios, torpezas, incomprensiones, cobardías, arrogancias, trágicas frivolidades de que ya habló Machado. ¿Qué le ocurre al novelista cuyos personajes de pronto…?”

Roberto Fernández: Entonces pasó que, de repente, mientras yo estaba escribiendo el poema, aparecieron las agresiones, las cartas, cartas a Fidel, la primera de las cuales no era tan agresiva, fue una petición directa a Fidel; la segunda era francamente contrarrevolucionaria y Vargas Llosa admitió haberla escrito él, y hubo muchos textos contrarios a la Revolución, como si nosotros equivaliéramos a los estalinistas que habían fusilado a los bolcheviques.

Elier Ramírez: Usted entró en esa polémica y respondió varias de esas cartas, defendiendo a la Revolución.

Roberto Fernández: Claro, claro. Y, lógicamente, ya no podía terminar mi poema, porque, como se dijo: ¿Qué le pasa al novelista, cuyos personajes, de pronto reales, empiezan a vivir por sí mismos? De repente el poema empezó a vivir; los gusanos de ayer fueron los gusanos de hoy.

Elier Ramírez: Fue un poco más el guerrero el que funcionó ahí que el intelectual, aunque ambos están indisolublemente ligados.

Roberto Fernández: Ah, sí, claro, ahí tuve que ser el guerrero; pero cuando he tenido que ser guerrero, yo no he dejado de ser guerrero. Yo estuve acuartelado cuando Girón, cuando la Crisis de Octubre. Por cierto que cuando la Crisis de Octubre estuve en un campamento con Vilo Acuña, estaba también Titón, ¡qué casualidad!, amigo mío, y alguien encontró en el suelo una hoja impresa por el periódico, con una serie de noticias militares y un poema. El poema era mío.

Entonces yo era secretario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, habíamos organizado un taller para hacer obras de utilidad, afiches, cuentos, poemas, lo que hubiera que hacer. La mayor parte de esos poemas eran malísimos, pero, bueno, los hacíamos con muy buena voluntad, y uno no era tan malo, y yo le puse como título inicial “Epitafio de un invasor”; pero a la hora de mandarlo al periódico, porque eso se publicaba todos los días en el periódico, le quité ese título tan bueno, y le puse “Epitafio para el vástago de una familia detenida”, un título horrible. En la hoja del periódico le habían quitado este título horrible y le habían puesto “Epitafio de un invasor”, que era el título correcto, y le habían borrado mi nombre, o sea que ese poema era como el poema del Cid, anónimo.

Voy a citar el poema, por la razón que cuento. Se supone que esté en la familia, la familia de un invasor.

Tu bisabuelo cabalgó por Texas

Violó mexicanas trigueñas y robó caballos

Hasta que se casó con Mary Stonehill y fundó un hogar

De muebles de roble y Good Bless our Home

Tu abuelo desembarcó en Santiago de Cuba,

Vio hundirse la Escuadra española, y llevó al hogar,

El vaho del ron y una oscura nostalgia de mulatas.

Tu padre, hombre de paz,

Solo pagó el sueldo de doce muchachos en Guatemala

Fiel a los tuyos,

Te dispusiste a invadir Cuba, en el otoño de 1962.

Hoy sirves de abono a las ceibas.

¿Tú sabes dónde me encontré este poema? Yo creo que a él se debe el que se haya puesto…, eso no lo sé.

Pasado algún tiempo y antes de salir yo de Cuba, un amigo extranjero quiso visitar el despacho del Che. Hice la gestión, lo autorizaron y visitamos el despacho del Che y estaba tal cual lo había dejado, después lo cambiaron mucho. Bueno, vimos, abrí la gaveta y en una de las gavetas había notas de su viaje a África, y yo agarré, llamé a la secretaria y le dije: Saquen rápidamente esto de circulación. Pero debajo de la mesa de cristal había una hoja: esa, esa hoja.

Elier Ramírez: La hoja del poema. La tenía el Che ahí.

Roberto Fernández: Para mí ha sido la gran gloria de mi vida como poeta que el Che tuviera ese poema ahí.

El Che era un lector extraordinario de poesías, no era un autor bueno de poesía, pero un lector extraordinario. Evidentemente leyó eso en un periódico y finalmente apareció en su mesa.

Elier Ramírez: ¿Y lo puso ahí en la…, lo dejó y se quedó tal cual ahí?

Roberto Fernández: Bueno, yo me imagino que después cambiaron todo, yo no he vuelto, pero estaba como él lo había dejado.

Yo después coincidí con el Che en su viaje a África. En Praga tomamos un avión que nos llevó a Shannon y ahí se rompió, se pasó varios días esperando la pieza y después volamos a Cuba y hablamos enloquecidamente, enloquecidamente, es uno de mis grandes privilegios, realmente.

Elier Ramírez: Ahí fue la anécdota de cuando le preguntó de El socialismo y el hombre en Cuba, y usted le dijo: No, pero eso nadie me lo va a publicar, y él le dijo: “Yo sí, yo te lo publico.”

Roberto Fernández: Así es. Me preguntó varias cosas. Me dijo: ¿A qué tú atribuyes que la Unión Soviética se haya ido a al carajo? Estábamos en marzo de 1965, y yo me quedé en una pieza… Yo acababa de leer varios libros de un autor polaco, Deutscher, que yo admiro mucho, autor de una biografía extraordinaria sobre Trotsky y de muchos textos.

Elier Ramírez: En tres tomos: El profeta armado, El profeta desarmado y El profeta desterrado.

Roberto Fernández: Exacto. Este hombre había pertenecido al Partido Comunista polaco —era polaco—, dejó el Partido, era antiestalinista, pero nunca fue anticomunista. Cuando una serie de escritores que habían sido comunistas escribieron para un libro que se llamó El Dios que fracasó, The God that failed, incluso escritores buenos, Deutscher salió a echarle con el rayo, abiertamente, él nunca fue anticomunista, fue antiestalinista, pero nunca anticomunista. Bueno, yo le cité la tesis de Deutscher al Che y no se convenció para nada, y me dijo —y él lo ha repetido después muchas veces— que la culpa la tenía la NEP, la Nueva Política Económica, y el hecho de que al morir Lenin, tan temprano, no pudo rectificar, etcétera. Él atribuía a la NEP todo lo que pasó después, y llegó a ser hipercrítico el Che.

Esa vez nos dimos a leer materiales, había salido en Cuba Socialista, “Martí y el Tercer Mundo”, y yo se lo di a leer. Era en enero de 1965, y él me dio a leer el manuscrito de El socialismo y el hombre en Cuba. Él fue muy generoso con mis trabajos, y yo lo fui, por lo visto, lo fui menos con el suyo. No, era un trabajo extraordinario, excelente, fue una de las primeras —que yo conozca— intervenciones en antropología filosófica, hecha por un marxista. Hay muchas cosas buenas.

Yo publiqué después esa carta. ¿Tú la leíste?

Elier Ramírez: Sí, sí.

Roberto Fernández: Porque salió en Cuba Defendida, pero tengo algunas objeciones que hacer, y él me dijo: “Házmelas, escríbelas y publícala”. Yo le dije: “Comandante, hay que tener cojones en Cuba para publicar una réplica al Héroe de Santa Clara”, como le decían al Che. Figúrate, años antes había pensado ya él irse de Cuba.

El socialismo y el hombre en Cuba vino a tener un carácter casi testamentario. Él se fue de Cuba por esa época. Fidel leyó la carta de despedida, que es impresionante, el 3 de octubre de 1965, y habíamos regresado juntos en marzo de 1965. Entre ese momento se fue. Tiene que haber decidido ya irse, y al pobre Fidel le cayó encima la acusación de que él había matado al Che, y Fidel aguantó a pie firme.

De todas maneras, Elier, qué falta nos hizo el Che realmente. Yo comprendo que él tenía ese compromiso consigo mismo, esa vocación, lo que fuere; pero Cuba lo va a seguir necesitando…

Elier Ramírez: Hasta hoy.

Roberto Fernández: Hasta hoy.

Elier Ramírez: Hoy más que nunca.

Wilmer Rodríguez: Como la canción que dice “si el Che viviera…”.

Roberto Fernández: La canción de Carlos Puebla que dice “Aquí se queda la clara, /la entrañable transparencia/ de tu querida presencia, /comandante Che Guevara”.

Bueno, personas como el Che hay muy pocas.

¿Cómo Fidel tan rápidamente…? Bueno, el genio Fidel se dio cuenta de quién era, porque el primer Comandante de los combatientes de la Sierra Maestra fue el Che, porque Fidel se dio cuenta de quién era este hombre y lo hizo el primer Comandante. Después lo llevó a recorrer la isla junto con Camilo; después le dio cargos tremendos: Presidente del Banco Nacional, Ministro de Industrias. Yo lo vi a la semana de regresar, fui a verlo, había quedado hechizado por el Che y tenía la ilusión de trabajar con el Che.

Pero el Che tenía la idea, que no se cumplió, de hacer publicar una editorial en lenguas extranjeras para que los discursos de Fidel —en inglés y francés se traducían— se conocieran en África, porque él decía que en África no se conocían.

Y yo pensé: a lo mejor puedo trabajar con él en esto. Estaba reunido con el secretario Manresa, que ya ha muerto, y me dijo: “No te vayas, no te vayas”. Se abrió la puerta y salió el Che con Regino Boti y dice: “Bueno, los dejo a ustedes entre filósofos”. En realidad no nos dijo nada. Yo quise hablar de … para que me invitara a trabajar con él y le dije: “Bueno, me he quedado sin trabajo” y dijo el Che: “Yo también estoy de más aquí”. Posiblemente ya entonces…

Elier Ramírez: Estaba ya pensando, o más bien ya tenía decidido salir a luchar en otras tierras.

Roberto Fernández: Entonces, antes de irme —nos quedamos sin trabajo, sin libros, sin nada— le presté ese libro, una antología de poesías española, y lo perdí, no quería perderlo, y el Secretario me dijo: “Se lo voy a dar, y el Che me dijo que le copiara un poema, pero no se lo digas”. A la hora de irme, ya en la escalera, me quedé pensando por qué el Che le había pedido a Manresa que le copie un poema llamado Farewell, que quiere decir adiós, de Neruda.

Murió con 39 años, más joven que Martí que murió con 42. Hubiera podido vivir 20 años más y hubiera podido triunfar en Bolivia.

Bolivia no fue bien escogido, el lugar, era un lugar muy inhóspito.

¡Qué valiente era el Che!

Elier Ramírez: ¿Cuándo fue la última vez que vio a Fidel?

Wilmer Rodríguez: ¿Ya había enfermado Fidel?

Roberto Fernández: No.

Wilmer Rodríguez: ¿Después que enfermó no lo vio?

Roberto Fernández: Me hubiera encantado haber estado en el Aula Magna cuando pronunció ese extraordinario discurso, uno de los últimos a la nación, que es realmente la radiografía de la Cuba actual, que Fidel habló de que la corrupción cubana puede terminar con la Revolución.

Elier Ramírez: El 17 de noviembre de 2005.

Roberto Fernández: “Nosotros mismos, los revolucionarios, podemos terminar con la Revolución”, advirtió. Y, bueno, tuvimos el privilegio de tenerlo.

Elier Ramírez: Y lo seguiremos teniendo y tenemos que encargarnos de seguir teniéndolo.

Roberto Fernández: Así es.

Wilmer Rodríguez: ¿Fidel era un poeta?

Roberto Fernández: Bueno, en sus actos sí, los actos son de un gran poeta épico, en palabras no sé. En cambio, el Che no era un buen poeta (Risas).

Elier Ramírez: Aunque en actos también era un gran poeta.

Roberto Fernández: Aunque en actos era. Se sabía de memoria una cantidad enorme de poemas, recitaba de memoria a muchísimos poetas.

Elier Ramírez: Un compañero que entrevistamos que trabajó en la última etapa con Fidel, de los ayudantes, nos mencionaba que Fidel les recitaba poemas, y creo que nos mencionó Canción del Pirata de Espronceda.

Wilmer Rodríguez: Lo recitó de memoria hasta tiempos antes de morir.

Roberto Fernández: Es posible sí. Eran lecturas que él había hecho cuando era alumno de bachillerato. Ese bachillerato suyo resultó muy importante, por eso creo —como Frei Betto— que los jesuitas forjaron su carácter; pero la Revolución se la debe a la Universidad.

Wilmer Rodríguez: ¿Se extraña a Fidel?

Roberto Fernández: Lo extraño todos los días de mi vida. Personas así no solo no deben morir, sino que en cierta forma no mueren nunca. Yo pienso en Fidel, como pienso en el Che y como pienso en Martí constantemente.

Wilmer Rodríguez: Gracias a usted.

Elier Ramírez: Discúlpenos por tenerlo tanto tiempo…

Wilmer Rodríguez: Gracias, Roberto.

Elier Ramírez: De verdad que es un inmenso privilegio poder conversar con usted, no solo de leerlo sino de escucharlo directamente.

(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)

(Tomado de Cubadebate)

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A quien no quiere limonada…

Díaz-Canel intercambia con el pueblo en una de sus visitas a Trinidad. Foto: Estudios Revolución.

Hay quienes viven un idilio eterno con el odio; son los que “buscan coléricos la mancha o defecto y gozan cuando la hallan”. Así retrató José Martí a esas “almas ruines”, que han reverdecido en las últimas semanas en las redes sociales y en medios de prensa, que vegetan —financieramente hablando— mientras profesan su ojeriza hacia la Revolución cubana. Vienen a ser —ahora me sale la estirpe montuna— gallos y gallinas con el pico abierto, debajo de la mata de ateje, en espera de que caiga el racimo, no de frutos rojizos, sino verdes, verdecitos.

En esas coordenadas se inscribe el reciente capítulo de la campaña de satanización de los líderes cubanos, específicamente del Presidente de la República Miguel Díaz-Canel, blanco de mofas que pretenden ridiculizarlo ante la opinión pública, porque les carcome que la Revolución no terminara con sus guerrilleros.

Como siempre, buscan o inventan algún pretexto, un pie, en este caso más que forzado; esta vez todo comenzó a raíz de una información publicada en el Noticiero Nacional de la Televisión (NTV) el pasado 24 de mayo, centrada en un tema de la agenda gubernamental: la producción de alimentos, análisis encabezado por Díaz-Canel y el primer ministro Manuel Marrero Cruz.

Además de citar a Marrero Cruz y a los titulares de la Industria Alimentaria y de la Agricultura, Manuel Sobrino Martínez y Gustavo Rodríguez Rollero, en ese orden, el reporte en cuestión incluyó el llamado del mandatario a incrementar la producción de alimentos.

Ese sector adquiere un valor estratégico —recordó Díaz-Canel— refrendado por documentos rectores como los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista y el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030.

Más adelante, el Presidente reflexionó en torno a un asunto que no ha encontrado suficientes oídos receptivos, al menos en acciones visibles: la urgencia de romper todas las trabas y la arraigada mentalidad importadora, y de aumentar las exportaciones para captar el tan necesitado financiamiento.

Finalmente, instaba a retomar la producción de jugos naturales como la de guarapo, y a fomentar el cultivo de limones. Y a sabiendas de que si algo le sobra a este archipiélago son los grados Celsius, añadía: “La limonada es la base de todo, (…) a una base de refresco de limón, tú le echas cualquier otra cosa y es un refresco superagradable y superbueno”.

Solo bastó esa frase, más en específico: “La limonada es la base de todo”, para que medios de comunicación y perfiles en redes sociales —con alergia crónica a la Revolución— la descontextualizaran y vertebraran la alharaca con el malsano propósito de denostar al Jefe de Estado de una y mil formas, incluida una lluvia de memes.

Del árbol —léase la información de marras del NTV— tomaron una hoja y se olvidaron del tronco, de las ramas y de su raíz. Omitieron que ante la situación económica internacional provocada por la COVID-19, el Gobierno cubano implementa medidas para enfrentar la crisis, con prioridad tanto para la sustitución de importaciones como para el fomento de las exportaciones.

Las autoridades de la isla no han dejado de concederle preeminencia en su temario a la producción alimentaria y, por consiguiente, se labora en la reactivación de la tecnología de ese sector y en promover la industria a nivel local y municipal. Obviaron todo ello y más, y se quedaron —ya dije— con una hoja, a conveniencia.
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Fidel contra la COVID-19 y más allá

Fidel Castro en el Centro Nacional de Genética Médica, junto al Dr. Juan C. Dupuy Núñez, coordinador fundador del Contingente Médico Internacional para el enfrentamiento a desastres y graves epidemias Henry Reeve. foto: archivo de granma
Fidel Castro en el Centro Nacional de Genética Médica, junto al Dr. Juan C. Dupuy Núñez, coordinador fundador del Contingente Médico Internacional para el enfrentamiento a desastres y graves epidemias Henry Reeve. Foto: Archivo de Granma

Que la respuesta de Cuba a la COVID-19 está muy por encima de la mayoría de los países de su entorno, incluyendo Estados Unidos y también varios europeos, es una realidad que se va abriendo paso. Un sistema de Salud basado en la prevención, con presencia en todas las manzanas de consultorios médicos, estructurado desde las comunidades por policlínicos docentes en cada poblado o barrio, hospitales generales y especializados en todas las capitales de provincia y algunas de las ciudades más importantes, al igual que facultades de Medicina, junto a centros de avanzada para la investigación biomédica, ha permitido un pesquisaje activo y constante en busca de enfermos asintomáticos, así como su aislamiento y tratamiento temprano con protocolos y medicamentos nacionales, además de la creación de una tecnología propia para realizar pruebas capaces de detectar pacientes portadores del virus, con un mínimo gasto de reactivos en laboratorios preexistentes en todos los municipios del país.

Cuba, a la que Estados Unidos le sustrajo en los años inmediatamente posteriores al triunfo de la Revolución de 1959, la mitad de sus médicos, dejándola apenas con 3 000 facultativos, tiene hoy 95 000 de esos profesionales, con el promedio más alto de médicos por habitantes en el planeta.

Cuando en todo el mundo la mayoría de los ensayos clínicos terapéuticos buscan tratamientos para contener en enfermos de la covid-19  la llamada tormenta de citocinas, hiperrespuesta inflamatoria desencadenada por la covid-19, Cuba lo ha logrado exitosamente con un medicamento propio (cigb-258), trabaja aceleradamente, al igual que grandes potencias como Estados Unidos, Alemania, China, Rusia y Reino Unido, en tener una vacuna para la prevención de la enfermedad, y desarrolla su prototipo de ventilador pulmonar para las salas de terapia intensiva.

Lo anterior, como también la creación de centros de investigación biotecnológica de primer nivel mundial, la formación de miles de científicos altamente calificados y comprometidos con la salud de su pueblo, que han permanecido en Cuba, enfrentando carencias y escaceses, a pesar de la política sistemática de robo de cerebros espoleada desde el Norte contra todos los países del Sur y que el asedio estadounidense multiplica en el caso cubano, es resultado de la visión fidelista que, desde los inicios de la década de 1980, estimuló la producción nacional de medicamentos como el interferón; novedosas  vacunas contra enfermedades, como la hepatitis b y la meningitis meningocócica; anticuerpos monoclonales para el tratamiento de distintos tipos de cáncer, y remedios únicos en el mundo, como el que impide la amputación del pie diabético en un altísimo número de casos, entre muchos otros resultados. Igualmente, investigaciones innovadoras, relacionadas con el cerebro y medios diagnósticos propios que permiten detectar tempranamente malformaciones congénitas en el feto, enfermedades presentes en la sangre como el vih y otras, a las que viene a sumarse la covid-19. Todos esos tratamientos están disponibles, muchas veces gratuitamente o a un costo simbólico, para los cubanos a nivel comunitario, que además son vacunados sin pago alguno desde la niñez contra 13 enfermedades.

Fue también a mediados de los años 80 del siglo pasado, cuando Fidel comenzó a hablar, mientras en Cuba se multiplicaban las facultades de Medicina y crecía el número de estudiantes de especialidades relacionadas con la Salud, entre las dudas de no pocos escépticos y las burlas de sus enemigos, de que el país sería una potencia médica mundial.

Cuando unos pocos años después la desaparición de la urss desató la crisis económica más profunda de la historia cubana, se siguieron abriendo centros de investigación científica, mientras el Comandante repetía: «este país vivirá de las creaciones de su inteligencia». La exportación de servicios médicos es hoy la principal fuente de divisas de la economía cubana, a pesar de la persecución del Gobierno estadounidense, y los desarrollos de productos innovadores en la biomedicina son también un importante aporte.

A eso se suma la colaboración solidaria en Salud, de la que Cuba es líder mundial presente en los más recónditos lugares de  países pobres y ofreciendo miles de becas para estudiantes de Medicina, además del trabajo del Contingente internacionalista Henry Reeve para situaciones de desastre.

No  es algo traído por los pelos relacionar todo lo anterior con Fidel, porque los cubanos lo vieron explicarlo por televisión en argumentados discursos, inaugurando consultorios médicos, hospitales, policlínicos y centros científicos, y escucharon sus intervenciones en graduaciones de médicos, no con la demagogia del político capitalista que se aprovecha de ello para hacer relaciones públicas, sino con el conocimiento milimétrico de quien lo gestó e impulsó hasta el detalle y sabe el por qué y para qué de cada cosa, pensando siempre en el beneficio que puede aportar al más humilde ciudadano.

Si no fuese suficiente, está la disponibilidad de instituciones universitarias en todo el país, con capacidades de alojamiento para albergar gratuitamente a estudiantes de localidades lejanas, que han servido como centros de aislamiento, entre ellas una Universidad de Ciencias Informáticas, ideada por Fidel, donde se han formado miles de profesionales y se han desarrollado aplicaciones para

telefónos móviles, como las creadas para que la población se autopesquise sobre la epidemia o para facilitar información sobre ella. Asimismo, fue el Comandante quien impulsó la creación de capacidades para producir clases por televisión, lo que hoy ha permitido que estudiantes de la educación general y artística puedan continuar su aprendizaje desde los hogares.

¿Y después de la pandemia qué?

Todo eso está muy bien, diría un observador, sin duda Cuba va resolver antes que otros la crisis sanitaria, pero qué va a pasar después, cuando al impacto de las recrudecidas sanciones estadounidenses que ya venía golpeando la economía cubana, se haya sumado la crisis económica global, que la pandemia ha profundizado con su impacto negativo en actividades como el turismo, que tienen un peso importantísimo en los ingresos en divisas de la nación. El daño económico de esta situación es un enorme desafío para todos los países y lo es mucho más para el que sufre el bloqueo económico más prolongado de la historia.

Como se ha planteado por la dirección del país, resulta imprescindible avanzar decididamente en la implementación, aún en las nuevas y más desfavorables condiciones, de las transformaciones económicas acordadas en el vii Congreso del Partido Comunista.

El Gobierno cubano ha planteado que la prioridad en la economía será la producción nacional de alimentos, una parte mayoritaria, junto a los combustibles, de la factura de importaciones, que ya no podrá ser respaldada por nuestras mermadas arcas; el impulso a todo rubro exportable, y la apertura segura al turismo cuando las condiciones lo permitan. Y ahí también las ideas de Fidel pudieran desempeñar un papel importantísimo.

La producción intensiva de plantas proteicas, objetivo al que el Comandante dedicó los esfuerzos en sus últimos años y que, según la fao, tienen un alto potencial como alimento animal. Con la participación de científicos cubanos, Fidel trabajó desde 2011 en la investigación con las plantas de moringa, morera y tithonia como alimento para animales monogástricos (pollo, cerdo) y poligástricos (vacunos y ovejos). Algunos, como ocurrió con la proyección de la Salud o la biotecnología también tuvieron burlas, pero investigaciones científicas avalan que las tres plantas superan en productividad por hectárea a la soya, el girasol y la alfalfa, y permiten hasta ocho cortes al año con una alta densidad en su cultivo.

El conocimiento innovador, profundo, amplio y único, acumulado por Cuba en este campo, pudiera ser muy atractivo para la inversión extranjera, tanto asociada a la satisfacción del mercado interno como para la exportación. Los proyectos de desarrollo local, facilitados por las facultades otorgadas a los municipios en la Constitución, también pudieran tener en esta tecnología una nueva oportunidad. Desde 2018 el Gobierno cubano creó la entidad de Ciencia, Tecnología e Innovación Sierra Maestra, para dar continuidad a este trabajo iniciado por Fidel.

También fue el Comandante quien concibió la explotación turística de cayos accesibles a través de carreteras sobre el mar, construidas en los duros años 90 del siglo pasado, que hoy cuentan con una sólida infraestructura, incluyendo aeropuertos; o en playas prácticamente vírgenes en sitios sin población residente, en el norte de la Isla que permitirían la apertura inicial a visitantes internacionales sin poner en riesgo a núcleos poblacionales. Ya compañías hoteleras como Meliá e Iberostar están incorporando la sostenibilidad sanitaria como un valor fundamental en su estrategia pospandemia, y pocos destinos turísticos en el mundo pueden competir con lo que Cuba está en condiciones de ofrecer cuando estén creadas las garantías y seguridades para volver a abrir fronteras.

No se trata de una panacea, esta no existe en algo como la economía, más en tiempos de tanta incertidumbre y crisis a nivel mundial, pero se hace evidente que el Comandante está muy lejos de ser «el responsable del desastre económico», como afirma la cubanología, y sí el aportador de importantísimas fuentes de ingresos para que un país no petrolero, sin grandes recursos naturales y con tierras poco feraces, que obligan al riego y a la fertilización, pueda no solo sobrevivir en condiciones de cerco económico, sino desarrollar un proyecto de justicia social que defiende para todos sus ciudadanos servicios básicos de los que carecen muchos países de su entorno, sin los problemas que allí son endémicos, como el crimen organizado  y el trabajo infantil.

Además de la formación masiva de recursos humanos de alto nivel, que constituyen un incentivo para la inversión extranjera, y de la exportación de servicios profesionales y de productos únicos a nivel mundial con alto valor agregado, el trabajo incansable de Fidel Castro por su pueblo puede no ser solo un factor decisivo para que no haya ocurrido en la Isla caribeña el desastre humanitario que está a la vista en muchos otros lugares que se le han opuesto como modelo. En el aporte de su tenacidad, servicio al pueblo, afán de conocimiento y rigor científico hay soluciones que permiten a Cuba volver a hacer fracasar el sueño ultraderechista de convertirla en el «híbrido de casino con prostíbulo» que algunos creen viable para ella a la luz de la «tormenta perfecta» que suponen producirá la combinación de un bloqueo económico recrudecido con la llegada de un virus que, si algo ha puesto al desnudo, es la inviabilidad del sistema económico, político y social que el Comandante dedicó su vida a combatir.

(Tomado del períodico Granma)

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