Desclasificados…, un testimonio fidedigno

Carlos Fernández de Cossio

El libro Desclasificados. Conversaciones Cuba-Estados Unidos (1975-1981), de Elier Ramírez Cañedo, es una contribución de singular importancia para quienes buscan comprender la naturaleza y las complejidades del conflicto que impone el imperialismo estadounidense contra Cuba.

No es un libro habitual: no narra un episodio, un periodo histórico o un problema dado. Tampoco pretende ser un ensayo para plantear una tesis. Constituye una compilación cuidadosamente seleccionada y ordenada de conversaciones reales llevadas a cabo en secreto entre representantes gubernamentales de Cuba y los Estados Unidos en el periodo señalado en el título. Se trata mayormente de actas taquigráficas de diálogos verdaderos. Son así testimonio fidedigno de acontecimientos históricos de alta significación para las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

Su compilador, Máster en Historia Contemporánea y Doctor en Ciencias Históricas, tiene una reconocida trayectoria como estudioso e intérprete de los acontecimientos que se tratan en esta obra. Es autor o coautor de varios libros, algunos de los cuales están dedicados al conflicto Cuba-EEUU, entre los que resalta el que se titula De la confrontación a los intentos de «normalización». La política de los Estados Unidos hacia Cuba, publicado en 2011 y 2014.

En dos ocasiones, Elier ha obtenido el Premio de la Crítica Histórica Fernando García Portela, que otorga la Unión de Historiadores de Cuba. Además, fue merecedor del Premio Nacional de la Crítica Científico-Técnica y del Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba.

De modo que estamos ante la obra de un historiador y autor consagrado. Más allá de esas cualidades, es un estudiante riguroso del tema que se trata en esta obra. Solo así se explica la aguda precisión en la selección y ordenamiento de los textos recopilados; tarea que conlleva maestría y profundo conocimiento del tema, como se refleja en la formidable introducción. Elier logra un volumen unificado y coherente de un tópico complejo, pero de fácil asimilación y seguimiento por parte del lector.

No es este un libro para quien se inicia en el estudio sobre los Estados Unidos o sobre el desafío que representa ese país poderoso para el nuestro. Para ese fin, existen muchos otros textos y abundante material histórico y contemporáneo. 

El valor singular de esta obra es que brinda al estudioso o investigador la oportunidad de confirmar o someter a prueba conceptos, conclusiones y afirmaciones usualmente abundantes en textos de diversa índole que tratan esta materia. Le permite observar directamente la interacción, las discusiones y las negociaciones llevadas a cabo, lejos de la vista pública, en un grupo de reuniones que tuvieron lugar entre representantes del gobierno Revolucionario Cubano, bajo la orientación del Comandante en Jefe Fidel Castro, y de tres gobiernos estadounidenses de la época: dos de ellos republicanos, los de Gerald Ford y Ronald Reagan; y uno demócrata, el de James Carter.

En el caso de Ford y Carter, fueron conversaciones para buscar un acomodo bilateral. El único encuentro recogido en el libro con el gobierno de Reagan fue más bien un intento de amenaza en búsqueda de concesiones de Cuba que Estados Unidos nunca logró obtener.

El texto sirve entonces tanto como material de estudio con su lectura integral, como material de consulta frecuente para la verificación sobre lo acontecido en alguno de los encuentros específicos recogidos.

Es importante recordar el periodo histórico de las reuniones que aquí se registran. En 1975, Cuba celebraba el Primer Congreso del Partido Comunista, acontecimiento de especial importancia para la consolidación de la obra de la Revolución y el rumbo socialista, para la institucionalización y la unidad de las fuerzas revolucionarias. Era un periodo que mostraba el avance indiscutible del país en el desarrollo socio-económico y la justicia social, así como del nivel de vida de la población, sobre todo si se compara con el resto de América Latina en esa época. Tomaban impulso las grandes inversiones en la economía, con el respaldo de las relaciones económicas y comerciales justas y equitativas que se desarrollaban con la antigua Unión Soviética y el otrora campo socialista.

Habían quedado atrás los momentos más peligrosos para la Revolución y la etapa del combate contra las bandas armadas que, fomentadas por el imperialismo, operaron en varias provincias del país hasta fines de la década de 1960. Se había roto el aislamiento diplomático impuesto por los Estados Unidos contra Cuba en nuestra propia región, con la excepción de México y Canadá.

Desde los meses finales de 1975, Cuba había comprometido, con éxito, una significativa ayuda militar, solidaria e internacionalista en África en respaldo de la defensa de la integridad territorial y soberana de Angola, así como en Etiopía desde 1977. Las fuerzas internacionalistas cubanas y su política exterior eran un factor influyente en la lucha de los pueblos africanos por la consolidación de su independencia.

Por su parte, los Estados Unidos habían salido derrotados y desmoralizados de su intervención militar en Vietnam. Internamente, sufrían las secuelas políticas del escándalo de Watergate y la renuncia del presidente Nixon, así como una crisis económica aguda. El gobierno de Carter asumió la presidencia en 1977 con un enfoque amigable de política exterior, pero al final de la década, en 1980, perdió las elecciones frente a Ronald Reagan, quien asumió en enero de 1981 al frente de una ola de renovado conservadurismo y posiciones reaccionarias en política interna y exterior.

Ese es el contexto histórico en que ocurren los acontecimientos que se registran en el libro y la lectura de las actas recogidas permite interpretar el efecto del escenario en la conducta de los participantes, tanto de Cuba como de los Estados Unidos.

En la introducción al libro, Elier plantea y cito:

Desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961, la diplomacia secreta ha acompañado tras bambalinas la conocida confrontación Estados Unidos-Cuba. Junto a la guerra económica, planes de invasión, sabotajes e intentos de asesinato de los líderes de la Revolución, las distintas administraciones estadounidenses, desde Kennedy hasta Obama, han establecido algún tipo de comunicación con las autoridades cubanas.

El texto ante nosotros confirma esa realidad y la lectura de las deliberaciones también confirma la coherencia y consistencia en la disposición de Cuba a avanzar hacia una relación respetuosa y constructiva con los Estados Unidos, en todas las etapas, a pesar de las diferencias; y la disposición cubana, en la búsqueda de soluciones, a tener flexibilidad en asuntos que no fueran de principios o lesivos a los derechos soberanos de nuestro país.

Entre esos asuntos está el tema de los presos contrarrevolucionarios, la disposición a sentarnos a discutir para encontrar solución a las reclamaciones mutuas y la de llegar a acuerdos bilaterales, aun sin haber solucionado la mayor parte de los asuntos más graves del conflicto bilateral.

Asimismo, en estas conversaciones nos encontramos con el rechazo a toda pretensión de que se le reconozcan a los Estados Unidos prerrogativas o privilegios superiores a los de Cuba como Estado soberano. La absoluta lealtad de Cuba a los principios y a los compromisos solidarios asumidos también se hace patente y se refleja en nuestra firme defensa de la causa de la independencia de Puerto Rico y la disposición a ofrecer concesiones o dar pasos de interés para los Estados Unidos a cambio de que el gobierno estadounidense beneficiara a los patriotas puertorriqueños.

Esto último se refleja de igual forma en el rechazo a todo reclamo de que Cuba suspenda su ayuda solidaria en África a cambio de mejoría en nuestras relaciones con los Estados Unidos.

Cito un ejemplo. En la reunión celebrada el 29 de octubre de 1978 en Cuernavaca, México, el entonces enviado cubano José Luis Padrón siente la necesidad de responder a un planteamiento de Estados Unidos:

(…) nuestra actual posición de principios es que de ninguna forma vamos a hacer de nuestra ayuda a nuestros amigos africanos un elemento de negociación. Esto no es negociable. Estamos preparados para continuar nuestra política constructiva y positiva a fin de eliminar el conflicto y promover la paz donde quiera que esté amenazada. Pero de ninguna forma vamos a hacer objeto de negociación los acuerdos y compromisos que hemos establecido con países amigos. Nuestras relaciones bilaterales con estos países no son negociables.

El estudio de los documentos recopilados confirma también otras realidades. Entre ellas está la coherencia y consistencia en la incapacidad o ausencia de voluntad del gobierno de los Estados Unidos para reconocer que Cuba es y tiene el derecho a ser un país soberano con pleno ejercicio de la autodeterminación.

Si bien las conversaciones se desarrollaron siempre con un clima de respeto y cortesía, lo que el lector puede apreciar fácilmente, y a pesar de que se plantean por parte de los Estados Unidos incluso propuestas que reconocen las prerrogativas políticas de nuestro país, en ningún momento se encuentra en las actas el reconocimiento a los derechos soberanos de Cuba, en condiciones de igualdad.

El libro refleja con absoluta claridad el hábito pernicioso estadounidense de reclamar que Cuba ofrezca gestos para convencer a congresistas o políticos de los Estados Unidos a poner fin a una política que es claramente injusta. En ese sentido, el representante cubano José Luis Padrón se siente obligado a observar: «Con mucha frecuencia hemos escuchado a funcionarios estadounidenses de alto nivel del congreso y de la rama ejecutiva referirse a la necesidad de “gestos” para crear un clima favorable necesario de forma que Estados Unidos pueda dar pasos para mejorar las relaciones».

Es una costumbre que se mantiene vigente en nuestros tiempos y la arrastra el actual gobierno de los Estados Unidos como si fuera un acto de fe.

El periodo histórico que recoge el libro toca a tres gobiernos o administraciones estadounidenses, y se observa cómo nunca se llega como resultado de esas conversaciones discretas a soluciones concretas. Por medio de un pretexto u otro, los esfuerzos de los gobiernos de Ford y Carter se disolvieron sin llegar resultados.

¿Por qué son importantes estas apreciaciones, y las enseñanzas y conclusiones que se puedan sacar del libro?

Sucede que el conflicto de los Estados Unidos contra Cuba permanece con absoluta y cruel presencia. Sus tres herramientas fundamentales continúan aplicándose hoy rigurosamente. Ellas son:

  1. El bloqueo económico, reforzado en los últimos cinco años y con creciente impacto extraterritorial.
  2. Los programas de subversión política, a los que el Congreso Federal dedica decenas de millones de dólares cada año.
  3. Las campañas de descrédito contra Cuba, con el impulso que les ofrece las plataformas digitales de comunicación.

Las tres herramientas estaban presentes en los diálogos que se recogen en el libro.

El contraste principal con el periodo de fines de la década de los 70 es que el actual gobierno de los Estados Unidos no da señal alguna de querer resolver los problemas medulares entre los dos países o siquiera apartarse de la ruta agresiva impuesta por el gobierno de Donald Trump. Se esconde tras expresiones demagógicas sobre una supuesta preocupación por el bienestar de los cubanos, mientras aplica una férrea política de coerción económica que lastra significativamente nuestro esfuerzo de recuperación económica e impulso del desarrollo.

Con la experiencia de haber leído mucho de lo que se ha escrito sobre el conflicto de los Estados Unidos contra Cuba y haber tenido que dedicar mucho tiempo a ese tema, afirmo con la mayor convicción que estamos ante un libro necesario para el que se proponga estudiar y conocer a profundidad este problema irresuelto.

(Tomado de Cubaliteraria)

Acerca de Dialogar, dialogar

Historiador, investigador, papá de María Fernanda y Alejandra
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