“Los avatares actuales de la juventud comunista cubana”.

Elier Ramírez Cañedo.

(Estas fueron mis palabras en el IX Congreso de la UJC, desde esa fecha hasta acá pienso hemos avanzado en muchos terrenos, en otros aún tenemos que seguir trabajando)

Comisión de Trabajo Político-Ideológico, 3 de abril de 2010.

Mi generación, como ninguna otra, sufrió los fuertes embates materiales y espirituales devenidos de la desintegración del campo socialista. Transcurridos 20 años de aquellos acontecimientos no hemos conocido otra cosa que lo que llamamos “Período Especial”. No solo nacimos en un país bloqueado y asediado por la potencia imperialista más poderosa del mundo sino que vivimos nuestra niñez, adolescencia y juventud, bajo las circunstancias más adversas en que un pueblo se ha planteado la construcción del socialismo. Pese a las múltiples carencias materiales y las afectaciones lógicas que nuestra desajustada base económica produjo en la espiritualidad de muchos cubanos, nos hicimos comunistas. Ello fue posible, fundamentalmente, gracias a nuestros padres, abuelos y maestros, que hicieron que comprendiéramos que el capitalismo no tenía nada humano que ofrecernos y que el socialismo era el único camino de poner la justicia tan alta como las palmas y de alcanzar la liberación humana de todas las dominaciones posibles; que nos hablaron del sufrimiento de Cuba antes del triunfo revolucionario de enero de 1959 y de todo lo que habíamos logrado luego de este bajo la sabia dirección de nuestro líder Fidel Castro. De esta manera nos incorporamos concientemente a la lucha revolucionaria, a resistir todo lo que viniera, y a tratar de salir adelante. Lo hicimos bajo la inspiración guevariana de que el revolucionario es el escalón más alto de la especie humana.

Lo que parecía imposible para muchos espectadores en el mundo entero se logró, Cuba no solo resistió el derrumbe del campo socialista y la entonces más envalentonada y agresiva política de Estados Unidos y sus aliados contra Cuba, sino que logró revertir la situación más crítica de la crisis de los 90. Sólo el sacrificio sin par y la unidad del pueblo, guiados magistralmente por el liderazgo histórico permitió que desafiáramos los límites de lo posible. Mi generación no fue solo testigo de esto, sino también protagonista de tal resistencia heroica. Pero haber sabido nuestros líderes captar en toda su dimensión las coordenadas del momento histórico con creatividad y valentía política, permitió que la Cuba socialista saliera con vida de aquellos momentos tan aciagos, aunque no sin heridas. Heridas que hoy permanecen abiertas y que de no curarlas, llevarían a la reversibilidad de nuestro proceso. De ello nos alertó Fidel, en su magistral y memorable discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005. Estamos entonces ahora en otra encrucijada histórica que requiere también derroche de creatividad y la participación abierta de todos los cubanos, para cambiar todo lo que debe ser cambiado. La unión indisoluble vanguardia y masa es hoy más necesaria que nunca.

Pertenezco a un sector comprometido de la juventud cubana, marcado profundamente por las palabras del Comandante en Jefe en aquel discurso en el Aula Magna, en el cual nos responsabilizó a nosotros, los más jóvenes, con el futuro de la Revolución y nos convocó al debate sobre la construcción del socialismo cubano del futuro. “Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras, -nos dijo Fidel- de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas dirigidas a ustedes, que son los responsables, acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo”.

Pienso que este debate entre la generación histórica y la nuestra que, sólo será histórica en la medida que logre no solo la continuidad de nuestra Revolución sino también un socialismo mejor, aún no se ha producido en toda su profundidad. En la unión indisoluble de los pinos viejos y los nuevos en el actuar y el repensar de nuestro socialismo estará la garantía de la permanencia de lo conquistado y lo por conquistar. La juventud comunista cubana debe proyectarse más allá de los problemas propios de la juventud –que de hecho son bastantes y muy complejos- sino también a todo el entorno social, económico y político de la nación. Debe tener un espacio mayor para crear, para debatir, para influir en la toma de decisiones. Para que la juventud sea el futuro debe empezar por ser el presente. Por eso defiendo la idea de que no solo debemos trabajar por lograr una representatividad mayor en todas nuestras estructuras de dirección, en cuanto a género y raza, sino también generacional. La multiplicidad de voces participativas en la construcción de nuestro socialismo debe ser una de nuestras fortalezas inquebrantables.

Nuestro trabajo político ideológico con los jóvenes sin compromiso, desconectados o colonizados culturalmente por el capitalismo, se hace cada día más complejo. No es que sea imposible que logremos sumarlos a nuestras ideas, sino que se hace más difícil, pues nuestros argumentos chocan con realidades actuales de nuestra sociedad que nosotros mismos, dada nuestra condición de revolucionarios, somos los primeros que añoramos con cierta impaciencia que cambien. El hombre, por naturaleza, toma la práctica como criterio de la verdad. Por eso es más difícil convencer partiendo de ideales que de realidades. Con esto no quiero decir que todo este mal en nuestra realidad, sino que tenemos muchos más problemas acumulados que resolver que en circunstancias pasadas, problemas que han tenido su impacto más fuerte en las generaciones más jóvenes y que no solo tienen que ver con la vida material, sino también con la espiritual, pues ambos campos de nuestra existencia están orgánicamente relacionados. A ello se le une, que el Imperialismo no ha cesado, más bien a incrementado su guerra cultural contra Cuba. También contra todos los proyectos que aspiran a desconectarse de sus redes de dominación sistémica. Sus industrias culturales y del entretenimiento banal tienen mucho poder y en su afán de convertir a la mayoría de los seres humanos de este planeta en sujetos que no piensen sino que consuman, destinan todos los recursos monetarios y humanos a su alcance. Cuba está en el ojo del huracán, a solo 90 millas de la potencia líder de ese sistema alienador y la nueva administración estadounidense tiene entre sus prioridades la subversión ideológica de la juventud cubana.

Ante un nuevo entorno internacional, en el que el prestigio de Cuba se eleva cada vez más y países de nuestra región han apostado también por el socialismo antes que la barbarie, urge que redefinamos nuestra brújula socialista y de que sanemos las heridas yacentes de todos estos años de sobrevivencia y resistencia, y que lo hagamos paralelamente tanto en la base económica como en la superestructura. Si resolvemos solo lo económico y no trabajamos desde ahora por sanear todo nuestro tejido espiritual allí donde ha sido dañado –lo cual considero llevará incluso más tiempo-, no garantizaremos la irreversibilidad de nuestro socialismo. Viceversa, si seguimos trabajando político-ideológicamente sobre una base económica que, fundamentalmente por su distanciamiento de la fórmula planteada por Marx en la Crítica del Programa de Gotha, “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”, realiza labor de zapa en las conciencias, tampoco lograremos nuestros objetivos a largo alcance. Las desigualdades derivadas de esta situación se hacen más lacerantes ante la presencia del fenómeno de la corrupción y las ilegalidades, cuestión sobre la cual también alertó el Comandante en Jefe en su discurso en el Aula Magna. En definitiva, creemos que la recuperación económica debe ir acompañada de la recuperación cultural.

Por eso, no sería demasiado ocioso decir que la mayor solidaridad internacional que podemos prestar hoy –además de la que ya estamos prestando- sobre todo a los gobiernos revolucionarios del hemisferio, es trabajar fuertemente por resolver las imperfecciones de nuestro modelo socialista, demostrando que no solo resistimos, sino que construimos un modelo de sociedad anticapitalista viable económica, política, social y culturalmente. Soy de los que defiendo la idea de la socialización del poder y la agenda de los cambios, así como la diversificación de las formas de propiedad social, como posibles soluciones a muchos de los problemas que hoy enfrenta nuestro socialismo.

No hay duda de que las imperfecciones de nuestra realidad inciden directamente en el trabajo político-ideológico que desarrollamos con los militantes de la UJC y, sobre todo, con el que desplegamos con los no militantes de nuestro radio de acción. Pero a pesar de que muchas de estas dificultades requieren soluciones a nivel de país, tampoco estamos desarmados. Me atrevería a enumerar algunos de los aspectos que los militantes comunistas debemos tomar en consideración para desarrollar con mayor éxito el trabajo político-ideológico individualizado o colectivo, no como un recetario dogmático, sino como simples recomendaciones a incorporar al debate:

1-Reconocer nuestras propias deficiencias en el trabajo de la juventud y las imperfecciones de nuestra sociedad. Nuestra incondicionaldad con la Revolución no significa que seamos acríticos con lo que hacemos y con lo que vemos, pues entonces dejaríamos de ser revolucionarios. El revolucionario es el mayor inconforme con las insuficiencias y errores, pero ello lo lleva a comprometerse aún más en la lucha, no a abandonarla.

2-Mostrar cultura del debate y tratar de convencer, jamás imponer. Imponer solo con el ejemplo personal. Para ello también es necesario ser cada día más cultos y estar actualizados de nuestro acontecer nacional e internacional.

3-Como dijera nuestro presidente, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, en su intervención ante la Asamblea Nacional del Poder Popular el 28 de diciembre de 2007: “quien ocupa un cargo de dirección debe saber escuchar y crear el ambiente propicio para que los demás de expresen con absoluta libertad”.

4-La Historia de Cuba y el marxismo constituyen armas ideológicas realmente poderosas. La historia de nuestra patria debemos trasmitirla con pasión para que llegue hasta el corazón mismo de nuestros jóvenes, pero también con rigor científico, como una historia que al preocuparse por la búsqueda de la verdad nos presente seres humanos y no dioses y santos. Una historia por demás analítica y problematizada, no hechológica. Dentro de ella, preocuparnos por conocer en profundidad, con sus luces y sombras, la historia de la Revolución Cubana en el poder, desgraciadamente la etapa menos estudiada. “Los que no conocen su historia están condenados a repetirla”, decía Santayana. Aunque yo diría mejor: los que no conocen los errores de su historia están condenados a repetirlos. ¿Cómo podremos avanzar sin conocer las lecciones del pasado? Entendamos que cada vacío temático que dejamos en nuestra historia, termina virándose contra nosotros, pues el enemigo encuentra terreno para la manipulación y el engaño. Sabe que el árbol como mejor se corta es de raíz y hacia nuestras raíces dirige sus dardos venenosos. Por su parte, el marxismo debemos entenderlo como método, no como doctrina. Como una teoría en movimiento no anquilosada por el tiempo, en la que se superen las vulgarizaciones y determinismos que tanto daño le hicieron durante años. “Para nosotros –decían Marx y Engels-, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”.

5-Eliminar el verticalismo en la manera de dirigir que tanto nos afecta. Verticalismo es igual desmovilización, apatía y formalismo. Cuando desconcentramos el poder y lo repartimos entre todos, cuando debatimos en colectivo todas las decisiones, logramos compromiso, identificación, participación y las mejores soluciones a nuestros problemas. Logramos por demás que los militantes participen, piensen, creen, aporten y se eduquen políticamente.

6-Ser dialécticos y creadores todo el tiempo. “Una juventud que no crea es una anomalía”, nos decía el Che. Sin engreimientos y autosuficiencias que nos lleven a creer que tenemos la verdad absoluta y con nuestra modestia como arma fundamental, pensar con cabeza propia. “¿Y qué juventud queremos? –preguntaba Fidel en discurso pronunciado el 13 de marzo de 1962- ¿Queremos, acaso, una juventud que simplemente se concrete a oír y a repetir? ¡No¡ Queremos una juventud piense. ¿Una juventud que sea revolucionaria por imitarnos a nosotros? ¡No¡, sino una juventud que aprenda por sí misma a ser revolucionaria, una juventud que se convenza a sí misma, una juventud que desarrolle plenamente su pensamiento”.

Para finalizar solo me cabe decir que, o pasamos a la ofensiva con ideas revolucionariamente sólidas y con hechos y realizaciones concretas o perderemos la principal batalla de nuestra generación. Y para que no se hagan ilusiones nuestros enemigos le advertimos de que en esa batalla, la disyuntiva de la juventud comunista no es otra que la de ¡Socialismo o Muerte¡ ¡Patria o Muerte¡ ¡Venceremos¡

Muchas Gracias.

Acerca de Dialogar, dialogar

Historiador, investigador, papá de María Fernanda y Alejandra
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