LUIS RENÉ FERNÁNDEZ TABÍO
Introducción
La defensa del interés nacional de Estados Unidos se considera un aspecto principal en la formación de su política exterior, pues representa una síntesis de sus objetivos fundamentales en cada etapa histórica. Existen diversas interpretaciones para la determinación del interés nacional, así como para definir las prioridadesen la atención de ese interés, y los instrumentos que deben ser seleccionados para el cumplimiento de los objetivos de política exterior en cada lugar o situación concreta.En general es aceptado que la política exterior de Estados Unidos en la defensa del interés nacional tiene que proteger los intereses económicos y de la seguridad nacionaldel país.
El apoyo interno a lo que se considera el interés nacional de la política exterior de Estados Unidos ha sido muy estable a lo largo de los años y está asociado a la situación socioeconómica interna y los riesgos que se perciben por los ciudadanos. De modo muy directo el interés nacional se refleja en la percepción sobre su situación socioeconómica que tienen las personas y los hogares. Por lo tanto el empleo, la calidad del mismo, la retribución por el trabajo, el desempleo y los ingresos reales constituyen variables sensibles que se conectan con la economía mundial si se considera al menos como parte de la causa de los problemas internos. Del mismo modo, los riesgos por ataques terroristas –exacerbados después del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos–, proliferación de armas de destrucción masiva y tráfico internacional de drogas constituyen desafíos que se pueden vincular con las relaciones internacionales y la política exterior.
En 2013 al preguntarse sobre el propósito de la política exterior estadounidenses el 81% afirmó que era proteger el empleo de sus trabajadores. En el trasfondo de esta idea se planteaba que Estados Unidos estaba exportando los empleos hacia otros países como China o México. En 2014 la tarea de proteger a Estados Unidos de ataques terroristas se colocó como el interés nacional que se debía priorizar por el 83% de los encuestados. Además de proteger los empleos y resguardar a los estadounidenses de ataques terroristas, en el año 2013 el 73% quería prevenir la proliferación de armas de destrucción masiva, reducir la importación de energía (61%) –lo que podría explicarel rechazo a los acuerdos a favor de la protección del medio ambiente–, combatir el tráfico internacional de drogas (57%) entre las prioridades de la política exterior. Objetivos de política exterior de carácter ideológico, como el supuesto apoyo de los derechos humanos se consideraba como prioridad de política exterior para apenas el 33%.[1]
Es decir, la opinión pública estadounidense se inclina a identificar el interés nacional de Estados Unidos con temas que afectan la situación socioeconómica interna como es el problema del empleo, así como asuntos que se percibe amenazan a la seguridad nacional, como el terrorismo y el narcotráfico.
Sin embargo, en el caso de Cuba se observa una contradicción, en tanto se han tomado decisiones que contradicen tanto la mayoritaria opinión pública estadounidense, como los intereses del sector de negocio en ese país. A finales de 2016 todavía se debatía sobre la tendencia que definiría la política de Trump hacia Cuba entre el negociador y el de línea dura, decantándose en esta primera fase de su gobierno por la segunda opción.[2] En las decisiones anunciadas para retrotraer las direcciones de política iniciadas por Obama, por duras y extremas que sean, y a pesar de que los intereses económicos y de seguridad han sido afectados, hasta cierto punto han servido como contrapeso al propósito de retroceder las relaciones a la etapa precedente.
Cabe entonces asumir que la política de Trump hacia Cuba hasta el momento no solamente ha sido contraria al interés nacional revelado por las encuestas de opinión publica en Estados Unidos, sino que además es inconsistente con su propio discurso de favorecer al pueblo estadounidense, sus intereses económicos y de seguridad. Tampoco puede favorecer al sector privado en Cuba como supone, porque el grueso de su actividad se perjudica visiblemente con la reducción de los viajes de estadounidenses y debido a que las nuevas regulaciones perjudican a toda la economía y sociedad. Como se ha demostrado desde hace muchos años, el bloqueo no se puede segmentar. Cuando se incrementan las medidas contra los viajes y las sanciones contra empresas cubanas, también se afecta a todo el pueblo en todas las actividades y sectores.
Esto no es un fenómeno totalmente nuevo, pero se presenta en un contexto político distinto. Hay una fractura al interior de la clase dominante más allá del bipartidismo y no existe consenso sobre la política hacia Cuba. Durante la presidencia de George W. Bush, que tenía vínculos y compromisos sumamente importantes con los cubanoamericanos en la política de ese país, ni se retiraron las entonces Oficinas de Intereses, ni se rompieron los acuerdos migratorios. El agravamiento de las sanciones generó fuerzas contrarias incluso entre los cubanoamericanos que se consideraban aliados de esas medidas.
Es notable que en los anuncios del Memorando del16 de junio de 2017 sobre Cuba,[3]si bien constituyen un retroceso en el proceso de mejoramiento de las relaciones entre los dos países, introduce nuevas sanciones y restablece el discurso de Guerra Fría, ha dejado abierto hasta ahora ciertos canales, que incluye los viajes a Cuba de los cruceros y los vuelos comerciales. Probablemente estiman que son aquellos con mayor beneficio para las empresas estadounidenses involucradas y menor provecho para Cuba. De todos modos, por extremas e irracionales que sean estas políticas, nunca llegan a satisfacer a los grupos minoritarios anti cubanos que viven del negocio del conflicto, con cierta influencia en el Congreso de Estados Unidos. La diferencia fundamental en la actualidad es que el apoyo mayoritario al interior de la sociedad estadounidense es a favor de la eliminación de sanciones y el mejoramiento de los vínculos con Cuba y Trump encamina su política en sentido contrario.
Para justificar su política agresiva la Administración de Trump ha generado pretextos.Primero denominados como “incidentes” y luego “ataques sónicos” a su personal diplomático, se ha reducido en la práctica las relaciones diplomáticas y lasya restringidas relaciones económicas. Tales decisiones injustificadas incluso han puesto en riesgo los acuerdos migratorios de 1994 y 1995 –que establecieron la concesión de no menos de 20 mil visas de inmigrantes cubanos al año–, y otros avances en materia de relaciones económicas y de seguridad. El balance de los factores objetivos a favor y en contra de la nueva orientación política y sus previsibles efectos, pone de manifiesto la contradicción entre sus decisiones y lo que respondería al verdadero interés nacional de Estados Unidos, evaluado a partir de estudios y encuestas de opinión existentes.
En la población estadounidense en general, e inclusoen los ciudadanos de origen cubano, se observa un consistente apoyo a lo que sobre todo durante los dos últimos años de la presidencia de Barack Obama se conoció como política de involucración, o proceso de normalización de las relaciones con Cuba. Las proyecciones y estimaciones sobre el potencial económico de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y el impacto del bloqueo demuestran que las nuevas regulaciones establecidas, solamente pueden reducir los empleos y beneficios asociados a esa actividad económica. No cabe duda que estas medidas para el recrudecimiento del bloqueo afectarán a la economía cubana y a todo el pueblo, pero también en la debida proporción perjudicarán los intereses nacionales de Estados Unidos.
Antecedentes: principales etapas y esencia del conflicto
Los medios occidentales de información en sus comentarios y análisis sobre el conflicto entre Estados Unidos y Cuba con mucha frecuencia padecen de amnesia, y lo presentan como surgido a partir del triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959.
Sin embargo, el análisis de la política de Estados Unidos hacia Cuba debe reconocer la esencia del conflicto bilateral. Históricamente no puede dejarse de mencionar la primera intervención militar de Estados Unidos en Cuba a finales del siglo XIX, pues sirve para entender el origen del objetivo estratégico permanente con respecto a Cuba de la entonces emergente potencia imperialista: garantizar la dominación sobre su más cercano entorno geográfico y en particular sobre el archipiélago cubano.
El triunfo de la Revolución en 1959 significó la ruptura de esa opresión y la victoria del proyecto independentista cubano, que había sido abortado por la propia intervención estadounidense en la guerra de independencia de los patriotas cubanos contra España en 1898. La ocupación militar hasta 1902, la llamada Enmienda Platt como apéndice a la Constitución de la naciente república y las distintas etapas de subordinación y sometimiento de aquella seudo república a los gobiernos de Estados Unidos están en la raíz del conflicto.
Desde los inicios de 1960 del pasado siglo, y específicamente desde 1959, el objetivo medular de la política estadounidense hacia Cuba ha sido retrotraer la historia a ese momento y hacer colapsar su gobierno, debilitar y quebrar su sistema económico, político y social. Para ello han sido empleados todos los medios y procedimientos a su alcance, desde la subversión interna en distintas variantes, el terrorismo, los intentos de asesinato político y las agresiones militares, como la invasión de Playa Girón, organizada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en abril de 1961, así como la agresión económica y el bloqueo, un instrumento que se ha mantenido, aunque con distinto énfasis y variantes según las circunstancias.
La década de 1990, debido a la desaparición de la Unión Soviética y el bloque socialista europeo, marcó el fin de la existencia del bipolarismo en las relaciones internacionales, pero nunca estos cambios se expresaron en una modificación de la política estadounidense, o el fin de la Guerra Fría en lo que a Cuba respecta. A partir de esta etapa, el bloqueo –aunque siempre estuvo presente– se convirtió en un instrumento principal de la política exterior estadounidense hacia Cuba, e incluso retomaron la idea de sus posibilidades para agudizar la crisis económica, provocar un estallido social y abrir las puertas a la llamada transición regresiva hacia el capitalismo dependiente y la democracia liberal, o reinserción de Cuba en el sistema de dominación de Estados Unidos.
La nueva correlación de fuerzas en la esfera internacional se reflejó en la política de Estados Unidos hacia Cuba en dos planos simultáneos, presentados muy claramente en la conocida como Ley Torricelli de 1992 –denominada eufemísticamente por el Congreso de Estados Unidos como Cuban DemocracyAct of 1992 (CDA; P.L. 102-484, Title XVII)–, como expresión de dos tendencias de la política estadounidense para conseguir su propósito: aumentar el bloqueo económico y el aislamiento político y diplomático del gobierno cubano y, al mismo tiempo, alentar la formación de una sociedad civil alternativa, mediante la comunicación y ciertos intercambios, como base para acelerar el desarrollo de la oposición interna destinada a conseguir la llamada transición a la democracia, el cambio de régimen a un sistema social, económica y políticamente dócil ante la gran superpotencia norteamericana. La Ley Helms Burton, en 1996, que de nuevo manipula desde su nombre su descarnado propósito de intervenir la soberanía y la independencia de Cuba —Cuban Liberty and DemocraticSolidarity (LIBERTAD) Act of 1996 (P.L. 104-114)–, continúa esa tendencia de recrudecer el bloqueo, crea mecanismos para transformar la sociedad cubana mediante la concesión de financiamiento para la llamada transición pacífica y establece condiciones muy estrictas que limitan las posibilidades del poder ejecutivo de modificar su política hacia Cuba, en tanto codifica, convierte en ley, las sanciones que hasta ese momento fueron introducidas mediante órdenes ejecutivas por los anteriores presidentes que transitaron por la Casa Blanca.
Los estrategas del gobierno estadounidense pensaron que era el momento oportuno para hacer quebrar la Revolución y su sistema social y político. La fragilidad y vulnerabilidad del país se encontraba en sus niveles más altos. Se enfrentaba una aguda crisis económica ocasionada principalmente por el impacto económico derivado de la pérdida de sus principales mercados. Paulatinamente, la crisis se fue superando a pesar de la intensificación del bloqueo, debido a los graduales avances de la economía cubana impulsados por reformas y ajustes que permitieron adaptar su sistema socialista a las nuevas circunstancias internacionales, evidenciándose el fracaso del bloqueo económico. Una década de recuperación socioeconómica, no exenta de contradicciones y sobresaltos, fue uno de los factores que estimuló la aparición o el surgimiento, dentro del Congreso Estados Unidos de fuerzas favorables a la eliminación de las sanciones económicas contra Cuba.
El ascenso al gobierno estadounidense de los sectores más reaccionarios del Partido Republicano, liderados por George W. Bush a partir del año 2001, alentaron compromisos y coincidencias con los sectores “históricos” de la comunidad cubana de la Florida en lo que respecta a la política de Estados Unidos hacia Cuba. Los acontecimientos terroristas del 11 de septiembre de ese año contribuyeron indirectamente a imprimir mayor hostilidad a la política de Estados Unidos hacia Cuba, debido a la influencia alcanzada por la corriente neoconservadora. Las nuevas definiciones de seguridad nacional en el marco de la “guerra contra el terrorismo” y la presencia directa en el gobierno de un número sin precedentes de cubano – americanos[4] auspiciaron el reforzamiento del apoyo a esfuerzos de subversión y el incremento a niveles sin precedentes del bloqueo, llevando al límite de lo irracional el empleo de esta política al afectar sus propios intereses. Estos sectores han estado siempre muy interesados en manipular todo lo posible el “caso cubano” para presentarlo como gobierno desafiante, “terrorista”, “no democrático”, “amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos” y así desestabilizarlo, debilitarlo e impulsar el intervencionismo estadounidense con el propósito de cambiar el sistema político cubano, pues en el fondo apreciaron que el gobierno de G.W. Bush podría ser una de sus últimas oportunidades de retomar la función de intermediarios y representantes del poder estadounidense en una futura Cuba dependiente y neocolonizada.
Todas estas condiciones determinaron la elaboración de un programa apoyado en los mismos instrumentos anteriormente fracasados: el bloqueo, la propaganda y el apoyo moral y financiero a la subversión (los llamados disidentes), el cambio de régimen, denominado eufemísticamente transición hacia la democracia y la economía de mercado, que en esas condiciones querían acelerar. La manifestación más burda del intervencionismo estadounidense en Cuba, contentiva de las expresiones más claras y extremas de los enfoques ideológico, doctrinales y reaccionarios que se han presentado en toda la historia del conflicto bilateral después del triunfo revolucionario, fueron destilados por la Comisión Ejecutiva creada por mandato del Presidente Bush, denominada Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre, que en mayo del 2004 ofrecería sus recomendaciones.[5] Leer el contenido del referido informe permite comprender claramente su carácter imperialista, que apenas logra ocultar tras sus enunciados de “asistencia para la libertad” su verdadera esencia neo-anexionista.
Condiciones para el mejoramiento de las relaciones
La victoria electoral demócrata del 4 de noviembre del 2008, fue un acontecimiento histórico, tanto por el origen del nuevo Presidente como por la agenda de cambio que proyectaba. Ello sugería la posibilidad de un nuevo momento más optimista en relación con Cuba, aunque el mayor avance tendría que esperar hasta la etapa final de su segundo período presidencial. Hasta ese momento las acciones de Obama habían quedado muy por debajo de las expectativas más optimistas y sus promesas de un “nuevo comienzo”.
La forma decisiva en que ocurrió la victoria demócrata, estableció un contexto político favorable al ajuste de la política hacia Cuba, no solamente por la holgura con la que Obama llegó a la presidencia, sino por la ampliación de los márgenes de la presencia de los demócratas en el Congreso. El mito de justificar la política hacia Cuba aduciendo “factores de política interna” y, en particular, atribuirlo al papel determinante de los cubano-americanos en la Florida, también quedó finalmente al descubierto con la adjudicación de ese Estado a favor del candidato demócrata, aunque al propio tiempo se reeligieron los tres representantes de la política más recalcitrante y reaccionaria hacia Cuba en el Congreso de ese país, que han seguido actuando desde allí por impedir cualquier cambio favorable al mejoramiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
El nuevo Presidente incorporó sus promesas de campaña al abrir los viajes de los cubanos establecidos en Estados Unidos y quitar las restricciones a las remesas. Se desmontaba en parte la anterior dinámica política, lo que favoreció la reapertura de procesos políticos que se venían expresando durante los años de presidente de William Clinton, antes de la llegada de Bush hijo a la Casa Blanca.
Sin embargo, con independencia del grado de disposición y posibilidad real de Obama y del Congreso de modificar la política estadounidense hacia Cuba, es justo reconocer que la prioridad dada a Cuba en este contexto fue sumamente baja, dados los retos de la economía y otros temas de política internacional de mayor relevancia como el regreso de las tropas empantanadas en Irak. En tal sentido, la política de la nueva administración debía aliviar las consecuencias internas de la mayor crisis financiera y económica de la posguerra, sobre todo para los sectores de las capas medias que le dieron su apoyo en las elecciones. El año 2009 fue muy difícil para el Presidente, pues el país sería testigo de un déficit fiscal record, dados todos los paquetes de asistencia para salir de la situación.
El complejo escenario internacional para Estados Unidos destacaba de nuevo las limitaciones de su hegemonía, pero también demostraba la necesidad de ensayar nuevas políticas para enfrentar la situación. Estados Unidos, aun siendo la mayor potencia del orbe, evidenciaba límites objetivos para encarar sus retos económicos, políticos y militares, agudizados por las políticas conservadoras, intervencionistas y militaristas que le precedieron.
Dadas esas condiciones, se identificaron dos variables principales para dilucidar la política estadounidense hacia Cuba: la evolución de la agenda global de Estados Unidos y sus percepciones sobre el impacto del renovado bloqueo y otras medidas agresivas para acelerar la transición en Cuba. Como sustrato de las anteriores variables principales estaba la declinante correlación de fuerzas para Estados Unidos con expresiones mundiales y hemisféricas, y la propia evolución de la sociedad cubana y sus relaciones internacionales, que fueron modificando la correlación de fuerzas a su favor.
Ciertos resultados económicos y políticos favorables a la administración de Barak Obama en los años subsiguientes, permitieron elevar la prioridad dada a Cuba en la agenda. Entre ellos cabría señalar el logro de una cierta estabilidad en la situación económica –dentro de lo que fue la peor recuperación desde la posguerra-; un avance del proceso de “pacificación” en Afganistán y sobre todo la importante retirada de tropas de Irak. Por otra parte, una percepción errónea de retroceso y debilitamiento de la sociedad cubana por agudización de una crisis económica y resquebrajamiento de su cohesión sociopolítica, o por incapacidad del gobierno de recuperarse y avanzar después de los desastres naturales, habrían contribuido a reducir el espacio a las opciones de negociación y relajamiento del bloqueo. Por la misma razón, la evolución de estas mismas variables en sentido contrario, al quedar demostrado el fracaso de las políticas en curso, favorecieron el proceso de negociación y la búsqueda de solución a los principales escollos identificados por las partes, parainiciar un acercamiento y ajustar las relaciones bilaterales acorde a las nuevas realidades, tanto de Estados Unidos, como de Cuba y del entorno regional e internacional.
Un acontecimiento inesperado como el relevo de poderes en la máxima dirección del gobierno cubano, dada la enfermedad y convalecencia del ex presidente cubano Fidel Castro a mediados del 2006, resultó en una demostración práctica de la debilidad de los supuestos que había promovido la política estadounidense hacia Cuba y en particular, el tema de “evitar la sucesión”.[6] La normalidad en el proceso de transición de poderes y la continuidad del funcionamiento de los órganos del gobierno, el Estado y el Partido, permitieron borrar los mitos, que postulaban la caída del gobierno revolucionario con la desaparición de su máximo líder histórico de la escena pública.
El comportamiento de Obama en la etapa precedente al inicio de las conversaciones con el gobierno cubano y en sus acciones sobre Cuba en 2009 y 2011 no presagiaba un ajuste importante dirigido al mejoramiento de relaciones con la Isla como se conoció después. El presidente Barack Obama había cumplido estrictamente sus promesas de campaña en 2008 ante la Fundación Nacional Cubano Americana en Miami, pero nada más. Consideraba que esa era la punta de lanza para los cambios que sucederían a partir del incremento de esa medida y su impacto sobre la realidad cubana. Otros temas y prioridades ocuparon el capital político del Presidente.
Pero la presidencia tiene la autoridad para reaccionar ante asuntos internacionales que considere como amenazas potenciales a la seguridad nacional de Estados Unidos. Especialistas en la materia señalan: “En un grado no apreciado por muchos, la presidencia es una institución cuya estructura y actividades han sido configuradas por factores internacionales (…) La siempre presente amenaza a la seguridad nacional que viene a simbolizar, provee una racionalidad inducida por la concentración de poder en la presidencia y establece límites sobre la función que el Congreso podría esperar desempeñar en la formulación de la política exterior de Estados Unidos”.[7]
La política de «dos carriles» trataba de conciliar el aislamiento y las sanciones con el aumento de la influencia de los denominados instrumentos blandos, como los viajes y las remesas, pero no se lograban los resultados esperados. El inicio de las negociaciones secretas entre los gobiernos durante el verano de 2013 se debió a la maduración simultánea e interrelacionada de tres escenarios: el relativo a los problemas y las dinámicas del proceso de toma de decisiones en Estados Unidos y al papel de la presidencia en circunstancias particulares de los últimos dos años de mandato; el perfeccionamiento gradual del sistema socioeconómico cubano bajo sus principios; y la modificación favorable a Cuba de la correlación global y regional de fuerzas, sobre todo desde finales de la década de 1990.
En un muy corto período de tiempo entre el 17 de diciembre de 2014 y el 20 de enero de 2017, a pesar de mantenerse el marco de relaciones establecido por las leyes anti cubanas en ese país, se avanzó de manera positiva en las relaciones bilaterales sin haberse eliminado el bloqueo comercial y financiero, ni que Obama agotara sus prerrogativas al respecto. Tales avances no se referían a los aspectos centrales del conflicto, pero se logró restablecer relaciones diplomáticas, otros pasos positivos como sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, incrementar la confianza y alcanzar más de dos decenas de acuerdos. Los éxitos relativos en las negociaciones favorecieron el aumento de los intercambios y los viajes, con beneficios tanto para Cuba como para Estados Unidos en materia económica y de seguridad.
Se ampliaron los viajes y los intercambios en esferas de la cultura, el deporte, la ciencia y la educación, que alcanzaron niveles relativamente importantes, dadas las restricciones todavía en vigor, pero con beneficios recíprocos para las partes. Hasta las elecciones de 2016 se esperaba la continuidad de la política, que sería encaminada por la candidata demócrata Hillary Clinton, quien había endosado la política de Obama hacia Cuba en sentido general. El balance de esta contienda llevó al gobierno a una figura voluble, que resultó opuesta al mejoramiento de las relaciones con Cuba para aliviar sus conflictos en política interna.
Trump: entre el interés nacional y supolítica hacia Cuba
Contrario al retroceso en las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos que busca imponer el Presidente Trump, se han presentado abrumadoras evidencias del apoyo mayoritario del pueblo de Estados Unidos al mejoramiento de sus relaciones con Cuba y la eliminación del sistema de sanciones establecido por el bloqueo. Los dos últimos años del gobierno de Barack Obama fortalecieron esa tendencia, haciendo evidente lo que ya se venía expresando en la sociedad estadounidense, que mejorar las relaciones con Cuba está en el interés nacional del país.
Las encuestas de opinión fueron reflejando esas percepciones positivas sobre el progreso de las relaciones con Cuba de manera consistente. En febrero del 2014 se conocía de una encuesta realizada por el Atlantic Councilque identificó apoyomayoritario del pueblo estadounidense al cambio en la política hacia Cuba;[8] es decir, antes que se dieran a conocer las negociaciones que se habían realizado y la disposición del Presidente Obama de cambiar el enfoque de la política de Estados Unidos hacia Cuba. En enero de 2015 una encuesta de PewResearch Center encontró que el 63% de los estadounidenses aprobaban la nueva orientación en la política de Obama hacia Cuba.[9]Las encuestas sobre las opiniones de los cubano americanos en el sur de la Florida demuestran también una tendencia favorable, aunque reconociendo diferencias al interior del grupo.[10] La realizada por el Instituto de Investigaciones Cubanas (Cuban ResearchInstitute) de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), constituye el esfuerzo que desde 1991 –por un tiempo más prolongado — ha medido las visiones de los cubanoamericanos sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba.[11] Una muy completa referencia de encuestas sobre relaciones Cuba – Estados Unidos puede encontrarse en el archivo de documentos de opinión pública sobre Cuba en Estados Unidos.[12]
El discurso político del Presidente Donald Trump y sus decisiones sobre Cuba, desde su llegada a la Casa Blanca han dañado las relaciones bilaterales.Aunque pareciera cumplir con el propósito de revertir el “Legado de Obama” y el título de su memorando de política hacia Cuba pretenda proteger “intereses nacionales” de Estados Unidos, sus pasos se han movido en sentido contrario.
El retroceso en las relaciones bilaterales no traerá beneficios tangibles a Estados Unidos, ni a su pueblo, ni a sus empresas, y mucho menos a la imagen internacional del actual gobierno. Asimismo, si esa política de sanciones y bloqueo no ha funcionado en tantos años, no habría argumentos que hicieran pensar que puede ser exitosa ahora.Retrotraer la política de Estados Unidos hacia Cuba a un enfoque históricamente obsoleto y fracasado de la llamada Guerra Fría, genera inconsistencias y desafíos.
El objetivo general de su política, “AmericaFirst”, no se aplica como eje articulador de su política hacia Cuba. Esta idea pretendía defender los intereses nacionales estadounidensespor encimadel resto del mundo. Sin embargo, la política se articula por razones o determinantes internas, ajenas a lo que debería ser el interés nacional de Estados Unidos en relación con Cuba. La motivación del Presidente de dañar las relaciones con Cuba se debe a compromisos con la oscura figura del Senador Marco Rubio, que ha servido como su defensor en el órgano legislativo. Es decir, se trata de un vulgar intercambio de favores totalmente ajeno al interés nacional de Estados Unidos.
Costos asociados a la política de Trump y posibles consecuencias
No existen dudas en la actualidad sobre el objetivo dela política de Trump hacia Cuba: retrocederen los avances parciales alcanzados durante los últimos dos años de la administración de Obama, desmontar su política definida como involucración o “engagement”, aplastar el “Legado de Obama” en lo que respecta a Cuba, dado que lo consideran un resultado de menor costo relativo, comparado con el Obamacare, los acuerdos con Irán, de mucha mayor complejidad, dificultad e incluso peligrosidad en el último caso. Las evidencias demuestran que la política de EEUU hacia Cuba en este caso no ha sido regida por los intereses económicos ni de seguridad nacional puesto que el mejoramiento de las relaciones con Cuba constituye una oportunidad económica y en materia de seguridad para Estados Unidos, y no un reto.
La dinámica política actual del gobierno de Trump hacia Cuba tampoco tiene relación directa real con las relaciones bilaterales. Este proceso es un efecto indirecto, derivado de la ruptura al interior de los partidos políticos y dentro del propio gobierno, incluso en el Ejecutivo, que expresa condiciones de debilidad relativa del Presidente, alestar sometido a fuertes presiones desde todas las direcciones. Desde esta perspectiva, el quiebre político al interior de la clase dominante estadounidense y la falta de consenso sobre las direcciones políticas a seguir constituyen una crisis política.
Dado que la política exterior está en su mayor parte determinada por factores internos, no es extraño que sesubordine o ajuste por acontecimientos que no tienen relación directa, ni con los intereses económicos ni de seguridad de Estados Unidos en sus relaciones con Cuba.
Es obvio que el incremento de las sanciones económicas, la disminución de los viajes debido a las decisiones tomadas y los pretextos y declaraciones sobre los supuestos peligros para la salud de la estancia de estadounidenses en Cuba, afectan los ingresos directos e indirectos no solamente de Cuba – su objetivo principal—sino también en Estados Unidos. Puede afirmarse que esas políticas no tienen sustento en las condiciones internas de Cuba, ni mucho menos cuentan con el apoyo internacional. Como se expresó recientemente en la Asamblea General de las Naciones Unidas el informe de Cuba contra el bloqueo recibió el apoyo de todos los representantes del mundo, con la excepción por supuesto de Israel y Estados Unidos.
Aunque se trata de propagar por los sectores anticubanos minoritarios una interpretación interesada sobre la situación política y económica en Cuba, la realidad no acompaña esas falacias. La correlación de fuerzas en la región aunque ha tenido retrocesos, ello no afecta las posiciones respecto a la posición de aislamiento que tiene Estados Unidos respecto a su política hacia Cuba. Aunque el mercado cubano no es comparable con el chino, en el contexto actual es un mercado significativo y la eliminación del bloqueo, solamente puede traer crecientes oportunidades de empleo y negocios para empresas y personas en Estado Unidos y Cuba.
Estudios que aplican técnicas econométricasbasadas en ecuaciones de “gravitación”, prueban que los beneficios anuales de las relaciones con Cuba ascenderían a varios miles de millones de dólares anuales. Naturalmente, los efectos de las relaciones no serían distribuidos de modo homogéneo, sino que se favorecerían sobre todo aquellos Estados y territorios con mayor cercanía y que sus industrias están en condiciones de invertir y proveer productos y servicios.
En comercio e inversiones, cifras del mismo orden podrán aprovechar las ventajas considerables que tiene Cuba respecto al resto de la región y otras partes del mundo en cuanto a la estabilidad, seguridad interna y acceso a fuerza de trabajo calificada.
El turismo es un indicador muy bien conocido, no menos de dos millones de turistas podrían viajar a Cuba desde Estados Unidos en el momento que se liberen los viajes y esas cifras pudieran crecer más, incrementando las importaciones desde Estados Unidos para satisfacer una parte de la demanda de estos mismos turistas.
En términos de seguridad nacional, uno de los logros principales alcanzados en las negociaciones ente los dos países, no cabe duda que tienen una importancia mayor para Estados Unidos. Los riesgos del tráfico de drogas, las amenazas de ataques terroristas y otro tipode actos criminales transnacionales encuentran una importante colaboración en Cuba, que se encuentra en un área de transito muy importante para el acceso a Estado Unidos en la Cuenca del Caribe. Afectar las relaciones bilaterales entre los dos gobiernos puede dañar la eficacia en el funcionamiento de los acuerdos existentes.
Las condiciones objetivas de Cuba y su proyecto de desarrollo, aunque con paso más lento, deben seguir avanzando. Las relaciones internacionales y la función de Cuba como garante de la paz en conflictos regionales y ofreciendo apoyo y colaboración en esferas tan importantes como la salud, colocan a la política cubana como un agente internacional de mucho peso. Todos estos procesos que reportan el avance y diversificación de las relaciones internacionales de Cuba en todos los campos actúan contra la actual política de Estados Unidos y cabe esperar se sigan expresando.
Los problemas internos de política, escándalos, determinan el intercambio de favores con derecha anti cubana. Trump “paga una deuda”, supuestamente por el apoyo a su campaña (aunque los datos de las elecciones no apoyan esa tesis) y probablemente más importante, por tener aliados como Marco Rubio (Comité de Inteligencia del Senado, que investiga los problemas en la campaña de Trump). Por su parte el Representante Mario Díaz Balart, apoya la eliminación de Obamacare en el Congreso.
Sin embargo, la tendencia general de la política exterior de Estados Unidos es como regla a la continuidad, más que al cambio. Las decisiones de Trump olvidándonos de la retóricay a pesar del indiscutible retroceso que representan las mismas, constituyen un ajuste más que un cambio radical. Se mantienen los objetivos y el empleo de los mismos instrumentos, aunque se ajusta el modo de aplicarlos. El enfoque de las medidas discriminatorias contra personas y entidades del sector empresarial cubano intenta infructuosamente dividir al pueblo cubano. Pero las sanciones contra Cuba afectan a todo el pueblo, y por tanto, no es posible cumplir su supuesto objetivo de separar al pueblo de sus dirigentes, ni mucho menos del pueblo uniformado que garantiza su seguridad y defensa. El listado de entidades y empresas prohibidas representa un ejemplo de la irracionalidad en la aplicación del propio memorando previamente anunciado.
Parten de la mentira. Divulgan la información sobre el control de “los militares” u “órganos de la seguridad” de la industria turística y sus beneficios, pero al prohibir las relaciones con estas empresas y establecimientos vinculados al turismo, afectan a toda la economía y a todo el pueblo debido a la propia naturaleza del sistema socialista cubano, que provee educación, salud, deporte y seguridad social a partir de esos ingresos. Indirectamente también afecta al sector privado emergente que pretende favorecer, porque el mismo no puede actuar en de manera aislada del sistema. El funcionamiento de ese sector privado está encadenado con las empresas que el presidente Trump sanciona.
Crean un incidente o ataque sónico que constituye un nuevo pretexto para dañar la tendencia al mejoramiento de la relaciones entre los dos países y también reduce directa e indirectamente los viajes a Cuba, tanto desde Estados Unidos, como de otros países que pueden ser influidos por esa información nociva.
A pesar de todos los obstáculos, Cuba ha sido un importante importador de alimentos. En 2008 importó desde Estados Unidos 701 millones de dólares, reduciéndose desde entonces por disponer de otros mercados que ofrecen facilidades de pago. En el 2014 compró en efectivo $266 millones de dólares y disminuyó a 148.5 en los mismos términos en 2015.[13]Esta cifra podría ser mucho mayor si se eliminara el bloqueo, que según cálculos de U.S. International TradeCommission podrían venderse a Cuba alrededor de 1.8 mil millones en productos agrícolas e industriales a partir del nivel de actividad cubano existente entre 2010 – 2013.[14]
Como resultado de las medidas anunciadas y los llamados incidentes que supuestamente afectaron la salud de sus diplomáticos, acusación sobre la que no se han presentado pruebas de ningún tipo, cabe esperar la reducción de los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba. El año 2015 visitaron a Cuba 161,233 estadounidense y en 2016 la cifra alcanzó 284,937. En 2017 los viajeros desde Estados Unidos hasta el mes de mayo sumaron 284,565, nivel record. Sin embargo, el número de visitantes desde Estados Unidos es relativamente pequeño si se compara con el monto total. En 2016 arribaron a Cuba 4,035,577 turistas, por lo que los visitantes de Estados Unidos representaron un 7%. Una caída en este flujo sin duda es una afectación, pero no constituye el principal mercado. Ese propio año los canadienses que vinieron a Cuba fueron 1,2 millones.
El lobby a favor de las relaciones con Cuba calculó que eliminar totalmente los negocios en curso y si los viajes se reducen significaría una pérdida de 3.5 mil millones de dólares para la economía estadounidense y 10,000 empleos en 4 años.En realidad estos son cálculos muy conservadores, porque si se parte de los costos del bloqueo, según el último informe presentado por Cuba a la Asamblea General de las Naciones Unidas, estos alcanzarían a más de$4 mil millones de dólares durante el último año, siendo las pérdidas acumuladas por más de $882 billones de dólares.[15]Si se eliminan los cruceros, ello significaría una disminución de los beneficios de estos negocios por$227 millones al año. Prescindir de los negocios en proceso significa una reducción de 1,359 empleos al año.[16]Un informe de Engage Cuba calculó que la eliminación de las condiciones establecidas durante la última etapa por Obama, haría perder a la economía de Estados Unidos 12,295 empleos y $6,637 millones de dólares en los 4 años de Trump en la Casa Blanca.[17]
Considerando los datos anteriores, que representan estimaciones parciales y conservadoras a partir de los limitados vínculos existentes, el ajuste de la política de Estados Unidos hacia Cuba es contraria a los dos temas obsesivos del propio Trump, “AmericaFirst”; crear empleos para los estadounidenses y aumentar los beneficios y negocios para las compañías de Estados Unidos.
Estas políticas encuentran oposición dentro del Congreso. Un ejemplo en esta dirección es el Senador republicano Jeff Flake, que al referirse a su propuesta de levantar restricciones a los viajes a Cuba afirmó:
“Es tiempo de que el liderazgo del Senado finalmente permita un voto a mi proyecto de ley que levantaría totalmente estas restricciones arcaicas, que no existen para ningún otro país del mundo”
Algunas propuestas de leyes favorables a la eliminación del bloqueo se presentaron en el 115 Congreso[18]:
- Ley libertad de viajar del 2017. R. 351 (Sanford). Freedom to Travel Act of 2017. Excluye la posibilidad de que el Presidente pueda prohibir o regular viajes a Cuba de ciudadanos o residentes en Estados Unidos.
- Ley de Comercio con Cuba 2017. Propone la eliminación del “Embargo” (H.R. 442 (Emmer)/S. 472 (Moran). Cuba Trade Act of 2017.)
- Ley de Cuba digital y telecomunicación avanzada. Abriría las posibilidades de comercio y servicios en ese sector, incluyendo equipamiento y tecnología. (H.R. 498 (Cramer). Cuba Digital and Telecommunications Advancement Act of 2017, or the Cuba DATA Act.)
Entre los principales factores de política interna en los anuncios del Presidente Trump respecto a Cuba, 16 de junio en Miami, está la negociación con Senador Marco Rubio para comprometer su apoyo en los ataques que recibe (los más variados escándalos) y las investigaciones que podrían propiciar el impeachment (si se lograra demostrar cargo de obstrucción de la justicia). La situación actual se asemeja a la observada durante la administración de W. Bush. Como ha sucedido en casos anteriores con George W. Bush, el Presidente no complació totalmente las aspiraciones de la derecha anti cubana de romper las relaciones diplomáticas y rechazar todos los acuerdos alcanzados por el gobierno de Obama, se podría decir que se ha aplicado un retroceso selectivo.
El Presidente estadounidense ha sido muy variable en sus políticas en otras situaciones, también han sido desafiadas, tanto por la rama jurídica como legislativa, e incluso su burocracia; quizás ello explique la demora en la introducción de las medidas contenidas en el Memorando de política hacia Cuba de junio de 2017, que demoraron casi cinco meses en darse a conocer, hasta el 8 de noviembre.[19] Además de los constantes conflictos y problemas internos en el funcionamiento del sistema político, se manifiestan complicados retos en sus relaciones internacionales en la región de Asia con China, Corea del Norte, Irán, Rusia y la Unión Europea.
Elecciones de medio término en 2018 en EE.UU. podrían modificar el panorama político interno a favor de fuerzas en contra de esa política, o reforzar la tendencia actual de acuerdo a los resultados que se alcancen. Todo depende de la correlación de las fuerzas políticas internas en lo que respecta a las relaciones con Cuba. El escenario de la salida de Trump o la interrupción de su gobierno por cualquier vía y el relevo por Mike Pence, actual Vicepresidente, no debe considerarse necesariamente como un acontecimiento positivo para el mejoramiento de las relaciones con Cuba, aunque se trata de un conservador mejor articulado con el sistema político estadounidense, porque es portador de un enfoque ideológico que dice tener un compromiso con el enfoque de Trump hacia la región, según expresó el 16 de junio de 2017.
“Bienvenidos a un día histórico, un día en que Estados Unidos renueva su compromiso al ideal de libertad en este hemisferio, un día cuando el mundo será testigo de que Estados Unidos se pone de pie de nuevo en solidaridad con el pueblo cubano gracias al fuerte y decidido liderazgo del Presidente Donald Trump.”
En términos estructurales el retroceso en la política de Trump hacia Cuba tiene factores en contra: El levantamiento del bloqueo y la libertad de viajar tendrían un efecto favorable para la economía de Estados Unidos, generaría ganancias y empleo significativo a trabajadores estadounidenses. Los acuerdos vinculantes en materia de seguridad, narcotráfico y enfrentamiento al terrorismo son de interés común.La mayoría de la población, e incluso los cubanoamericanos, están a favor de mejorar las relaciones con Cuba.
Existe un sector de negocios activo políticamente e interesado en avanzar en las relaciones con Cuba como “Engage Cuba”, la Cámara de Comercio, así como gobiernos de estados con intereses importantes en comercio de alimentos, como son los casos de Arkansas, Minnesota y Dakota del Norte.
A pesar del retroceso en el mejoramiento de las relaciones con Cuba iniciado por la administración Trump, dado la permanencia de los factores que le dieron origen al acercamiento entre los dos países –como se ha señalado–, debe esperarse en el mediano plazo la continuidad del ajuste iniciado por Obama. Ello se justifica porque las condiciones que alentaron esas modificaciones no han desaparecido. Entre ellos se encuentran los intereses económicos y de la seguridad nacional, el demostrado fracaso de la política de aislamiento, bloqueo y subversión, el apoyo mayoritario al mejoramiento de las relaciones con Cuba en Estados Unidos y la continuidad de la política exitosa de Cuba hacia el perfeccionamiento de su sistema socioeconómico y político (actualización), conceptualización del modelo, estrategia hasta el 2030. Todo ello ampliamente debatido, expresión del amplio carácter democrático del socialismo cubano.
La Declaración gobierno cubano a raíz del Memorando de Trump sobre Cuba del 16 junio, 2017 define los principios que rigen la posición del gobierno cubano ante la política que está llevando a cabo la Administración estadounidense:
“estas relaciones deberán cimentarse en el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía; el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma; y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios irrenunciables del Derecho Internacional”, tal como refrendó la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en su II Cumbre, en La Habana. Cuba no ha renunciado a estos principios ni renunciará jamás.
El gobierno cubano ha reiterado la disposición de negociar todos los aspectos de la agenda bilateral, pero con absoluto respeto a los principios de la Carta de las Naciones Unidas, la igualdad de los Estados y el reconocimiento de la independencia y soberanía cubana, que hacen inaceptables cualquier política diseñada para actuar sobre los asuntos internos, que solo son concernientes al pueblo cubano.
La Habana, 9 de noviembre 2017
(Tomado del boletín Se Dice Cubano de la UNEAC, no 26)
[1]Glenn P. Hastedt. 2015. American Foreign Policy. Past, Present, and Future. Eleventh Edition, Rowman & Littlefield, Lanham, Maryland, p. 7. ISBN: 9781442270053.
[2] William M. LeoGrande. 2016. “Which Trump Will Cuba Have to counted With the Hard- Liner r the Dealmaker”, World Policy Review, November 16.http://www.worldpoliticsreview.com/author/william-m-leogrande
[3] The White House, Office of the Press Secretary, June 16, 2017. “National Security Presidential Memorandum on Strengthening the Policy of the United States Toward Cuba”. https://www.whitehouse.gov/the-press-office/2017/06/16/national-security-presidential-memorandum-strengthening-policy-united
[4]Entre los más notables en aquel momento fueron el Sub secretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Otto Reich y el Secretario de Planeación Urbana y Viviendas, Mel Martínez.
[5]Commission for Assistance to a Free Cuba. Report to the President. Washington DC, May, 2004.
[6]Véase al respecto el análisis de Julia Sweig. “Fidel’s Final Victory”, Foreign Affairs, January/February, 2007
[7]Hastedt, Glenn P.; Anthony J. Eksterowicz. “Presidential Leadership and American Foreign Policy: Implication for a New Era”. The Domestic Sources of American Foreign Policy. Inside and Evidence. Ed. Eugene R. WIttkop& Jones M. McCormic. Rowman & Littlefield Publishers Inc. Maryland. ISBN 0- 08476-8749-X, 1998. p. 138.
[8] Atlantic Council. 2014. US – Cuba: A New Public Survey Support Policy Change. February 10. http://www.atlanticcouncil.org/publications/reports/us-cuba-a-new-public-survey-supports-policy-change
[9]Pew Research Center. 2016. http://www.pewresearch.org/fact-tank/2016/12/13/americans-still-favor-ties-with-cuba-after-castros-death-u-s-election/
[11]Cuban Research Institute, 2016. Cuba Poll 2016. Florida International University. https://cri.fiu.edu/events/2016/the-2016-fiu-cuba-poll/
[12] American University. Cuba Document. Archive. Public Opinion. http://www.american.edu/clals/cuba-archive_public-opinion.cfm
[13] U.S. International Trade Commission. 2016. “Overview of Cuban Imports of Goods and Services and Effects of U.S. Restrictions”.
[14]U.S. International Trade Commission. 2016. “Overview of Cuban Imports of Goods and Services and Effects of U.S. Restrictions”, p. 22.
[15] Informe de Cuba sobre la resolución 71/5 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, titulada: “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba, La Habana, junio 20 de 2017, p. 2.
[16]Peter Kornbluh. 2017. “Rescind Obama´s Cuba Engagement – and Activists Fight Back”, The Nation, June 2, https://www.thenation.com/keyword/cuba/
[17] Engage Cuba. 2017. “The Economic Impact of Tightening U.S. Regulations on Cuba”. May 31, Washington DC, 8 pp. https://static1.squarespace.com/static/55806c54e4b0651373f7968a/t/592f36dbdb29d6c96a19e3ea/1496266459829/Economic+Impact+of+Tightening+U.S.+Regs+on+Cuba.pdf
[18]Congressional Research Service. 2017. Cuba: U.S. Policy in 115th Congress, April 21. P. 47
[19]Bureau of Economic and Business Affairs. 2017. “List of Restricted Entities and Sub entities Associated with Cuba as of November 9.